19/10/91
ESTAN
PARA SERVIR POR AMOR
Perfecto.
Mi Señor, ya escuchaste a tu hijo.
Es como verlos a todos, pero ahora me presentas claro, claro a esos otros
hijos tuyos, mi Señor, como TU dices, tus ángeles, tus ángeles,
para TI todos son tus ángeles y eso es lo maravilloso. Ahí están,
mi Señor.
Pero te veo a TI, pero es como una representación, y de pronto veo
a muchos más que se arrodillan con las manos así, las manos
extendidas. Y dice el Padre:
Están
para servir,
así se ofrecieron por Amor,
están para servir,
ayuda invalorable
en esta total consagración.
Las manos no estarán vacías,
aunque digan: nada tengo acá,
vuestras manos estarán llenas,
de dones, de gracias,
que pronto las distribuirán.
Vuestras manos como faros en el puerto,
para iluminar los caminos.
Muchos se sentirán atraídos y dirán:
¿Pero esto es cierto?
vivirán la realidad que anuncio.
Mi Palabra pronto en todo cumplida estará,
pasarán estos momentos amargos y tan oscuros
para vivir,
no como siervos, sino como hermanos,
ayudando, sonriendo, en una palabra,
en una caricia, en un ejemplo,
como siempre lo ofrecerán.
Mi
Señor, pero veo muchos que están dando ese ejemplo hoy día.
Quienes están en la casa, como cuando TU dijiste: cuando uno alce la
voz, el otro no la alce más porque es un volcán que ruge y....
y TU has dicho, pero cuando uno alce la voz para decir te quiero tanto...!
y el otro más fuerte para decir: pero yo más a ti que tu a mi.
Y estoy viendo en eso, como cuando allá en el Arapey, mi Señor,
en aquella reunión, aquella jovencita que llegó destrozada porque
se llevaba mal con su padre y era solamente agresividad. Y yo le dije: dile
a tu papá, cuando le veas así: aunque te pongas enojado sabes
que eres precioso, sabes que eres el papá más lindo, y otro
día otra cosa y en otro momento otra... Y al día siguiente estaba
con su papá en la reunión, felices los dos. Si todos pudiéramos
dar ese ejemplo, mi Señor, si todos pudiéramos hacer así.
Los bendigo como
bendigo los panes,
los bendigo como bendigo cada corazón,
los bendigo porque son todos mis ángeles,
son parte de mi cuerpo,
son promesa hecha realidad,
son promesa que pronto todo cumplido estará.
Que vuestras palabras serán como flores,
que la Tierra se sentirá cubrir,
serán los nuevos jardines,
y los nuevos nombres
que en las flores surgirán por fin.
Serán los frutos para toda la Humanidad,
y hasta las piedras su fruto también darán.
Las nuevas semillas, como he anunciado,
en todo lugar brotarán,
entre la maleza, en los caminos,
en las telas de araña
y hasta en el fuego vivo,
las aguas se sentirán adornar,
porque las flores
también en frutos van a cuajar.
Y ya no habrá hambre en el mundo,
todo cumpliéndose está,
esta guerra, este infortunio,
este desastre, este destruir.
Pero pronto la gran transformación,
no olviden que no soy el Dios destructor,
he dicho tantas veces, hijos míos,
soy el Padre que todo lo voy a transformar,
porque todo será así,
como en un país de maravillas,
la Tierra para todos mis hijos.
Sin fronteras, como he dicho,
no precisarán documentos,
y lo vivirán con estos cuerpos,
mis ángeles que están acá,
también ellos vienen para ayudar.
Mi
Señor, veo seres que están siendo atendidos, veo que ellos están
ayudando. Veo que a alguien es como si le miraran la garganta, pero veo como
una luz que entra en el cuerpo y los van reanimando. ¿Qué están
haciendo, mi Señor? no lo entiendo.
Deja a mis hijos
trabajar,
es la unión entre los hermanos
me
dice EL
hermanos de distintos
sitios,
pero pronto será el gran abrazo de todos,
tal como lo he prometido,
y mis brazos rodeándolos
como un hermoso ramo,
ninguna flor se marchitará, por el contrario.
Y ahora... ahora como siempre -dice EL-
la Paloma también está,
esa palomita, ese Espíritu Santo,
que tantos invocan,
ese Espíritu Santo...
y
ahora la veo grande, grande, mi Señor, y ya no veo paredes, es todo
un espacio gigantesco.
Pero hay un árbol, un árbol muy grande, no me gusta el árbol,
¿qué significa, mi Señor, ese árbol? Me da miedo,
no es el árbol que TU muestras siempre. ¿Está representando
alguna parte del mundo, mi Señor? ¿algún desastre?...
siento el crujir de las ramas. ¿Qué pasa?
Yo te he dicho, muéstrame el dolor para compartirlo, mi Señor,
y estoy compartiendo un dolor muy grande en este momento. ¿Qué
parte del mundo se siente desgajar como ese árbol, se siente destruir?
