Serie: El Fin Al Fin (IV)

Psicoanálisis, de un fin de siglo a otro

Luis Correa

Estos años de fin de siglo nos convocan, por razones diversas que van desde las fantasías milenaristas hasta la necesidad de verificar la vigencia de nuestros aparatos culturales, a un vasto balance de escala planetaria. Baudrillard ha dicho que la humanidad sospecha que el mismo ha de ser tan terrorífico que le teme en secreto. ¡Qué distinto al optimismo con que se esperaba en tiempos del Freud de "La interpretación de los sueños" el futuro triunfo de la ciencia en todos los campos, puesto que ya estaba tomando el reducto hasta entonces inexpugnable del alma humana!

Claro que el transcurrir de los primeros años del siglo alcanzó para que el propio Freud sometiera al prisma psicoanalítico sucesos tan aterradores como una guerra mundial y el surgimiento del nazismo. A partir de entonces una vasta imaginería del desastre fraguó, entre la fantasía y la realidad, un clima secular de miedo y perplejidad, emblematizado por la guerra fría y sus consecuencias. Así llegamos a otro fin de siglo en el que se va haciendo cada vez más difícil establecer cualquier tipo de certezas, cuando el sustrato temporal desde el que hemos venido conceptualizando el acontecer humano aparece cuestionado. Se trata del "fin de la Historia" en el que, de un modo u otro, parecen acordar la mayoría de los teóricos contemporáneos, ya sea que se lo entienda como el fin de los grandes relatos ( Lyotard ) o como el acto final de su dramática, señalado no por la bajada de un telón, sino por la caída de un muro ( Fukuyama ).
El psicoanálisis podría servir como paradigma entre las disciplinas que han marcado al siglo y cuya vigencia es centro de debate. En él se discute no sólo el destino profesional de los que pertenecemos a su campo sino, lo que es mucho más importante, los límites de su influencia en la percepción que el hombre tiene de sí mismo y en consecuencia de todos los procesos que lo involucran.

