Serie: Alteridades (VIII)

El monstruo homosexual

Carlos Muñoz

El "rol homosexual" es una construcción histórica integrante del "mito del género" y, como tal, es una de las ideologías reguladoras de la distribución del poder en las sociedades modernas. La modernidad significó para los homosexuales su exclusión discriminatoria de muchas de las formas sociales "heterocentradas": el matrimonio, la familia, la adopción, el ejército… Pero no sólo ésto: también significó la inclusión compulsiva en las formas que la sociedad heterocentrada reserva para los que rotula como homosexuales: el rol homosexual.

La ciencia no es independiente de la sociedad. El desarrollo de los Homoestudios es reciente y debió esperar a que ciertos cambios culturales tuvieran lugar en occidente. A partir de los años sesenta fueron ganando terreno las ideas de que [a] la homosexualidad podría ser tratada como una opción -minoritaria- de vida, y de que [b] el derecho a una sexualidad plena debería integrar la agenda de los derechos humanos. Corrientes "societalistas" como el interaccionismo simbólico norteamericano, plantean que sociedad e individuo no denotan fenómenos separables, sino que son el aspecto colectivo y distributivo de una misma experiencia subjetiva. En 1963 Becker publica Outsiders, donde afirma que los grupos sociales crean la desviación al "rotular" a ciertos individuos como outsiders (los "fuera de lugar"). El "desviado" es aquel a quien el rótulo ha sido aplicado con éxito. El proceso de rotulación es una cuestión relacionada a la distribución del poder en una sociedad. La rotulación de desviados es un proceso político en el que se juega la imagen que las personas "diferentes" tendrán ante los demás y —en gran medida— ante sí mismas. Becker distingue entre un "estatus maestro" y "características auxiliares" de de cualquier rol. En el caso del homosexual, el estatus maestro (tener relaciones sexuales con personas de su mismo sexo) hace esperable que el individuo tenga otras características auxiliares (afeminado, promiscuo, infeliz, etcétera).

Otro aporte decisivo a las posiciones "societalistas", pero desde el post-estructuralismo francés, fue la tesis de Foucault sobre el proceso de creación del homosexual moderno. Al denunciar a la Ciencia moderna como el moderno empresario moral que sustituyó a la Iglesia en la rotulación de los desviados, aquel proceso que los interaccionistas analizaron en contextos microsociológicos (la rotulación) adquirió una significación histórica y política en su sentido más general. Desde entonces, los enfoques interaccionista y post-estructuralista demostraron su utilidad al orientar investigaciones concretas y contribuyeron de esta manera al actual boom editorial de los homoestudios.

 

La construcción del homosexual moderno

Las sociedades medievales se vieron a sí mismas como inmutables: los únicos cambios históricos que concibieron fueron la caída del hombre y el juicio final. Por ejemplo, el teatro isabelino representó el teatro griego con ropas contemporáneas. Por oposición, la época moderna consagró una nueva conciencia del tiempo: la idea del progreso. En aras del progreso, las vanguardias deberían descubrir nuevos caminos y mostrarlos a las masas, educar a los ignorantes y los primitivos. Sin duda la modernidad (o siendo más prudentes, las modernidades) fueron —como ideología "civilizatoria"— un proceso negador de las heterogeneidades en occidente. Pretendieron civilizar a las culturas "primitivas", imponer los principios de la razón y el dinero, medir el tiempo y el espacio y estandarizar la mano de obra.

Refiriéndose a la historia europea, Foucault destacó el papel que la sexualidad tuvo en el ejercicio moderno del poder. Durante la década del setenta, sentó las bases para la actual sociología de la homosexualidad, señalando nada menos que "el homosexual" tal como lo conocemos es un invento relativamente moderno. Precisamente, señaló la conexión entre los dispositivos de la sexualidad y del poder en el discurso moderno, una "implantación perversa" que multiplicó los controles sobre todos los individuos: los homosexuales y los que podrían serlo…

Pese a que percibimos a los siglos XIX y XX como una explosión discursiva sobre el sexo, el hecho es que más que nada cambiaron los contextos donde se produce dicho discurso. Hasta fines del siglo XVIII, tres códigos principales regularon la sexualidad humana: el derecho canónico, la pastoral cristiana y, crecientemente, la ley civil. La confesión católica, por ejemplo, había constituido una superficie discursiva hiperdetallada acerca de los deseos y actividades sexuales. En esta época, la vigilancia sobre el sexo se centraba en el propio matrimonio, regulando estrictamente la finalidad del sexo y aún las posiciones autorizadas o no. En este discurso tan centrado en la sexualidad legítima, no había una diferenciación neta entre las desviaciones: ser homosexual era tan pecaminoso como ser adúltero o libertino, porque ambas desviaciones significaban la perdición eterna. Aclaremos que Foucault no está sosteniendo que no existieran prácticas homosexuales, sino que estas prácticas no definían a quien las realizara como un tipo de persona con características definidas: el monstruo homosexual.

