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Un hito en la lexicografía hispanoamericana

Desde el 30 de setiembre hasta el 6 de octubre del corriente año se reunió en Montevideo el plenario de la Asociación de Academias de la Lengua Española para estudiar el proyecto de planta del Gran Diccionario de Americanismos (GDA), obra de gran aliento y resumidora del esfuerzo de cada academia nacional, en su búsqueda de las palabras, conjuntos de palabras y acepciones que se emplean o emplearon en la América hispana y que se apartan _por decirlo así_ del "español general".

Esta reunión se conocerá en la historia de la lengua de Cervantes, como el primer Encuentro de Lexicógrafos de las Academias de la Lengua Española y su recuerdo irá siempre ligado a Montevideo, capital iberoamericana de la cultura, en este año de 1996.

Si bien la asistencia no fue total (faltaron a la cita algunos países de gran extensión territorial como Méjico y Venezuela), se llegó a un número elevado de presentes, lo que permitió trabajar con la seguridad de que las resoluciones no serían ficticias ni poco representativas. Por otra parte, tales resoluciones pasarán a conocimiento de las academias que no pudieron asistir, las cuales tomarán contacto con lo hecho en conjunto en Montevideo y podrán aportar las correcciones y agregados que deseen para el mejoramiento del resultado.

Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú, Puerto Rico, Uruguay y, por supuesto, España constituyeron la mesa de trabajo durante los cinco días de realización de este hecho cultural sin precedentes en el mundo hispano.

Historia vieja

La idea de llevar a cabo un diccionario general de americanismos es vieja: se remonta al siglo XIX. En las actas de la corporación matritense se hallan rastros de ella. Poco a poco fue creciendo y, cuando las academias de América iniciaron su vínculo con la Española, se tuvo la certeza de que sería posible llegar a un momento como el vivido en este primer gran encuentro.

La ciudad de Méjico fue la primera en recibir a académicos de todo el mundo hispanohablante para realizar el Primer Congreso de Academias. Esto sucedía en 1951. Precisamente en esa reunión de académicos españoles y americanos, se puso sobre el tapete la necesidad imperiosa de crear un diccionario de americanismos, pues el lexicón de la Academia Española no ofrecía información suficiente para sacar de dudas a quienes lo consultaran para conocer términos o acepciones de real crecimiento y desarrollo en territorio americano. Ya en 1925, la Academia Española había tenido la feliz iniciativa de ingresar en las columnas de su diccionario (DRAE) un número considerable de americanismos bien comprobados, pero la consulta a ese libro capital mostraba que era insuficiente el material ofrecido. Faltaba mucho por hacer y había que hacerlo para recordar al mundo que América, desde Méjico hasta la Tierra del Fuego, poseía un caudal léxico prácticamente inagotable.

En el primer congreso sobresalieron las ponencias de dos lingüistas destacados: Rodolfo Oronoz (de Chile) y Adolfo Berro García (de Uruguay). Ambos insistieron en la urgencia de iniciar la recolección del material desperdigado de norte a sur y de este a oeste en el enorme territorio de la América hispánica. Tal fue su empeño que se tomó la siguiente resolución, que tiene el número XI: "El primer Congreso de Academias de la Lengua resuelve: Encomendar a la Comisión Permanente, nombrada por la misma, que arbitre las medidas y emprenda los trabajos necesarios para realizar, lo más pronto posible, la formación de un Diccionario de americanismos".

En congresos sucesivos se insistió sobre el punto, pues la idea no tomaba cuerpo con la fuerza esperada. Al llegar al Séptimo Congreso de Academias, realizado en Santiago de Chile en 1976, se acuerda el "recomendar a las Academias asociadas que intensifiquen los trabajos de sus respectivas comisiones de Lexicografía sobre las hablas del país, a fin de apresurar la recolección del material para el Diccionario de americanismos".