Las raíces

Para situarnos en este dilema comencemos por analizar algunos aspectos del complejo proceso por medio del cual el psicoanálisis tomó cuerpo, como una nueva área de conocimiento, a partir de ciertas transformaciones diferentes y complementarias en el escenario cultural de fines del S XIX. Estos parámetros, con otros contenidos, acotarían otros desarrollos científicos y pueden esquematizarse como sigue:
1) El conocimiento vulgar : contaminado de creencias que nada tienen que ver con lo científico pero que testimonian la preocupación de la sociedad por un cierto orden de sucesos que la afectan. Esta forma del conocimiento a veces logra, en su misma falta de adecuación al saber académico, romper con ese otro orden de prejuicios que no falta en la cátedra de ninguno de los tiempos previos a los grandes descubrimientos científicos.
2) El clima cultural : en el cual naturalmente cobra relieve lo recogido en el punto anterior, pero al que debe sumarse el aporte de artistas y filósofos, a quienes en nuestra opinión, corresponde un papel articulador entre lo individual y lo colectivo, lo vulgar y lo académico, lo viejo y lo nuevo, lo objetivo y lo subjetivo. Son ellos, en dos campos diferentes, aunque a menudo solapados, los que dan voz a las angustias y las esperanzas de los hombres de cada tiempo.
En cuanto a Freud, es notoria su inclinación por las artes literarias y su rica lectura de autores clásicos y contemporáneos. Menos estudiada es su relación personal con la filosofía sistemática, aunque él mismo, no sin pudores y reservas, admite que Nietszche y Schopenhauer lo influyen directamente.
3) Las otras disciplinas científicas : cuyo desarrollo va extendiéndose a los límites de su propio campo, apuntando así a la necesidad de fundar una nueva disciplina. En el período que nos ocupa, si bien podría discutirse el estatus epistemológico de la Medicina, es evidente que, desde Charcot a Breuer, hay un interés por áreas del sufrimiento que aunque tienen expresión corporal, trascienden su determinación fisiológica por lo cual van, poco a poco, marcando los límites de un nuevo campo epistémico a colonizar. La presencia del corpus teórico y aun experimental de otras disciplinas, tiene asimismo una expresión en los modelos de pensamiento que informan el delineamiento de las nuevas teorías, como por ejemplo en el campo freudiano se verifica en el uso de la Física, que constituía el modelo científico más influyente de la época.
Un aspecto significativo del contexto intelectual del primer Freud impone la discriminación de dos líneas aparentemente contradictorias entre las fuentes del pensamiento psicoanalítico: la influencia del positivismo por un lado, de la que deriva toda la voluntad de cientificidad según el modelo físico - natural, que es tan propia del Psicoanálisis de Freud y, por otro lado, la reaparición de los temas románticos relacionados con los aspectos irracionales del ser humano, que constituyen el eje temático más característico del Psicoanálisis. Como si los contenidos viniesen de una fuente y los métodos de la otra, y el pensamiento freudiano intentase articularlos en una disciplina común.
En cuanto a las influencias filosóficas, más allá de las coincidencias entre Nietszche y Freud - que según este último no son producto de una lectura a la que se resiste justamente 'para evitar su influjo' - es indudable que el filósofo es el portavoz de una, por así decir, reacción neorromántica de vasta repercusión en el pensamiento moderno. Cuando ya parecía ganada la batalla para el neopositivismo mecanicista y materialista, Nietszche recupera, desde una perspectiva nueva, un espiritualismo no religioso, que reconoce en los aspectos irracionales del ser humano un territorio a conquistar, no ya por la poesía y el arte como lo reivindicó la estética romántica, sino justamente para la razón, en una síntesis que alumbraría al mentado e incomprendido Superhombre. Postulamos aquí que en una primera etapa al menos, el hombre analizado es, para la antropología de Freud, una realización paralela a la formulada por aquel ideal nitzscheano. Seguimos en esta idea a Ellenberger, quien basándose en la interpretación de Lou Andreas-Salomé ha dicho: "El superhombre, que ha superado el conflicto entre su moralidad convencional y sus impulsos instintivos se ha liberado en lo más recóndito de sí mismo, ha erigido su propia escala de valores y su propia moralidad autónoma." ... " Se ha superado a sí mismo de forma parecida a como lo hace un neurótico después de un psicoanálisis con éxito." Esta zona de coincidencias lindantes con la utopía, emana de una visión común ( Freud - Nietszche ) de la condición del hombre moderno. Por supuesto que Freud va a ir luego matizando estas ideas, hasta llegar a las formulaciones de "Análisis terminable e interminable" (1937). Sin embargo, aún en el optimismo inicial del primer Freud ya se advierte " un dramático desafío a las ideologías modernas de la racionalidad y la objetividad" ( Elliot ).
Flora Singer dice al respecto : " El psicoanálisis no permanece ajeno a los grandes movimientos teóricos y a los cambios en la lógica del pensamiento. El pensamiento de Freud fue tributario de un tiempo en donde racionalismo, determinismo, mecanicismo conformaban pautas científicas de lectura y validación de los fenómenos. En numerosos pasajes Freud puso de manifiesto su aspiración a que el psicoanálisis se atuviera a dichos parámetros. Al mismo tiempo hay en su teoría resquicios por donde ella misma escapa al paradigma de su tiempo, y deja entrever otra lógica, aún innominada."
Ahora bien, ¿ qué lugar le cabe al psicoanálisis en la era del vacío y la ingeniería genética; representa todavía un anudamiento posible entre las áreas cognitivas antes mencionadas ? ¿ La subjetividad emergente de sus concepciones, corresponde aún a la del hombre del siglo XXI ? Un intento de respuesta a estas preguntas requiere un análisis de los nuevos escenarios culturales.