Pero el discurso sobre el sexo en los siglos XIX y XX tendrá características diferentes. Aunque en apariencia cada vez hablamos más de sexo, Foucault se preguntó si esta explosión discursiva no será, en lugar de una mera "liberación", un cambio en la forma de ejercer el control sobre los individuos. Lo que otrora era territorio de la Iglesia pasa a ser el terreno de la medicina y la psiquiatría. Las sociedades modernas se caracterizaron por un corrimiento de nuestra percepción de lo "perverso". Mientras la Iglesia había regulado estrictamente el sexo de la pareja (recetando, por ejemplo, la posición de misionero), la ciencia moderna focaliza su atención en los "perversos", originando nuevos tipos de personas:"Niños demasiado avispados, niñitas precoces, colegiales ambiguos, sirvientes y educadores dudosos, maridos crueles o maniáticos, coleccionistas solitarios, pacientes con impulsos extraños pueblan los consejos de disciplina, los reformatoria, las colonias penitenciarias, los tribunales y los asilos " .(Foucault, 1976: 53)

Este proceso de dispersión del discurso sobre la sexualidad es nombrado por Foucault como una "implantación perversa", que implica la instauración de una dimensión específica del "contranatura" a efectos de multiplicar los controles: controles pedagógicos, condenas judiciales por "perversiones", anexos a la enfermedad mental, etcétera. En este sentido, la homogeneización moderna funcionó mediante una iniciación de heterogeneidades discursivas. Ahora se interroga la sexualidad de los locos, los niños, los homosexuales. Este pasaje de los "libertinos" a los "perversos" generó lo que hoy conocemos como el homosexual:"La sodomía -la de los antiguos Derechos -Civil y Canónico- era un tipo de actos prohibidos; el autor no era más que su sujeto jurídico. El homosexual del siglo XIX ha llegado a ser un personaje: un pasado, una historia y una infancia, un carácter, una forma de vida; asismismo una morfología, con una anatomía insdiscreta y quizás misteriosa fisiología. Nada de lo que él es in toto escapa a su sexualidad. Está presente en todo su ser: subyacente en todas sus conductas puesto que constituye su principio insidioso e indefinidamente activo; inscrita sin pudor en su rostro y su cuerpo porque consiste en un secreto que siempre se traiciona… la homosexualidad apareció como una de las figuras de la sexualidad cuando fue rebajada de la práctica de la sodomía a una suerte de androginia interior, de hermafroditismo del alma. El sodomita era un relapso, el homosexual es ahora una especie." (Foucault, 1976:56-57)

En el Tercer Mundo, el proyecto moderno se implantó tardíamente, y -tanto en lo específicamente económico como en la cultura en general- nunca llegó a imponerse en forma total. Refiriéndose a este proceso moderno "civilizatorio" en el Uruguay, Barrán (1994) describe cómo entre 1860 y 1920 se fortalecía una nueva sensibilidad "civilizada". Sobre este cambio de la sensibilidad confluyeron agentes como el Estado, el hospital, el aparato educativo y -aunque sorprenda- la iglesia. Mientras la Iglesia "bárbara" había considerado a la disciplina personal como concerniendo a las élites y al clero, la iglesia civilizada democratizó el disciplinamiento, llevando las grandes prohibiciones (el sexo extramatrimonial, los excesos dentro del matrimonio, el pudor, el ocio) a las masas moralmente débiles, lujuriosas, sucias y holgazanas. La represión de la sexualidad, tan afín con el discurso católico tradicional, fue en esta etapa común a los agentes modernizadores. No obstante, lo que para la Iglesia católica fue una obsesión duradera, era para la sensibilidad burguesa más que nada un requisito civilizatorio. Obtenido el disciplinamiento de los trabajadores, la sensibilidad burguesa fue gradualmente tolerando cierto hedonismo. Esta contradicción es expresada en la época en el conflicto privado entre un marido algo hedonista, tal vez masón o ateo, y una esposa casta y católica.

