Serie: La Responsabilidad (XXIII)

Etica y salud pública

José Portillo

Hoy en día se puede decir que el término “ético”, ha invadido los medios de comunicación, el imaginario colectivo y la reflexión erudita (filosófica, jurídica y deontológica). La ética está presente en la medicina, la abogacía, la empresa, la comunicación. Dice Lipovetsky “que se trata de un espejo privilegiado que refleja el espíritu de la época”.

Según Sánchez Vázquez(1) la ética es “la teoría o ciencia del comportamiento moral de los hombres en la sociedad”. Según este mismo autor la moral representa “un sistema de normas, principios y valores, según el cual se regulan las relaciones mutuas entre los individuos o entre estos y la comunidad, de tal manera que estas normas, dotadas de un carácter histórico y social, sean acatadas libre y concientemente por una convicción íntima y no de una manera mecánica, externa o impersonal”.

 

La ética en la Modernidad Tardía

Aunque esta definición (igual que la de salud) tenga algo de utopía, tiene elementos muy importantes que es conveniente destacar. Creo incluso que la consideración y análisis de cualquiera de las éticas específicas (como puede ser la bioética que más adelante se verá) debe tener en cuenta esta definición y sus aspectos más destacados.

En primer término, deben ser normas “dotadas de un carácter histórico y social”, es decir, que las mismas serán variables de acuerdo al tipo de sociedad en consideración. Pero incluso en una misma sociedad, los diferentes grupos y clases sociales tienen sus propios patrones morales de comportamiento. No se puede juzgar moralmente a todos con la misma “vara”. Es cierto que hay un cierto consenso en acepar las normas morales de las clases sociales dominantes. Sin embargo si se pretende un análisis más “científico” es necesario considerar en cada momento histórico, cuáles son las “reglas de juego” que definen los comportamientos morales de las diferentes clases sociales.

Segundo elemento importante a tener en cuenta en la definición de Sánchez Vázquez, es que dichas normas deben ser acatadas (para que tengan validez) “libre y concientemente”. Esto implica una capacidad de reflexión y autonomía en cada uno de los individuos, que sabemos es difícil o imposible de alcanzar para un sector muy amplio de la sociedad. La “falsa conciencia” o la “alienación” en términos de Nietzsche o de Marx respectivamente, son características casi básicas de esta sociedad occidental contemporánea (tardomoderna, postmoderna, postindustrial). La capacidad de reflexión y autocrítica (o solo de crítica) son propiedades escasas, tanto en los países ricos como en el Tercer Mundo.

En definitiva, cada sociedad tiene su “estatuto ético”, que se puede considerar la suma algebraica de las normas éticas de cada una de las clases sociales. Como dice Sambarino(2), tanto para los valores culturales como para los valores éticos puede existir una “realidad” que no necesariamente coincide con la “idealidad”.

La investigación y el análisis y reflexión filosóficos han desempeñado también un papel en la modificación de los conceptos morales. El “ágora transhistórica” ha permitido un devenir continuo y discontinuo al mismo tiempo, donde los conceptos morales van siendo modificados, modernizados, actualizados, por los filósofos. Después de todo “la filosofía deja todo como está a excepción de los conceptos” como señala muy claramente Mac Intyre(3).

Quiere decir entonces que esas reglas morales, socialmente aceptadas, son objeto de estudio permanente y de la interacción de este proceso va surgiendo el “estatuto ético”. Podría incluso considerarse un “estatuto ético general” y diversos “estatutos éticos específicos” de clase social, de grupo social, de etnia, de género.

Por otra parte, las características propias de la cultura occidental postmoderna o tardo moderna, le han dado una serie de elementos distintivos a este “estatuto ético general”. Hoy en día se puede decir que el término “ético”, ha invadido los medios de comunicación, el imaginario colectivo y la reflexión erudita (filosófica, jurídica y deontológica). La ética está presente en la medicina, la abogacía, la empresa, la comunicación. Dice Lipovetsky(4), “que se trata de un espejo privilegiado que refleja el espíritu de la época”. Aparentemente se cultiva un discurso contradictorio, por un lado la revitalización de los principios morales (preocupación colectiva) y por otro, el auge del individualismo y el egoísmo, acompañados de la anomia (violencia ciudadana, delincuencia, drogadicción, corrupción política, económica, profesional).

