Por Otra Parte

Paul Auster en el teatro

María Esther Burgueño

El nombre de Paul Auster es hoy uno de los más citados en los círculos de lectura. Esto se debe sin duda a la conciencia general de que estamos en presencia de uno de los escritores más importantes del fin de siglo en la literatura norteamericana. Auster ha recuperado una visión novedosa de su sociedad observada desde ángulos no convencionales, ha indagado los motivos de la sobrevivencia en el ser humano y ha dotado a sus novelas del arte de atrapar sin concesiones.

Resultará sin duda inquietante saber que Auster llega al teatro.

Una autobiografía solapada.

Nacido en 1947 en Nueva Jersey y educado en la Universidad de Columbia este escritor judío adopt" a Nueva York como lugar de residencia a partir de 1974. En tanto fue marino, vivi- en París, fue traductor y"negro" literario. Estos datos que figuran en la solapa de cualquiera de sus libros que circulan en versiones de Anagrama entre nosotros, aparecen diseminados en sus obras a través de personajes que constituyen alter-egos parciales. Así el protagonista de "Leviatán" dice "Yo estudiaba en Columbia" "Yo había nacido en 1947" o la investigación en torno al paradero de Fanshawe, el escritor, en "Ciudad de cristal" conduce las pistas a París donde él ha trabajado como traductor o como "negro" literario. Sin embargo Auster podría compartir con Kundera el deseo de que no se reconstruya su vida a partir de sus obras ya que al autor le ha tomado tanto trabajo desmontarla para poder crear sus ficciones. A este respecto escuchemos al propio narrador: "Nadie puede decir de donde proviene un libro, y menos que nadie la persona que lo escribe. Los libros nacen de la ignorancia, y si continúan viviendo después de escritos es s"lo en la medida en que no pueden entenderse" ("Leviatán" p. 49).

Obsesiones y reafirmaciones.

Cualquier lector atento de Auster puede identificar claramente cuáles son las obsesiones con las cuales éste construye su universo narrativo expuesto en "El palacio de la luna", "Mr. Vértigo", "Leviatán", "El cuaderno rojo", "Trilogía Nueva York" ( "Ciudad de cristal""Fantasmas","La habitación cerrada"),"La invención de la soledad","La música del silencio" y"El país de las últimas cosas". Estas obsesiones dan coherencia a su mundo pero además ayudan a consolidar el sentimiento de "saga" que subyace el "corpus" de su obra.



-El aprendizaje de la supervivencia.

Llevar a los personajes a la soledad y al último extremo de su miseria, de su carencia y de su ingenio para sobrevivir es una situación repetida en las novelas de Auster. Sus personajes eligen o son conducidos a esta especie de último estado en el que se aprende a sobrevivir absolutamente con lo imprescindible. Este estado constituye una suerte de rito de iniciación similar al que sufre el personaje niño de "Mr. Vértigo" en manos de su maestro para conseguir el vuelo. De esta exigencia hasta los límites de lo inimaginable nacida de diferentes situaciones se desprende un estado de autoobservación que recuerda una especie de zen ciudadano. Así Azul observando a Negro en"Fantasmas" piensa que "Por primera vez en su vida le parece que le han dejado a solas consigo mismo, sin nada a que agarrarse, nada que le permita distinguir un momento del siguiente"(...) Es como si _Azul estuviera mirándose a sí mismo y en lugar de simplemente observar a otro, descubre que también se está observando a sí mismo". Otro tanto le ocurre a Quinn en "Ciudad de cristal". En su espera para encontrar a Stillman "Al final Quinn se qued" sin dinero. Pero ni siquiera las más severas economías pudieron detener la llegada de lo inevitable. Hacia mediados de agosto Quinn descubri" que ya no podía resistir más"(...)Ahora mientras se miraba en el espejo de la tienda(...)no se reconoci- en la persona que vio allí.(...)Había sido únicamente cuestión de meses y en ese tiempo se había convertido en otra persona"(...)Ni mejor ni peor. Era diferente, nada más". En cuanto a Phileas S. Fogg, personaje de "El palacio de la luna" expresa "Lo esencial era planificar el siguiente paso.(...)Un desastre menor estuvo a punto de ahogarme. Los dos huevos que iba a poner en un cacharro con agua para hacerme mi comida se me resbalaron de los dedos y se rompieron en el suelo. Me sentí como si hubiera estallado una estrella, como si un gran sol hubiese muerto de repente.(...) Yo sí tengo un trabajo. Me levanto todos los días y luego intento ver si consigo llegar hasta el final"

-Contar una historia preñada de historias.

