Lo utópico y lo científico
La izquierda como proyecto
José Portillo
A lo largo de veinticinco siglos, mucho se ha imaginado y escrito acerca de una sociedad mejor, es decir, acerca de cómo podría y cómo debería estar organizada la convivencia entre los hombres, apuntando a una más justa distribución de bienes. Buena parte de lo imaginado y escrito es lo que ha constituido el pensamiento utópico.
La hipótesis principal de este
trabajo sostiene que la oposición planteada en los últimos
doscientos años entre científico y utópico aplicada a lo
social, es falsa y productora de muchos errores históricos.
En este artículo se considerarán algunas definiciones de
utopía y pensamiento utópico y las principales obras clásicas
del utopismo, así como dos experiencias históricas concretas de
muy diferentes características, pero que se sustentaron muy
claramente en el pensamiento utópico: las misiones jesuíticas
en América entre los siglos XVI y XVIII y el llamado socialismo
real, en especial el que tuvo vigencia en Europa Oriental.
¿Qué utopía?
La utopía y el pensamiento utópico ya
aparecen en el pensamiento antiguo, en la preocupación por
generar un ser social diferente. Esta preocupación y sus
planteamientos pueden ser ideales (inalcanzables e irrealizables)
o utópicos (posibles en tanto se remuevan ciertos obstáculos).
Mannheim (1) ha sido uno de los autores contemporáneos que más
se ha ocupado del tema. Este autor nos enseña "que un
estado de espíritu es utópico cuando resulta incongruente con
la realidad". El pensamiento elabora "objetos" no
reales. Pero para ser utópico el pensamiento debe tratar de
destruir y modificar la situación existente. Para Mannheim es
fundamental en el concepto de utopía "el navegar
contracorriente". Es decir plantear y defender posiciones
contra-hegemónicas, que "rompen los lazos del orden
prevalente".
Cuando las ideas colectivas o el imaginario social ha sostenido
posiciones que trascienden el orden pero sin romperlo, sino que
por el contrario se adecuan armoniosamente a la concepción del
mundo dominante, Mannheim nos habla de ideologías. Pero como muy
bien señala este autor, muchas veces es difícil separar la paja
del trigo: qué es utopía y qué es ideología. En todo caso la
utopía siempre debe tener un cierto contenido revolucionario.
Pero con palabras del propio Mannheim, la relación entre la
utopía y el orden existente es "dialéctica". Citando
al hegeliano Droysen, señala: "La tarea de los hombres
consiste en hacer que de ciertas condiciones surjan nuevos
pensamiento y de los pensamientos, nuevas condiciones". Esta
hipótesis sería la base del planteamiento de Marx. Detrás de
estos planteamientos puede adivinarse a Hegel (2): "Una ley
que oprima a la individualidad singular, un orden del mundo
violento que contradice a la ley del corazón y una humanidad que
padece bajo este orden". El pensamiento utópico sería
aquel que sigue la "ley del corazón". El individuo,
siguiendo esta ley, buscaría no solo su propia "esencia
excelente" sino también "el logro del bien de la
humanidad".
Volviendo a Mannheim, encontramos que los conceptos que el
pensamiento crea no tienen solo fines especulativos, sino muy por
el contrario contribuyen a diagnosticar y eventualmente modificar
situaciones materiales concretas.
Citando a Lamartine, Mannheim dice: "Las utopías solo son a
menudo verdades prematuras". Pero también insiste en el
imbricamiento de utopías e ideologías, y se puede agregar que
en cierta forma serían conceptos dotados de un cierto grado de
relativismo: dependerían del punto de vista con que se miren.
Para este sociólogo, el arte y la filosofía serán formas de
expresión utópica, para reivindicar los valores éticos
centrales del pensamiento occidental: libertad, razón, justicia,
bienestar. Incluso esta "idea liberal humanitaria",
sería como una culminación (aunque transitoria) en el proceso
de desarrollo del pensamiento. Para Mannheim el socialismo y la
utopía liberal son similares o incluso idénticas en tanto
crecen y reivindican el reino de la libertad y la igualdad en un
"remoto futuro". Dichos valores se lograrán cuando el
proceso social llegue a "determinada situación
estructural".