Es por lo tanto falso que el modelo del neoindividualismo no tenga preocupación por lo moral. Según nos dice Lipovetsky, se ha producido el segundo umbral de secularización de la ética, en esta época del postdeber. No consiste solo en afirmar que la ética como una dimensión independiente de la religión sino en “disolver socialmente su forma religiosa”: el deber mismo. Se trata según este autor, de las sociedades postmoralistas: repudio a la retórica del deber austero, integral, maniqueo y al mismo tiempo destaca los derechos individuales a la autonomía, el deseo, a la felicidad. Se disuelve la liturgia del deber y se convierte en minoritario el espíritu absolutista. Pero en todo caso las actitudes son ambivalentes: más normalización y más anomia, más integración y más exclusión, más autovigilancia higienista y más autodestrucción, más horror a la violencia y más trivialización de la delincuencia.

El neoliberalismo económico y su respaldo político y filosófico, tienden a fracturar la sociedad, asegurándole el triunfo al más rico. La ciencia (o el discurso científico incluyendo el discurso médico) ha adquirido funciones normativas y moralistas: la era del pecado se convirtió en enfermedad (secularización del pecado).

En todo caso ¿coincidirá esta actitud con la caída de los grandes relatos, de las cosmovisiones totalizadoras? ÀEsta fractura de la sociedad neo-individualista, se maneja con una ética light? Parecería que la sociedad occidental contemporánea ha privilegiado los estatutos éticos específicos por sobre “el” estatuto ético general o genérico.

Baudrillard(5) es más pesimista y nos dice: “La norma hoy en día es que todo ha de tener cabida en la circulación mundial”. “La economía liberal que está triunfando es una versión expurgada de las contradicciones del capitalismo histórico; hoy ninguna fuerza social se opone, ningún proyecto colectivo impulsa hacia el futuro (trans política y economía de especulación); de la libertad sólo queda la ilusión publicitaria”. ÀSerá válido el pesimismo de Baudrillard?

Sin embargo no puede dejar de ser tenido en cuenta. La escena transpolítica es para Baudrillard(6) “la forma transparente de un espacio público del que se han retirado los actores, la forma pura de un acontecimiento del que se han retirado las pasiones”.

Se ha dicho que se vive una crisis civilizatoria (y probablemente con mucha razón). Entendida la crisis no como fin, sino como período de pérdida de hegemonía de las ideologías, crisis de los paradigmas, crisis de las instituciones. Y de todo lo anterior se desprende sin duda que hay una crisis de los paradigmas éticos. La ética está en una “encrucijada” nos dice Rebellato(7), y para este autor, la reflexión ética no puede estar al margen de los planteamientos críticos y nos propone la ética comunicativa y la ética del discurso como bases para una ética de la liberación. Habermas(8) nos dice desde su visión de la ética comunicativa: “el proceso de formación discursiva de la voluntad colectiva da cuenta de la conexión interna de: la autonomía de sujetos incanjeables y la inserción en formas de vida intersubjetivamente compartidas”. Y señala también este autor, que la calidad de una vida no solo se mide por el bienestar individual sino también por el grado que en el interés general, se contemplan equilibradamente y por igual los intereses de cada individuo.

Para Habermas la modernidad es un “proyecto no acabado” y por lo tanto propone una rectificación, o mejor dicho una alternativa a la ética neoindividual: la ética comunicativa. No es el fin de la historia, solo estamos en una de las crisis (Àcíclicas?). “Los sujetos capaces de lenguaje y acción solo se constituyen como individuos porque al crecer como miembros de una particular comunidad de lenguaje, se introducen en un mundo de la vida intersubjetivamente compartido”.

