autogestión vecinal

La República - 20/09/00 - página 25

Tras 18 años, el esfuerzo se centra en la reinserción social, laboral y educativa
Tacurú se lanza al rescate
de la juventud uruguaya excluida

La mayoría de edad suele ser una buena excusa para realizar un balance provisional, máxime si se trata de una organización no gubernamental que trabaja con menores procedentes de las consideradas "zonas marginales" y de "alto riesgo". En entrevista con LA REPUBLICA, el Padre Mateo, responsable del Movimiento Tacurú, hizo referencia a los 18 años del movimiento, los ideales y los proyectos futuros.

  El predio donde funciona el Movimiento Tacurú, ubicado en Bernardo Poncini y Aparicio Saravia pertenece, casi en su totalidad, a la Sociedad de San Francisco de Sales. Sólo una pequeña franja es usufructuada por comodato.

En el edificio principal existen tres salones donde funcionan grupos de apoyo escolar, una sala de computación, la dirección, la cocina, la despensa y el salón principal destinado a diferentes actividades.

En el centro del predio, se encuentra la cancha de fútbol y la de básquetbol. Al lado de la construcción central, se ubican los talleres de herrería, carpintería, sanitaria y la huerta que ocupa casi una hectárea, donde un grupo de quince jóvenes realiza tareas de recuperación de la tierra por medio de materia orgánica. Un segundo grupo se encarga de sembrar y recoger la producción de frutas y verduras, que más tarde servirá para cubrir la demanda diaria de la cocina.

El génesis

Desde su creación, en 1981, el Movimiento Tacurú tuvo como objetivos principales acoger a menores con dificultades, ofreciéndoles en una primera instancia una asistencia inmediata y una respuesta a sus necesidades primarias, insertándolos en un ambiente capaz de promover un camino de educación y socialización. Otro propósito es sensibilizar a los habitantes de Montevideo acerca de la problemática que padecen.

Uno de los principales objetivos de esta experiencia es estimular un plan de intervención global por parte de las instituciones públicas. En 1989, se firmaron convenios con el Instituto Nacional del Menor y tres años después, se lograron acuerdos con la comuna capitalina, que posibilitaron el trabajo de mantenimiento en bibliotecas municipales, barrido de calles, limpieza de ferias, centros comunales, espacios verdes, reparación de refugios peatonales y limpieza de playas.

En la actualidad, más de 400 jóvenes están siendo beneficiados por los acuerdos logrados con estas instituciones oficiales. Asimismo, se rubricaron convenios con Antel, OSE, UTE y Ancap.

"Al comienzo el problema era la parte laboral. Las tareas recreativas funcionaban bien. Aquellos jóvenes y adolescentes venían de zonas marginadas y estaban acostumbrados a realizar trabajos informales de cuidacoches, vendedores de caramelos o hurgadores, como forma de supervivencia. Es decir: no existía el sentido de responsabilidad y, por ende, el de pertenencia. No estaban acostumbrados a cumplir un horario, por lo que decidimos realizarlo en forma gradual. Comenzamos con el armado de tapones de plástico, que si bien es un trabajo netamente manual, requiere de atención", destacó el padre Mateo.

Indicó que "primero fue media hora, después una hora, hasta que comprendieron, por sí mismos, que si trabajaban más cobraban más. A partir de ahí comenzaron a hacer el esfuerzo de quedarse más tiempo mejorando la calidad y la producción. Ellos mismos empezaron a agruparse y formar cooperativas. Existe un principio de solidaridad, en la consigna 'esto funciona si yo funciono'".

El esfuerzo rindió sus frutos: los jóvenes descubrieron, a través del trabajo grupal organizado, otras perspectivas de vida. Comenzaron a mejorar sus ingresos y, por ende, la situación económica familiar en la que estaban inmersos.

