El concepto de pintura
Walter Berbeder Rosso
"No habrá manera de nombrar mejor a la ternura que ese rosado". JLB. "Historia de la Eternidad"
"Ya antes de la crisis que está desarticulando al mundo y en la que podrían hundirse para siglos los más altos valores humanos, el arte, con manifiesta evidencia, dio señales de caducidad y desorientación. Aguja sensibilísima, marcó una depresión notable, pues a la afanosa rebusca que tuvo que durar casi medio siglo, y que culminó con el auge de valores de suprema calidad, sucedió la explotación de los mismos, y ya con propósito más bien mercantilista que de fiel devoción por una de las nobles vocaciones."
Hace 60 años, Joaquín Torres García empezaba así la introducción al "Universalismo Constructivo", una obra única, no solo teórica e intelectual, sino producto de la reflexión desde el hacer plástico, es decir, la reflexión a que obliga esa singularísima actividad del ser humano que es la de pintor.
¿Por qué singularísima? Empecemos por confrontar esa inofensiva pasión por ordenar la materia en un trozo de tela barata con las montañas de páginas que los más grandes pensadores e intelectuales de todos los tiempos han dedicado a explicársela. (Cuenta la historia y/o la leyenda que un filósofo griego hacía que sus discípulos metieran las manos en las entrañas de una gallina para mantenerse cerca de la tierra -de la materia- y no perderse en especulaciones estúpidas.) Ya vemos, de entrada, que explicar la pintura, "el hecho plástico", no es tarea fácil. Pero, ahora, pensemos además en los reiterados intentos de sepultar a la pintura, de decretar su obsolescencia y/o inutilidad. ¿A qué responde este afán sepulturero de tantos sociólogos, filósofos, intelectuales en general? ¿Por qué perder tanto tiempo con esa inocua pasión que solo unos pocos sienten y que parecería tan insignificante ante los gigantescos problemas de siempre y de este siglo?
Advenimiento de las artes visuales
Ya fue convenientemente sometida la pintura -y las artes plásticas en general- a los designios de la brujería, la religión, la política, la publicidad. El más reciente ataque de que incomprensiblemente ha sido víctima la pintura proviene del denominado "posmodernismo". Tal vez quien mejor ha sistematizado las razones esgrimidas para detectar la obsolescencia de la pintura sea un profesor de filosofía y crítico de arte, Arthur C. Danto. En sus libros de título escandalosos como "El fin del arte" y "Después del fin del arte" -haberle llamado "El fin del arte II" hubiera sido demasiado-, este pensador norteamericano decreta que el proyecto moderno llegó a su fin en abril de 1964, en la Stable Gallery, East 74th Street, Manhattan, con la exhibición de unas cajas de pulidor confeccionadas por Andy Warhol, idénticas a las que se encontraban en los estantes del supermercado. Ese día -dice Danto- llegó a su fin "no solo el modernismo, sino todo el proyecto histórico que caracterizó al modernismo, es decir, el intento de distinguir lo esencial de lo accidental en la pintura para purificarla, diríase alquímicamente, de los contaminantes de la representación, la ilusión, etc." Y, "una vez que la propia pintura planteó la pregunta filosófica correcta", o sea, "la cuestión de la diferencia entre una obra de arte y un objeto real, se acabó la historia". Esto lo induce a dictaminar que "ya no existe una historia del arte fuera de cuyo ámbito pueda quedar algo", ergo, "cualquier cosa puede ser arte". (Arthur C. Danto, "After the End of Art". Princeton University Press.)
Claro está que para respaldar estas osadas y omnipotentes afirmaciones escribe cientos de páginas eruditas, con más ingenuidad que inocencia y al servicio de ninguna intuición. Perdón, sí tuvo una intuición de este desenlace de la historia del arte que eligió por escenario una galería de Estados Unidos: estando en París, en 1962, vio la reproducción de The Kiss de Roy Lichtenstein en "Art News", la principal revista de arte de esos años. Entonces, sintió que estaba viviendo un momento extraordinario e inevitable, y su mente comprendió de inmediato que "si era posible pintar algo así y que lo tomaran suficientemente en serio y le escribieran una crítica en la revista de arte más importante de la época, entonces, todo era posible". (Danto, ídem.)