La evolución del pensamiento utópico ha sido hacia el
escepticismo decía Mannheim en el inicio de este siglo. Los
pensadores post-modernos y el neo pragmatismo le han dado la
razón a Mannheim, a fin del mismo siglo. Este artículo intenta
rescatar las características utópicas de varios pensadores
contemporáneos. En todo caso, como ha dicho Gramsci,
"debiera mantenerse el optimismo con el corazón y el
pesimismo con el cerebro". El pensamiento utópico requiere
mucho "del corazón". Mannheim nos habla en términos
kantianos: (existe) "la necesidad de escoger decididamente,
de antemano, nuestro camino y en estrecha relación con él, la
necesidad de un imperativo (utopía) que nos impulse hacia
delante". El mundo moderno se movería aprisionado por dos
fuerzas de tendencia contraria: la utopía y la complacencia
(tanto en lo general y universal como en lo local).
Por eso, todo cambio en la estructura intelectual de la época
debe comprenderse "a la luz de las transformaciones del
elemento utópico". La supresión del componente utópico en
el pensamiento inmoviliza, transforma en cosa.
Para Neusüss (3), la definición de utopía no es tan clara como
planteaba Mannheim. Según este autor son numerosos los conceptos
que se esconden bajo esta palabra.
Parafraseando a Horkheimer, este autor dice: "Si la
ideología provoca apariencia, por el contrario la utopía es el
sueño del verdadero y justo orden de la vida". Este
planteamiento es coincidente con el de Mannheim: las ideologías
son falsos conocimientos en tanto las utopías orientan hacia
"lo verdadero". Y si bien según Neusüss, la utopía
nunca tuvo carácter analítico, "los impulsos críticos de
una teoría social pueden ser utópicos". Este autor
clasifica el pensamiento utópico en tres categorías: fenómenos
literarios, pensamiento sociológico pre-científico y por
último, intenciones vinculadas a la convivencia social.
Algunas de las características centrales del pensamiento
utópico, es difícil independizarlas de algunas de las
características principales del pensamiento científico (no del
método). ¿Por qué entonces el marxismo estuvo tan seguro que
el materialismo histórico había sustituido a la utopía?
Neusüss nos dice que el concepto de utopía "se concibe de
forma científico-histórica, en la medida que tales proyectos
expresan una determinada fase del pensamiento
teórico-social".
Engels (4) descartó lo utópico, siguiendo a Marx, porque sus
nobles intenciones carecían de eficacia y de realismo. La
historia mostraría que el realismo le haría perder la eficacia
a la utopía. Literalmente Engels dice: "Para convertir el
socialismo en una ciencia, no habría más remedio que situarlo
en el terreno de la realidad". En realidad toda la obra de
Engels "Socialismo utópico y socialismo científico"
es más declarativa que argumentativa y no logra convencer sobre
la falsa oposición ciencia-utopía.
Mac Pherson (5) es más explícito: "Se podría sospechar
que hay algo erróneo en una distinción entre lo utópico y lo
científico que hace a los dos términos mutuamente
excluyentes". Para este autor si todo pensamiento utópico
es visionario, todo pensamiento científico también es
visionario. Construye además un paralelismo entre los teóricos
del socialismo y los de la democracia liberal: en ambos casos no
fue el humanismo de los primeros teóricos lo que le restó
cientificidad a la teoría sino su inadecuación en la teoría de
economía política. Por lo tanto según este autor, el humanismo
(entendido como la visión utópica) es condición necesaria
(aunque no suficiente) para "convertir en científica
nuestra teoría" (política). Parece cierto entonces la cita
de Lamartine realizada anteriormente en el sentido de que las
utopías serían verdades prematuras. Por lo tanto su
inadecuación es un problema de enfoque parcial y no de teorías
inconmensurables.