Apel(9) ha distinguido (entre otros autores) una ética de la actitud y una ética de la responsabilidad (más preocupada por las consecuencias). Este enfoque tendrá importancia cuando más adelante se considere en particular la bioética. La ética comunicativa y la ética del discurso significan aportes relevantes en el enfrentamiento reflexivo de la filosofía neoliberal.

Sin embargo, como nos dice Rebellato (ya citado) “en la medida que este paradigma comunicativo no parte de la conflictividad inherente a la sociedad capitalista, corre el peligro de la abstracción, arriesgando postular consensos que reiteran un modelo de conciliación, entre los conflictos sociales”. Aunque haciendo justicia con Habermas cabe destacar el llamamiento que hace este autor a una comunicación no opaca, no obstaculizada por desigualdades, oscurantismos ideológicos, distorsiones deliberadas o estrategias de dominio.

Puede reconocerse con la hermenéutica que la verdad es interpretación y que la verificación o falsificación de proposiciones, solo puede darse en el horizonte de una apertura previa, no trascendental sino heredada (es decir histórica). A través de su preocupación ontológica e histórica, la hermenéutica (como teoría de la interpretación) puede transformarse en una herramienta útil para la reflexión ética. Para esta teoría, el mundo se constituye como conflicto de interpretaciones. Nos dice Vattimo(10) “la hermenéutica ha sido un pensamiento motivado fundamentalmente por razones éticas” y “una ética hermenéutica tendrá que hacer cuentas, ante todo con ese ámbito de la existencia que hoy determina de modo decisivo la relación hombre-ser, a saber: la ciencia y la técnica moderna”.

En síntesis, puede decirse que el mundo de la vida postmoderna, es ambivalente y contradictorio y aunque el modelo ético y económico neoliberal hacen sonar las trompetas de la victoria final, muy lejos estamos del fin de la lucha ideológica y las éticas comunicativas, del discurso y hermenéuticas surgen como “armas” muy válidas para enfrentar el “conformismo” o el “pesimismo”.

 

Etica de la equidad

Los autores señalados, que presentan proyectos éticos que permiten enfrentar el neoliberalismo pueden ser considerados de “izquierda”. Por qué? Por su idea fundamental de la aspiración a la igualdad (como igualdad de oportunidades). Como dice Bobbio(11) “mientras existan hombres cuyo empeño político es motivado por un profundo sentimiento de insatisfacción y de sufrimiento frente a las inequidades de las sociedades contemporáneas, se mantendrán vivos los ideales que han marcado desde hace más de un siglo todas las izquierdas de la historia”.

Los proyectos éticos deben ser proyectos de equidad, de búsqueda del igualitarismo, entendiendo esto según Bobbio, “no como utopía de una sociedad donde todos son iguales, sino como tendencia a exaltar más lo que convierte a los hombres en iguales respecto a lo que los convierte en desiguales y a favorecer políticas que tiendan a convertir en más iguales a los desiguales”. La ética no individualista, la ética como vocación comunitaria, debe ser una ética de la equidad.

Después de todo la regla de oro de la justicia (por lo menos de “algunas justicias”) ha sido: tratar a los iguales de una manera igual y a los desiguales de una manera desigual. Además de la regla de oro de la justicia es el segundo principio de Rawls(12) en su “Teoría de la Justicia” y dice: “las desigualdades sociales y económicas habrán de ser conformadas de modo tal que a la vez que: a) se espere razonablemente que sean ventajosas para todos, b) se vinculen a cargos y empleos asequibles para todos”.

En definitiva de lo que se trata es de una igualdad equitativa de oportunidades y del acceso equitativo a los bienes sociales primarios. Sin embargo es importante considerar la diversidad del ser humano y la multiplicidad de variables para juzgar la igualdad. Dadas las enormes diferencias que producen la clase social, el género, la etnia, en las capacidades del ser humano dice Sen(13): “La verdadera igualdad de oportunidades tiene que pasar por la igualdad y la eficiencia (exclusiva o fundamentalmente) en el espacio de los bienes primarios, equivale a dar prioridad a los medios para conseguir la autorrealización, en vez de lo extenso de la libertad.

