autogestión vecinal

La Leyenda de Soledad Cruz - Gonzalo Abella (*)

Capítulo V I I

Pero creo que Soledad volvió al Uruguay una vez más.

Los acontecimientos fueron más o menos así. Un tal Venancio Flores, apoyado por el Imperio de Brasil y por los unitarios de Mitre, dio un Golpe de Estado en la República Oriental. Se comprometió a pagar la ayuda militar y financiera recibida de los dos gobiernos vecinos colaborando a su vez en la destrucción del Paraguay independiente. Pero primero tenía que asegurar su poder.

Con armamento y créditos europeos (la vieja Inglaterra colonial se frotaba las manos con alegría) y con el apoyo de la escuadra imperial brasileña que se amunicionó en Buenos Aires, este Venancio Flores avanzó sobre Paysandú, la única ciudad donde se resistió la infamia. Pero en Paysandú había un gigante de la patria, rodeado de gigantes y gigantas y la Ciudad Heroica resistió.

Soledad ya no tenía muchos motivos para volver al Uruguay, porque su hija había muerto, era cenizas entre las cenizas de San Borja del Yí. En cuanto a sus nietos, Soledad comprendía que estaban más protegidos en el anonimato, en manos amigas y confiables. Pese a todo Paysandú fue una clarinada demasiado fuerte para la antigua lancera. Eso creo.

.....................................................

Era una hermosa mujer, sin duda; joven de rostro muy blanco, cabello castaño, silueta esbelta. Pero llegaba pálida y agotada, empapada de sudor, enfundada en un vestido elegante y muy ajado por el viaje largo y febril. Se desplomó junto a la blanca capilla de CambaCuá, bajo la enramada de los tambores. Parecía que sólo había esperado ver algo reconocible, una señal de los negros que había venido a buscar a esa tierra de guaraníes, para luego perder el conocimiento.

Un niño de diez años, Cándido Silva, la había visto llegar, había hablado con ella.

-Dijo que venía de Paysandú, de parte de Leandro Gómez, a pedir ayuda. Que había llegado el momento de la Hermandad.

-¿Hermandad? Nuestro tío Ansina sabía de eso; pero ahora...

-Ledesma sabe. Ledesma es nuestro contacto con la Hermandad. ¿Cómo no sabés vos eso? Ledesma está en Guarambaré, llámenlo.

-¿Qué hacemos con esta mujer?

-Llévenla al rancho de la tía Soledad. Ella está carpiendo en el mandiocal; avísenle. ¡Esperen! Lleven su maleta de viaje también.

Soledad vestía de luto riguroso por aquellos días. La muerte reciente de su hija entre las llamas de San Borja del Yí había sido un golpe anunciado pero terrible. Su rostro estaba avejentado, pero conservaba cierta belleza extraña y una energía sobrenatural en la mirada. Sólo los niños más pequeños de CambaCuá la hacían sonreír, y entonces, por un momento, volvía a ser la joven lancera que Lucio había amado.

Ahora observaba fijamente a la pálida forastera desvanecida y tendida en su catre. Esta mujer blanca, todavía joven, venía de Paysandú; así le había dicho Candidito en el mandiocal. Habría que llamar a Ledesma, y hoy lo encontrarían hablándole a la tumba fresca de Ansina, porque era aniversario de su muerte.

De pronto, la desmayada suspiró hondo y dio señales de volver en sí. Un desasosiego profundo agitó su respiración y se irguió violentamente en el catre.

-¿Estoy en Camba Cuá?

-Descansá, hermana. Hay tiempo para hablar. Tomá un poco de agua.

-No hay tiempo. Me llamo Magdalena. ¿Tú sos Soledad?

-¿Cómo supiste?

-No sé. Sos exactamente como te pensé. Ayudame a encontrar a Ledesma, por favor. Paysandú está rodeado por tierra y por el río. La escuadra brasileña está bombardeando la ciudad desde hace más de un año. El traidor Venancio Flores consiguió armamento europeo, muy moderno, e impide que lleguen auxilios por tierra a los defensores. Leandro Gómez ha dicho que luchará hasta sucumbir y es necesario apoyarlo. Ustedes son parte de la Hermandad, y son orientales...