¿Cuándo? ¿En este momento? ¿Será después?
Ya no veo más al árbol, es como si las aguas lo hubieran arrasado
todo. ¿Qué hay, mi Señor? no lo sé. Pero ahí
está la paloma, otra vez. Y la paloma comienza ahora a sentirse más
fuerte. Se sintió primero como desvalida, ese Espíritu Santo,
y ya se va transformando en la Madre, en la Madre del Cielo, con esas alas
maravillosas. Se sentía como desvalida por todo el sufrimiento y la
veo que se siente fuerte, como si ya fuera el momento de la transformación,
mi Señor, pero ¿cuánto faltará todavía?
TU dices, ya es el tiempo, en todo lo que me fuiste manifestando, en todo,
de Joel, de Jesús, de Jeremías, de Juan, vemos que este es el
tiempo y al mismo momento te pregunto ¿Falta tanto, mi Señor?
ha sido largo y duro el camino. Ahí está esa paloma hecha mujer.
Y esas alas maravillosas, ya no son plumas lo que tiene, son todos tus hijos
prendiditos en las alas, esas son sus plumas, todos sus hijos, ahí
están. Y todos la quieren acariciar, todos. Todos acariciarla. Pero
empieza a juntarlos a todos y es como decirte que no falte ninguno acá.
Y es como que TU vas atrayendo y le pones el Universo entero ahí. Y
todo el borde de las alas está formado por todas las estrellas y un
sol gigantesco ilumina.
No es el sol
-me dice EL-
¿Qué
es, mi Señor?
Es la Tierra
que iluminará más que el sol,
ya te lo he mostrado otra vez.
Y
el sol ¿dónde está?
Escondidito acá,
se siente feliz de sentirse,
ahora él también iluminar.
Y
esas dos lunas nuevas. Muchas veces me habla de dos lunas. Antes decía,
luna nueva de sangre, luna nueva de gloria. Y cuando hace tantos años
yo te preguntaba, cuánto tiempo entre una y otra y la luna de sangre
se cumplió en enero en el Golfo Pérsico. Y ¿cuánto
falta para la otra, para la luna nueva de gloria, mi Señor? Pero ahí
están las dos y no las veo de sangre, las veo hermosas, pero hay dos
lunas nuevas. Ahí están en las alas también. ¿No
me contestas nada?
No -dice
EL-
quien va a responder es Ella,
en su Bendición, en su arrorró,
como lo hace siempre.
Y
ahí está Ella, sí, ahí está para arrullarlos,
ahí está acunándolos en las alas. Y ahí están
todos prendiditos, pero Ella va haciendo todo más chiquito, todo, todo
el Universo, todo como apichonándolo todo para ponerlo en su corazón.
Y están, están en el corazón, aunque estén ahí,
estén donde estén, están en su corazón.
Porque cada uno
somos tres, -dice el Padre-
cada uno es Trinidad,
no lo deben olvidar.
Y ahora esperan de Ti,
y
Ella dice:
Esperan de Mi,
soy Madre, no soy Reina,
no lo deben olvidar,
no me vuelvan a coronar.
Veo,
mi Señor, el mar, y veo que los peces quieren saltar y los peces que
se quieren poner en tonos dorados y quieren saltar para formarle una corona
ellos también. Y veo jardines, hay flores que quieren formar también
coronas. Y Ella sacude la cabeza y no, no quiere nada de eso y vuelve a decir:
Yo no soy Reina,
soy la Madre,
soy Madre del Cielo,
pero soy Madre, no soy Reina,
no, coronas a Mi no.
Y
entonces forman como una danza. Las flores y los peces. Nunca había
visto esto, qué cosa tan maravillosa. Todo como una danza alrededor
de Ella. Ahí sí, ahí es feliz. Es como ver a los pececitos
que van danzando y flores. Y es como si todos también estuvieran danzando
entre las alas. Y Ella les canta a todos, y es como si las aguas del mar acompañaran
en música divina ese arrorró bendición de la Madre.
(Canto en lenguas).
Y es como un eco que se pierde en campanadas, y los
pececitos hacen como una reverencia y las flores se cierran y se vuelven a
abrir como en un saludo. Es maravilloso, es maravilloso. No encuentro palabras
para agradecer todo esto.
Y es como si de pronto cada flor viniera a cada uno y pueden tenerla y la
flor es un fruto, el fruto que cada uno necesita. Y en uno es el fruto de
la fe, y en otro el fruto de la comprensión y en otro la dulzura inmensa,
parece que la flor estuviera llena de miel y la pudieran paladear. Y en otros
es como decir no te sientas solo que aquí también estoy yo.
Y en cada uno llegan y los pececitos van otra vez y vuelven al mar. Y otra
vez vuelve a haber todas las distintas especies, pequeños, más
grandes, más grandes, más grandes, todos como cantando allá
en el fondo del mar y ya no se devoran, ya el grande no come al chico. Está
el respeto, el respeto es recíproco.
Y así
también -dice el Padre-
será en todos mis hijos.
Amén