La equidad puede ser interpretada también, como la posibilidad de satisfacción de las necesidades básicas. Esto implica un proceso de análisis de dichas necesidades en función de características sociales, antropológicas, económicas, psicológicas entre otras, que estarán influyendo en el tipo de necesidades y sus respectivos satisfactores. Se pueden definir las necesidades básicas siguiendo a Doyal(14), que ha estudiado en profundidad el tema, como “aquellas que han de ser satisfechas en cierta medida antes de que los agentes puedan participar de manera efectiva en su forma de vida con el fin de alcanzar cualquier otro objetivo que crean valioso”.

Si bien cada sociedad tiene estructura económica y política diferentes, siendo a su vez los estatus culturales muy diferentes entre sí, toda sociedad debiera garantizar la satisfacción universal de las necesidades básicas. Doyal (ya citado) distingue cuatro principios comunes a toda sociedad:

1) Toda sociedad ha de producir satisfactores de necesidades suficientes para asegurar niveles mínimos de supervivencia y salud, junto con otros factores y servicios de importancia cultural.

2) La sociedad debe garantizar un nivel adecuado de reproducción biológica y socialización de la infancia.

3) Se tienen que asegurar las aptitudes y valores que son necesarios para que haya producción y tenga lugar dicha reproducción.

4) Es necesario instituir algún sistema de autoridad que garantice un respeto de las reglas que consigan una práctica satisfactoria de estas necesidades.”

Importa destacar algunos conceptos de estos planteamientos de Doyal y que tienen especial referencia con nuestro trabajo:

1) La salud (en su acepción más amplia) y la autonomía son consideradas necesidades básicas independientemente de cualquier cultura.

2) Las necesidades básicas deben ser satisfechas, es decir, su satisfacción se transforma en un imperativo ético. Incluso Plant(15) señala: “toda opinión moral, para ser coherente, ha de reconocer como necesidades básicas la conservación de la vida humana y el desarrollo de su autonomía”.

3) Se reconoce la necesidad de instituir “algún sistema de autoridades” para garantizar las necesidades. Este sistema de autoridades, en la sociedad occidental es el Estado.

Incluso, como señala muy claramente Max Neef(16), “las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables, y son las mismas en todas las culturas y períodos históricos”. Sin embargo y esto es lo más importante en un análisis ético y político “lo que cambia a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades”. Por lo tanto, lo que está culturalmente determinado y que por lo tanto tiene implicancias éticas y políticas, son los satisfactores de las necesidades. Estos satisfactores, pueden incluir entre otros: estructuras políticas, formas, espacios, contextos, comportamientos, actitudes. Por lo tanto un satisfactor sería en sentido último de expresión de una necesidad, mientras que los bienes son exclusivamente medios para el logro de un fin. Importa destacar, que en una matriz de necesidades y satisfactores relativamente simple pero muy completa, Max Neef también coloca en primer término la salud física y mental.

Para este autor la satisfacción equitativa de las necesidades se transforma en un imperativo moral y también adquiere relevancia la capacidad del Estado para efectivizar estos derechos.

Después de todo esto ha sido la base del Estado de Bienestar que tiene como característica fundamental, según Offe(17): “la obligación explícita de suministrar asistencia y apoyo (en dinero o en especie) a los ciudadanos que sufren necesidades y riesgos específicos característicos de la sociedad mercantil”. La preocupación por los satisfactores de las necesidades básicas ha sido el eje político del Estado de Bienestar (más allá de otras connotaciones específicamente políticas como la amortiguación de los conflictos sociales y que no es este el ámbito de su consideración). Lo interesante del planteamiento de Offe, teniendo en cuenta la arremetida neoliberal, es que según sus consideraciones “el Estado de Bienestar se ha convertido en una estructura irreversible, cuya abolición exigiría nada menos que la abolición de la democracia política y los sindicatos”. Más allá de reformas imprescindibles, en todo caso, sigue siendo necesaria una “autoridad” capaz de garantizar con equidad (imperativo moral) la distribución de satisfactores de las necesidades básicas y entre ellos se destacan como veremos más adelante, comportamientos sin riesgo y atención de la salud.

