
El Marciano, Arturo, Marcos, el Viejo Cultelli, Alexis...
Son demasiados los compañeros nuestros que se van
Demasiadas veces tenemos que hablar de nuestros compañeros en
este lugar.
Hace un tiempo hablamos del sacrificio y de la humildad.
El otro día hablamos de la unidad y de la amplitud.
Ayer hablamos del rigor intelectual y de la contradicción como
madre de todas las cosas.
Hoy tenemos que hablar del orden y la meticulosidad que nos
cuidaba la casa.
El Pato Quartino, antes de irse, él también, nos decía que el
MPP tenía una deuda con Alexis, desde que se había hecho cargo
de la administración y de las finanzas.
Asumía, sin chistar, las tareas que nadie quería.
Durante años y años se
hizo cargo de nuestra casa y la cuidó como si fuera suya. A
veces sin consultar, a veces peleándose con los compañeros,
transformándose en algo así como el patrón del local y las
finanzas.
Eran las tareas más incómodas.
Tanto fue así que, un día, a un compañero se le ocurrió decir
que eso no era vida y planteó que empezara a ir a la Mesa
plítica del FA para que tuviera otros vínculos, otras
relaciones, otras cosas...
Y así se hizo.
Fue la segunda vuelta de Alexis a la dirección del Frente
Amplio.
Porque él no lo decía, pero cuando trabajaba en Mecanizada del
ANCAP, había integrado la dirección del 26 de Marzo –el viejo
26 de Marzo- junto a Mario Benedetti, Domingo Carlevaro, el
flaco Beletti, Rúben Sasano, el Turco Amir y tantos otros
compañeros entrañables. Y, como representante del viejo 26 de
Marzo, integró el Plenario nacional y la Mesa Política del
Frente Amplio, en aquella época, cuando se estaba incubando la
dictadura.
Pero él no lo decía.
Tampoco decía nada sobre las firmas que había juntado para
derogar la ley de asociación de ANCAP. Esa ANCAP a la que se
había reintegrado en 1987. En la que había organizado, fundado
una agrupación del MPP en 1989.
A veces decía algo sobre el asentamiento que recorría en
Camino Carrasco para repartir el Participando y hablar con la
gente. Pero a veces, sólo a veces. Porque Alexis se fue
callado.
Pero antes, a su modo, dio algunas señales.
A mi me dijo que se iba a operar y que la cosa era más
complicada de lo que parecía; que no sabía si iba a volver, y
que, si volvía, no sabía cómo iba a quedar.
Por eso, porque tenía dudas, me dijo que iba a dejar las cosas
en orden: el MPP, su casa, su familia.
Y yo no le creí.
Les pidió a sus compañeros de agrupación que le hicieran una
despedida, y los compañeros no le creyeron: le respondieron
que se dejara de embromar y que le iban a hacer una despedida
cuando volviera.
No le creímos que podía no volver, y ahora lo estamos
despidiendo con el cariño que le profesaban los que lo
conocían de cerca.
Alexis se fue callado.
Pero yo nunca vi tanto cariño y tanta ternura como vi a su
alrededor cuando estaba con su madre, sus hermanas, su
compañera, sus hijas; cuando los cuidaban mientras dormía y le
hablaban para intentar una recuperación que fue imposible.
Lo acariciaban y le hablaban de sus compañeros y de sus
amigos, le hablaban de sus cosas, le cantaban canciones de
murga, lo rodearon de una atmósfera cotidiana cargada de
cariño.
Ese cariño y esa ternura escribieron, mientras lo cuidaban,
unas palabras. Palabras de Anne Marie que merecían ser mejor
leídas que lo que las voy a leer yo, Pero igual las quiero
leer:
Y yo canto por mi vida
Y porque vos sos un milagro
Que ayuda a curar heridas:
El cuerpo que no se rompe
La sangre que no se pierde
El corazón que resiste
Y que enseña resistencia
-siempre enseña resistencia
Nunca resignación-
Estos días han sido muy duros
-mala racha u gualicho, quien sabe-
mas parece que unirse es la clave
porque al hoy se nos vino el futuro
ya andarán carburando, seguro
-sin siquiera escuchar mis canciones-
qué medidas y cuáles acciones
tomarán los que como vos nacen
a otra vida, y como se hacen en el cielo las revoluciones.
¡Hasta siempre Alexis¡
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