El caso es que la "sensibilidad bárbara" (sensibilidad del ocio, el juego, el sexo, la suciedad, la fiesta) debió ser re-educada. Asistimos a procesos como la derogación de la pena de muerte, la crítica del castigo físico, la separación estricta de los sexos (por ejemplo en los baños de mar), la regulación del carnaval, etcétera. El carnaval, por ejemplo fue —y, en mucho menor grado a medida que se regulaba y "civilizaba", siguió siéndolo— una oportunidad para la puesta en discurso de la homosexualidad y el travestismo. Gloria Meneses, "el travesti más viejo de América Latina", nos cuenta sobre el carnaval —ya bastante "civilizado" de 1922. Su relato evoca la tensión subterránea entre la fiesta incivilizada representada por la no-identidad del disfraz y la moderna represión de esos "descontroles": "La primera vez que me vestí de mujer tenía diecisiete años y fue para los bailes de carnabal, porque yo tenía un lindo cuerpito y, en aquella época, se usaba mucho la máscara, nadie estaba con la cara al aire, todo el mundo usaba careta o antifaz, entonces eso me favorecía e impactaba a los demás… Una vez, antes de la prohibición de los carnavales, me puse un traje todo de tafeta, en un estilo brasileño, amarillo-verde, y, junto con un amigo, también travesti, fuimos a un baile de matiné de aquellos que empezaban a las cinco de la tarde y duraban hasta las nueve de la noche… Fíjense que entrábamos a los bailes y enseguida nos sacaban a bailar… teníamos como una especie de imán, no sé…había mujeres que planchaban toda la noche y nosotros bailábamos enseguida. Por lo general nos disfrazábamos y nos paseábamos por todo el corso. Si la gente decía "éstos son maricones" o algo así no íbamos a los bailes porque sabíamos que corríamos cierto riesgo; pero si nos piropeaban: "divinas", "cosita rica"… no lo dudábamos y nos íbamos al baile. Bien, esa vez que les dije, un tipo me sacó a bailar y me empezó a apretar y, en aquella época, si no te dejabas apretar un poco, si te rehusabas, se corría la voz y nunca más te sacaban a bailar. No me hice problemas y me dejaba besar por acá, por el cuello, hasta que, de repente, vino otra pareja y el hombre le dijo a mi acompañante: -Ché, ¿no te das cuenta que estás bailando con un hombre? Entonces, agarré a la mujer y le pregunté con la mayor cara de inocencia que pude poner: -¿Que dice este chico? ¿Que soy hombre? Está loco. Mirá. Y yo, que ya por esa época tenía bastantes senos, me descorrí el vestido y le mostré a la mujer mis pechos. La mujer se tomó el rostro y le dijo a su pareja que estaba loco, y se fueron. De todas maneras, mi acompañante quedó "picado"… el tipo mandó la mano entre las piernas y encontró lo que sospechaba: La puta que te parió! Era verdad, sos un hombre. -Ay querido, no te ofendas. Es una sorpresa del carnaval." (en Argañaraz y Ladra, 1991:21-22)

El cambio de la sensibilidad bárbara por una sensibilidad "civilizada" exigía el control y la educación de los diferentes agentes "bárbaros". Como señalaba Foucault en el surgimiento del homosexual moderno, o bien aparecen nuevas figuras ("roles") a combatir, o bien se enfatizan figuras desviantes ya clásicas: algunos de los bárbaros mencionados en el análisis de Barrán son el "calavera", el niño sucio, la mujer adúltera, el joven onanista, el habitante de "pueblos de ratas", el bandido rural, el criminal urbano, la prostituta, el burgués seductor…y el "maricón".

Aquellos "excesos" referentes a la sexualidad fueron especialmente vigilados por la coalición modernizadora, siendo pecados para la iglesia, indisciplinas para la escuela, enfermedades para el médico y delitos para la Policía. En Uruguay, el Código Penal de 1889 castigaba el delito de "sodomía" con penitenciaría de cuatro a seis años, e incluyó otras figuras "sexuales" como "ultraje al pudor" o "incesto". Aparentemente, el disciplinamiento uruguayo incluyó también un cambio en la visión de la homosexualidad. Barrán menciona por lo menos un caso en 1871, todavía muy cerca de la sensibilidad bárbara: "…el director del seminario Jesuítico de Santa Fe, donde se formaba… el clero uruguayo, escribió a Monseñor Jacinto Vera, dándole cuenta que uno de los seminaristas "se ha levantado de noche yendo a la cama de alguno, con mucho tiento para no ser advertido ni aun de aquél a quien iba, [huyendo] al momento que el otro despertaba". No conocemos la respuesta de Monseñor Vera, aunque sí la siguiente carta del director del Seminario -"Haré lo que me encarga… Esperemos con Dios que se enmendará, o se descubrirá tarde o temprano"- de la que deducimos se optó por la reconvención y no por otra medida más violenta, como pudo ser la expulsión". (Barrán, 1994: 204)

