Comisión Nacional de Seguimiento (CNS)
Mujeres por democracia, equidad y ciudadanía - Uruguay

 

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Actuación del Instituto Nacional de la Mujer y la Familia
 

I. Objetivos, metodología y estrategias de la investigación
II. El Instituto Nacional de la Familia y la Mujer: orígenes y desarrollo
IV. Funcionamiento y actuación del INFM, Noviembre 2000 - Octubre 2000
V. Conclusión


III. EVALUACIÓN GENERAL DEL INFM

Antes de analizar el rendimiento de la actual gestión del INFM, se propone resaltar ciertos problemas inherentes al INFM como institución que, a catorce años de su creación, representan obstáculos aparentemente insuperables para un funcionamiento eficiente y eficaz de la misma. Estas dificultades han sido señaladas en reiteradas ocasiones por mujeres de todos los partidos políticos, así como de organizaciones sociales, incluyendo la Comisión Nacional de Seguimiento a los Compromisos de Beijing (CNS).

Recordemos que la PAM recomienda que:
 

  • Para lograr un funcionamiento eficaz de los mecanismos nacionales es preciso que:

  • Ocupen una posición en las más altas instancias posibles de gobierno, y que estén bajo la responsabilidad de un ministro o ministra del gabinete.

  • Existan mecanismos o procesos institucionales que agilicen, según proceda, la planificación descentralizada, la aplicación y el seguimiento con miras a lograr la participación de las organizaciones no gubernamentales y comunitarias, empezando por los niveles más básicos de participación popular.

  • Se disponga de suficientes recursos a nivel presupuestario y de personal profesional capacitado.

  • Haya oportunidades para influir en el desarrollo de todas las políticas gubernamentales.
    (PAM, párrafo 201)

Es de notar que en el caso uruguayo estas cuatro recomendaciones básicas o directamente no se cumplen, o no se han implementado adecuadamente.

Primero, lejos de estar bajo la responsabilidad de un ministro o ministra, el cargo de Dirección del INFM ni siquiera existe en el organigrama del MEC, como constató el Ministro de Educación en su entrevista con la CGE (CGE, 2001: 4), y tampoco se cuenta con la previsión presupuestal correspondiente a ese cargo (INFM Documentos).

Segundo, desde que se refundó el Instituto en 1991, no existe ningún mecanismo institucional permanente que asegure la participación de las organizaciones no gubernamentales en la planificación, aplicación y seguimiento de las acciones del INFM.

Tercero, a pesar del aumento logrado en 2001, el presupuesto del INFM sigue siendo muy limitado. Además, el INFM no tiene autonomía para ejecutar su partida presupuestal, sino que la ejecución de la misma corresponde a la dirección del MEC.

Cuarto, los cometidos del INFM abarcan las cuatro etapas del proceso de creación de políticas públicas: iniciación, elaboración, implementación y evaluación. Sin embargo, dado el bajo rango político y la falta de autonomía del Instituto, sumados a sus pocos recursos económicos y humanos, resulta imposible que el Instituto cumpla con el cometido de "ejecutar" por sí solo políticas nacionales de género. Además, el Instituto carece de las competencias, capacidad y funciones necesarias para incidir en los procesos de formulación e evaluación de políticas públicas llevados a cabo por otros actores gubernamentales. Tampoco existen canales formales de coordinación y diálogo con el resto de los ámbitos estatales —los organismos legislativos y judiciales a nivel nacional y departamental, los entes autónomos y descentralizados y los órganos de contralor.

La falta de una coordinación interinstitucional a nivel del gobierno nacional se debe no sólo a la debilidad institucional del INFM, sino también a la persistencia de una cultura de desconocimiento y/o resistencia al tema de género en todo el estado. Esto, sin duda, ha contribuido a que desde 1995 el INFM no ha logrado promover efectivamente la implementación de las recomendaciones emanadas de la Conferencia de Beijing. En párrafos 293-8 de la PAM, se establecen las acciones que se deben tomar para su implementación, indicando el rol central a desempeñar por los mecanismos nacionales en la elaboración y seguimiento de un plan de acción nacional, asegurando la participación en ambas actividades de representantes de la sociedad civil, en particular organizaciones de mujeres y grupos feministas. En el caso uruguayo, sin embargo, la intención de la anterior directora del INFM, Alba Osores de Lanza, de conformar una Comisión Oficial de Seguimiento y Propuestas de los Compromisos de Beijing, integrada por representantes ministeriales, y de crear comisiones de trabajo con participación de la sociedad civil, según las recomendaciones del PAR (Acción estratégica VIII.c), no se efectivizó, y hasta el día de hoy no se ha concretado un plan de acción nacional.

En términos generales, se puede afirmar que la permanencia institucional que se consiguió con la refundación del INFM en 1991 no se ha traducido en su consolidación ni en su fortalecimiento. La ubicación del INFM dentro del organigrama del estado uruguayo sigue siendo marginal y sus competencias inadecuadas, lo que lo debilita, acotando seriamente sus posibilidades de incidir efectivamente en la agenda política nacional y de cumplir con sus cometidos. No es de extrañarse, entonces, que su existencia tampoco ha conllevado la institucionalización de políticas de género, ni mucho menos la transversalización de una perspectiva de género en todo el estado.

En suma, se puede afirmar que los obstáculos identificados en la Declaración de Beijing +5 reflejan fielmente las dificultades para lograr en Uruguay un mecanismo nacional para el avance de las mujeres eficaz, más allá de la efectividad de gestiones particulares:
 

En una serie de países, la insuficiencia de recursos humanos y financieros y la falta de voluntad y compromiso políticos constituyen el principal obstáculo a que se enfrentan los mecanismos nacionales. Ello se ve intensificado por la insuficiente comprensión de la igualdad entre los géneros y la incorporación de la perspectiva de género por parte de las estructuras gubernamentales, así como por los estereotipos basados en el género que existen, las actividades discriminatorias, la competencia en las prioridades de los gobiernos, y en algunos países, la falta de mandatos claros y una ubicación al margen de las estructuras gubernamentales nacionales, la falta de datos desglosados por sexos y edad en muchas esferas y la aplicación insuficiente de métodos para evaluar los progresos, además de la falta de autoridad y de la insuficiencia de vínculos con la sociedad civil. Las actividades de los mecanismos nacionales se vieron también obstaculizadas por problemas estructurales y de comunicación dentro de los organismos de los gobiernos y entre ellos.
(B+5, párrafo 25, pág. 17)

Asimismo, es evidente que el estado uruguayo está lejos de cumplir con el compromiso asumido cuando firmó el Consenso de Lima, de "fortalecer los mecanismos institucionales para la promoción de la mujer [...], dotándolos de recursos adecuados de toda índole, personalidad jurídica y autonomía presupuestal, así como del respaldo político al más alto nivel" (Lima, párrafo e)).
 

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