En suma, una ética de la equidad, debe priorizar la equidad de oportunidades para todos los ciudadanos desde un Estado capaz de hacerlo. Dentro de las necesidades básicas la salud es la primera prioridad, la salud de todos, la salud pública. Para una ética de la equidad (de izquierda según Bobbio), la salud pública es la prioridad.

 

La dimensión bioética en salud pública

Se puede entender que la bioética es el estudio sistemático de la conducta moral en el área de las ciencias médicas y de la práctica de la medicina(18). Bioética es un término relativamente moderno y vinculado a la tecnología moderna. Pero desde Platón, Aristóteles, Hipócrates, ha habido una reflexión filosófica y ética sobre la medicina. Recordemos la famosa frase de Hipócrates: “El médico que llega a ser filósofo, se asemeja a un dios”, citada por Jaspers(19). Durante la Edad Media la teología llevó la voz cantante en la reflexión moral. Recién con la modernidad se va produciendo un proceso de secularización de la sociedad y sus instituciones, incluida la medicina y la reflexión moral sobre la práctica médica.

Sin embargo la “bioética moderna” tiene un origen todavía mucho más reciente. Quizás un antecedente relevante es la Comisión Internacional que juzgó los actos médicos que violaban la moral durante el nazismo. El término se consolida en EE.UU. en las décadas del 50 y 60, cuando se hacen públicos una serie de actos aberrantes vinculados con la experimentación humana sin consentimiento, realizados en grupos minoritarios (negros, indios, presos). Simultáneamente las denuncias jurídicas por mal-praxis iban en aumento. Se entiende esto último si se recuerda que EE.UU. es el único de los países desarrollados que no cuenta con un Sistema Nacional de Salud, estando regida la atención médica por la ley del mercado. En EE.UU. dice Kassirer(20) “Se gasta todavía mucho dinero en realizar excesivos exámenes y tratamientos innecesarios, en estadías hospitalarias demasiado prolongadas y en otras actividades burocrático-administrativas”. A esto debe agregarse un crecimiento exponencial de la tecnología médica, siendo EE.UU. el país sede de la mayoría de las empresas productoras.

Se comienza así a crear comités del Gobierno y se empieza a estudiar normas reguladoras de la práctica médica desde el Departamento de Salud Pública. Al mismo tiempo, en la década del 60, se crean los primeros Institutos, vinculados a Universidades, encargados del estudio de las cuestiones bioéticas. En la Universidad de Yale surge el “Hastings Center” y en la Georgetown el “Kennedy Institute”. Ya para 1988 había, en EE.UU., 87 Centros para el estudio de la bioética. A partir de esta realidad en EE.UU., los demás países ricos comienzan a sistematizar el estudio de la bioética.

Como se ve, el surgimiento de la bioética moderna ha estado muy vinculado a la defensa de los individuos y sus derechos, frente a la investigación y a la práctica médica tecnológica, cargada de beneficios, pero también de riesgos, incluido el deterioro de la relación médico-paciente. Ubel(21) nos dice: “La tecnología (médica) moderna permite a los médicos actuar como si ya no fuera necesario hablar con los pacientes”.

Pero esta misma tecnología médica, permite mantener con vida en algunos casos a pacientes que en otras condiciones hubieran muerto, pero a su vez muchos de ellos (sean recién nacidos, niños, adultos o viejos) pueden sobrevivir pero con una calidad de vida deficiente. Se plantea una situación relativamente nueva: el equipo médico deberá resolver si la calidad futura de vida amerita que se mantenga la vida(22).

La complejización de las cuestiones bioéticas, ha llevado a la Organización Panamericana de la Salud a crear un Programa Regional de Bioética(23, 24).

No es el objetivo de este trabajo describir el estado actual de la bioética, cosa que se puede ver en la bibliografía citada. Pero sí interesa destacar algunos aspectos que entendemos han sido fundamentales. La medicina artesanal se ha industrializado en los últimos 20 o 30 años. Se ha producido una proletarización del trabajo médico (salario, atomización y división del trabajo, pérdida de la propiedad de los instrumentos de trabajo).