Lo que asombra al autor -y a mí- es la levedad de la sanción. Sobre todo, considerando que obtuve testimonios de varios seminaristas a quienes contemporáneamente, se aconsejó abandonar el seminario por dudas que ni siquiera incluían acciones físicas. La resistencia contra la homosexualidad había ido creciendo hacia el comienzo de nuestro siglo. Señala Barrán que hacia el novecientos, la nueva sensibilidad ya genera repulsión total hacia el homosexual: "…el insulto mayor al hombre no es el de la traición a sus amigos o a su causa, como en la época bárbara…[sino que] el insulto mayor es la duda sobre la virilidad, la acusación de "afeminamiento", un también pasarse al otro bando, pero al bando del nuevo enemigo diabolizado, la mujer, una traición al poder masculino." (Barrán, 1994: 205)

Ya vemos aquí claramente constituída la oposición entre "el homosexual" y el "hombre", en la interpretación del homosexual como un carácter objetivo, un intersexo entre hombres y mujeres. Precisamente, Barrán cita (205) el libro de lectura editado por Vázquez Acevedo en 1889, donde un niño le dice a una niña: "A mí no me interesan las muñecas…me gusta un buen látigo, una pelota de goma o un trompo de punta aguda para jugar con mis amigos, yo no soy un maricón".

El proceso ilustrado por Foucault y Barrán no es otro que la construcción del homosexual moderno, el "rol homosexual" a través del cual se simbolizó a "lo homosexual" y a través del cual los propios homosexuales son enseñados a reconocerse. En este sentido los homosexuales tendrán interés en la crítica de la modernidad. Cierto es que las tendencias a la homogeneización cultural de la modernidad nunca lograron suprimir la heterogeneidad de la vida. El tema de las minorías se replantea actualmente en todo el mundo. Las democracias occidentales "representativas" (que como gobierno de las mayorías, también han demostrado ser un efectivo método para aplastar a las minorías), se ven hoy cuestionadas en su forma tradicional de "representar": hay una tendencia de las minorías a buscar representación parlamentaria por delegados directos, para el caso, ubicar homosexuales, o personas solidarias con los gays, en las Cámaras1. Desde esta perspectiva, la felicidad de los millones de personas homosexuales en el mundo [post]moderno dependerá de su capacidad para generar formas culturales diferentes de las imposiciones heterocentradas y más adecuadas a su experiencia de vida.

 

Formas heterocentradas que regulan la homosexualidad

Como mencioné al refererirme a la creación del "homosexual moderno", el proyecto modernizador pretendió universalizar los valores correspondientes a la experiencia de vida de los nuevos grupos dominantes europeos (hombres blancos, mayores de edad, de las ascendentes burguesías). En lo que refiere a los que hoy conocemos como homosexuales, la modernidad significó su exclusión discriminatoria de muchas de las formas sociales "heterocentradas": el matrimonio, la familia, la adopción, el ejército… Pero no sólo ésto: también significó la inclusión compulsiva en las formas que la sociedad heterocentrada reserva para los que rotula como homosexuales. No se trata aquí de lo que llamaríamos una "cultura homosexual", sino de formas culturales heterocentradas que cumplen la función de regular la homosexualidad. Algunas formas principales son: el closet (homosexualidad secreta), el rol homosexual (afeminamiento, sexocentrismo, promiscuidad) y las terapias de reconversión.

 

El "closet"

Conocí a varios chicos homosexuales. Algunos de ellos me hicieron proposiciones, pero yo les dije que se equivocaban de persona. Rock Hudson

Nuestra cultura pretende hacer de la homosexualidad una doble vida; una condición secreta de algunos individuos que sólo se vislumbra a través de algunos "síntomas". Los homoestudios tomaron de la jerga homosexual anglosajona expresiones como estar in the closet"(en el ropero) y coming out [of the closet] (salir del ropero). La primera expresión designa el estado de homosexualidad "secreta", y la segunda, el momento en el cual una persona reconoce su propia homosexualidad, o la hace manifiesta a alguien: coming out to somebody (confesar tu homosexualidad ante alguien).

