Dicciones

El español de todos

Héctor Balsas

 

En "El Diario" de Montevideo (3–VII–99) y en "La Nación" de Buenos Aires (20–VI–99) se publicó información emanada de la Real Academia Española y que versa sobre nuevas palabras para incorporar a la próxima edición del Diccionario de la lengua española (DRAE).

Es útil recordarla porque el hecho presenta varios aspectos para la reflexión. Quien declara in extenso es Víctor García de la Concha, actual director de la Academia Española. Se expresa desde el comienzo con rotundidad: "El idioma castellano es de todos. El mejor español se habla en todos los países y en ninguno". Hay aquí una tajante formulación de principios, que choca con fragor frente a la creencia, muy difundida y escolar, de que el español (o castellano; habría ya que decirle "hispanoamericano") tiene su modelo en España y que, por estas latitudes, se lo habla defectuosamente.

Lengua democrática

Si se tiene en cuenta que el español es lengua materna para trescientos cincuenta millones de hablantes en España, América, Filipinas y algunas partes pequeñas del norte africano, es posible preguntarse a quién pertenece tesoro tan extendido. Fácil resulta la respuesta: a todos.

No siempre ocurrió que se oyera tal contestación, pues, durante muchísimo tiempo, se tuvo la creencia de que este idioma, surgido en España y llevado a América sobre todo, era propiedad de quien vivía en el país de origen. De ahí la idea de la corrección basada en el modo de hablar de los españoles. Se aseguraba que quien no pronunciara como lo hacía un español no hablaba bien. Alcanzaba con eso para dar patente de correcto a alguien.

La consecuencia de esta forma de pensar fue condenar categóricamente el seseo y el yeísmo, así como, en otro orden de cosas, el empleo del pronombre "vos" en lugar del pronombre "tú" (voseo) o el abandono radical del pronombre "vosotros" con las formas verbales correspondientes.

Había personas que se extasiaban delante de una película española (con Imperio Argentina o Angelillo o, en otro plano, con Carmen Maura o Fernando Fernán Gómez) y que pregonaban las excelencias del decir castizo. Muchas veces no se advertían tales excelencias en la pantalla, porque los parlamentos de los actores, al reproducir el modo de pronunciar popular o regional, mostraban tantas imprecisiones o irregularidades como las atribuidas al hablar de América.

Y ni que decir si de teatro se trataba. Margarita Xirgu, Lola Membrives, Josefina Díaz, Manuel Collado y Luis Sagi Vela eran modelos admirados y reverenciados. El encadilamiento venía por el lado de la sonoridad, del acento, de peculiaridades que, de ser puestas en práctica por estos lugares, darían risa y provocarían más de un inconveniente.

La lengua de Cervantes es democrática. De esto no cabe ninguna duda. La Academia Española, que ya abandonó viejos moldes paternalistas y puristas, está empeñada en vigorizar el léxico con la introducción de miles y miles de voces que circulan libremente por toda América -y no desde ayer, sino desde hace muchas décadas que llegan, inclusive, al siglo pasado-, de México al Uruguay, de Nicaragua a Chile.

Suele decirse que la Academia "acepta" un término. Si bien la expresión es válida, puede llevar a mucha gente a pensar que la institución matritense condesciende a recibir en su diccionario a ese vocablo. No es así. Su actitud presente -ya cristalizada en los diccionarios de 1984 y 1992, y, como se verá, también en próximas apariciones de otros dos: el general y el de americanismos -está visible para quien recorra las palabras que integran el gran vocabulario español, verdadero vocabulario hispanoamericano ya.

Por eso, nadie quedará asombrado por la futura aparición de voces rioplatenses, como "morfar", "mersa" y "ñaupa", que se alinearán al lado de las incorporadas desde hace muchos años, como "atorrante", "petiso" o "petizo" y "sonar", entre tantas que se usan en otros lugares hispanoamericanos, como "perico" (=café con un poco de leche servido en taza pequeña, en Colombia); "julepe" (=lío, desorden, en Puerto Rico); "macuco, ca" (=astuto, taimado, en Chile); "punta" (=hoja de tabaco, de exquisito aroma y superior calidad, pero pequeña, en Cuba); "argolla" (=camarilla, grupo cerrado y homogéneo de personas que ejercen influencia, en Costa Rica y Perú).

