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Crónica de un entierro anunciado

Mario Trajtenberg

Los lectores de esta revista han tenido oportunidad (relaciones n° 144) de leer una detallada crónica de dos ofensivas animadas por el escritor Frederic Crews: contra el movimiento de la "memoria recuperada" (que explota recuerdos más o menos fantaseados de personas que creen haber sido víctima de abusos sexuales en su niñez) y contra el psicoanálisis en general y la personalidad de Freud en especial.

La ofensiva, en su aspecto más doctrinario (y, digamos, más sacrílego), lleva ya varios años. A tono con nuestra época, ha llegado ahora hasta las pantallas de Internet, donde existe una dirección de "Web" llamada "Burying Freud" (El entierro de Freud), en la cual, con gran velocidad e inmediatez, se han sucedido artículos, comentarios, reacciones, aportes cáusticos o eruditos, procedentes de EE.UU., Inglaterra, Francia, Canadá, Brasil y Argentina.(*)

La existencia de este juego/diálogo internético sobre Freud ha permitido sin duda una circulación algo mayor de los análisis y opiniones. Pero no mucho mayor: si uno se fija en la cantidad de lectores que asisten al "entierro", según el recuento de consultas que hace y divulga el moderador de la discusión, verá que no son tantos, salvo en lo que tiene que ver con un artículo de The Lancet, (v. infra); y que, para tener una idea de adónde va el psicoanálisis, es mejor seguir la bibliografía o leer relaciones... que también, por cierto, tiene su página en Internet. Las ventajas del foro electrónico se resumen en su agilidad y en la posibilidad de ver en acción a algunos fuertes polemistas.

El equívoco del cuerpo

La escena de los ataques y contraataques más recientes a la integridad de Freud y la disciplina psicoanalítica se traslada a Inglaterra, el país donde murió el maestro y sobrevivió su doctrina. Gracias a un brulote de Tim Kendall en el diario Evening Standard, nos enteramos así de que ha aparecido en ese país Why Freud was wrong: sin, science and psychoanalysis (Por qué Freud estaba errado: pecado, ciencia y psicoanálisis) de Richard Webster, 500 páginas, obra sustentada por la tesis de que Freud persistió en un equívoco fundamental de la tradición judeocristiana consistente en considerar el cuerpo humano como algo sucio y ocultable, que aguarda su redención a través de la religión o del psicoanálisis.

En un artículo que publica la prestigiosa revista médica The Lancet, R.C.Tallis, un profesor de medicina geriátrica, llama al libro de Webster "una crítica definitiva de la cual no parece probable que se recupere algún día la reputación de Freud y de la seudociencia que inventó". El artículo del profesor Tallis, desde su mismo título ("El entierro de Freud") fue el motor de la última etapa de esta controversia, y se parecería a otros ataques que siempre ha hecho la profesión médica a los psicoanalistas legos si no llevara lejos la rememoración de la bibliografía hostil a Freud en los últimos veinte años, desde P.B. Medawar, zoólogo y Premio Nobel quien en un artículo de 1975 llamaba al psicoanálisis "el fraude intelectual más considerable del siglo XX", y pasando por A. Esterson, que en Seductive mirage ("Un espejismo seductor", 1993) muestra la confusión deliberada que hizo Freud entre su diagnóstico presente de los pacientes y lo que éstos relataban de sus recuerdos: "como un estudiante médico de primer año o un hipocondríaco que formula diagnósticos, Freud concluía que todo lo que escuchaba en sus consultas podía ajustarse a sus teorías". En un estudio de 1983 que también cita Tallis, Freud and cocaine ("Freud y la cocaína"), E.M. Thornton sostenía que Freud fue influido en forma crucial por un abandono de las conquistas científicas de su época, por los desatinos místicos y numerológicos de su amigo Wilhelm Fliess (a quien llamaba "Un Képler de la biología") y por su propia adicción a la cocaína.