El motor de estos cambios ha sido sin duda el desarrollo acelerado de la tecnología médica diagnóstica y terapéutica. Esto ha llevado en general a una extensión de cobertura (aún con todas las salvedades para los países pobres e incluso en EE.UU. con 30 millones de personas no aseguradas).

Todo este conjunto de situaciones ha producido como ya se señaló, un deterioro muy grande de la relación médico-paciente. Recordemos que en la década del 20 Parsons(25) consideró esta relación como un modelo de interacción social (roles, estatus) que contribuía al equilibrio social. Hoy esta relación deteriorada, ha llevado al des-equilibrio social, debiendo recurrir frecuentemente a la justicia.

Este desarrollo tecnológico ha producido también una serie de situaciones inéditas en lo que tiene que ver con la calidad de vida(26), con la fecundación asistida(27), con la eutanasia(28), entre otras situaciones. Ni el derecho ni la moral habían avanzado con tanta rapidez como para poder resolver muchas de estas cuestiones.

Sin embargo, la mayoría de las situaciones mencionadas, y varias otras, absolutamente inéditas y espectaculares, no son frecuentes. No afectan a la mayoría de las personas e incluso en países pequeños como el nuestro puede ser que ni siquiera se hayan visto ni se vayan a ver en el futuro. Estas son situaciones extremas, límites. Por eso Berlinguer(29) llama a la bioética que se ocupa de estas cuestiones “bioética de frontera”. Sin duda son las cuestiones más llamativas, más espectaculares. Son las más atractivas para los medios de comunicación de masas. El mismo Berlinguer nos señala: “predominio de la sociedad espectáculo, búsqueda de lo sensacional, carrera desprejuiciada hacia el éxito”. Y podemos señalar algún ejemplo de “monstruosidad espectacular”: trasplantes cardíacos en recién nacidos con malformaciones graves, hibridación hombre-mono, etc., etc.

Lo más importante es que como la otra cara de la moneda tenemos la “bioética cotidiana”, que tiene que ver con la problemática aún no resuelta en el Tercer Mundo ni siquiera en el mundo desarrollado: la pobreza y la explotación. Esto lleva a problemas vinculados con la asignación de recursos (a salud o al armamentismo); sistemas de salud universales o solo para los que pueden pagar; servicios inaccesibles para minorías étnicas y culturales; calidad de la atención o productividad. No se trata de un “fundamentalismo verde” que oponga lo natural a lo artificial. “La confrontación de mayor intensidad” en términos de Berlinguer (ya citado), debiera ser “por un lado libertad-responsabilidad y por otro mercantilización explotación”. Grandes sectores de la población del mundo no tienen un ingreso nutritivo mínimo y siguen muriendo con las enfermedades del siglo XVII. Contra la desnutrición no es necesario un apoyo sofisticado de la tecnología médica. Esta bioética cotidiana es en los países pobres la ética de la liberación. Una ética que a través de la equidad en la distribución de los recursos permita un acceso a los satisfactores de las necesidades básicas de toda la población.

Para quienes vivimos en el Tercer Mundo, subdesarrollado y empobrecido, nuestra prioridad bioética es la bioética cotidiana, la ética de la liberación. La falta de equidad y universalidad en el acceso a los servicios de salud así como a la información y al capital cultural necesario para evitar comportamientos de riesgo, debieran ser, desde el punto de vista de una ética comunicativa y de la liberación, la primera prioridad.

“Salute per tutti o per pochi?” se pregunta Berlinguer(30). ÀEs el modelo médico hegemónico (biologista, curativo, mercantilizado, des-humanizado) el que dará salud para todos? El planteamiento que surge de lo anterior, entonces es si las preguntas estarán bien formuladas. Fecundación asistida, trasplantes, pero Àcon qué modelo? ÀSeguiremos en un modelo asistencial excluyente? La bioética es un estatuto específico de la ética. Entonces la pregunta es Àla ética del neo-liberalismo o la ética de la liberación? Esa es la encrucijada de la ética de la cual nos habla Rebellato (ya citado). Este planteo no presenta a la bioética de la responsabilidad individual como antítesis de la bioética de la actitud (en términos de Apel). Son complementarias.