Auster siente el placer de narrar y lo hace llevando al lector a seguir con pasión sin límites el desarrollo de la historia. Pero cada uno de los relatos conlleva la presencia de uno o más en su interior. A veces es el de un personaje que deposita sus vivencias en otro o el propio narrador que introduce historias subisidiarias que se vinculan con la principal a veces de manera forzada o que obligan al lector a la "suspensión de la incredulidad" de la que hablaba Coleridge hasta grados insospechados. Así es la historia de parentescos de "El palacio de la luna" que lleva a conectar la vida de Fogg con la de Effing y ésta con la de Barber. A veces cuenta otra novela como la de Benjamín Sachs en"Leviatán" titulada"El nuevo coloso". A veces cuenta la historia de una colectividad a través de la de un personaje, como en el conglomerado multi-racial que habita en la casa del maestro en"Mr. Vértigo". Lo que es inevitable es la ramificación arborescente del acto de narrar. El propio protagonista de Leviatán afirma:" No me será posible contar su historia sin contar al mismo tiempo cada una de nuestras historias. Todo está relacionado con todo, cada historia se solapa con las demás".




-Todos los maestros.

Los personajes de Auster se remiten con frecuencia a escritores que les sirven de paradigma o en cuya lectura se inspiran para la adopción de conductas. Estos escritores son por lo general maestros norteamericanos que comparten con este autor una visi-n sesgada de la sociedad americana. Esa visi-n aparece expresada en el epigrafe de"El palacio de la luna" bajo la forma de una cita de Julio Verne: "Nada puede asombrar a un norteamericano". Los seres marginados, la sub-vida del Central Park, los andurriales del hambre y la negación sistemática del mito americano "de los harapos a la riqueza" o mejor dicho, su inversión constante (los personajes de Auster cuando consiguen hacerse de algun bien lo pierden a una velocidad que estáen proporción directa con la necesidad que tienen de él), revelan la mirada aludida. Uno de estos autores es Henry David Thoreau, especialmente a través de su obra"Walden" que Azul en cuentra casualmente en"Fantasmas" y que Negro está leyendo mientras Azul lo vigila. Thoreau es definido como"el que vivía solo en el bosque". Las iniciales HD que Stillman adopta para encubrirse en"Ciudad de cristal" son atribuidas, en primera instancia por Quinn a las de Thoreau. Pero el siglo XIX americano está además presente a través de la mención reiterada de Walt Whitman. Por ejemplo en"Fantasmas" Negro le hace notar a Azul su parecido con Whitman,"un poeta famoso (...)que trabajaba en esta calle e imprimi" su primer libro no lejos de donde estamos ahora" (...)y sobre el cual "hay algunas historias raras (...) "la del cerebro, por ejemplo. Durante toda su vida Whitman crey" en la ciencia de la frenología, del estudio del cerebro (...)"Al día siguiente de su muerte un médico sac" el cerebro de Whitman y lo mand" a la Sociedad -antropom"rfica Americana para que lo midieran y lo pesaran (...) y a uno de los ayudantes se le cae al suelo" (...)"El cerebro del poeta más grande de América fue barrido y arrojado a la basura". Tampoco Nathaniel Hawthorne falta a la cita. El también fue un"buen amigo de Thoreau y"probablemente el primer verdadero escritor que tuvo América". èl se encerr-o en su habitación y no sali- hasta doce a-os después según recuerda también Negro.