Los homosexuales permanecen en el closet debido a las grandes presiones sociales y culturales y a su vez, el hecho de vivir su sexualidad de manera compartimentada es una presión en sí misma: la necesidad gradual de construir una doble vida, la sensación permanente de estar mintiendo, la verguenza de sí mismos. Muy difícilmente una persona racista hará comentarios racistas frente a un negro, pero los homosexuales "en el ropero ropero" se ven obligados a festejar y hasta hacer ellos mismos chistes autodegradantes sobre homosexuales.

El closet es una experiencia por la que han pasado casi todos los homosexuales y es una referencia constante en la literatura gay. Muchos militantes prefieren incluso reservar la palabra "gay" para aquellos homosexuales que han desarrollado una identidad abiertamente homosexual y reservan el término "homosexual" para aquellos que ya se ven a sí mismos como homosexuales pero no se presentan ante los demás como tales. El siguiente texto, de mis entrevistas, es una buena ilustración de la angustia que provoca el enclaustramiento de la vida homosexual en el closet. "A veces miraba a mis compañeros y pensaba qué cara pondrían si supieran… yo tenía planes de irme del país en cuanto fuera mayor, no quería que me vieran, así no se iban a enterar nunca… iba a los bailes y sacaba minitas a bailar porque era lo que se hacía… una vez una compañera me dijo que fulano decía que yo era "delicado". Me puse furioso y no le volví a hablar nunca más… creo que hasta me puse a llorar. Me acuerdo que otra vez una profesora habló con mi madre, nunca supe qué. Yo me imaginaba lo que habrían hablado y nunca pasé tanta vergüenza en mi vida. Nunca me animé a preguntar. Con los locos de la clase era mucho peor…siempre me comparaba y me parecía que ellos se daban cuenta. Odiaba la clase de gimnasia, sobre todo uno que siempre me parecía que se daba cuenta… de a ratos me olvidaba y pensaba en el futuro como cualquier otro y en casarme… y de golpe me acordaba otra vez. Era algo que tenía presente todo el tiempo. Era una pesadilla." (entrevista a Carlos)

Igualmente, un pastor gay en San Francisco declara que: Si tuviera que volver a vivir a escondidas, tendría que pensar claramente si no preferiría estar muerto. (Treichler, 1988: 67-68)

El mencionado dispositivo de la vergüenza motiva a los homosexuales para que se repriman o al menos para que oculten su orientación sexual. Aún los homosexuales asumidos deben funcionar en gran parte de su vida "como si fueran" heterosexuales, debiendo desarrollar para esto toda una disciplina dramática. Un experiencia que no deja de impactarme es ver cómo la mayor parte de mis amigos homosexuales cambia su manera de actuar según estén en un lugar "seguro" o nó3. La salida de discotecas gay permite a veces ver el cambio de registro de manera tan brusca que da la impresión de ver a alguien entrando en territorio enemigo. Es fácil observar la gradación en los movimientos, la voz y la conversación, gradación que se da en forma no necesariamente conciente ante la presencia de distintos públicos: personas que no conocen de su orientación sexual, personas que actúan como si no la conocieran, personas que saben de su orientación y la aceptan, grupos de pares homosexuales, etcétera.

Así como la represión es causa de neurosis, la necesidad constante de dramatizar para diferentes públicos tiende a llevar al individuo a una esquizofrenia funcional, a una paranoia conciente —que de hecho le es realmente útil— y a una alternación constante de diferentes "papeles" sociales que puede alterar su percepción de la realidad hasta hacerlo dudar acerca de cúal es su verdadero "yo".

 

El "coming-out"

"Creo que los hombres me gustaron desde siempre. Si ahora pienso en algunos juegos infantiles… después tuve algunas novias, pero nunca me sentí atraído por las mujeres. También tenía fantasías con tipos, pero como yo no era penetrado decía que el homosexual era el otro… sí, ahora pienso que cómo no me daba cuenta… en realidad no lo tuve claro hasta que me enamoré de un loco". (entrevista a Carlos) El periodista conservador Andrew Sullivan describe su reconocimiento de ser homosexual de una manera un poco más poética: "[Es] como subir a un avión por primera vez, fascinarse con el ascenso, observar maravillado por la ventanilla… y de pronto darte cuenta de que estás en el vuelo equivocado, viajando hacia un destino que te aterroriza, rodeado de gente que rechazás. Y no podés bajarte… sos uno de ellos". (Sullivan, 1995: 25)

