Astronomía - Personajes

Eugene Merle Shoemaker

      Eugene Shoemaker nace en Los Angeles, California, el 28 de abril de 1928. Su temprano interés en la geología le permite graduarse a los 19 años en el California Institute of Technology en Pasadena. Un año más tarde, logra un máster, en el mismo instituto, con una tesis sobre la petrología de las rocas precámbricas. Con sólo 20 años ingresa en el prestigioso United States Geological Survey (USGS), vinculación que sostuvo durante el resto de su vida. Para alcanzar estos logros se necesita una mente brillante, pero Shoemaker era además creativo y tenaz, y desde su primer comisión con el USGS, que le encargara investigar los depósitos de uranio en Colorado y Utah, se interesa por la Luna, considerando la posibilidad real de viajar hasta ella con la inquietud de determinar la participación relativa de los volcanes y los impactos meteóricos en la formación de sus innumerables cráteres. 

      En 1951 se casa con Carolyn Spellman. Un año más tarde, viaja a Arizona, y su visita al famoso cráter (hoy conocido como “Meteor Crater”) le permitió relacionar sus características con las de los cráteres lunares, y plantear que se hubiera originado por el impacto de un asteroide. En 1954 obtiene un máster en la Universidad de Princeton y dos años más tarde, recomienda al USGS la preparación de un mapa geológico de la Luna. Pero este proyecto debió ser postergado pues en esa época de guerra fría, los Estados Unidos tenían interés estratégico en las prospecciones y producción de plutonio, en las que también participa. 

      Durante sus siguientes comisiones, trabaja en búsqueda de uranio en los cráteres de volcanes erosionados y en las llanuras de Yuca, en el estado de Nevada, estudia el formado por una explosión nuclear subterránea en cuyos alrededores descubre, junto con Edward Chao, restos de cohesita, una clase de cuarzo que se forma bajo presiones muy elevadas como las que acompañan la formación de cráteres de impacto y que no son posibles en un volcán. 

      En 1960, obtiene su doctorado en la Universidad de Princeton, con una importante tesis en que demuestra que el Cráter de Arizona, no era de origen volcánico, como se especulaba entonces, sino que fue producido por el colosal impacto de un asteroide de 300 metros de diámetro. Más adelante, él y su equipo demostrarían que el cataclismo tuvo lugar hace unos 50.000 años, poco tiempo antes de que los humanos llegaran a poblar esta zona de la llanura del Colorado. 

      La búsqueda de sucesos de similar naturaleza, lo llevó a estudiar la Depresión de Ries, en Alemania central, la que se suponía era los restos erosionados de un antiguo volcán. Las evidencias necesarias para determinar el origen de la misma, las encuentra en las piedras de los muros de la iglesia de Saint George, en la ciudad de Nürtingen. Allí, la abundante presencia de cohesita, confirma que la Depresión del Ries, se originó con el impacto de un asteroide con un diámetro 20 veces mayor que el del cráter de Arizona. 

      A partir de 1961, el USGS participa en las misiones Ranger destinadas a la Luna, y el entrenamiento de astronautas para su futura exploración, en la que Eugene desea intervenir personalmente. Sin embargo, se le diagnostica el padecimiento del Mal de Addison, que afecta las glándulas suprarrenales, y le obliga a renunciar a la carrera de astronauta. No obstante por su desempeño excepcional, el USGS lo nombra científico jefe del Centro de Astrogeología que se funda en Flagstaff en 1965, y allí organiza las actividades geológicas planificadas para las visitas lunares. En esa época la mayoría de los científicos opinaba que la multitud de cráteres que cubren la Luna eran de origen volcánico, en contraste con Shoemaker que sostenía que eran las huellas de innumerables impactos, registrados desde su formación, pues, en sus palabras: “La Luna es una pizarra que nadie ha borrado”. 

      Además de una mente brillante, Eugene fue dueño de una personalidad exuberante y comunicativa, con gran sentido del humor y un gran respeto por todos sus colaboradores y colegas. Una de ellas en el USGS, relata que antes de una de sus conferencias, un joven científico que aún no lo conocía, le preguntó a ella quién era el hombre del vozarrón, y su respuesta fue: “Es el dios de la geología planetaria y, como todos sabemos, los dioses no susurran”.

