autogestión vecinal

Marcha de FUCVAM a Punta del Este

Diario La República
"No tengo nada personal con Stirling,
pero el ministro del Interior tiene un problema
personal con la libertad de prensa"

Batió todos los records: transmitió desde las nueve de la mañana hasta la una y media de la tarde en directo y caminando. Cuando llegó a destino lo detuvieron. Durante la caminata fue atendido por los médicos porque la presión arterial le jugó una mala pasada. Igual siguió. Hablamos de Alberto Silva, del programa Amargueando, con quien pusimos el replay para que nos contara la otra cara de la marcha de Fucvam que se realizó el pasado fin de semana. La entrevista completa va hoy a las 22 horas en 1410 AM LIBRE.

por RAUL LEGNANI Diario La República

--¿Qué le parece si empezamos a caminar? ¿Con qué expectativa comenzó la marcha?

--Yo siento que el campo popular no logra transmitir las vivencias de lo que organiza y que muchos están fascinados con los piqueteros, con los Sin Tierra, pero no conocen y hasta desprecian lo que es una marcha. Yo me preguntaba si esta caminata no venía de cuando los charrúas marcharon casi tres siglos para que el imperio no pudiera con ellos, siendo la tribu más bravía. O cuando los gauchos prendían fuego sus casas y sus cultivos para irse con Artigas. O cuando muchachos muy jóvenes marcharon a Punta del Este para apoyar a una isla que estaba siendo cercada por la OEA. O cuando los cañeros atravesaron todo el país con sus familias. Siento que todo esto muchas veces queda en una textura gris. Eso me da pena, me preocupa, sobre todo pensando en los muchachos. Mi expectativa era marchar en pie de igualdad con los caminantes y poder contar la plataforma, sí, pero fundamentalmente la otra vivencia, en el ejercicio de un periodismo con compromiso en serio.

--Estamos en el arranque ¿qué está viendo?

--Que si la marcha no se organizaba iba a haber lío (se ríe). Es que caminaban con mucho entusiasmo. Salimos de la sede de Fucvam, a unas cinco cuadras de Tres Cruces, donde un día planté un ibirapitá. La primera impresión que retengo es a esos muchachos y algunos señores con un palito, acomodando autos, muy entusiasmados con la marcha. Y la aparición de algunos cartelitos en Tres Cruces, de gente que podía ser calificada como de marginal. Luego, cuando llegamos a la altura del Estadio Centenario, percibí que la marcha ya no era de Fucvam, que allí había otra cosa. Allí estaba el resumen de que estamos muy mal, que hay mucha angustia. Allí estaba la celeste, estaba la rebeldía. Los primeros dos carteles organizados que saludaron a la marcha no fueron ni de sindicatos, ni de partidos políticos. Uno decía "Huerta orgánica". Claro que de inmediato salió gente del Hospital de Clínicas a la vereda, saludando también desde todos los pisos. Fue muy emocionante. También surgieron coches muy caros, que en algún momento valieron 60 mil dólares, tocando sus bocinas.

--Estamos avanzando por Avenida Italia.

--Ahora aparece un carrito que nos acompañó unos cuantos kilómetros. Con el carrito va el señor, la señora, un par de nenitos y una banderita uruguaya de nailon. Siempre al costado de la marcha, por la calle paralela. Es parte y no es parte de la caminata.

De inmediato aparece el complejo Miramar, donde hay una escuela. De golpe salen todos los niños y se ponen contra el alambre a saludar y aplaudir. Es muy fuerte, muy lindo. Cuando llegamos a Canelones surgen los coheteros, que es su mejor momento... pa, pu, pa. Siempre la mayoría de las banderas son uruguayas y algunas del Frente y sus sectores. En este momento el sol comienza a apretar y empiezan algunos problemas, para los que llevaron championes nuevos (se ríe), cuando había que llevar dos pares de championes usados. Es en el ingreso a Canelones que se demuestra la organización en la desorganización. Por momentos formamos de a cuatro, por momentos de a dos o de tres. Pero nunca se pasa de la raya de la banquina y jamás se corta una vía de tránsito. Ahí se comienza a desplegar toda la otra "infra": un equipo de médicos, una ambulancia, las motos, los camiones y dos baños químicos. Aquí se suma mucha gente que está en la oposición al intendente de Canelones, que ha hecho una muy mala gestión, sobre todo en la Ciudad de la Costa.