La hora de la verdad

Y en eso se está. En este encuentro de Montevideo, la Comisión Permanente presentó un conjunto de cincuenta propuestas básicas para estudiar la estructuración del GDA. Se obliga a una toma de resoluciones que tienen relación con la forma del diccionario. No hubo estudio de palabras ni de acepciones, pues ello corresponde por ahora a cada organismo estatal. Solamente _y ya es bastante por el volumen de tareas que implica_ se ha discutido, revisado y resuelto en relación con cómo presentar dentro del GDA sus componentes léxicos, que pertenecen a cada país y que pueden (o no) coincidir con los de sus vecinos inmediatos o los de regiones más alejadas.

La consecuencia primaria de esta labor, que insumió treinta horas de trabajo colectivo, se verá en la nueva redacción de las propuestas, que pasarán a ser fórmulas consagradas para poder trabajar coherentemente. En ellas aparecerán referencias a la macroestructura: 1) contenido exclusivo de americanismos y definición de americanismo; 2) elección de términos vivos y de vocabulario antiguo; 3) exclusión de siglas, acrónimos y refranes; 4) presentación de las lexías; 5) lematización de locuciones o frases y también lematización de sufijos y prefijos de uso corriente: 6) exclusión de nombres propios; 7) aparición de gentilicios continentales, supranacionales, nacionales e intranacionales; 8) respeto de las disposiciones recientes sobre la ch y la ll; 9) registro de extranjerismos.

La microestructura, por su parte, atenderá a: 1) etimología y presentación de la información etimológica; 2) otro tipo de información, la gramatical, que tiene que ver con las marcas de categorías (adj., adv., interj., pron., etc.) y las marcas de subcategorías (m., f., amb., tr., intr., etc.); 3) localizaciones geográficas, con marcas supranacionales, nacionales e intranacionales, muy conocidas, como las anteriores, por quienes suelen consultar diccionarios; 4) marcas cronológicas para establecer, sobre todo, que un término no posee actualidad o que está en vías de desaparición; 5) marcas técnicas, como Arq., Mús., Soc., Lit., Fil. y muchas otras también frecuentes en diccionarios de uso corriente; 6) las definiciones, parte esencial de la obra; 7) marcas geográficas, como "urbano" y "rural"; 8) información sociolingüística, que notificará sobre los niveles socioculturales, el estilo de lengua y la valoración de los hablantes; 9) marcas pragmáticas, como desp., burl., hum., hiperb., etc.; 10) citas y ejemplos; 11) envíos de una acepción a otra o de una entrada a otra; 12) información supletoria, que es "información adicional de carácter lingüístico que sea de utilidad para el usuario", como reza el documento.

A todo lo expresado, se agrega el estudio de propuestas para la definición de especies botánicas y zoológicas, punto sumamente complejo que requiere además la consulta a técnicos en las disciplinas biológicas.

El futuro

Se tiene la intención de que este diccionario esté pronto para el 2000. Será un diccionario descriptivo y no preceptivo o normativo. Contendrá alrededor de cien mil entradas, lo que significa poco si se piensa en el inmenso tesoro que América oculta en sus hablas nacionales y regionales; sin embargo, será un adelanto enorme en relación con los americanismos del DRAE actual (1992), que no llegan a quince mil.

Cada país colaborará con su diccionario propio, si lo tiene. Si no ocurre así, tendrá que prepararlo, con las consiguientes dificultades que el apresuramiento impondrá.

El Uruguay cuenta con su Diccionario del español del Uruguay, obra en realización y próxima a completarse, y de la cual, en los meses venideros, se ofrecerá un adelanto de mil palabras definidas y exhaustivamente estudiadas por los integrantes de la comisión de Lexicografía de la Academia Nacional de Letras.

Habrá que esperar, pues, para ver en la calle el GDA, cuyo nombre aún no está determinado con exactitud pero cuyo espíritu palpita en la conciencia de aquellos que tienen la obligación moral e intelectual de convertirlo en realidad. Con esta obra, la América de origen español, dirá que, en estas latitudes del Atlántico y del Pacífico y en las zonas caribeñas, existe una lengua pujante que no destruye a la española primigenia sino que la complementa.

Héctor Balsas


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