García de la Concha dice que "la Academia no adopta ninguna decisión en materia léxica, ni gramatical, ni ortográfica, que no haya sido acordada con las academias hispanoamericanas". Es muy cierto. Cuando aparezca el diccionario de americanismos -quizá en el año 2001- se tendrá un mínimo de cien mil voces procedentes de todos los rincones de la América española. Todas ellas recibidas en Madrid no para que las protegiera bajo su manto benévolo la Real Academia, sino para que las incorporara al diccionario especial de americanismos, previo natural y lógico estudio de su validez. Esta validez toma en consideración que las voces nuevas no contradigan la naturaleza de la lengua y que no impliquen una ruptura de las reglas de formación de las palabras.

Labor titánica

El director de la Española dice también que la Argentina envía mensualmente a España treinta vocablos para aumentar el caudal léxico. Asimismo, todas las academias filiales y asociadas de la lengua pertenecientes a América (incluyendo la Academia Norteamericana) y de Filipinas cumplen el rito de remitir palabras y expresiones de sus propios países.

¿Qué decir del libro Mil palabras del español del Uruguay, publicado en 1988 por la Academia Nacional de Letras del Uruguay? Llegó a Madrid y, de una sola vez, presentó no treinta términos y locuciones, sino un millar.

Esta realidad habla a las claras del trabajo intenso pero silencioso y anónimo de un grupo de lexicógrafos uruguayos (y de otras latitudes, cada equipo en el país de que se trate) que tiene en sus manos la tarea nada envidiable de rastrear en el léxico nacional todo aquello que no forma parte del español general, es decir, que sea privativo del lugar geográfico en que se vive o que sea compartido con otro país o con varios.

Algo para meditar

De las noticias proporcionadas por el director de la Academia Española se desprende que está fortalecida la unión entre la Península y América. Otra forma de relacionamiento no puede existir a estas alturas de los hechos históricos iniciados cuando se llegó a pensar en la independencia de las colonias del yugo opresor. Si cada país ahora es independiente política y culturalmente, no hay cómo defender la dependencia idiomática con respecto a España: la sujeción a España es cosa de siglos pasados, cuando quedaban aún, entre los oriundos de América, más papistas que el papa. El Uruguay o el Ecuador o Costa Rica tienen tanto derecho a ser partícipes de la evolución de la lengua española como lo tienen las distintas regiones peninsulares, en las que, dentro de la unidad, la lengua mantiene diferencias zonales o provinciales, que no son ni mejores ni peores que las que se comprueban en el hablar y el escribir americanos.

De ahí que se haya tomado con entusiasmo la idea académica de editar, desde la próxima aparición, dos diccionarios bien definidos: uno, el general, que corresponde al español que cualquier hablante posee y que le permite comunicarse con sus semejantes de igual lengua en el lugar que sea; otro, el de americanismos, que está integrado por los miles y miles de voces y locuciones nacidas en territorio americano, ayer u hoy, cerca o lejos, en un nivel o en otro dentro del espectro sociocultural.

Estos términos y locuciones -los americanismos del título del futuro diccionario- adquieren, pues, una dimensión y una valorización de dignidad, de respeto, de asimilación sin trabas artificiales o subjetivas, y pasan a formar un tesoro incalculable por su cantidad y su distribución geográfica. En una palabra: el simple hecho de aparecer en un corpus independiente del español general demuestra la enorme importancia que tienen -y que desde ahora la Academia Española les da- para su estudio y su acrecentamiento.

Entonces, ¿por qué Víctor García de la Concha habla del Diccionario de la lengua española (DRAE) diciendo que contendrá todos los americanismos y habla de la Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua diciendo que producirá un diccionario de americanismos?

Está claro, por todo lo explicado antes, que los americanismos irán solos en un bloque de cien mil entradas como mínimo, en una primera edición. No hay, por lo tanto, necesidad de incluirlos en el DRAE, que es un diccionario de la lengua destinado de ahora en adelante al español general.

Esta información -siempre de "El Diario" de Montevideo y de "La Nación" de Buenos Aires- así difundida crea confusión. Quizá no se haya expresado de tal forma el director de la Real Academia y solamente sean estas palabras una elaboración errónea y descuidada del periodista que las transcribió.


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