--Acá nos pegamos un susto bárbaro, porque una de las primeras tomas de Canal 4 fue a usted tomándose la presión. Creíamos que se había entregado...

--Sí, me bajó mucho la presión. En el primer tramo tuve 9-6. Me dieron suero, al que me hice adicto (se ríe). Lo peor no fueron los 142 kilómetros, ni transmitir en directo toda la mañana, sino ese suero compuesto de tres cucharadas de azúcar, una del sal en agua.

--¿Cómo fue el mediodía?

--Al llegar el mediodía se habían consumido 700 litros de agua y se asaron 90 pollos, con mucha ensalada.

--¿Y la noche? ¿Muertos?

--Muy cansados. Nos detenemos en Neptunia, frente al Tropa Vieja. Allí tendemos carpas, sillas para todos, equipo electrógeno propio, amplificación. Buenas música: Los Buitres y La Vela. Nos atienden los de sanidad, fundamentalmente para curar las ampollas y calmar los calambres. Acá fue la segunda comida caliente, compartida entre todos. Nos damos un baño en el Tropa Vieja, jugamos al truco. Hablamos de fútbol, los varones de las mujeres y las mujeres de los hombres, algo de las familias. Yo hablo mucho con los muchachos de Paysandú, sobre los afectos más próximos y más sencillos.

--¿Fue bravo levantarse?

--Sí. Es que nos acostamos como doce y pico, nos dormimos sobre la una y nos levantamos a las cinco. Es, además, una marcha pacífica, ejemplar. No hubo un solo parte policial, no hubo consumo de drogas, no hubo un solo robo. Yo la hice toda a pie. Transmití el jueves de 17 a 17 y 30, el viernes lo mismo y el sábado, desde las 9 de la mañana hasta las 13 y 30. Nunca me quise subir ni a una moto, ni a un auto, ni siquiera durante la transmisión. Fue a verme gente (se ríe) para comprobar si realmente estaba caminando, porque no me creían (vuelve a reírse). Eso me hizo mucha gracia. Siento que a través de 1410 AM LIBRE generamos una práctica de periodismo comprometido, alternativo en serio. No hubo nada grabado, todo fue en vivo. Logramos sacar telefónicamente a la dirigencia de Fucvam cuando salía del Ministerio del Interior y cuando les impedían pasar de a uno, contactarlos con los marchistas y sumar los gritos de los que alentaban desde el camino.

--Llegamos a Punta del este, ¿Cuándo comienza a intuir que estaba llegando la hora de la verdad?

--Cuando cambió la actitud de la Caminera, que fue el segundo día. Alguna jerarquía se puso un poco más tosca. Cuando salimos de Pan de Azúcar los tiras nos comienzan a filmar desde un coche particular. Uno de esos tiras se contactó, en un momento, con un comandante de Caminera que estaba con potentes binoculares. También se juntó el movimiento de muchos civiles en coche. Vi que algo estaban tramando e incluso pensé que podía ser peor. El sábado de mañana se resuelve en una asamblea que se va a traspasar la valla dispuesta por las autoridades, de a uno y por la vereda, sin banderas, sin carteles, identificados, a cara descubierta, con el documento de identidad en la mano, para depositar una flor en la plaza de nuestro padre, de nuestro prócer. Ahí intuí que algo estaba por pasar.

--¿Cuándo se precipita la situación?

--Cuando termina el acto, próximo a las ocho y media de la noche. La Policía ya está con un despliegue inaudito: esos grupos Geo, los Ninjas con esos disfraces que tienen, con una escopetas que no sé qué tiran, no sé si son perdigones, si es gas, si es el soporte para tirar el cartucho de gas. A eso agregale la imaginación de todos: "Que son tantos, que la caballería, que hay más escondidos", los campamentos de tiras que se detectaron. Hay una foto en que todos estamos con la cara muy tensa: "¿nos van a romper la cabeza, vamos a estar detenidos un par de días, vamos a ser procesados, qué puede pasar si avanzamos?". Fue una actitud de resistencia pacífica, pero el aire se corta con cuchillo. Yo ya había resuelto pasar.

--¿Usted llevaba una flor?

