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La muerte del Hombre

Gabriel Eira

En el juego de la trivialización, al que los mass media nos han habituado, el Michel Foucault parece haber sido una de las víctimas predilectas.

Para los mesócratas de nuestra Academia cisplatina, el "hablar en difícil" (eufemismo tras el cual se esconde la incapacidad para comprender todo discurso que se fugue de la redundancia de lo ya dicho) se transformó en un pecado al que sólo se lo combate con una adjetivación digna de los equinos (con el perdón de la noble bestia). Pero -pese a ello- el tiempo (y el mercado) han transformado a la obra foucaultiana en un best seller. "Les Mots et les Choses", "Surveiller et Punir" y "La Volonté de Savoir", se pusieron de onda en el show bussines académico, motivo por el cual se impuso la necesidad de la divulgación. Sus agentes (lectores paradojalmente analfabetos), no encontraron otra forma de cumplir su función que no sea la bastardización del slogan: Foucault pasó a ser, entonces, el monotema del Poder y el "asesino" del Hombre.

La cosa era sutil y brutalmente distinta. De lo que Foucault escribía era de la novela de la Modernidad y de uno se sus personajes paradigmáticos: el Humanismo. "El Hombre es tan sólo un desgarrón en el orden de las cosas" sostenía, un concepto que ha surgido en función de la particular diagramática que ha tomado el saber en Occidente: "(...) es sólo una invención reciente, una figura que no tiene ni dos siglos, un simple pliegue en nuestro saber, que desaparecerá en cuanto éste encuentre una forma nueva".

La novela de la Modernidad, cuyo prólogo comenzó a escribirse al devenir el Medioevo en Renacimiento, proclamó a su ombligo epistémico como el sentido último del Logos. Es así que aprendió a leer el pasado -y los capítulos aún inéditos- exclusivamente desde la pelusa amontonada en los pliegues de dicho ombligo. Fue así que se impuso la materialización del humanismo como entelequia natural (los "valores universales"), pecando, así, de una increíble ingenuidad mesiánica.

Pero, a las puertas de un nuevo medioevo, en la tumba que se sepulta a la Modernidad junto con el segundo milenio, los acontecimientos parecen darle la razón a aquel pelado del Collège de France, abandonando los valores fundantes del Humanismo en el cajón de los anacronismos.

LIBERTAD:

El aparato represivo israelí recibe la venia judicial para utilizar la fuerza física para recabar información de sus prisioneros. Legitimación jurídica de la tortura; ¿hay algún antecedente en el papo-aparato de la Modernidad?

En un seminario sobre fármaco-dependencia, realizado en una de nuestras mutualistas "modelo", se insta a los médicos a denunciar a los consumidores de substancias ilegales a la Brigada de Narcóticos. La ética de Hipócrates se transforma en hipócrita, vasalla confesa del New Order mundial.

Ojo con el canto. "El día en que Artigas se emborrachó" se transforma en un "insulto a la Dignidad Nacional". El Cuarteto de Nos comete el pecado mortal del apatrismo. Un "acto de desagravio" en la Plaza Independencia y la JERARKIA política responde declarando a la figura de Artigas y su bandera "símbolos patrios" (como si Artigas tuviera algo que ver con este estado-tapón fundado a instancias de la diplomacia británica), coartando así la investigación histórica que no coincida con la mítica vigente e imposibilitando el discenso con el fetichismo nacionalista.

La Corte Electoral desautoriza la voluntad de quienes quisieron anular su voto, en el último plebiscito, con papeletas fantasmas ...

Hay más, mucho más...

FRATERNIDAD:

La Economía al servicio de las cifras. ¿Hay alguna disciplina en la que el concepto de Hombre haya sido más pisoteado? Se trata de bajar los índices de inflación limitando los ingresos de los consumidores. Obvio; si la gente no compra, los precios no aumentan, si la gente no tiene con qué comprar, no compra. El equilibrio fiscal se diagrama a partir de necesidades no satisfechas. La estética de la cuenta cerrada; la belleza se relaciona con un balance adecuado que olvida al Hombre que dice servir.

El nuevo modelo paradigmático del deber ser, ya no se relaciona con la contribución al colectivo. Nadie quiere ser necesario sino para sí mismo. El empresario exitoso es el modelo más taquillero, la lógica del lucro desplaza a la de la colaboración, la de la competitividad a la de la cooperación. La Fraternidad cede su lugar al fraticidio. El Hombre de la Ilustración desaparece tras el darwinismo social del Capitalismo Global Integrado.

Las cuentas deben cerrar. La Seguridad Social "colabora" con los pasivos cuyos ingresos no superen los 1500 pesos abonándoles la cuota mutual. Desde ahora los paupérrimos jubilados deberán pagar tickes en mutualistas (¡con 1500 pesos de pasividad!) como no lo hacían en Salud Pública. ¿Inquietud humanista o necesidad de sanear las cuentas del Estado?

Hay más, mucho más...

IGUALDAD:

"Hay unos más iguales que otros" decía Orwell, tal vez por ello los Estados Unidos, el Vigía y la Gran Democracia de Occidente, han condenado a muerte a Mumia Abu Jamal, por protestón, posible anarquista y -para colmo de males- negro, en un proceso judicial que parece un mal chiste.

O seor Cardoso, presidente do Brasil, ex-abanderado de la reforma agraria, envía una fuerza de dos mil efectivos militares a proteger su fazenda de los Sin Tierra que han acampado a sus puertas. La academia bayana parece cuestionar el abuso de la propiedad privada, siempre y cuando no sea la propia.

¿Qué saben de la igualdad los nómades que cuidan coches en el estadio, bagayean en '18, aspiran inhalantes en la Playa del Cerro y se degradan ante los señores de nuestros más tradicionales feudos estancieros? ¿Y los sudacas en EE.UU. y Europa? ¿Y los chicanos en California y Texas?. ¿Y los musulmanes en el Occidente cristiano? ¿Y...?

Hay más, mucho más...

Pero lo que anuncia la muerte del Humanismo no es ninguna de las cosas que he mencionado, sino el simple hecho de que ya nadie (o casi nadie) se inquiete por ellas (más allá de un simple comentario de tele-voyeur ante la pantalla de las 19:30 hs.). El breve lapso de la Modernidad reposa en el entre-acto de la Medievalidad

Gabriel Eira


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