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Cultura e Identidad uruguaya

Gardel, foto del uruguayo Silva

Carlos Gardel (VII)

Un 24 de junio hace 65 años comenzaba la leyenda
Gardel, ¿quién otro?
Desde su trágica muerte hasta nuestros días, tangueros, historiadores, periodistas y escritores se han interesado por el fenómeno Carlos Gardel. Virtudes, elogios y también defectos se le han atribuido durante este tiempo, pero su voz --que es lo que realmente importa-- vence al olvido, irremediablemente.

El zorzal. Una manera de ser, de pensar, de amar y de decir que, de golpe, pasó para siempre al mito de lo rioplatense. 

Ruben Borrazás
LA REPUBLICA - 24/6/00

Año a año la historia de Carlos Gardel y de su muerte se reactualizan cada 24 de junio y sirve para que mediante discursos y homenajes se recuerden sus valores artísticos.

Con su muerte nació la leyenda de El Zorzal, El morocho del Abasto, el que cada día canta mejor y con pícara ironía El Mudo, apodos con los cuales la imaginación popular intenta explicar una pasión con olor a tango.

Sucede que Gardel se ganó la admiración y el favor de las multitudes no sólo con su voz privilegiada.

Su sonrisa, su peinada, su presencia viril y la leyenda, alimentaron la imaginación de todos los rioplatenses siendo una de las razones de su permanente presencia y misterio.

La gente lo llenó de virtudes: es el mejor amigo y por eso lo admiran todos los hombres; es el de más pinta y por eso lo aman las mujeres; es el mejor hijo y por eso lo quieren las madres. No importa qué hay de cierto en todo esto, Gardel no está en la gente: él es la gente.

Pero también se le admira, por que es lo que se quiere ser en la vida: un triunfador. Carlos Gardel es el triunfo de los de abajo, de los que están en la orilla, representa el sueño de llegar, de ascender socialmente, en especial en aquellos años y en estas ciudades rioplatenses conformadas por hijos de inmigrantes.

La cultura gardeliana
Varias generaciones de rioplatenses nacieron y crecieron impactados por el encanto de su voz y de su arrolladora personalidad. Durante varios años se constituyó en el arquetipo del hombre rioplatense y éste encontró en él toda su expresión cultural.

No sólo impuso su peinado a la gomina, un estilo de lucir el sombrero, una manera de vestirse y hasta un fuerte acento machista en sus posturas.

Gardel impuso una manera de ser, de pensar, de amar y de decir. Gravitó con su voz en todo el panorama de la música y el canto, enseñando cómo se debe decir y cantar el tango.

Los sueños, como las aspiraciones y las esperanzas del hombre medio porteño o montevideano se corporizaron en su figura. A su manera estos pueblos necesitaron de Gardel para comprender sus orígenes y lograr su identidad.

Entre su siempre polémico nacimiento y el accidente de Medellín, transcurrió una vida en la que se mezclaron la pobreza, el triunfo y la gloria. En la lucha, la muerte y el mito de Carlos Gardel hay --sin duda-- un resumen de una gran parte de la historia de los habitantes de estas urbes rioplatenses.

Un nuevo aniversario de su muerte es otra oportunidad para reconocernos en su canto y en su figura. Más allá de nuestras diferencias y de la forma en que cada cual valorice su calidad artística, hay un hecho en el cual todos estamos de acuedo: Gardel es nuestro y, a sesenta y cinco años de su trágica muerte, sigue siendo un valor irrepetible de nuestra cultura.

Debe de haber mucho de cierto en aquella confesión del escritor Juan Carlos Onetti a Alfredo Zitarrosa. "Poné que Gardel es el hecho cultural más importante que Uruguay le dio al mundo".

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