--No, no. Yo siempre estuve como periodista. Automáticamente me detienen al pasar el primer cordón. Es un despliegue descabellado. Nos ponen en fila, de a uno, custodiados por un doble cordón policial. En el momento que me dicen que pase a la comisaría de Punta Ballena me toman los datos, me identifico como periodista y me hacen pasar a una salita, se me hace un cacheo, se me mete en un patio junto al resto de los detenidos. Al rato se nos traslada a una unidad que vino de Montevideo, un coche para llevar presos. Carlos Peláez me grita, preguntándose por qué estoy preso. Es una situación muy tensa, muy tensa, porque estos grupos policiales gritaban, hacen ruido. Cosas que yo escuché durante la dictadura argentina o cuando el plebiscito de Pinochet. Yo conozco los códigos de ellos. En eso nos trasladan y es cuando saco el carné por la ventana, donde toman esa foto que está recorriendo el mundo. Finalmente hacemos todo un recorrido por Punta del Este y aparecemos en la comisaría de Pan de Azúcar. Allí nuevamente se me toman los datos, donde nuevamente me identifico como periodista. Me pasan a un patio al aire libre y en la noche el grupo recupera la libertad. Hasta el momento no se me ha notificado cuál es mi condición: si tengo que presentarme, si esto genera antecedentes penales, si existe la posibilidad de 18 meses de prisión. No sé.

--¿Tomaron datos y declaraciones?

--No, sólo datos. Nombre, edad, domicilio, cédula de identidad, actividad. Yo estoy esperando. Lo mío fue una vuelta a Punta del Este, porque la semana anterior había estado en contacto con el ministro Bordaberry, porque como ciudadano y periodista quería dar lo nombres de los Supermercados que habían remarcado abusivamente los precios. Es que Punta del Este es un lugar emblemático, de donde yo he transmitido apoyando al turismo.

Yo entiendo que todo este operativo tiene como responsable último al ministro del Interior, el escribano Guillermo Stirling.

--¿ Está enojado con el ministro?

--Enojado no. No tengo nada personal con Stirling, me da la impresión de ser una buena persona, pero él tiene un problema personal con la libertad de prensa. Yo sigo esperando una disculpa por mi detención. No por mí, sino por lo que yo represento. Cada paso que caminaba eran miles los que lo hacían conmigo. Cada vez que emitía una opinión, ésta llegaba a miles de hogares. Yo estaban representando a un colectivo y estaba ejerciendo un derecho de un Estado democrático que es el libre paso a la información, a los lugares de los hechos, de un periodista. En este caso hay un agravante: soy un periodista comprometido en serio. No soy como algunos de los que estaban allí con corbata y con traje, levantándole centros al represor. El hecho de que yo haya transmitido toda la marcha a cara descubierta, en directo, en un espacio según encuestas está primero, amplificado por LA REPUBLICA, le da una legitimidad al trabajo. Nadie desconocía que yo salí desde el primer momento con los manifestantes. Hubiera sido un mal periodista, un cobarde y un mal compañero de los caminantes, si no hubiera traspasado ese cerco policial. Yo cumplí con mi obligación, cumplí con mi deber y en ese marco es que sigo esperando una disculpa de mi detención por parte del ministro Guillermo Stirling.

A la vez siento que a Stirling lo embagayaron. Estoy seguro que él no le pidió al Grupo Geo que gritara "Vamos a aplastar al cascarriaje". Alguien ha dicho que pudo haber habido algún consumo de algo de nuestros muchachos represores... y estoy de acuerdo de que Stirling no está de acuerdo con eso. Estoy seguro que ese disparatado operativo no contó con su aval. No puedo pensar que al ministro del Interior se le haya ocurrido gastar combustible, sueldos y películas, en filmar a gente que a su vez está siendo acompañada por otra gente que la está contando de a una, más un helicóptero que también lo está filmando, más todos los tiras... ¡por Dios, esto es un dislate! ¡Es un mamarracho!

¡Esto es alguien que quiere jugar a los "covoy", alguien que es un provocador! Siento que en gran tramo del operativo el ministro fue embagayado. Pero no nos podemos acostumbrar a que los periodistas no puedan trabajar y se les pueda detener y encima no pasa nada. No, no. no. Todo esto fue un bochorno. Fue un retroceso en las libertades públicas y en lo que tiene que ver con mi persona es algo gravísimo. Es mi primera detención desde la reapertura de la democracia. Fue la detención de un periodista ejerciendo su tarea.

 

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