Para otros autores (6) el economicismo marxista fue presa del
objetivo de su combate: el utilitarismo. Para Scavino, siguiendo
a Adorno: "La utopía es entonces lo que tiene lugar a pesar
de que, desde la lógica interna del sistema, desde su legalidad
inmanente, no puede tener lugar". En esta concepción, el
futuro, lo que vendrá, equivale a lo que deberá ser y puede ser
en el presente desde una perspectiva diferente a la del
status-quo. Por eso este autor, al igual que Macpherson, aunque
desde una perspectiva de izquierda, nos habla de "utopías
críticas". Y para Giriza (7): "el ejercicio de la
función utópica constituye una instancia crítica al discurso
realista".
Por lo visto, lo científico y lo utópico no se contraponen, no
son conceptos excluyentes. Por el contrario podrían entenderse
como complementarios. Por encima de toda consideración, ambos
conceptos se caracterizan por tener detrás una concepción
transformadora, superadora. Sea una teoría política o
matemática, siempre como ha demostrado Kuhn (8) existe una
búsqueda permanente del paradigma anormal que sustituye al
normal. Al igual que la utopía "las revoluciones
científicas son aquellos episodios de desarrollo no acumulativo,
en que un antiguo paradigma, es reemplazado completamente o en
parte, por otro nuevo e incomparable".
Este desarrollo no acumulativo implica una gran dosis de
pensamiento utópico en el pensamiento científico. Kuhn dice que
"durante las revoluciones científicas, los científicos ven
cosas nuevas y diferentes al mirar con instrumentos conocidos y
en lugares en lo que ya habían buscado antes". La utopía,
habíamos visto que era un futuro que podía hacerse presente con
un cambio en la cosmovisión hegemónica, y en eso existe una
analogía con una revolución científica.
El propio Kuhn nos habla de que el científico que adopte un
nuevo paradigma debe tener fe. ¿No es este acaso un pensamiento
utópico esperanzado en que lo que debería ser y podría ser,
superando obstáculos presentes será alcanzado? Incluso, en un
apéndice escrito posteriormente a la totalidad del libro que le
diera fama, Kuhn define el paradigma como "las soluciones
concretas de problemas, que empleadas como modelos o ejemplos,
pueden reemplazar reglas explícitas como base de la solución de
los restantes problemas de la ciencia normal". ¿No ha sido
la "República" de Platón un paradigma del pensamiento
utópico?
Lejos de ser conceptos excluyentes, utopía y ciencia, sin ser
sinónimos, pueden ser entendidos como dos áreas circulares con
un área común intersectada. Dicho de otra forma, todo
pensamiento científico es algo utópico y por otra parte, el
pensamiento utópico, puede ser científico (aunque no
necesariamente lo será, dejando excluida la ficción literaria).
Las utopías
Las utopías antiguas fueron numerosas y
numerosos los pensadores incluidos en la categoría de utópico.
Licurgo, alrededor del siglo IX, sería el primer utopista del
occidente, pasando luego por Herodoto, Plinio el Viejo, Platón,
Aristóteles, Faleas de Calcedonia, Hipódamo de Mileto, solo por
mencionar algunos de los pensadores griegos más relevantes.
Sólo consideraremos muy superficialmente algunas
características del pensamiento de Platón y Aristóteles, por
ser obviamente, quienes más influencias han tenido en el
pensamiento occidental en general y en particular en la
conformación del pensamiento utópico (sobre todo político)
como iremos viendo al analizar otros autores y experiencias
políticas muy posteriores.
Como bien dice Gadamer (9) la utopía de Platón es una respuesta
a una crisis profunda de la sociedad ateniense de su época y a
la cultura de la polis, que había caracterizado todo ese
período histórico. Existe en el planteamiento utópico de
Platón una combinación de crítica y propuesta.
La preocupación central de Platón en República, será el
análisis o el intento de conceptualizar la justicia. Los
diálogos nos van permitiendo conocer lo que podría entenderse
por justicia desde un punto de vista del sentido común hasta
nociones conceptualmente más elaboradas. Lo que es necesario
destacar es que para Platón una nueva sociedad como la que él
propone y que tiene muchas características interesantes, tiene
como eje sustantivo la justicia social y la justicia individual.