-Tarde se acuerdan algunos de la Hermandad, como tarde se acordaron de los charrúas. Pero no te preocupes; el Presidente Francisco Solano ha dicho que Paysandú es la primera trinchera de la independencia paraguaya. Estamos preparados para ir allá, porque ese es el legado de Ansina y de Artigas. Mirá por esta ventana. ¿Ves?... Apoyate en mí para mirar. Ese jinete al galope que viene por ahí, levantando polvadera, seguro es Ledesma. ¡Pero no te levantes, mujer! Vas a tener que recibirlo en mi catre. Dejame arreglarte el vestido y si querés, perfumate con agua de romero; para lavarte no tenés tiempo, ya que estás tan ansiosa por hablar. Y ahorrá las energías para la prosa, que prosiar es tu misión, según parece. Así. Reclinate así; ya desmontó, siento sus pasos.

-¿Mba'éicha pa? ¿Moópa... dónde está la kuñá Uruguái... Ah, buen día. Soy Ledesma.

-Gracias a Dios que lo veo. Esta carta es para usted, capitán. Si no sabe leer, yo puedo...

-En el Paraguay todos sabemos leer. Permítame.

El puño de Ledesma se crispaba sobre el facón a medida que leía. No era preocupación, pensó Magdalena; era ansiedad por entrar en combate.

-¡Por fin se acuerdan de nosotros! Tenemos autorización del Presidente López. Trescientos lanceros de Camba Cuá saldremos mañana para Paysandú. Soledad, vos ocupate de convocar a las mujeres. Ya hay como treinta voluntarias, ¿no?

-Deben ser más. Estuvimos viendo por dónde atravesar el continente con el mayor sigilo. Tuvimos una reunión con mujeres de la red guaraní del sur brasileño. En los momentos importantes nos acordamos de ellas, como cuando el viaje de Francisco de los Santos al Janeiro... ¿Te acordás? Pero creo que el camino va a ser por las Misiones argentinas y por Corrientes, hasta el Paso del Salto Grande ...Es importante no chocar con los agentes de Mitre en el camino. Los federales entrerrianos ya están esperando para darnos apoyo, y los hermanos afro de Santa Fé y Corrientes nos darán alojamiento y víveres. Como ves, Magdalena, sólo estábamos esperando una señal de ustedes...

-¿Puedo volver con ustedes? ¿No? ¿Por que se ríe, capitán Ledesma?

-No debe. No sé que piensa Soledad, pero Usted sería una mosca blanca entre nosotros... Respetamos su coraje, no es fácil para una orientala de su condición social llegar hasta aquí, y sola... Pero nuestra forma de viajar es diferente, nuestros hermanos afro nos tienden una mano muy humilde y viajaremos con mil privaciones. Quizás los charrúas sobrevivientes, disfrazados ahora de paisanos, nos dén una mano en el río Uruguay, pero todo será muy a nuestro modo. Su viaje es diferente, hermana Magdalena. Usted debe volver por la ruta de los blancos. Le pediremos a López un salvoconducto especial que le facilitará las cosas hasta Encarnación; un salvoconducto que por su propio bien deberá destruir una vez llegada a tierra argentina. Y ahora discúlpeme, pero debo tomar medidas urgentes. Soledad, que a esta mujer no le falte alimento, y que se le prepare un baño... No me mires con furia, mujer del Demonio; ya sé lo que vas a decir, que vos te ocupás de esas cosas sin necesidad de que te digan nada y que yo sólo sé dar órdenes; ya sé tu discurso, sos mejor payadora que el finado Ansina. Ahorrá palabras y ayudala, y yo me voy antes de que me tires con la olla.

<------ La Leyenda de Soledad Cruz

    de Gonzalo Abella (*)

CAP. V I I I

(*) Maestro e investigador de las raíces multiculturales de nuestra región, ha sido docente en seis países latinoamericanos. Ha escrito numerosos trabajos sobre temas educativos, sociales, históricos y novelas.
Volver a Indice

© autogestión vecinal (http://www.chasque.apc.org/guifont) Montevideo/URUGUAY

Edición Internet 1998: Guillermo Font


Guillermo Font - ELECTRICISTA

correoCorreo Electrónico: guifont@chasque.apc.org

Montevideo - URUGUAY