trazos y trazas
Casi confesiones

Montevideo del año 28. Siempre dibujé (escolar distraído) historietas, caricaturas y escenas. Un tío historiador me alentó y publicó mis ilustraciones de 12 años en sus artículos. Su casa, también (la de mi abuela) fue mi "museo": una gran biblioteca y un "bric a brac" de armas antiguas, grabados, óleos de J. M. Blanes y dibujos de Besnes Irigoyen. Allí copiaba "por la Libre" y a lápiz. Todo un gusto.

Después, lo que ví en salones y exposiciones no me dió para embarcarme y darle forma de oficio a una aptitud que nadie, en mi entorno, veía como trabajo solvente. Así fui a dar a los estudios de Derecho con una falta de entusiasmo absoluta.

Era la época de la Segunda Post-Guerra-Mundial, aquí la época de las "vacas gordas". En ese tiempo Torres García pintaba, escribía y enseñaba, aislado del ambiente de la "aldea feliz" que lo rodeaba de un círculo de fuego, inventando "rimas y leyendas" en su contra.

En una gran exposición de su Escuela, que me deslumbró, lo conocí y le llevé mis carpetas llenas de apuntes y tintas. Las miró con atención (y piedad).

Su taller no era solo una escuela para "pintar bien", buscaba forjar una interioridad y una ética en los pintores para superar lo que Torres veía como agonía del Arte Occidental: el individualismo feroz, la novelería modesta del mercado y de la crítica, la especulación financiera del arte, estaban dando al traste con lo mejor de la Modernidad. Esto también lo alentó a luchar por una Cultura Americana Nueva: "nuestro Norte está en el Sur". "No para hacer nada típico o localista o folklórico!!_ "Ser americano de hoy es construir con medios propios". "El Mundo, lo Significativo, entrarán en la obra si el artista solo se ciñe a su trabajo de estilo por un lenguaje coherente, y ético por eso mismo".

Torres García me mandó a las clases de iniciación que dictaban sus alumnos maduros. Julio Alpuy primero: después me fui con Alceu Ribero, pintor de gran fineza, trabajamos del Natural pero destacando lo plástico sobre lo imitativo.

Hice decoración mural y gané un premio. Torres García falleció enseguida: Augusto Torres se hizo cargo de las clases del Taller y trabajé con él. La ausencia de J. T. G., como en todas las escuelas de un Gran Maestro, produjo la consiguiente crisis. Se fueron dando cambios, desde la paulatina renovación solvente hasta el conservadorismo y la repetición.

Augusto era el impulsor de la pintura de la luz; y con él nos acercamos a las claves de invención de los grandes maestros. Velazquez era paradigmático.

La idea de Estructura se abrió para mí en un camino sin límites ante el estudio objetivo. No es una frase, años después sería toda la conciencia de mi trabajo. Mientras, tomé clases con Horacio Torres, Nenin Matto y José Gurvich lúcido y generoso, artista cabal.

Paralelamente al trabajo de plástica mi entusiasmo por enseñar (y la necesidad) me llevaron a trabajar como profesor en Enseñanza media, en el Taller Municipal de Paysandú y en los cursos nocturnos del Taller Torres García hasta el 61, donde ya la "Escuela del Sur" quedaba solo como idea.

Los pintores de mas experiencia se dispersaron hacia otros puntos cardinales en búsqueda de otras referencias para sus carreras.

Busqué ir a lo mas elemental del hecho plástico -asociar elementos no convencionales e inclusive no previstos- para atender solo al proceso de unidad y "aguantarme el resultado".

No urdir los elementos de expresión "caracterizando la obra de antemano". No "escenografiar el trabajo". Eso hice en mi obra y en la enseñanza que impartí.

En los 60 realicé murales en piedra, madera y bronce y en el 66 y 70 expuse "Pinturas Primarias" que después me llevaron a una figuración diferente de la que había aprendido. Gurvich años antes me lo había señalado "tenés que encontrar el pensamiento para tu dibujo de expresión".

El haber hallado ciertas imágenes me costó ser tratado de "expresionista, pero me han reconocido aptitud para "variar", con unidad de estilo, en obras de distinto carácter.

Mucho debo a mis amigos no pintores que desde otras referencias me hicieron pensar y estudiar.

Soy convertido católico, aunque apenas he podido rozar con mi trabajo los signos de la Fé; desordenado lector, pienso con Antonio Machado que "Hoy es siempre todavía".

Guillermo Fernández


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