Sobre los méritos de Webster como escritor también hay discrepancia: Tim Kendall califica a su libro de "no sólo deprimente sino francamente tedioso", mientras que Tallis lo consagra "brillante narrador". Es totalmente absorbente, dice, su descripción de los albores del movimiento psicoanalítico, de los cismas irracionales y vengativos como guerras de religión, los amores que se convierten en odios, la paranoia, el abuso del juicio clínico para descalificar a los enemigos, el insulto personal y demonológico como respuesta a desacuerdos razonados.

Qué se contesta

Comentarios a todo esto de diversos interesados que se asoman a Internet:

"Es difícil que alguien con el mínimo respeto hacia el método científico no concuerde en que las especulaciones de Freud no son hipótesis científicas."

"El psicoanálisis está muerto como terapia. La mayoría de los pacientes son candidatos a psicoanalistas".

"Ojalá los psiquiatras tuvieran algo más que drogas para ofrecer a sus pacientes."

"¿Quién podría haber previsto, 50 años atrás, que un día las computadoras estarían conectadas internacionalmente mediante un lenguaje derivado de la libre asociación?"

"Tallis no tiene la menor idea de cómo funciona la situación clínica. Lo que importa es la relación entre analista y analizado, y no lo que escribió Freud de ella."

"Es asombroso que tanta gente que niega el psicoanálisis con argumentos científicos carezca de toda experiencia del análisis".

"Sería interesante recordar todos los servicios fúnebres de Freud celebrados por varios autores desde que empezó el psicoanálisis."

Unos meses antes de que The Lancet publicara el artículo de Tallis, salió en el Sunday Times de Londres una nota que anticipa y contesta uno de los argumentos manejados en este debate, y que ya había sido largamente desarrollado por A. Grunbaum en The foundations of psychoanalysis ("El basamento del psicoanálisis", 1984): el de que el psicoanálisis no es una ciencia. Su autor, el psicoanalista y antropólogo Paul Williams, dice que los promotores de la ofensiva actual contra Freud se niegan a distinguir entre los aspectos válidos de su teoría y aquéllos (los de alcance antropológico y religioso) que no han podido confirmarse; y, más importante, a distinguir entre el hombre (falible) y su descubrimiento, que ha alterado radicalmente la visión que el ser humano tiene de sí mismo y del mundo. Freud llegó a la conclusión de que el inconciente es contradictorio y lábil, y para explicarlo desarrolló un nuevo vocabulario y una nueva hermenéutica. Los enemigos de Freud, dice Williams, no pueden hacer frente a esta evidencia e insisten en una crítica puramente intelectualista, que es completamente incapaz de explicar fenómenos surreales e intangibles.

Varios aportes a la polémica comentan justamente el problema epistemológico planteado por el psicoanálisis: su triunfo o fracaso como fundación de una ciencia humana dotada de criterios propios para justificar la validez de sus afirmaciones, un problema que ya planteaba Charles Brenner en 1970, en Psychoanalysis and philosophy ("Psicoanálisis y filosofía") resumiendo las dificultades: el hecho de que el psicoanalista no es testigo de la conducta del paciente sino sólo receptor de una comunicación verbal; la imposibilidad de aplicar un método experimental (aquí el psicoanálisis está en buena compañía: la misma dificultad existe en astronomía y en paleontología); el hecho de que los datos no pueden cuantificarse, y el de que muchos provienen de personas psíquicamente enfermas o inestables. Entre otros un profesor de la Universidad de La Plata, Daniel Gómez Dupertuis, participa en la discusión para recordar la imposibilidad de las mediciones en ciencia social y afirmar que la nueva dimensión introducida por Freud es la esperanza (de una mejoría, de una cura), virtud teologal que el psicoanalista está obligado a estimular en sus pacientes.