El nuevo escenario

El término posmodernidad ha tenido una historia bastante exitosa como referente y emblema de nuestro tiempo. No obstante, la posmodernidad es una entidad difícil de aprehender, hasta el punto de que no falta quien la denuncie como una impostura de la modernidad, que se niega a aceptar el fracaso de un proyecto aún inconcluso ( Aguinis ). Otros, como Jameson , la consideran la cima y el fin de la lógica cultural del capitalismo tardío: " La posmodernidad es lo que se tiene cuando el proceso de modernización está completo y la naturaleza se ha utilizado como un bien - como una mercancía -". Esta opinión es largamente fundamentada, pero desde el planteo mismo se presta a la seducción que facilita alinear en un orden de causa - efecto la coexistencia temporal de sucesos: el capitalismo es percibido como el vencedor y esto se verifica simultáneamente con la inculturación de la naturaleza a través de la cual se rompe la lógica binaria occidental naturaleza - cultura ( de la que parte a su vez la oposición entre el cuerpo y el alma ). Esta ruptura sería la responsable del hedonismo espectacular ( en el sentido de espectáculo ) que caracteriza a la posmodernidad: todo está permitido, todo es posible; luego, todo es visible. En esa perspectiva, el psicoanálisis, que en sus orígenes se comunica con la lógica binaria mencionada a través del romanticismo, podría ser sustituido con ventajas por terapias expresivas antidialécticas, envueltas en una fraseología vagamente orientalista. La lógica del conflicto, que está en la base de la subjetividad psicoanalítica, es sustituida por una perspectiva unipolar, como si al fin de la historia en el plano general, le correspondiese en el plano personal un fin de la neurosis, la cual por cierto también se asentaba en una historización.
A. Elliot ha mostrado cómo los grandes pensadores del psicoanálisis post - freudiano, desde M. Klein y Lacan hasta J. Kristeva y C. Bollas, han intentado remover el sello represivo que ha tenido la epistemología modernista dentro del psicoanálisis ( en particular en lo referente a la polarización entre procesos secundarios y primarios, fantasía y realidad, naturaleza y cultura, femineidad y masculinidad ), y con ello empujan al psicoanálisis hacia "una comprensión más compleja, post - ilustrada de la vida psíquica " El autocontrol, como motivación profunda del "hacer consciente lo inconsciente", es de un modo u otro, desplazado hacia diversas formas de entendérselas con la incompletud y la fragmentación, creando en el campo intersubjetivo de la transferencia una asignación de sentido que intenta reestructurar los desgarramientos de la personalidad.
Ahora bien, estas diversas formas del psicoanálisis que Elliot llama post - tradicional o post - ilustrado no son de igual modo aceptables a la luz de una crítica dialéctico - materialista como la que realiza V. Raggio . Para este autor la posmodernidad es una puesta en escena del idealismo filosófico como manifestación superestructural de la dominación capitalista. Así, los desarrollos de Lacan por ejemplo, serían funcionales al proyecto posmoderno y resultan reaccionarios en tanto presentan a un "hombre vacío, acosado por la falta de ser, mero significante en el circuito del lenguaje, actuando sin poder discriminar nada de lo que ocurre." Para esta línea de pensamiento, la prioridad concedida al lenguaje y la tendencia a los efectos esteticistas en la exposición teórica que lo ilustra, vacían al psicoanálisis de su poder transformador y alcanzan el mismo efecto desarticulador que la lisa y llana negación del mismo.
En otra línea crítica hacia la posmodernidad se sitúan pensadores como Alain Finkielkraut quien en "La derrota del pensamiento" encara un verdadero manifiesto contra la cultura "zombie". Entre otros autores, arremete contra Lipovesky , en cuyas persuasivas y brillantes ironías sobre el vacío, advierte una melancólica conformidad con un estado de regresión suave, siempre preferible a la represión dura, como si en esa conformidad estuviera toda la esperanza de la democracia ante el totalitarismo.. Su alegato apasionado no plantea alternativas, pero en la propia radicalidad de su formulación se advierte la referencia a un posible opuesto. Sólo en esa posibilidad tendría sentido el psicoanálisis. " Actualmente lo que rige la vida espiritual es el principio del placer, forma posmoderna del interés privado. Ya no se trata de convertir a los hombres en sujetos autónomos, sino de satisfacer sus deseos inmediatos, de divertirles al menor costo posible. El individuo posmoderno, conglomerado desenvuelto de necesidades pasajeras y aleatorias, ha olvidado que la libertad era otra cosa que la potestad de cambiar de cadenas , y la propia cultura algo más que pulsión satisfecha."
Otros autores sin embargo, sin negar que la llamada posmodernidad responda para algunos de sus teóricos a una voluntad de anulación de los conflictos históricos, ven asimismo en algunas de sus manifestaciones un potencial esperanzador; ven, en la radicalidad del vacío, la posibilidad de reaccionar en una dirección de mayor libertad y autonomía humanas.
En opinión de A. Elliot, Zygmunt Bauman es quizá quien con mayor convicción plantea esta posición. Para él la posmodernidad no es un más allá de la modernidad. Se desentiende de la periodización, advirtiendo la misma paradoja que plantea Jameson en relación a Lyotard, ya que para anunciar el fin de los grandes metarrelatos es inevitable la instauración de un relato. Bauman plantea que la posmodernidad no es en esencia más que la modernidad sin ilusiones, es decir que ambos órdenes se solapan en el discurso contemporáneo ya que no pueden existir el uno sin el otro. Es en relación a una búsqueda de sentido que puede hablarse de su ausencia. " La mente posmoderna es consciente de que existen problemas en la vida humana y social que no encuentran soluciones, trayectorias que no pueden enderazarse, ambivalencias que son más que errores lingüísticos aptos para ser corregidos....La mente posmoderna ya no espera encontrar la fórmula omniabarcativa, total y última de la vida sin ambigüedad, riesgo, peligro, ni error, y sospecha profundamente de cualquier voz que le prometa otra cosa....Se reconcilia con la idea de que el desorden de la humana condición está aquí para quedarse. Esto es en líneas generales lo que podemos llamar sabiduría posmoderna."
Al fin esta postura deriva en una cuestión fundamental del psicoanálisis: celébreselo o no, estamos ante una nueva noción del ser sujeto. Esta "sabiduría posmoderna" debe bastante al influjo descentrador del psicoanálisis, pero cuestiona la subjetividad en un grado que era imprevisible hace cien años. Como dice Elliot: "Anticipada por la escuela de Francfort, la disolución del yo burgués es hoy una realidad en nuestras sociedades posmodernas."