Educación y trabajo

Otra de las dificultades que abordó desde sus comienzos el Movimiento Tacurú era el alto índice de deserción escolar --que aún se mantiene-- registrado en las zonas más carenciadas del cinturón urbano. Las principales causas están directamente relacionadas en el ingreso al mercado laboral informal a edades tempranas, como única forma de sobrevivir.

Por otra parte, el sistema educativo oficial denota notables carencias evidenciadas en el plano educativo-pedagógico, ya que no está preparado para trabajar en realidades de extrema pobreza. Los docentes no cuentan con una formación adecuada y los programas no tienen en cuenta la situación, la cultura y el origen de donde provienen estos núcleos familiares. En un modelo que no contempla la realidad, muchos son los jóvenes que se sienten rechazados y optan por el abandono. La situación se vuelve dramática: expulsados de la escuela y privados de una especialización profesional, las oportunidades de acceder al mercado laboral son ínfimas.

Los jóvenes que se acercan por primera vez a Tacurú son entrevistados por asistentes sociales, comprobándose que comparten prácticamente la misma problemática. Detrás de cada uno de estos niños hay experiencias negativas semejantes: familias desintegradas, padre ausente o violento, inmersos en una situación de "matriarcado". En su mayoría son situaciones que obligan al menor a abandonar el hogar, viviendo en la calle, resultando, de hecho, estar más expuesto todavía a la violencia de los mayores.

La vida, un ejercicio lúdico

El movimiento Tacurú aspira a abrir otras perspectivas de futuro que no sean el mero trabajo rudimentario y automatizado, apostando a la capacidad de reflexión.

El padre Mateo sostuvo que "la educación era otro de los temas que nosotros debíamos abordar y en el cual seguimos insistiendo. Hay un alto índice de deserción en un sistema educativo que, por su propia constitución, tiende a expulsar a cierta franja de la población. Actualmente, tenemos más de un centenar de niños sin terminar la escuela y, en algunos casos, analfabetos reales. Esta es la otra parte de la propuesta. La interrogante planteada era entonces cómo hacer que esta población, además de entusiasmarse por trabajar, se pueda entusiasmar por terminar la escuela o, por lo menos, tener acceso a la educación".

Los jóvenes que tienen sexto año de escuela aprobado, tienen la posibilidad de concurrir a la Escuela de Oficios Don Bosco donde se dictan cursos de carpintería, herrería, sanitaria y electricidad. El problema es la franja "perdida" de adolescentes, aquellos que se vieron imposibilitados de terminar la escuela.

"Este es el sector que más nos preocupa. Esa franja entre el niño y el adolescente constituye una especie de caldo de cultivo que después lamentamos como menores delincuentes. Ahí es donde se está cocinando la cosa. Me parece que esa franja de chicos entre 12 y 15 años es donde tenemos un gran vacío. Para eso recurrimos al deporte como una forma de enganchar a los jóvenes", expresó a LA REPUBLICA el Padre Mateo.

En el horario de apoyo escolar, que comienza a las 14 horas, funcionan pequeños talleres de música coordinados por docentes; los martes y jueves, en horario nocturno funcionan dos grupos de música: "La sonora Tacurú" y la "Charanga Tacurú", integrados por los más grandes. Los viernes es día de murga: coordinado por la IMM y el Taller Uruguayo de Música Popular (TUMP), una treintena de jóvenes tacuruses concurren al taller. Un elemento a destacar: todas las actividades desarrolladas por el movimiento funcionan en base a grupos.

"La experiencia grupal --señala Mateo-- es el motor del movimiento. Es ahí donde se socializa, se liman asperezas y se acompaña el crecimiento. Los jóvenes más conflictivos son escuchados por su grupo, es el propio grupo que hace a la maduración del integrante. La actividad es muchas veces el pretexto para nuclearlos y compartir".

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© autogestión vecinal (http://www.chasque.apc.org/guifont) Montevideo/URUGUAY
Edición Internet 1999: Guillermo Font


Guillermo Font - ELECTRICISTA
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