"El hombre justo en cuanto lo sea, en nada se diferenciará
de la ciudad justa y le será semejante". Permanentemente
existe un planteo en Platón de comparar el "cuerpo
social" con el "cuerpo humano". La armonía o el
equilibrio (la noción de homeostasis) es constante, tanto a
nivel individual como colectivo. Para Platón son fundamentales
no solo un comportamiento ético individual y colectivo, sino y
fundamentalmente, acceder al "conocimiento verdadero"
que se diferencia del sentido común u opinión.
Por lo tanto, en esa nueva sociedad propuesta, la educación,
como herramienta para alcanzar el verdadero conocimiento, será
un tema central. él mismo dice a través de sus diálogos:
"No son aptos para el gobierno de la ciudad los hombres que
no han recibido educación y no tienen conocimiento alguno de la
verdad". En realidad Platón repasa una gran cantidad de
temas vinculados tanto a las virtudes de la ciudad ideal como del
hombre o individuo ideal. Aquí solo queríamos destacar muy
brevemente lo que para él son temas centrales, pero que además
aún hoy lo siguen siendo en una reflexión de 2500 años: cómo
ser más justo y cómo acceder al conocimiento (o a la verdad)
para lograr una sociedad mejor.
Un comentario menor es destacar otra propuesta de Platón: la
analogía del cuerpo social y del cuerpo humano, que será tomada
luego por numerosas escuelas de la teoría sociológica. No
entraremos en los análisis de organización política más
completos existentes en varias obras de Platón, sino solamente
destacamos un elemento que también será importante en la
discusión moderna: la subordinación de todas las áreas de la
sociedad al Estado.
Aristóteles no elaboró una propuesta de ciudad ideal o de
sociedad utópica pero al discutir en sus numerosas obras las
virtudes del hombre en todos los ámbitos de la sociedad,
también elaboró, en cierta forma, una "receta
utópica" y probablemente con mayor grado de complejidad que
Platón. Pero es necesario destacar también que para
Aristóteles la justicia y la equidad son ejes centrales en
cualquier proyecto individual o colectivo. Si bien este tema
está presente en numerosas obras, es fundamentalmente en sus
éticas (11) donde se considera con mayor profundidad.
Si bien existieron numerosos autores y numerosas obras dentro del
ámbito de "lo utópico" las dejamos de lado por obvias
razones de espacio para pasar a considerar muy rápidamente
algunas características de las 3 obras clásicas del
renacimiento, escritas por Moro (12), Campanella (13) y Bacon
(14). Sus respectivas obras fueron producto natural de un
espíritu propio del Renacimiento y que coincide con el
descubrimiento del Nuevo Mundo: recuperar los valores y virtudes
exaltados por los clásicos de la filosofía antigua e imaginar
sociedades nuevas (ahora con un Nuevo Mundo), libres de los
vicios de un sistema civilizatorio europeo, que había generado
mucha iniquidad y mucha injusticia. Junto con Maquiavelo, son
autores que influyeron de sobremanera en los acontecimientos que
originan la Modernidad. En síntesis, son obras altamente
influidas y altamente influyentes.
También en estas obras son la justicia y la sabiduría pilares
centrales, "las cosas justas y sabiamente dispuestas".
La obra de Moro también introduce algunos otros conceptos
interesantes, entre los que se puede destacar su alegato contra
la propiedad privada y el dinero. También interesan aquellos
planteos que buscan compatibilizar el desarrollo individual con
el bien colectivo, como conceptos complementarios y no
excluyentes.
Como dice Gadamer "en esta interminable conversación del
pensamiento", se siguen escuchando algunas palabras que se
repiten: justicia, equidad, desarrollo individual y colectivo
armónico, búsqueda de valores éticos y descarte de
trivialidades. Es una larga conversación (aún en pleno
desarrollo) que busca "el hombre nuevo" y la sociedad
más adecuada. Burke (15) señala: "El debate sobre la corte
alcanzó su apogeo a comienzos del siglo XVI, quizás debido a la
reciente entronización de tres jóvenes monarcas: Carlos V,
Francisco I y Enrique VIII", y para este autor tanto
"La Educación de un Príncipe Cristiano" de Erasmo
como "La Utopía" de Moro fueron referencias centrales.