¿ Una nueva subjetividad ?

Se mire por donde se mire el aporte esencial del psicoanálisis, y el núcleo común a todos los desarrollos subsecuentes del mismo, está dado por la definición de su propio campo y objeto: el inconciente. Este aporte aparece tan consolidado y radical que nada parece cuestionarlo como elemento central de la hominización. Sin embargo la relación del hombre consigo mismo, estructurada en torno a su dimensión inconsciente, no permanece constante.
Entre los autores de la Escuela de Francfort mencionada por Elliot, tal vez el que abordó con más lucidez esta cuestión del cambio de subjetividad haya sido H. Marcuse . Para él hay una nueva forma de represión en las sociedades de satisfacción: tal es la desublimación. A través de la glorificación del consumo se tiende a abolir la culpa y la elección individual. El principio del placer absorbe al principio de realidad y se obliga a la libido a una búsqueda incesante de nuevas formas del goce. Pero el placer, al ser ahora adaptado al modelo, genera sumisión. La rebeldía se transforma en violencia sin propósito trascendente, surgida cuando no se puede acceder a la satisfacción libidinal. La energía humana no se aplica al dominio de sí como lo proclamaba la religión, ni a la transformación del mundo como lo procuraba el humanismo materialista de izquierda. El hombre unidimensional ha sido privado del uso real de la facultad racional.
El sujeto cartesiano de la Ilustración que asentaba su autopercepción en el pensar, ya sospechaba que Dios iba a morir antes de que Nietszche, en nombre de toda la humanidad, concluyera el crimen. Y se refugiaba en el ideal de Progreso, en los frutos presentes y futuros de las ciencias y la técnica, así como en las seguridades del contrato social a modo de parapeto que le sostuviera ante la muerte divina, o por lo menos ante el irremediable silencio de las alturas, sin caer en la desesperación de la ambigüedad y la contingencia. Y es que esas ambigüedad y contingencia, que a nuestro parecer son la cima del proyecto moderno a la vez que su propia superación, resultan claves para entender la oximorónica mezcla de tolerancia y violencia que informa la convivencia de las sociedades contemporáneas.
El surgimiento mismo del psicoanálisis responde a este proceso de crisis de la subjetividad que se inicia verdaderamente con el romanticismo. Al respecto Elliot dice: " Una de las mayores contribuciones del psicoanálisis para reformular el concepto de individuo autónomo, que es una idea central de la cultura occidental moderna, reside en esta visión del sujeto como descentrado. Tal como lo dice Freud: 'el yo no es amo en su propia casa.' (...) Muestra que el impulso moderno de instrumentalidad es el producto imaginado de una angustia insoportable.(...) Es preciso recordar, sin embargo, que la comprensión que podía tener Freud de las fuerzas subterráneas de lo inconciente estaba también coloreada por su visión científica y en particular por aquellos elementos de su pensamiento que privilegiaban la racionalidad y la objetividad ilustradas como portadoras de un conocimiento seguro."
Esta bifrontalidad de la experiencia moderna en el seno del psicoanálisis freudiano ha sido muy convincentemente descripta por Laplanche tomando el lenguaje del mismo Freud, como el "giro copernicano" que presenta el descentramiento esencial de la condición humana, coexistiendo con estructuras "ptolomeicas" que vuelven a jerarquizar el dominio del yo.
¿ Será acaso la posmodernidad la palanca definitiva para hacer saltar el falso centro ptolomeico y asumir en toda su radicalidad el desamparo existencial humano? Si esta es, como nos parece, la dirección más correcta y fecunda, entonces la deriva posmoderna ofrece la posibilidad de concluir el proceso de apertura epistemológica que en el campo del sujeto se abrió con el psicoanálisis.

