Sacralizar la maternidad, delegando en la mujer toda la carga
doméstica y la crianza de los hijos, definiéndose él, en el me-
jor de los casos, sólo como "ayudante", con lo cual limita la
autonomía de la mujer y obstaculiza su desarrollo personal.
Culpar a la mujer de cualquier disfunción familiar -lo cual lleva
implícita la inocencia del varón.
"Despojarse" de su paternidad cuando un hijo o una hija se
porta mal o hace algo indebido: "¡Mira lo que hizo TU hij@!"
Resignificar como negativos cualidades o cambios positivos de
la mujer.
Negar a la mujer su derecho a ser cuidada e imponerle el deber
de ser cuidadora.
Estas y muchas otras microviolencias que tienen lugar en el
ámbito familiar, no se dan solamente en la relación de pareja, sino
que se trata de maniobras de dominación realizadas por los hombres
también con las demás mujeres de la familia, sean éstas sus hijas
o su madre. Sólo ellos, los varones, son los responsables de esos
comportamientos y sólo a ellos les corresponde intentar modificarlos
si desean cambiar su forma de relacionarse con las mujeres.
Seguramente muchos hombres no estarán dispuestos a perder
esa cuota extra de poder y dominación que les ha otorgado la cultura
patriarcal y que muchas veces les sirve para ocultar su baja autoesti-
ma y sus nunca confesadas inseguridades. Pero deben saber que es-
tos comportamientos no garantizan precisamente el amor de sus com-
pañeras y generan, en cambio, mucho resentimiento. Como dice el
Lic. Luis Bonino, "... mantener bajo dominio a la mujer permite tam-
bién ... mantener controlados diversos sentimientos que la mujer pro-
voca, tales como temor, envidia, agresión o dependencia." (L. Bonino,
op.cit., pp. 196-197).