      En 1969 regresa a Caltech, en Passadena, como profesor de geología y decide aplicar sus conocimientos geológicos sobre la formación y distribución de los cráteres de impacto terrestres y lunares para estudiar los objetos astronómicos que los formaron. Junto con Eleanor Helin, desarrolla un plan para investigar tales objetos, principalmente los asteroides “Apolo”, con el telescopio Schmidt de 0,46 metros de Monte Palomar. Estos objetos derivan su nombre del asteroide “1862 Apolo”, y sus órbitas tienen semiejes mayores de más de una UA y perihelios de menos de 1,017 UA, con recorridos exteriores pero cercanos a la órbita de la Tierra. En 1973 se producen los primeros hallazgos importantes, hasta que en 1980, Carolyn asume la interpretación de las películas tomadas con el Schmidt. En 1982, Helin se desvincula del programa y poco después se produce el descubrimiento de Nefertiti, un asteroide del grupo Amor, con un perihelio de tan solo 0,13 UA (unidades astronómicas) por fuera de la órbita terrestre. En 1983, descubren el primer cometa de la serie de 32 que llevarán el nombre Shoemaker. Durante el programa de búsqueda, que se extendió hasta 1994, descubrieron 40 asteroides de los grupos Apolo, Amor y Aten (con órbitas heliocéntricas que están fuera, a través y por dentro de la órbita terrestre, respectivamente). 

      El punto culminante de esta fructífera exploración ocurre en marzo de 1993, cuando uno de los 32 cometas, al que llaman Shoemaker-Levy 9, es fotografiado apenas luego de su fragmentación en 21 bloques mayores, que en la placa lucían como un borrón alargado. Los cálculos mostraron que la subdivisión fue causada por las muy fuertes solicitaciones gravitatorias a que estuvo sometido durante su anterior pasaje próximo a Júpiter, que tuvo lugar en julio de 1992, y que entre el 16 y el 22 de julio de 1994, los fragmentos habrían de precipitarse sobre el hemisferio sur de Júpiter a una velocidad promedio de 60 km. por segundo. Y así sucedió, y por ejemplo, el fragmento “G”—uno de los mayores— generó un penacho de gases brillantes de 3000 km. de altura y sobre la superficie dejó una serie de anillos obscuros concéntricos que unas horas luego del impacto abarcaban más del doble del tamaño de la Tierra. 

      Esta fue la primera colisión planetaria registrada por el hombre y las imágenes tomadas por el telescopio Hubble fueron vistas por televisión, por más de mil millones de personas. Para enorme satisfacción de los Shoemaker, la naturaleza misma confirmó sus llamados de atención y recomendaciones sobre la necesidad de establecer un relevamiento de todos los asteroides de órbitas que puedan interceptar la terrestre. Asimismo, este acontecimiento único, ejemplificó la precariedad de la supervivencia en la Tierra, que también habrá de ser, antes o después, blanco de impactos similares, y despertó el interés por el estudio de posibles líneas de acción evasiva. 

      Shoemaker recibió muchos merecidos honores, siendo los más importantes: la Medalla Wetherill del Instituto Franklin en 1965, la elección para integrar la Academia Nacional de Ciencias en 1980, el premio Gilbert de la Sociedad Geológica Americana en 1983, el Premio Kuiper de la Sociedad Astronómica Americana en 1984 y el máximo galardón científico de los Estados Unidos, la National Medal of Science en 1992. 

      De su matrimonio con Carolyn nacen tres hijos: Patrick, Christine y Clara

      Eugene falleció en un accidente automovilístico el 18 de julio de 1997, en Alice Springs, Australia, a donde había ido en compañía de Carolyn para estudiar las características de sus cráteres de impacto. 
El 6 de enero de 1998, sus cenizas fueron transportadas a bordo de la sonda Lunar Prospector de la NASA, que luego de cumplir su misión exploratoria, el 31 de julio de 1999 fue precipitada sobre la Luna. Así treinta años después del primer alunizaje, Shoemaker se convierte en el primer ser humano cuyos restos descansan fuera de la Tierra. 
 

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