Para una renovación del psicoanálisis

Esta perspectiva que postulamos, de conclusión de la ruptura epistemológica iniciada por Freud (al fin de cuentas cien años en la historia de una ciencia no son muchos), para ser aceptable exige responder a, por lo menos, dos cuestiones previas: Por un lado, es necesario redefinir la relación del psicoanálisis con las otras disciplinas científicas y situar con mayor claridad su estatus epistemológico. Por otro lado, es necesario interrogar los límites epistemológicos propios y para eso resulta fructífero explorar qué hay más allá de la resistencia al psicoanálisis e internarnos en lo que Derrida llama resistencia del psicoanálisis.
En relación al primer aspecto ensayaremos una breve reseña. El psicoanálisis, tal como lo concibió Freud debía ser una disciplina científica que, originada en la proximidad de otros campos epistémicos, para el caso el de las ciencias físico - naturales, tomaría de ellos sus metodología. Pero ese propósito sufre el impacto de otro orden de problemas - las limitaciones de la investigación neurológica de su tiempo, por ejemplo - que le empujan fuera de su órbita original. Ese choque se produce tempranamente, más precisamente al abandonar Freud el "Proyecto de psicología para neurólogos"(1895) ( "El propósito de este proyecto es brindar una psicología de ciencia natural" ). A partir del abandono del Proyecto agobiado por las dificultades de su formulación, Freud produce un giro hacia la hermenéutica. En este sentido el lenguaje fisicalista posterior de Freud no pasa de ser un conjunto de metáforas y es la prioridad concedida a la clínica la que brinda a esos constructos teóricos grados razonables de verificabilidad. Claro que los desarrollos post - freudianos diversifican las líneas interpretativas, y al hacer más complejas las formulaciones metapsicológicas, hacen igualmente más complejos los criterios de constatación en la clínica. Por otra parte, la implosión discursiva de la posmodernidad tal como la caracteriza Baudrillard, amenaza transformar al psicoanálisis junto a otras teorías acerca del hombre y la cultura en un conjunto de fragmentos "que no están ya en condiciones de reflejar algo". Este autor dice, ironizando: "( La teoría ) sólo puede desgajar los conceptos de su zona crítica de referencia , hacerlos traspasar un punto de no retorno con lo que pierde toda validez 'objetiva', pero sale considerablemente beneficiada en cuanto a afinidad con el sistema actual."
Ricardo Bernardi , que ha abordado estos problemas con particular dedicación, muestra a través de un material clínico clásico ( el del Hombre de los lobos ), las conclusiones irreductiblemente diversas a las que han llegado los enfoques de Freud, Klein y Lacan - Leclaire. Tal irreductibilidad lleva a que no sin exagerar los alcances del pluralismo teórico, se puedan considerar los diferentes enfoques como pertenecientes al mismo campo epistémico. Dice Bernardi : " Es evidente que en su estado actual nuestras teorías no disponen de procedimientos que permitan dirimir en forma rigurosa casi ninguno de los puntos controversiales esenciales." Y propone una tarea de revisión crítica de las teorías en tres niveles diferentes: 1- "... someter nuestras teorías al examen filosófico o a la reflexión hermenéutica poniendo a prueba su coherencia interna." 