Se puede considerar que existe una dimensión de la ética en salud pública, como dice Garrafa(31) o una dimensión colectiva de la bioética. Esta dimensión colectiva prioriza los problemas de la equidad y el igualitarismo. Podría considerarse en términos de Bobbio, una ética de izquierda. No excluye los problemas de la responsabilidad y de los derechos individuales. En todo caso la ética de la responsabilidad queda subsumida a una bioética colectiva. Esta dimensión de la ética en salud pública es entendida, según Garrafa (y también el autor) como “la resultante moral del conjunto de decisiones y medidas políticas y sanitarias, individuales y colectivas, que proporcionan aumento de ciudadanía y disminución de exclusión social”. La dimensión colectiva de la bioética tiene como objeto de preocupación, análisis y reflexión, los derechos sociales mientras la bioética de la responsabilidad prioriza los derechos individuales(32). La dimensión colectiva de la bioética debe constituirse en una garantía de los derechos sociales. Y por lo tanto, no puede ser tema de “especialistas”. La bioética colectiva es un deber político de todos los ciudadanos y de la sociedad en su conjunto (Estado y sociedad civil). Es una tarea plural, democrática y multidisciplinaria. Es una defensa contra los “autoritarismos” del Estado o del poder médico.

En síntesis en este trabajo se hace un llamado a la reflexión colectiva, que desde una ética comunicativa y de la liberación, con un énfasis en la autonomía individual y en la equidad en la distribución de recursos (y satisfactores) contribuya a la transformación del modelo médico hegemónico, logrando la universalidad y la integridad en salud, constituyéndose en la bioética colectiva (dimensión colectiva y social de la bioética).


Referencias

  1. Sánchez Vázquez, A. Ética. Ed. Civilização Brasileira. Rio de Janeiro, 1985.
  2. Sambarino, M. La cultura Nacional como Problema. Nuestra Tierra 46. Montevideo, 1970.
  3. Mac Intyre, A. Historia de la Ética. Ed. Paidós (5» reimpr.). Barcelona, 1994.
  4. Lipovetsky, G. El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. Ed. Anagrama. Barcelona, 1994.
  5. Baudrillard, J. La ilusión del fin. La huelga de los acontecimientos. E. Anagrama. Barcelona, 1991.
  6. Baudrillard, J. La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. Ed. Anagrama. Barcelona, 1991.
  7. Rebellato, J. L. La encrucijada de la ética. Neo-liberalismo, Conflicto norte-sur, Liberación. Ed. Nordan. Montevideo, 1995.
  8. Habermas, J. Escritos sobre Modernidad y Eticidad. Ed. Paidós. Barcelona, 1991.
  9. Apel, K. O.; Dussel, E. y Fornet, R. Fundamentación de la Ética y Filosofía de la Liberación. Ed. Siglo XXI. México, 1992.
  10. Vattimo, G. Más allá de la interpretación. Ed. Paidós. Barcelona, 1995.
  11. Bobbio, N. Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política. Ed. Taurus. Madrid, 1995.
  12. Rawls, J. Teoría de la Justicia. Ed. Fondo de Cultura Económica (4» reimpresión). Buenos Aires, 1993.
  13. Sen, A. Nuevo examen de la desigualdad. Ed. Alianza. Madrid, 1992.
  14. Doyal, L. y Gough, I. Teoría de las necesidades humanas. Ed. Economía Crítica. Madrid, 1994.
  15. Plant, R.; Lesser, H. y Taylor-Gooby, P. Political philosophy and social welfare. Ed. Routledge. London 1980.
  16. Max Neef, M. Desarrollo a escala humana. Ed. Nordan. Montevideo, 1993.
  17. Offe, C. Contradicciones en el Estado del Bienestar. Ed. Alianza Universidad. Madrid, 1990.
  18. Drane, J. Gobierno y Bioética en Bioética y Legislación. Tomo 1. SMU. Ed. Nordan. Montevideo, 1995.
  19. Jaspers, K. La práctica médica en la era tecnológica. Ed. Gedisa. Barcelona, 1986.
  20. Kassirer, J. P. Managed care and the morality of the marketplace. n. engl. j. med., 333:50, 1995.
  21. Ubel, P. A. Doctor Talk: Technology and Modern conversation. am. j. med., 98:587, 1995.
  22. Tealdi, J. C. Estado, Derecho y Bioética en Bioética y Legislación. Tomo 2. SMU. Ed. Nordan. Montevideo, 5.
  23. Culver, Ch.; Fuenzalida, H. y otros. Prioridades bioéticas en América Latina en Bioética y Legislación. To2. SMU. Ed. Nordan. Montevideo, 1995. . Mainetti, J.A.. Estado actual de la ética médica. Conferencia Congreso Nacional de Ética Médica. Córdoba, 1.
  24. Parsons, T. El sistema social. Revisde Occidente. Madrid, 1976.
  25. Cerny, N. y Catane, R. Professional negligence in the management of cancer pain. Cancer, 76:2181, 1995.
  26. A. de Cúneo, L. Fecundación asistida. Relaciones, 140. 41:10, 1995.
  27. Cecchetto, S. Eutanasia en los niños. Relaciones, 137; 14, 1995.
  28. Berlinguer, G. Ética, Salud y Medicina. Ed. Nordan. Montevideo, 1994.
  29. Berlinguer, G. Etica della Salute. Ed. El Saggiatore. Milán, 1994.
  30. Garrafa, V. A dimenção da etica em saude pública. Ed. Universidade de São Pablo, 1995.
  31. Derechos Humanos en el Uruguay. Informe 1995. Servicio de Paz y Justicia. Uruguay, 1995.