Lo que tienen en común historias tan diferentes es que podrían denominarse "historias de coming-out". En los homoestudios, se llama coming-out al momento en que un individuo comienza a verse a sí mismo como homosexual. El término proviene de la expresión en inglés coming out of the closet (salir del ropero), y sugiere que se trata de una liberación individual frente a una sociedad opresiva que nos encierra (closet) y aísla. Se han incluso detectado casos de homosexuales que crecieron sin poder, por falta de información, caracterizar su autosospecha y creían ser el único homosexual en el mundo. El coming out ha sido uno de los temas más recurrentes en la literatura gay; Another country (Otro país) o Maurice son ejemplos clásicos de novelas de coming out transformadas a versiones cinematográficas. También conocimos versiones argentinas como Adiós Roberto y, más recientemente, una versión televisiva uruguaya en el programa Al desnudo de canal 5 (por cierto, expresando una visión bastante gay-sensible).

La popularidad -entre homo y heterosexuales- de las historias de coming-out, tiene su explicación. No se le pregunta a alguien "desde cuando sos heterosexual". Esto es así porque, antes de formular la pregunta, el sentido común responde "desde siempre" y porque probablemente el interrogado no sabría qué responder. La propia pregunta sería interpretada como un sinsentido. Sin embargo, es una pregunta común en entrevistas a homosexuales. Más aún, los interrogados parecen estar en condiciones de contestarla más o menos precisamente. Puedo preguntarles entonces a partir de cuándo, a que edad se hicieron homosexuales.

La pregunta "desde cuando sos homosexual" implica la creencia en una condición previa de "no homosexualidad". Es decir, presupone que los homosexuales se hacen tales a determinada altura de su vida o bien que su homosexualidad existió en forma latente hasta que por alguna razón despertó. Pero un heterosexual siempre fue heterosexual. Esta diferencia tiene sus causas sociales: todos (homosexuales y heterosexuales) somos educados en el pre-supuesto de que "todos somos heterosexuales". La sociedad funciona con este supuesto y, aunque no sea al producto de una decisión conciente o de un cuidadoso autoanálisis, todos aprendemos a comportarnos como se comportan los heterosexuales y a pensar acerca de nosotros mismos como heterosexuales. El homosexual no puede cambiar su autoimagen hasta que aprende un concepto de lo que es ser homosexual y está en condiciones de aplicar este concepto a sí mismo. Muchas personas no llegan a considerarse a sí mismas como homosexuales aunque hayan tenido relaciones homosexuales. Por esta razón, existe siempre un momento de cambio de perspectiva o de autoimagen, momento en el cual alguien que se consideraba heterosexual pasa a considerarse homosexual: el coming-out.

Un comentario: cuando me refiero al coming out como un "momento", lo hago sólo por comodidad de referencia y no quiero decir que este reconocimiento suceda siempre en un momento preciso. Algunos homosexuales sí pueden señalar con mucha precisión el momento en el cual su homosexualidad se les hizo evidente. Tal es el caso de Alberto: "Yo ya había tenido fantasías homosexuales, pero no me consideraba homosexual, era como que sabía pero no... Cuando ví a este loco en la piscina creo que me enamoré porque eso me hizo cuestionarme todo. Después [yo] iba todos los días [a la piscina]… con él nunca pasó nada, pero ahí supe que yo era gay". (entrevista a Alberto)

O sea que, aún en los casos en que el coming out puede realmente señalarse como un momento específico, este momento es la cristalización de un proceso más extenso de "autosospecha", de obtención de información acerca de lo que un homosexual es y de interpretación de evidencia sobre la personalidad propia.

Otras personas vivieron su coming out no como un momento sino como un proceso gradual en el que no pueden discriminar un tiempo exacto en que cambiaron su autoimagen. Un amigo personal me cuenta que siempre tuvo una intuición muy difusa de su atracción por los hombres y nunca experimentó un rechazo hacia la homosexualidad. Algunas personas lo rotularon como homosexual antes de que él mismo lo considerara y antes de que tuviera relaciones sexuales homosexuales. Eventualmente tuvo algunas experiencias sexuales esporádicas, pero "como tenía novia" siguió considerándose heterosexual. No fue hasta que inició una relación estable con un hombre que empezó a verse a sí mismo de otra manera.