Este vínculo entre el interés individual y colectivo es lo que
Adorno (16) llama la idea de la verdadera universalidad, la
utopía. Para este autor, siguiendo a Kant, "La razón, en
cuanto yo trascendental supraindividual, contiene en sí la idea
de una libre convivencia entre los hombres en la que estos se
organizan como sujeto universal y superan el conflicto entre la
razón pura y la empírica en la conciente solidaridad del
todo".
Lo real: jesuitas y bolcheviques
Consideramos ahora dos experiencias históricas
concretas, claramente inspiradas en el arsenal conceptual antes
señalado. Una fue llamada "la utopía socialista del
Barroco" y es la experiencia colonizadora de los jesuitas en
América en los siglos XVI al XVIII, y la otra es el llamado
primero "socialismo científico" y luego (menos
ambiciosamente) el "socialismo real" y que consistió
en la aplicación concreta de la propuesta elaborada por Marx
(por lo menos en parte) de transformación social.
Probablemente, ambas experiencias históricas no tienen en común
más que el espíritu utópico que guió a sus ideólogos y
gobernantes. Ambas han desaparecido casi totalmente. Creo que
más allá de ser valiosísimas experiencias históricas (de muy
diferente alcance una y otra) con valores inherentes, tienen
además valores que las trascienden y que justifican su
recuperación. De la primera experiencia se conocen mucho sus
defectos, señalaremos algunas de sus virtudes. Del socialismo
real se conocen mucho sus virtudes, y ahora se conocen más sus
defectos; veremos algunos de estos últimos.
Incluso Lewis Coser (17) ha llegado a comparar a jesuitas y
leninistas en su obra "Las instituciones voraces",
calificándolas de lo que él llama el prototipo de "las
colectividades militantes". Si bien esta comparación se
basa en el comportamiento de sus miembros y no en los principios
que inspiraron ambos proyectos políticos, puede ser entendida
como una consecuencia que podría derivarse
"naturalmente" de dichos principios fundacionales. Y el
propio Coser señala: "Pese a las evidentes diferencias de
ideales y fines doctrinarias, los jesuitas y los leninistas
crearon estructuras organizativas bastante similares con ayuda de
las cuales, llevados por su excesiva "voracidad" y su
obsesión por el orden y la disciplina, trataron de convertir a
sus miembros en instrumentos incondicionales de su lucha por el
poder". Si bien la afirmación de Coser puede sonar
injustamente universal, no deja de estar sustentada en la
descripción de comportamientos reales.
Que los jesuitas estuvieron inspirados por las utopías
platónicas y del Renacimiento, no es necesario inferirlo en una
tarea de exegeta. Son muchos los historiadores que vinculan la
obra de los misioneros con Campanella y con Moro. El jesuita
José M. Peramas (citado en Cayota) (18) publica una obra que se
llama "La República de Platón y los guaraníes". El
origen cosmopolita de diversos países europeos y la amplia
cultura y erudición que poseían no permite dudar que hayan
tenido acceso a la literatura clásica y renacentista. No cabe
duda para los historiadores que no solo pretendían hacer conocer
la palabra de Dios. También se propusieron establecer un
régimen social "distinto" (utópico), basado en los
valores solidarios y comunitarios, apuntando a un régimen
diferente de organización al existente en estas tierras en vías
de colonización, pero incluso también, muy diferente de los
modelos sociales europeos.
Los padres fundadores Maceta y Cataldino señalaban
explícitamente: "Un proyecto de república, basado en el
cristianismo primitivo". Las diferentes descripciones nos
muestran una sociedad compleja, muy planificada, con un control
jesuita de toda la producción y distribución de bienes, pero
también con una regulación del tiempo libre y del ocio (es
conocida la notable predisposición de los guaraníes para la
interpretación de la música con instrumentos por ellos
construidos). Existió una permanente preocupación por la
equidad y la igualdad, en tanto se desestimuló de todas aquellas
costumbres consideradas triviales. Los jesuitas hablaban de
"persuasión" y no de control ni dominio. Muchos
relatos de la época señalan efectivamente cómo los guaraníes
abandonaban gustosa y voluntariamente su vida tradicional para
incorporarse a las misiones jesuíticas. Sin duda también para
la mayoría de los historiadores fue esta economía de los
jesuitas, llamada "economía de la reciprocidad", una
forma de combatir el régimen de explotación despiadada de la
encomienda o de la mita, que fuera hegemónica en las colonias
españolas y lusitanas de América. Hay autores que han señalado
un paralelismo entre el ideario artiguista y la organización o
proyecto misionero.
