Según el Banco Interamericano de Desarrollo, el costo de la vio- lencia familiar constituye una sangría para las economías de los países de la región. Son impactantes las cifras en millones de dólares consu- midos por los gastos que ocasiona en salud, policía, justicia y disminu- ción de la productividad. A este respecto un estudio del Banco Mun- dial (1993) concluye que las mujeres sometidas a situaciones de violen- cia pierden uno de cada cinco días laborables, por motivos de salud.
Además del impacto de la violencia familiar en la economía de los países, está el impacto que experimentan en la calidad de vida las mujeres sometidas a este tipo de violencia. A los daños físicos y emocionales se agregan los gastos en salud que deben cubrir las pro- pias mujeres y la disminución de sus ingresos para el grupo familiar a causa del ausentismo laboral. Este impacto negativo sobre la calidad de vida de las mujeres se hace evidente por medio de las adicciones, enfermedades psicosomáticas, dificultades en los estudios y en el tra- bajo, falta de satisfacción personal, baja autoestima, suicidios, etc. Se trata de un costo muy alto en calidad de vida, y en vidas, y no sólo para las mujeres, sino también para los hijos por nacer y también para los que ya nacieron, quienes con mayor frecuencia requieren asistencia médica y deben ser hospitalizados a causa de problemas de salud o de la violencia de que ellos son muchas veces también vícti- mas, además de testigos.
En Canadá, este tipo de violencia causa un gasto de U$S 1.600 millones anuales, incluyendo la atención médica de las víctimas y las pérdidas de productividad. En Estados Unidos, diversos estudios deter- minaron pérdidas anuales entre U$S 10.000 millones y U$S 67.000 mi- llones por las mismas razones. Para América Latina y el Caribe casi no hay cifras disponibles, ya que los estudios sobre el impacto económico de la violencia fami- liar en la región son incipientes.