Los organismos financieros internacionales señalan que son cuantiosas las inversiones que deben realizar los países para la creación de servicios y la asignación de recursos destinados a la atención de las múltiples secuelas físicas y psicológicas que padecen las víctimas de violencia familiar. Se trata de inversiones destinadas a preservar la integridad física, emocional y social de las mujeres some- tidas a este tipo de violencia, y contribuir a dignificarlas como perso- nas. Los datos más recientes de América Latina muestran que una manera de reducir la violencia familiar es la mayor participación de la mujer en la fuerza laboral, fenómeno que al mismo tiempo que la dignifica, estimula el desarrollo económico de un país. Un estudio del BID en Nicaragua determinó que son víctimas de violencia física grave el 41% de las mujeres que no trabajan en forma remunerada, mientras que las que trabajan fuera del hogar y cobran un salario por su trabajo, la violencia física grave sólo afecta al 10%. Una estrategia posible para reducir la violencia familiar sería, entonces, promover la participación activa de la mujer en la econo- mía. Para el BID, mejorar la condición de la mujer y desarrollar su potencial económico es una de las vías para alcanzar un creci- miento no sólo más equitativo y más sustentable sino también más justo y más humano.