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Cultura e Identidad uruguaya

Carnaval:
Una curiosa tregua
entre opresores

y oprimidos

Carnaval de Montevideo

por Gonzalo Abella (vecinet-notici@s)

   El Carnaval como fiesta pagana devino en  Europa con el tiempo una curiosa tregua entre opresores y oprimidos. Como válvula de escape, el carnaval permitía (en días acotados) lo que el resto del año se reprimía. Detrás de la máscara y como jugando se decían las cosas que los humildes pensaban bajito y no podían expresar; detrás del disfraz estrafalario estaba la sátira al derroche de la alegre farándula del Poder.
    Hasta el control de la sexualidad, siempre  una forma de control ideológico, se debilitaba y entonces, por unos días reaparecía esbozada la sexualidad aún en  sus formas más reprimidas, a condición de añadir un guiño que hiciera ambiguas las fronteras de la realidad y la fantasía.
    Si el carnaval fue canal de protestas y de mensajes entre líneas de claro cuestionamiento político, las culturas discriminadas intentaron usarlo para perpetuar sus ritos reprimidos "como jugando".
    Los afroamericanos ensayaron primero organizar las cofradías devotas de algún santo para tener un pretexto para reunirse, luego las "salas de nación" donde "como jugando" elegían Rey y Reina, yuyero y mama vieja; luego ensayaron las inocentes piruetas de la capoeira,  que en realidad mantuvieron el estafo físico de sus guerreros, y en nuestro suelo inventaron las "llamadas" ocultando que en realidad llamaban a los espíritus que traían el arma subversiva de la memoria.
    Los afroamericanos organizaron todo eso en las ciudades amuralladas, bajo las narices de sus amos; y las lavanderas de extramuros conectaban estas organizaciones esclavas urbanas  con los nodos libertarios, los "Palenques" y "Quilombos" que eran comunidades negras prófugas en armas en lugares inexpugnables y fortificados de la selva, o comunidades de a caballo de afros en el mundo gaucho.
    Las "llamadas" no necesitan de Carnaval; en Palermo y Sur, en el Buceo, en Malvín y La Unión, y por todos lados (hay cinco cuerdas de tambores en la ciudad de Tacuarembó, hay una en la barra de Maldonado y así  podríamos seguir) cada vez es más fuerte el tronar del tambor, cada vez se expande más  la antigua cuerda ritual hecha identidad  y memoria.
    pero "en los calientes feberros con tamboriles quemados", como dijo el Sabalero, las noches de yacumensa dan un clima especial al repiquetear de las lonjas, a las abuelas de barro y "a esa raza que se sube a los tejados para cantar su cantares tan libres como los pájaros".
    Viví este año la comparsa por dentro. La devoción, la entrega, el clima familiar y solidario, el respeto de los jóvenes por la cultura de sus ancestros y me dí cuenta que la comparsa es una escuela Ahora ¿Cómo hacer para que la escuela sea una comparsa?


El Carnaval 2003

Carnaval de Montevideo

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Guillermo Font 


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