D A N I E L   E S C A R D Ó
 d a n i e l @ e s c a r d o . o r g

 
MUSEO NACIONAL DE ARTES VISUALES  MONTEVIDEO

INSTALACIÓN ESCULTÓRICA

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Texto  Lic. Jacqueline Lacasa
Directora
Museo Nacional de Artes Visuales 2009

El trabajo progresivo de un proyecto artístico implica un reconocimiento profundo de sus partes, la elaboración de ideas en una estrategia que luego trasmite, comunica y abre nuevas vías para la percepción.
Este tránsito se pone de manifiesto en los diferentes proyectos que ha llevado a cabo el escultor Daniel Escardó, en el desarrollo de sus obras se han podido establecer instancias de construcción que son parte de su investigación y que se afirman en la posibilidad de radiografiar la materia, deconstruir sus estadios de transformación y posicionar la tridimensionalidad del objeto en el campo de producción artístico.
 

De esta forma el artista lleva a cabo la serie: “Árboles de la barbarie”, se compromete sustancialmente con la transformación cotidiana de la naturaleza viva, captura en placas fotográficas las líneas que hacen a la anatomía particular de la misma, juega con la estructura ósea y en su cavidades concreta espacios de luz, logrando que ésta sea materia y la transparencia un espacio de búsqueda.
Su nueva obra es parte de este proceso proyecto y revela una pieza de escala mayor emplazada en el jardín del Museo Nacional de Artes Visuales, cuya peculiar naturaleza se equilibra con el proyecto paisajístico del reconocido Arquitecto Leandro Silva Delgado, en medio de la inminente y deseada recuperación del jardín esta obra se yergue con dimensiones importantes se presenta
como: “Trans-lucida”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Emplazada en un espejo de agua, construida con impecable definición en su estructura, se sostienen de mayor a menor en piezas como vértebras, el paisaje se entremezcla con figuras huecas que filtran la vegetación, recordando en esta armonía la propia organicidad de la que deviene la obra.
El emplazamiento de la escultura por la noche tiene movimiento, generado por el agua el viento y la luz que determinan las circunstancias cambiantes del objeto, permitiendo desde el punto de vista benjaminiano explorar la capacidad de mirar y ser mirado a través del objeto, del aura vital que proporciona la obra de arte.
Esos signos son los únicos capaces de hacer que la mirada sea diversa, que el disfrute sea posible y que el artista logre, como en este caso a partir de Trans - lúcido, el efecto sobre el transeúnte, para ir más allá del contenedor museográfico.