2- "...someterlas al análisis o al autoanálisis para conocer las raíces conscientes y preconscientes de nuestra relación con ellas." Y 3- "...pueden también ser objeto de investigación empírica, la que nos ofrece procedimientos rigurosos y creadores de consenso en puntos específicos." A través de los puntos 1 y 2 el analista en sesión alcanza lo que Bernardi llama con un neologismo convincente: " la teorización flotante"; pero el acceso al nivel de generalización teórica necesita una verificación rigurosa después de la sesión, tal como se indica en el tercer punto. Esta propuesta tiende a resolver la contradicción entre el psicoanálisis como hermenéutica o como ciencia empírica y, al estimular la apertura del campo investigativo, permite vislumbrar un nuevo relacionamiento del psicoanálisis con las demás ciencias de la salud, como dice Bernardi "precisamente en momentos en que en la medicina cobra auge el modelo bio - psico - social." Y nosotros agregamos que tal vez por ese camino también podamos volver al espíritu del "Proyecto..." con herramientas de la moderna investigación neurológica, abriendo campos insospechados para el futuro del psicoanálisis.
La segunda cuestión a plantear no permite una perspectiva tan optimista. Estamos acostumbrados a tratar desde Freud hasta el presente con la resistencia al psicoanálisis. Los tiempos posmodernos constituyen un verdadero revival de la misma. Derrida plantea el tema con lucidez : "Todo ocurre como si, una vez asimilado o domesticado, fuera posible olvidar al psicoanálisis. Se convertiría en una especie de medicamento perimido en el fondo de una farmacia: siempre puede servir en caso de urgencia o de falta, ¡ pero ya se han encontrado cosas mejores! " La cultura cool que preconiza el desapego emocional, cuestiona la noción de conflicto psíquico, fuente del sufrimiento neurótico y matriz del psicoanálisis. En la era del vacío, Narciso toma el lugar de Edipo como se ha dicho, y si al autoritarismo puritano del capitalismo emergente le molestaba el psicoanálisis por su develamiento de las servidumbres que impone la pulsión, al capitalismo tardío le perturba la irreductibilidad del otro a la categoría de bien de uso.
Pero el psicoanálisis entraña para Derrida otra categoría resistencial inmanente, constitutiva, por así decir, cuyo doloroso develamiento es a su vez resistido por el énfasis puesto en el aspecto externo de la resistencia. La consecuencia de este paradójico anudamiento es el reforzamiento mutuo de ambas categorías y el embotamiento de la capacidad de los analistas y de las instituciones psicoanalíticas para fundar su práctica con límites más precisos entre lo que el psicoanálisis puede y no puede lograr.
Derrida argumenta que existiría una resistencia del psicoanálisis, intrínseca al mismo, y lo hace con una enumeración de momentos de su exposición teórica en los que aparece un nec plus ultra en la indagación. Tomando al ombligo del sueño como paradigma de lo que no es accesible a la penetración analítica, y la compulsión a la repetición como la resistencia por antonomasia, el autor se remonta a la etimología de la palabra análisis. En ella la raíz ana remite a lo originario y elemental y el sufijo lysis a lo que se descompone y se disuelve. Habría pues en todo análisis una dimensión arqueológica y una escatológica, la primera orientada al nacimiento, al origen; la segunda portadora de muerte. Por lo tanto si el ombligo del sueño, por ejemplo, fuera descompuesto en todos sus motivos constitutivos y el deseo despojado de sus máscaras, el sujeto, empujado "a los parajes más allá del principio de placer" ya no resiste; ya no existe.
Por lo tanto el psicoanálisis como análisis en el sentido lógico (filosófico) del término no es posible hasta sus últimas consecuencias. Sin embargo la resistencia, incoercible a los argumentos racionales, cede ante el poder de la transferencia. Sólo que ahora no es necesario remitirse rigurosamente a un análisis lógico, sino a una trama vincular generadora de nuevos sentidos, en cierta forma de nuevas "resistencias" que pretendemos poner al servicio de la pulsión de vida. Como dijo Freud : "Soportar la vida es la primera obligación del ser vivo." Pero ya no se nos puede escapar el género de responsabilidad que implica ocupar el lugar de analista y la precaria seguridad que nos da la teoría cuando se cierra la puerta del consultorio.