Ahora bien: solo más estúpido que explicar la realidad con teorías conspirativas es creer que porque uno no cree en esas teorías, nadie conspira. (Esa misma revista y las páginas especializadas de los mejores periódicos de Estados Unidos publican extensas notas sobre el "operador estético" ruso que se instala desnudo y encadenado como un perro en una galería del Soho y ya mordió a varios espectadores que intentaron interactuar y sobre el pintor que se da un lavaje de azul y "pinta" con intestino grueso sobre lienzo. La respetadísima BBC de Londres daba cuenta hace unos meses, del premio otorgado por la Tate Gallery de esa misma ciudad a un artista que en grandes telas ensamblaba bosteadas de elefante del tamaño de un "puff" y la misma Art News nos pone en conocimiento del artista que vació su vejiga en el orinal que se exhibe en París desde que Duchamp tomó conciencia de que era un pintor mediocre.
En honor a la verdad, lo que ese día de 1964 llegó a su fin en la calle 74 de Manhattan, fue una polémica de barrio exageradamente llamada "escuela de Nueva York" en la que prevaleció un confeso publicista de peluca, con la pícara excusa de democratizar un arte que hasta la heroica irrupción del "pop" era solo para elites. Entonces, hubo que recurrir a las falacias de llamar "materialista" a la pintura que apoyaba en la materia plástica y "formalista" al saber usar las reglas que hasta el más insignificante de los oficios debe tener para ser.
Fue así que se "evolucionó" a un arte con "sentido", con "significado" y nacieron el "conceptual art" y las "instalations", que algún crítico perspicaz decidió amparar bajo el rótulo absurdo de "artes visuales", que es como hablar de "arte auditivo" en lugar de hablar de música, para que puedan presentarse a los mismos concursos los compositores, los técnicos de sonido, los diskjockeys y, por qué no, los tragafuego.
Esta visión, que conviene perfectamente a la cultura nórdica pero crea el caos en otras culturas, inexplicablemente mereció un alegre recibo en nuestro país. De ahí, únicamente, estas reflexiones desde un confín cualquiera del hacer plástico.
Las artes del espacio
Cuando en el arte oficial impera el caos, la única transgresión posible es el orden.
"Las tres artes plásticas, o del dibujo son: arquitectura, escultura y pintura; artes del espacio... La arquitectura realiza la idea de espacio-materia en relación armónica... La escultura apoya sobre todo en la forma y en la forma real, tangible. La pintura es arte romántica y, por esto, cuando es más ella es cuando realiza este aspecto: es cuando se apoya en el color (o mejor dicho en el tono) y cuanto más se limita a eso, más es pintura. La pintura responde más a lo emotivo o la intuición y al alma, y es por esto el arte plástico que está más cerca del momento de creación o inspiración." (J.T.G., Universalismo constructivo.)
El tono en la pintura
"La pintura, sea cual sea su naturaleza, debe apoyarse siempre en el tono, y no en el color... El tono o valor no es una gradación solamente, ni un paso de uno a otro color, es decir, no algo cuantitativo, sino algo cualitativo, algo además sintético, y en tal manera complejo, por intervenir también la emotividad y el atisbo de la intuición, que hacen dificilísimo sino imposible su explicación. Y ahora, es oportuno decir que, consistiendo todo el valor de la pintura en esto, y no siendo demostrable, crea la mayor dificultad para entenderse. Y el hecho o prodigio de la pintura es éste: que se siente y se intuye cuando se pinta, dos factores imponderables que es imposible reducir a términos inteligibles; por esto mismo, dificultad para con el público en el sentido de hacerse comprender el artista."