 

La Responsabilidad

Artículos publicados en esta serie:

  • (I) ¿Etica o etiqueta médica? (Jaime Landmann, Nº 90)
  • (II) Responsabilidad médica (Humberto Casarotti, Nº 91)
  • (III) Psicoterapia: derechos y obligaciones (Ma. Lucrecia Rovaletti, Nº 92/93)
  • (IV) La Bioética (Ma. Teresa Rotondo, Nº 94)
  • (V) Soborno: una eterna seducción (John T. Nooman, Jr., Nº 95)
  • (VI) El dilema de una psiquiatra (Lise van Susteren, Nº 96)
  • (VII) ¿Por qué (no) abstenerse? (Saúl Paciuk, Nº 98)
  • (VIII) Los laberintos legales (Lise Van Susteren, Nº 99)
  • (IX) Psicoética (Omar Franca Tarragó, Nº 102)
  • (X) La venta de órganos humanos (Luiz da Silva, Nº 111)
  • (XI) Democracia y corrupción (Bernardino Bravo Lira, Nº 114)
  • (XII) Etica y Política (Rodrigo Atria, Nº 121)
  • (XIII) Fundamento de la eticidad (Aída Aisenson Kogan, Nº 123)
  • (XIV) La relación Médico/Paciente (José Portillo, Nº 132)
  • (XV) Las condiciones de la Salud ( Norberto S. Baranchuk Nº.136)
  • (XVI) El discurso médico ( José Portillo, Nº 137)
  • (XVII) Eutanasia en niños (Sergio Cecchetto, Nº 139)
  • (XVIII) Fecundación asistida (Lidia A. de Cúneo, Nº 140/41)
  • (XIX) Calidad de vida ¿valor bioético? (Yubarandt Bespali, Nº 142)
  • (XX) Un análisis feminista, Técnicas genéticas y de fertilización asistida (Cindy de Witt Nº 143)
  • (XXI) El cuerpo de la ley (Lidia Abraham de Cúneo, Nº 144)
  • (XXII) "Relaciones peligrosas"… y dañosas (Yubarandt Bespali, Nº 145)

Portada
Portada
© relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@chasque.apc.org