Un jesuita Gothein [citado por Coser (17)] fue colaborador de
Weber y destacaba en sus obras cómo la educación debe
contribuir a suprimir diferencias individuales, que favorecen el
conflicto y la competencia. Para eso es necesario cierta
formación de tipo casi militar por su disciplina. Recordemos que
Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, fue
militar y con esa concepción se organizó la Orden. Numerosos
historiadores y sociólogos se han ocupado de reproducir y
analizar los axiomas que guiaban a "los soldados de
Dios". Como dice Coser: "El jesuita era un soldado
disciplinado ligado a sus compañeros de armas, que debía
obediencia absoluta a sus superiores".
A pesar (o gracias) a lo recién señalado, los pueblos de las
Misiones conformaron fundamentalmente en el siglo XVII un
conglomerado demográfico de alrededor de 140.000 indígenas
(cuando Montevideo contaba con 300 habitantes). Su cultura y
economía llegaron a ser florecientes y motivo de envidia y
quizás causa de su propia ruina. La "europeización a la
Rousseau" que los jesuitas impusieron (o sedujeron) daba
buenos resultados. Entre otras cosas, los indicadores de
morbimortalidad de dichos pueblos llegaron a ser mejores que la
mayoría de las ciudades europeas (19).
Probablemente los índices de alfabetización eran superiores a
muchas áreas de Europa. Cómo habrá sido el Éxito de los
jesuitas que Montesquieu, Voltaire y Moratoria, entre otros de
los más destacados pensadores de la época, señalaron la obra
de los jesuitas en Paraguay "como un triunfo de la
humanidad" (20). Incluso señalan estos filósofos que
"por fin fue abolida la diferencia entre pobres y
ricos". Se podría continuar con el análisis de las
misiones jesuíticas, pero no es el objeto de este artículo.
Hemos señalado una experiencia concreta de aplicación del
pensamiento utópico y señalado algunas de sus características
más destacadas. Todorov (21) dice: "Solo cuando hablo con
el otro (no dándole órdenes sino emprendiendo un diálogo con
él) le reconozco una calidad de sujeto, comparable con el sujeto
que soy yo". La pregunta que no tiene fácil respuesta es:
¿los jesuitas, a través de la seducción, hablaban u ordenaban?
El socialismo real no necesita ser definido ni explicado. Nos
referiremos al sistema de organización social, económica y
política, que reinó en Europa Oriental y algunos países de
Asia, Africa y América, inspirado en el materialismo histórico,
en su concepción marxista con diferentes componentes leninistas.
Generalizar resulta injusto dada la gran cantidad de variantes
nacionales que este socialismo adoptó. Su casi desaparición no
significa ni el fin del socialismo (menos del marxismo) ni el fin
de la historia, como pregonan algunos vocingleros neo-liberales.
Pero de sus fracasos y defectos puede surgir un nuevo pensamiento
utópico. Solo señalaremos algunos de sus más atroces defectos.
No hablaremos de sus logros sociales, por todos bien conocidos y
por muchos envidiados (salvo Europa Occidental).
Se puede catalogar muy bien como ha hecho François Furet (22)
como: "El pasado de una ilusión". "La experiencia
soviética" nos dice este autor, parece "haber sido
inseparable de una ilusión fundamental, cuya evolución pareció
validar su contenido, largo tiempo antes de disolverlo".
Para este autor "la utopía de un hombre nuevo" ni fue
inventada ni finalizó con la experiencia comunista y
(afortunadamente) le sobrevivirá. Este libro es una buena
reseña de la "estrategia soviética" que dirigió a
todos los países europeos socialistas en mayor o menor medida.