Además de ser experimentado como un momento o como un proceso gradual en la historia personal, el coming out puede ser más o menos conflictivo, dependiendo de la moralidad y la concepción de la homosexualidad que el individuo haya aprendido de su entorno social y familiar. Si un joven profesa una religión considera que la homosexualidad es un pecado, entonces su proceso será tanto más doloroso, puesto que se verá a sí mismo como un pecador y sin poder evitarlo4. Si alguien aprendió a ver a la homosexualidad como algo vergonzoso, aceptar su homosexualidad le traerá necesariamente problemas de autoestima. La proliferación de estos casos probablemente determina que, como mencioné, los adolescentes homosexuales en los Estados Unidos se suiciden con una frecuencia tres veces mayor que los heterosexuales. En Uruguay -a la espera de trabajos al respecto- la hipótesis de la mayor frecuencia relativa del suicidio homosexual podría ser aún más fundada que en el primer mundo.

También pueden distinguirse dos dimensiones propias del coming out: el coming out público y el privado. Uno es el reconocimiento íntimo acerca de la propia orientación sexual y el otro es el reconocimiento ante la sociedad, la familia, los amigos. O sea que no se trata simplemente de una dicotomía entre los homosexuales "tapados" (término que extraigo de mis entrevistas) y los abiertamente homosexuales. La distinción casi nunca es exacta, recordemos el caso de Alberto, en el cual algunas personas reconocían su homosexualidad antes que él mismo. Algunas personas no viven su reconocimiento privado como tal hasta que le hablan a alguien de su homosexualidad. Y el coming out público acepta diversos grados de "publicidad", o sea que hay personas que se muestran ante sus amigos íntimos pero no los demás, o sí ante sus amigos y no ante su familia, o sí ante ambos pero no en su trabajo. Las combinaciones posibles son muchas. En la literatura especializada, cuando el reconocimiento es puramente privado pero el individuo vive una doble vida, se sigue hablando de un "caso de closet" (el "tapado" de mis entrevistas).

Pero volviendo al punto central, el caso es que el coming out parece ser una constante en lo que hoy conocemos como homosexualidad. El esquema central es que alguien que antes se consideraba (¿era?) heterosexual, sufre una crisis de identidad como resultado de la cual llega a considerarse homosexual. Esto diferencia a los homosexuales de cualquier otra minoría:. Ya mencioné que nadie descubre a los quince, a los veinte o a los cincuenta años que es negro o judío. Como vimos, probablemente esta sea una de las causas del mayor temor y rechazo ante el homosexual: todos hemos tenido algún tipo de fantasías homoeróticas y un homosexual es la prueba viviente de que cualquiera podría serlo y expone así la contingencia de la heterosexualidad. En el programa de televisión norteamericano El show de Jane Witney, una de las integrantes del grupo musical Fem to Fem declara que intentan promover una imagen positiva para las jóvenes lesbianas norteamericanas y se atreve a preguntar a la audiencia cuántos de los presentes han pensado en la homosexualidad como una posibilidad. Sólo una mujer levanta la mano. "Están mintiendo -asegura la joven-, porque yo lo puse en sus cabezas y ahora ya lo pensaron".

 

La homosexualidad y la crítica de la modernidad

El papel de la ciencia no ha sido siempre el más humanitario. En particular, el enfoque naturalista se superpuso al demoníaco, contribuyendo a nuestro actual sentido común de la homosexualidad. En este sentido, el "monstruo" de la primera parte es en todo caso el montruo de Frankenstein, porque en parte su creador también fue un científico. Pero el proyecto moderno no ha logrado completarse. Aunque la potencialidad de la tecnología es incuestionable, la modernidad no ha resuelto su problema último: la felicidad humana. Fue un proyecto humanista que terminó en la carrera armamentista, un proyecto individualista que terminó en la masificación, un proyecto colonizador que destruyó el medio ambiente, un proyecto democrático que aplastó a las minorías y un proyecto económico que no erradicó la pobreza. Recién en la segunda mitad de nuestro siglo, cuando las dudas sobre el proyecto moderno se abren paso5 se pone de manifiesto una mentalidad diferente: Seidman (1992) llama la atención acerca de la oposición de los posmodernistas contra la pretensión moderna de que la ciencia es "el" conocimiento ontológicamente basado —y por lo tanto, superior a todo otro discurso—, y remarca la íntima relación del postmodernismo con nuevos movimientos sociales (ecologistas, consumidores, presos carcelarios, parte del feminismo norteamericano). En el curso de sus luchas, estos grupos cuestionaron el derecho de la ciencia a crear convenciones simbólicas y normativas que a menudo contribuyeron a oprimirlos. Seidman ilustra este proceso aludiendo al ejemplo de los homosexuales: "En el movimiento gay podemos observar un desplazamiento similar hacia una posición postmodernista…la lucha por afirmar sus propias identidades es esencialmente un asunto de políticas culturales, es decir, una lucha sobre la representación pública de la homosexualidad. En esta política es central el análisis crítico de la ciencia y sus valuartes institucionales (hospitales, clínicas psiquiátricas, instituciones mentales, prisiones, escuelas, asociaciones científicas [laboratorios]). Los gays ven a la ciencia como una fuerza social estratégicamente implicada en las relaciones de control de la sexualidad. Específicamente, han documentado las formas en las cuales la ciencia oprime a los homosexuales al autorizar concepciones del deseo o la intimidad homosexual como síntomas de una enfermedad mental, como un estado de inferioridad moral, o como una patología social. Los individuos que tienen deseos homosexuales son un tipo humano moralmente inferior y socialmente peligroso: el homosexual. (Seidman, 1992: 52-53)