"Pudo decir van Doesburg que la paleta renacentista era sucia, y esto porque dentro de su subconciente abstracto no podía hallar más que los colores primarios: el rojo, el amarillo y el azul absolutos. Detestaba los colores elaborados y por esto, antes de ser plasticista y arquitecto, fue un mal pintor. Lo mismo podría decirse de todos los plásticos nórdicos y aún de los prerrenacentistas y del Renacimiento: malos pintores todos, bajo el aspecto de la verdadera pintura de pintor, que es síntesis y no cosa analítica como en ellos lo fue."
"Ahora bien, si extendemos esto a las épocas, a los grandes períodos del arte, ¿qué hallamos? Que mientras privó la influencia oriental o mediterránea el arte nos dio lo abstracto del alma; mientras que al caer estos pueblos en decadencia y predominar la civilización materialista del norte (la actual) el arte fue más cerebral; y es ese arte frío y casi científico de que hemos hablado, o, ya en el plano del naturalismo, el arte acercándose al verismo fotográfico. Y es que la psicología de los hombres del norte es bien otra de la nuestra, y en estos últimos tiempos la hegemonía de esos pueblos sobre los de la raza latina ha impuesto ese arte demasiado intelectual" (J.T.G. ídem)
(Véanse todos los pintores nórdicos entre el pasaje del claroscuro del genial Rembrandt a la atonalidad del también genial Van Gogh.)
Aquí y ahora
"En medio de la fuga de los históricos siempre permanecerá fijo el destino humano: para qué estamos y vivimos, y de dónde venimos y a dónde vamos; aparte de qué es y el por qué del universo." (J.T.G. ídem)
Qué bueno sería que quienes sienten la inquietud de explicarse el hecho plástico e imaginar su "función" tuvieran en cuenta que la pintura, al igual que la vida de todos nosotros, está más marcada por lo desconocido que por lo que se conoce y que es en esa dimensión metafísica que tiene su punto de contacto con la vida real. Y nada más. La pintura no significa, es, como el pan y la música; es el rastro tangible del espíritu. Tal vez por eso sea tan molesta en algunas épocas. ¿No será en el carácter único e insustituible del espíritu humano que se fundó la primera idea de los derechos humanos? Las hormigas no tienen derechos fórmicos y la madre que pierde a un hijo no se conformará nunca con una clonación.
Qué hacer
Para empezar, bajar la pelota al piso. Quien se sienta pintor forzosamente está pasando un momento difícil. Claro que sería muy positivo, para que sepamos de qué juega cada uno, que las autoridades con facultades para ello sacaran un decreto insignificante que pasara a denominar a nuestro museo de bellas artes "Museo de Artes Plásticas y Visuales" y que nuestro salón de Montevideo, se llamara "Salón de Artes Plásticas y Visuales", para corregir mínimamente esta "imported confusión". ¿Que quién categoriza las obras? Simplemente, cada uno.
Dice Italo Calvino que la literatura sobrevivirá el próximo milenio mientras se propongan imposibles. Aunque parezca insignificante, esa mínima medida de orden elemental sería el primer paso hacia un período neomoderno tan imposible como inevitable para cobrar un merecido orsay a la insoportable levedad del posmodernismo.
Mientras tanto, que cada cual atienda su juego. Porque, como dice Antoni Tapies, sabemos que ni las mejores filosofías, ni las mejores intenciones, ni las convicciones más sublimes bastan para crear una obra de arte. Cada día, al entrar a nuestro taller, encontramos una tela en blanco que volverá a plantearnos todos nuestros problemas y nos dejará solos para buscar las soluciones. Y si nos preguntan qué verdad misteriosa representan esos signos, esas imágenes, esos colores que repetimos tanto, quizá la mejor respuesta del artista sería proponer que sigan mirando nuestras pinturas, nuestros objetos, nuestros materiales, nuestras cruces... Porque, quién sabe si todos nuestros trabajos no son más que intentos de responder a esa misma pregunta, a eso desconocido, ese ex, ese tao, esa cruz: que sigue apareciendo cuando uno llega a los límites del conocimiento: ese gran misterio en cuya presencia, hoy como ayer, nos sentimos iguales y unidos con todos los seres del universo.
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