Una gran tradición

En un ensayo aparecido el pasado diciembre en la revista norteamericana The New Republic, el filósofo y psicoanalista Jonathan Lear, autor de Love and its place in nature ("El amor y su lugar en la naturaleza", 1990), quiebra una lanza similar a la de Paul Williams en favor de la disciplina. Refiriéndose a la censura ejercida contra una exposición de la Biblioteca del Congreso (ver relaciones Nº 147), Lear recuerda que, en una portada de 1993, la revista Time preguntaba "¿Ha muerto Freud?" (y, en 1966, "¿Ha muerto Dios?") y pregunta cuáles serán las razones de un ataque tan vehemente. Halla tres: 1) los notables progresos en el conocimiento del cerebro y en el uso de nuevas drogas como el Prozac hacen especular que un día no harán falta más tratamientos "confesionales"; 2) los consumidores se afilian a seguros médicos que dan preferencia a la farmacoterapia; 3) hay una reacción contra el prestigio inflado del psicoanálisis y la hagiografía de Freud.

Este análisis lleva en línea recta a la mayor limitación que tiene el psicoanálisis en los Estados Unidos: el que, contra la opinión expresa de Freud, sólo puedan ejercerlo los médicos. Es así como en ese país ha sido víctima primero de un exclusivismo corporativo, luego de una inflación de esperanzas que no puede satisfacer, y por fin de una crítica revisionista.

Jonathan Lear recuerda que Freud era por sobre todo un explorador de la condición humana, como los grandes escritores y filósofos. El hilo que reúne a todas esas tentativas es la insistencia en que el bienestar tiene sentidos que no están al alcance de la conciencia. En las tragedias de Sófocles, el otro dominio del sentido está en el mundo de la divinidad, que sólo podemos atisbar a través de los oráculos; y si desatendemos los oráculos por una creencia arrogante en nuestra lucidez y nuestro poder, provocamos una catástrofe. El logro importante de Freud fue situar ese sentido oculto en el mundo humano.

"¿Qué es, en realidad, el complejo de Edipo?", pregunta Jonathan Lear. "El parricidio de Edipo y su incesto con la madre son consecuencias y no causas de su fracaso. Su error fundamental fue dar por sentado que el sentido es accesible a la razón humana. Horrorizado ante el oráculo de Delfos, huye de los que erróneamente cree sus padres. En el camino, mata a su padre verdadero y no para hasta caer en brazos de su madre.... Edipo se creía que con su pura razón podía contradecir al oráculo, cosa que Sófocles consideraba un sacrilegio, dado que ese significado oscuro viene de una fuente divina. ... El mensaje de Sófocles a los ciudadanos atenienses que llenaban los teatros era: sólo podéis desatender los significados inconscientes a vuestra cuenta y riesgo. Hacedlo, y tendréis el destino de Edipo. Los ciudadanos de una democracia deben observar una cierta humildad. Debemos tener cuidado con que lo que creemos un ejercicio de razón no sea un medio para ocultar y al mismo tiempo expresar una irracionalidad de la cual no somos conscientes."

Y, con respecto a la acusación de que el psicoanálisis no es científico: "Si imitara los métodos de la ciencia física, no serviría para interpretar el alma humana". Si la gente siempre se condujera de una manera racional y explicable, el psicoanálisis no tendría ninguna utilidad. Pero no es así: la gente tiene a menudo una conducta extraña, en su propio perjuicio y de los que la rodean. La verdadera actitud del analista es ser profundamente humilde frente a la infinita complejidad de otro ser humano."

¿Astucias retóricas?

Nuestro conocido Frederick Crews dedicó expresamente una conferencia a refutar a Jonathan Lear y su "trémula irracionalidad". Ya que el filósofo sitúa a Freud en la línea de los grandes pensadores -Platón, San Agustín, Nietzsche, etc.- pregunta qué agregó de original a lo que éstos habían descubierto, y cuáles afirmaciones de Freud han recibido una confirmación exterior a su propio sistema de creencias. Crews ataca en particular, como ya lo había hecho varias veces, a quienes defienden o pasan por alto los vaivenes iniciales de Freud en cuanto a la teoría de la seducción, y se niegan a incriminarlo por la evidente sugestión que ejerció sobre sus pacientes para que le relataran (en l895 como en l995) que habían sido violadas por sus padres.