Precisamente, entre las miríadas de grupos "alternativos" nacidos o desarrollados durante los años sesenta, el movimiento gay es una excepción: todavía vive. Está saludable e incluso creciendo. Una pregunta inmediata acerca de esta excepcionalidad es: ¿renunció a sus metas originales y se ha unido al establishment heterocentrado? O, más bien; ¿ha sido el movimiento de liberación homosexual más creativo que los otros reclamos "sesentistas" (amor libre, vida en comunidad, ideología hippie, etcétera.) y encontró maneras más exitosas de lograr sus metas? Dentro de la academia o nó, las nuevas postvanguardias se embarcan en una crítica de la representación (para el caso, de la representación tradicional de la homosexualidad). Pero en lugar de imponer un nuevo sentido "alternativo", denuncian la inexistencia de un sentido último: la homosexualidad no es sino lo que decidamos hacer de ella.


Referencias

  1. El tipo de "representante" que a veces los politólogos llaman "delegado" o "comisionado" (Pitkin, 1967) actúa para proteger los intereses de un grupo específico dentro del electorado general (una provincia, una minoría -como en el caso de un diputado gay-, un sindicato). El término "delegado" sugiere que es enviado en una capacidad oficial, por un grupo organizado. Es enviado en comisión.
  2. Un buen ejemplo de esta obsesión es la antología de literatura homosexual The epistemology of the closet (Sedgwick, Eve [1990], Univ. of California Press, Berkeley)
  3. Las metáforas espaciales para expresar el encerramiento del homosexual en las sociedades heterocentradas, como la expresión inglesa closeted gay, son constantes. En Buenos Aires, una de las más grandes discotecas gay, "Bunker" (refugio), apuesta a dar la imagen de un espacio seguro y aislado de la sanción heterosocial.
  4. Esto probablemente determina la extrema popularidad de las religiones afrobrasileñas entre los homosexuales y -particularmente- entre los travestis. Por un lado, estas religiones no condenan la homosexualidad y, por otro, el hecho de que sus espíritus tengan género permite que un pai do santo pueda "incorporar" un espíritu femenino, generando una superficie aceptable para el transvestismo y el transgénero.
  5. No voy a definir aquí el término "posmodernidad". En La condición posmoderna, Lyotard presenta un diagnóstico de sus implicaciones culturales.

(Este artículo selecciona algunos pasajes del libro recientemente publicado "Uruguay Homosexual". Trilce, 1996).

Alteridades

Artículos publicados en esta serie:

  • (I) Las otras del "otro sexo" (Rita Gutiérrez-Ros, Nº 118)
  • (II) Homosexualidad y discurso sobre Sida (Carlos B. Muñoz, Nº 120)
  • (III) Sexo Seguro: ¿una nueva cultura gay? (Carlos B. Muñoz, Nº123).
  • (IV) El Río de la Plata. Sociedades de racismo sutil. (Teresa Porzecanski, Nº126)
  • (V) Invirtiendo el telescopio (Kaija Kaitavuori, Nº 131)
  • (VI) El caso de Paraguay, Tiempo y cultura (R. L. Céspedes- J. N. Caballero Nº 143)
  • (VII) Africa en la cultura de América (Gerardo Mosquera, Nº 144)


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Revista al tema del hombre
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