No solo el socialismo (esta versión conocida) mostró que no fue
capaz de satisfacer las demandas materiales y espirituales de sus
pueblos, sino como Furet nos muestra con descarnado realismo, que
en violaciones de derechos humanos, civiles y políticos. Y
aunque muchos no lo hayamos podido creer, una extensa
documentación presentada en su libro, desenmascara la
persecución, prisiones, torturas, asesinatos e incluso las
alianzas y coordinaciones con el fascismo y el nazismo. Furet
rescata algunos análisis de H. Arendt para explicar la
consolidación de lo inexplicable. Dice esta autora: "Ambos
régimenes (Hitler y Stalin) gozan hasta el fin del apoyo de esta
plebe, a la vez fascinada y aterrorizada por ellos".
"La ideología es un sistema cerrado de interpretación de
la historia, que niega todo sentido a la acción creadora del
hombre" (destacado nuestro). Este último comentario
interesa de sobremanera a nuestro análisis. Más allá de
traiciones, errores económicos, errores de percepción
política, corrupción, servilismo, agresiones externas, el
socialismo real se caracterizó, a través de sus numerosos
aparatos ideológicos (casi todos del Estado) por des-subjetivar.
Es una cuestión moral. Nos dice Todorov (23): "La moral es
una de las dimensiones constitutivas del mundo intersubjetivo: lo
impregna de parte a parte y constituye al mismo tiempo su
cima". Para este autor se sumaron el crecimiento del mal, la
trivialización del bien y la rareza de los justos. También nos
dice Todorov que todos conocemos pero no siempre recordamos:
"Al ignorar el pasado se corre el riesgo de repetirlo"
y que además "Los hechos no son transparentes y para que
nos enseñen alguna cosa, tienen necesidad de ser
interpretados".
¿Por qué esta presentación (sintética y por lo tanto
incompleta) de dos realidades históricas muy diferentes pero muy
similares? Ambas experiencias se basaron en el pensamiento
utópico (incluido Marx), lograron muy buenos resultados sociales
con indicadores en algunos casos envidiables y sobre todo, fueron
motivo de la distinción por parte de los más grandes pensadores
en sus respectivas épocas. Sin embargo fracasaron (antes de
hacerlo materialmente) por su tratamiento del sujeto. Lejos de
contribuir al proyecto emancipador de la Modernidad, lograron a
través de una gran disciplina (bien analizada por Coser) una
des-subjetivación masiva. Con instrumentos distintos a los
previstos por Marcuse, lograron un hombre más unidimensional,
además de uni-partidista.
El proyecto utópico contiene en sí mismo el veneno. Es muy
difícil lograr el equilibrio. También para jesuitas y
bolcheviques Hobbes tenía razón: "El hombre es un lobo y
necesita de un férreo aparato que lo contenga".
¿Será posible un proyecto utópico-científico, que
transformando el orden social y económico hoy hegemónico, logre
vencer la explotación y la injusticia social respetando al
sujeto en su ipseidad?