En la página 191 de "Fantasmas" encontramos una relectura de "Wakefield", probablemente el relato más famoso de Hawthorne que se reproduce especularmente en el caso de Gris, investigado por Azul en su calidad de detective. (La actividad detectivesca orientada hacia la ubicación de personas que desaparecen sin dejar rastros, cortando bruscamente los vínculos con su vida anterior es otra de las constantes de Auster).No falta tampoco Henry Warb Beecher, el padre de Harriet Beecher Stoweni una mención reiterada a Hermann Melville y "Moby Dick" y por supuesto, aparece también el magisterio de Defoe y Swift. Muchos de estos autores son personajes en la novela "El nuevo coloso" que Benjamin Sachs ha escrito en "Leviatán". Todos ellos a su vez están regidos por la mano de Edgar Allan Poe múltiplemente aludido en especial a través de"William Wilson" que, como sabemos, es una brillante versi-n literaria del tema del doble que tanto parece inquietar a Auster en lo que hace a la duplicación de identidades de sus personajes que suelen mimetizarse con otros o descubrir profundas empatías: Quinn escritor confundido con Quinn detective, Peter Aaron escritor compelido a retomar la historia trunca de Benjamín Sachs y a"ser" él. La tarea de escritor tiene mucho del misterio y la soledad que estos autores han expresado en sus obras, y mucho del desdoblamiento de la persona a la que continuamente se hace referencia. Así se dice; "Escribir es una actividad solitaria. Se apodera de tu vida. En cierto sentido un escritor no tienevida propia. Incluso cuando está ahí, no está realmente ahí"


"El país de las últimas cosas"

Habitualmente las novelas de Auster son enfocadas desde la perspectiva de un narrador hombre que asume los infiernos de las urbes conocidas, especialmente Nueva York. Allí, como ya señaláramos se ejercita en el arte de despojarse de todo para aprender las normas mínimas de sobrevivencia. Sus personajes suelen ser tratados sin compasi-n por el autor que no vacila en someterlos a azarosas vueltas de tuerca para destruir toda posible ilusión de triunfo al estilo tradicional. Desde este punto de vista Auster es implacable. Imaginemos ahora que estos elementos aparecen en boca de un personaje femenino y absolutamente hipertrofiados. Que la ciudad se convierte efectivamente en un país donde la única perspectiva es la destrucción y donde, como en el Infierno de Dante,"aquel que entra abandona toda esperanza". Imaginemos que ese país lleva al grado máximo las distopías de la Ciencia Ficción para introducirnos en una sociedad donde lograr llegar al fin del día sin caer en la tentación de arojarse por una ventana o de inegrarse al grupo de los que corren hasta morir o sin internarse en una Clínica para la muerte, es ser una especie de héroe de la supervivencia. Estaremos en "el país de las últimas cosas". Este es el título de una novela de Auster concebida bajo la forma de una carta que Ana Blume envía a su ex-novio desde ese país tan impreciso como probable en la sociedad del consumo desenfrenado y el vaciamiento ético más riguroso.

Esta especie de largo mon"logo nos lleva minuciosamente de la mano por el laberinto de la deseperanza en su sentido más radical y nos deja al borde de una sensación de que cualquiera de nosotros puede vivir allí o quizás ya está vivendo, sólo que no lo sabemos. El impresionante impacto de la situación toó a María Dodera, la creativa directora teatral que vio la posiblidad de transcribir bajo la forma dramática esta novela a través de un monólogo encarnado por Pinky Aldecosea. Adaptó el texto, le envió a Auster una carta que éste contest" de mano propia, le solicit" y obtuvo el visto bueno para la versión y los derechos, se conect" con nombres adecuados para la obtención del clima necesario y así conjunt" a Silvia Meyer para la música, a Waldo Le-n para las luces, a Teresa Gamero para el vestuario y se encuentra, mientras escribimos esta nota, preparando a toda intensidad el primer Auster que se verá en teatro por estas latitudes. De esto queríamos dar cuenta para que los potenciales espectadores que verán el espectáculo en un pub montevideano vayan preparando su sensibilidad, releyendo a Auster y alistándose a celebrar la idea que de algún modo se conecta con la primera dirección de Dodera que le valiera el Florencio Revelación: "El segundo pecado original en la era microchipniana". Otra vez el Apocalipsis según Dodera. Seguramente la espera no será en vano.


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