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Diario Clarín de Buenos Aires/ARGENTINA
Jueves 31 de diciembre de 1998
ANIVERSARIO: HORACIO QUIROGA
Hace 120 años nació un gran maestro del cuento
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El
31 de diciembre, se sabe, es una fecha simbólica. Y en el mundo
de la literatura, el último día del año adquiere un
significado extra: hace exactamente 120 años nacía en
Salto, Uruguay, el escritor Horacio Quiroga. La última hoja
del calendario se convierte hoy en un pretexto para recordar, una vez más,
a un fabricante de historias que nunca pierde vigencia.
De una vida signada por la tragedia surgió, seguramente, el impulso
creador de uno de los precursores del cuento rioplatense. Hablar de su
obra no parece posible sin contar su propia historia. La muerte, la soledad,
la decadencia, el fracaso y la lucha por evitarlos es constante en el autor
y sus personajes.
Su carrera de cuentista abarca prácticamente 40 años, desde
la publicación, en 1901, de Los arrecifes de coral hasta
Más allá, editada en 1935, dos años antes de
su muerte.
El joven Quiroga se mudó a Buenos Aires en 1902. Y un año
más tarde llegó a Misiones, como fotógrafo de la misión
de estudio que el Ministerio de Instrucción Pública le había
encomendado a Leopoldo Lugones. En 1909 se instaló con su primera
esposa en una casa que hizo construir en San Ignacio.
Allí vivió hasta 1916 y, aunque intentó ganarse la
vida como uno más -pescó, hizo vino de naranjas, fabricó
anilinas y mosaicos y fue carpintero- su verdadera pasión fue la
literatura. La selva misionera lo atrapó y se convirtió en
escenario de sus célebres Cuentos de la selva y de Los
desterrados, entre otras obras, muchas de ellas infantiles.
La muerte, personaje central en la mayoría de sus cuentos, tuvo
un rol protagónico en su historia personal. Su padre murió
accidentalmente en una cacería. Su padrastro, paralítico,
se disparó un tiro de escopeta cuando Quiroga era un adolescente.
Pocos años después, en 1902, mientras examinaba una pistola,
se le escapó un tiro que mató a su mejor amigo, Federico
Ferrando. Y en 1915 se suicidó su esposa.
Dos años después se publicó Cuentos de amor, de
locura y de muerte, una de las obras que mejor ilustran la problemática
de las relaciones de pareja frustradas, decadentes y hasta morbosas. El
tema vuelve a aparecer en Anaconda (1921), encarnado en nuevos personajes
y situaciones.
Además de la selva misionera, Quiroga se animó a penetrar
en otro territorio poco explorado por entonces: el cine. Y a partir de
1919 delineó las primeras críticas desde las páginas
de El Hogar y Caras y Caretas.
El 19 de febrero de 1937, frente a un diagnóstico de cáncer,
a los 59 años Quiroga optó por el cianuro. La muerte, que
lo rondaba desde la adolescencia, clavó su última daga en
el viejo Hospital de Clínicas de Buenos Aires.
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