Referencias 1. MANNHEIM, K. "Ideología y utopía". Ed. Fondo de Cultura Económica. 2(tm) edición. México, 1987. 2. HEGEL, G. W. S. "Fenomenología del espíritu". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1966. 3. NEUSüSS, A. "Utopía". Ed. Barral. Barcelona, 1971. 4. ENGELS, F. "Socialismo utópico y socialismo científico". Ed. Coyoacán. Buenos Aires, 1961. 5. MAC PHERSON, C.B. "La democracia utópica y científica". 6. SCAVINO, D. "Utopía y crítica". El Rodaballo 8:1-6, 1998. 7. CIRIZA, A. "Utopía y modernidad". El Rodaballo 8:10-15, 1998. 8. KUHN, T. S. "La estructura de las revoluciones científicas". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1971. 9. GADAMER, H.G. "El giro hermenéutico". Ed. Cátedra. Madrid, 1998. 10. PLATóN "República". Trad. Antonio Camarrero. Ed. Universitaria. Buenos Aires, 1996. 11. ARISTOTELES "ética nicomiquea. ética eudemia". Trad. Julio Palhi. Ed. Gredos. Madrid, 1995. 12. MORO, T. "Utopía". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1941. 13. CAMPANELLA, T. "La imaginaria ciudad del sol (idea de una república filosófica)". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1941. 14. BACON, F. "Nueva Atlántida". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1941. 15. BURKE, P. "Los avatares de "El cortesano". Lecturas y lectores de un texto clave del espíritu renacentista". Ed. Gedisa. Barcelona, 1998. 16. HORKHEIMER, M. Y ADORNO, TH. "Dialéctica de la Ilustración". Ed. Trotta. Madrid, 1994. 17. COSER, L. A. "Las instituciones voraces". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1978. 18. CAYOTA, M. (Coord). "Historia de la evangelización de la Banda Oriental". Ed. UCUDAL-CEFRADOMIS. Montevideo, 1994. 19. PADR"N FAVRE, O. "Ocaso de un pueblo indio". Ed. Fin de Siglo. Montevideo, 1996. 20. HAUBERT, M. "La vida cotidiana de los indios y jesuitas en las Misiones del Paraguay". Ed. Temas de Hoy. Madrid, 1991. 21. TODOROV, T. "La conquista de América. El problema del otro". Ed. Siglo XXI. 4(tm) edición. México, 1992. 22. FURET, F. "El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX". Ed. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 1995. 23. TODOROV, T. "Frente al límite". Ed. Siglo XXI. México, 1993. |
Convivencias Artículos publicados en esta serie: (I) La democracia como proyecto (Susana Mallo, Nº 126 ) (II) Nuevas fronteras -lo público y lo privado (Gustavo De Armas Nº 127) (III) Refeudalización de la polis (Gustavo De Armas, Nº 130) (IV) América Latina: entre estabilidad y democracia (H.C.F. Mansilla,132) (V) El defensor del Pueblo (Jaime Greif, Nº 133) (VI) Crimen, violencia, inseguridad (Luis Eduardo Moras, Nº 137) (VII) ¿"Fin" de la Historia? (Emir Sader ,Nº 139) (VIII) Democracia y representación (Alfredo D. Vallota? Nº 140/41) (IX) Discusión, Consenso y Tolerancia Habermas y Rawls (Jaime Rubio Angulo Nº 140/41) (X) Irrupción ciudadana y Estado tapón (Alain Santandreu - Eduardo Gudynas Nº 142) (XI) Moral y política (Hebert Gatto, Nº 146) (XII) Un señor llamado Gramsci (Carlos Coutinho, Nº 148) (XIII) La reforma constitucional (Heber Gatto, Nº 151) (XIV) Un poder central (Christian Ferrer, Nº 158) (XV) Antipolítica y neopopulismo en América Latina (René Antonio Mayorga, Nº 161) (XVI) La inversión neoliberal. Marx, Weber y la ética cotidiana en tiempos de cólera (Rolando Lazarte, Nº 164/65) (XVII) Nazismo, bolcheviquismo y ética (Heber Gatto, Nº 166) (XVIII) Marginalidad. Frente a las ideas de pobreza y exclusión (Denis Merklen, Nº 167) (XIX) La invención anarquista (Christian Ferrer, Nº 170) (XX) Violencia en el espacio escolar (Nilia Viscardi, Nº 172) (XXI) El ciudadano dividido, (Pablo Ney Ferreira, Nº 173) (XXII) Terapeutas, ciudadanos, criminales y creyentes (Christian Ferrer, Nº 176/77) (XXIII) Utopía y esperanza (Damián Mozzo, Nº 181) (XXIV) Un politicidio en el siglo XX (Hebert Gatto, Nº 181) (XXV) ¿Fahrenheit 451 para la democracia? (Joseph Vechtas, Nº 182) (XXVI) ¿Razones para el genocidio? (Hebert Gatto, Nº 183) (XXVII)Intelectuales y política en Uruguay (Adolfo Garcé, Nº 185) (XXVIII) Intelectuales y política en Uruguay (Adolfo Garcé, Nº 185) |
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