Conclusión

¿Qué será del psicoanálisis en el tercer milenio? Tal vez la herencia más perdurable de Freud está dada por una actitud intelectual que tiene hoy la misma vigencia que hace un siglo.
En "El porvenir de una ilusión" aborda este tema de la vigencia del psicoanálisis. Dramatizando su argumentación discute con un imaginario contradictor, seguramente mezcla de sus propias dudas y de las que la sociedad encarnaba. " Usted se ve obligado a defender con todas sus fuerzas la ilusión religiosa; si ella pierde valor - y está de verdad bastante amenazada -, el mundo de usted se arruina, no le resta más que desesperar de todo, de la cultura y del futuro de la humanidad. Libre estoy, libres estamos nosotros de esa fragilidad. Como estamos dispuestos a renunciar a buena parte de nuestros deseos infantiles, podemos soportar que algunas de nuestras expectativas demuestren ser ilusiones."

Referencias

Baudrillard, Jean, La ilusión del fin. Anagrama, Barcelona, 1993
Bernardi, Ricardo, El poder de las teorías . Revista A.P.U. Nº 79,80, Montevideo,1994
Derrida, Jacques, Resistencias del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires1997
Ellenberger, Henri, El descubrimiento del inconsciente Gredos, Madrid, 1970
Elliot, Anthony Sujetos a nuestro propio y múltiple ser.. Amorrortu, Buenos Aires, 1997
Finkielkraut, Alain, La derrota del pensamiento. Anagrama, Barcelona, 1987
Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños. Amorrortu, O. C. T s. IV y V Bs. As.,1976
Freud, Sigmund, Proyecto de psicología para neurólogos.. Amorrortu, O. C. T I, Bs. As., 1976
Freud, Sigmund, El porvenir de una ilusión
Freud, Sigmund, De guerra y muerte .Temas de actualidad. (Nuestra actitud hacia la muerte)
Fukuyama, Francis, El fin de la historia y el último hombre
Jameson, Frederic, Postmodernism, or, the cultural logic of late capitalism..Duke University Press, Durham,1990
Laplanche, Jean, La prioridad del otro en psi-coanálisis. Amorrortu, Bs. As., 1996
Lipovetsky, Gilles, La era del vacío. Anagrama, Barcelona, 1986
Lyotard,Jean François, La condición posmoderna. Planeta, Barcelona, 1989
Marcuse, Herbert, El hombre unidimensional. Planeta, Barcelona, 1985
Raggio, Víctor, Psicoanálisis.Teoría y práctica.. Roca Viva, Montevideo, 1997
Singer, Flora, Alteridad y psicoanálisis. Revista A.P.U. Nº 79,80, Montevideo, 1994

 

Serie: El Fin Al Fin

Artículos publicados en esta serie:
(I) Un mundo que cambia (Marcelo N. Viñar, Nº 176/77)
(II) Hacia la sociedad global (Miguel Serna, Nº 178)
(III) Futuro del psicoanálisis (Sélica Acevedo de Mendilaharsu Nº 180)

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