Uno de los aportes más recientes a la polémica es una reseña publicada por Frederick Crews sobre Freud evaluated: the completed arc ("Evaluación de Freud: se cierra el arco", 1991), del australiano Malcolm Macmillan, reseña que a su vez ha sido volcada en estas páginas de Internet (la dirección de Crews, para quien quiera continuar el diálogo, es fredc@violet.berkeley.edu). Esta obra, en la estimación de Crews, es el cuarto clásico en el revisionismo antifreudiano después de The discovery of the unconscious ("El descubrimiento del inconsciente", 1970) de Henri Ellenberger, el monumental Freud, biologist of the mind ("Freud, biólogo de la mente", 1979) de Frank Sulloway, y el ya citado Foundations of psychoanalysis de Adolf Grunbaum.

El método de Macmillan es contar paso a paso la carrera de Freud, dando el contexto de cada avatar de su teoría, con lo cual muestra que sus confusiones y métodos coercitivos iban siguiéndolo y empujándolo hacia nuevas "mistificaciones". Cada complicación del modelo apareció, no para explicar la observación de una conducta conflictiva, sino para empapelar la falta de coherencia entre su teoría anterior y la presunta evidencia. En toda su carrera la vinculación entre evidencia y teoría se estableció "por una astucia retórica y nada más". Por ejemplo cuando Freud declaraba que el inconsciente no distingue entre recuerdos reales y fantaseados, no comunicaba un hecho verificable sino que estaba improvisando una excusa para el derrumbe de su teoría de la seducción, ahorrándose la vergüenza de tener que confesar que no había encontrado ninguna relación entre un material sexual supuestamente reprimido y el origen de las neurosis, y además "disimulando la ominosa tendencia de su método de investigación a generar falsos resultados".

Duelo inconcluso

Frente a este embate implacable contra la persona del fundador, que toma muy poco en cuenta los aportes teóricos de sus continuadores, quizá no le falte razón a Jonathan Lear cuando dice que el problema es que a Freud, muerto hace ya 57 años, no quieren dejarlo en paz. Es el propio maestro quien nos enseñó que sólo cuando aceptamos la muerte de alguien que ha sido importante para nosotros podemos comenzar nuestro duelo. "Así como la democracia exige reconocer que se ha muerto el rey, como persona y como institución, el reconocimiento democrático de que cada persona es creadora de significados simbólicos inconscientes exige aceptar que Freud está muerto. Lo que importa, como bien entendía el propio Freud, es qué somos capaces de hacer con los significados que construimos."

Posdata: Varios médicos y psicólogos, autores de una investigación auspiciada por el estado de Washington sobre la "memoria reprimida", firman una carta con las conclusiones de la encuesta, carta que se ha divulgado también por Internet.

La carta muestra que, al amparo de la legislación, se presentaron entre 1991 y 1995 en dicho estado 670 pedidos de terapia por parte de personas que aducían haber sido objeto de abuso sexual en la infancia: 325 fueron aceptados.

Un estudio de los casos, luego de iniciado el tratamiento, reveló que casi todos los pacientes (97 %) declaraban haber sido objeto de ritos satánicos, iniciados cuando tenían como promedio siete meses de edad. El 76 % recordó actos de canibalismo y el 69 % dijo haber sido torturados con arañas. Todos recordaron torturas o mutilaciones, pero éstas no pudieron ser corroboradas bajo examen médico.

Estos resultados preliminares, dicen los autores de la encuesta, "indican muy claramente que los métodos terapéuticos de recuperación de la memoria practicados actualmente son dañinos para el paciente. Además, no se ha comprobado científicamente en absoluto la validez de los recuerdos recuperados."

Bien, ahora a hacer la digestión.

(*) Psinet ha "bajado" estos archivos y los puso a disposición de relaciones.


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