Serie: Convivencias (XXIX)

Lo utópico y lo científico

La izquierda como proyecto

José Portillo

A lo largo de veinticinco siglos, mucho se ha imaginado y escrito acerca de una sociedad mejor, es decir, acerca de cómo podría y cómo debería estar organizada la convivencia entre los hombres, apuntando a una más justa distribución de bienes. Buena parte de lo imaginado y escrito es lo que ha constituido el pensamiento utópico.

La hipótesis principal de este trabajo sostiene que la oposición planteada en los últimos doscientos años entre científico y utópico aplicada a lo social, es falsa y productora de muchos errores históricos.
En este artículo se considerarán algunas definiciones de utopía y pensamiento utópico y las principales obras clásicas del utopismo, así como dos experiencias históricas concretas de muy diferentes características, pero que se sustentaron muy claramente en el pensamiento utópico: las misiones jesuíticas en América entre los siglos XVI y XVIII y el llamado socialismo real, en especial el que tuvo vigencia en Europa Oriental.

¿Qué utopía?

La utopía y el pensamiento utópico ya aparecen en el pensamiento antiguo, en la preocupación por generar un ser social diferente. Esta preocupación y sus planteamientos pueden ser ideales (inalcanzables e irrealizables) o utópicos (posibles en tanto se remuevan ciertos obstáculos).
Mannheim (1) ha sido uno de los autores contemporáneos que más se ha ocupado del tema. Este autor nos enseña "que un estado de espíritu es utópico cuando resulta incongruente con la realidad". El pensamiento elabora "objetos" no reales. Pero para ser utópico el pensamiento debe tratar de destruir y modificar la situación existente. Para Mannheim es fundamental en el concepto de utopía "el navegar contracorriente". Es decir plantear y defender posiciones contra-hegemónicas, que "rompen los lazos del orden prevalente".
Cuando las ideas colectivas o el imaginario social ha sostenido posiciones que trascienden el orden pero sin romperlo, sino que por el contrario se adecuan armoniosamente a la concepción del mundo dominante, Mannheim nos habla de ideologías. Pero como muy bien señala este autor, muchas veces es difícil separar la paja del trigo: qué es utopía y qué es ideología. En todo caso la utopía siempre debe tener un cierto contenido revolucionario.
Pero con palabras del propio Mannheim, la relación entre la utopía y el orden existente es "dialéctica". Citando al hegeliano Droysen, señala: "La tarea de los hombres consiste en hacer que de ciertas condiciones surjan nuevos pensamiento y de los pensamientos, nuevas condiciones". Esta hipótesis sería la base del planteamiento de Marx. Detrás de estos planteamientos puede adivinarse a Hegel (2): "Una ley que oprima a la individualidad singular, un orden del mundo violento que contradice a la ley del corazón y una humanidad que padece bajo este orden". El pensamiento utópico sería aquel que sigue la "ley del corazón". El individuo, siguiendo esta ley, buscaría no solo su propia "esencia excelente" sino también "el logro del bien de la humanidad".
Volviendo a Mannheim, encontramos que los conceptos que el pensamiento crea no tienen solo fines especulativos, sino muy por el contrario contribuyen a diagnosticar y eventualmente modificar situaciones materiales concretas.
Citando a Lamartine, Mannheim dice: "Las utopías solo son a menudo verdades prematuras". Pero también insiste en el imbricamiento de utopías e ideologías, y se puede agregar que en cierta forma serían conceptos dotados de un cierto grado de relativismo: dependerían del punto de vista con que se miren. Para este sociólogo, el arte y la filosofía serán formas de expresión utópica, para reivindicar los valores éticos centrales del pensamiento occidental: libertad, razón, justicia, bienestar. Incluso esta "idea liberal humanitaria", sería como una culminación (aunque transitoria) en el proceso de desarrollo del pensamiento. Para Mannheim el socialismo y la utopía liberal son similares o incluso idénticas en tanto crecen y reivindican el reino de la libertad y la igualdad en un "remoto futuro". Dichos valores se lograrán cuando el proceso social llegue a "determinada situación estructural".
La evolución del pensamiento utópico ha sido hacia el escepticismo decía Mannheim en el inicio de este siglo. Los pensadores post-modernos y el neo pragmatismo le han dado la razón a Mannheim, a fin del mismo siglo. Este artículo intenta rescatar las características utópicas de varios pensadores contemporáneos. En todo caso, como ha dicho Gramsci, "debiera mantenerse el optimismo con el corazón y el pesimismo con el cerebro". El pensamiento utópico requiere mucho "del corazón". Mannheim nos habla en términos kantianos: (existe) "la necesidad de escoger decididamente, de antemano, nuestro camino y en estrecha relación con él, la necesidad de un imperativo (utopía) que nos impulse hacia delante". El mundo moderno se movería aprisionado por dos fuerzas de tendencia contraria: la utopía y la complacencia (tanto en lo general y universal como en lo local).
Por eso, todo cambio en la estructura intelectual de la época debe comprenderse "a la luz de las transformaciones del elemento utópico". La supresión del componente utópico en el pensamiento inmoviliza, transforma en cosa.
Para Neusüss (3), la definición de utopía no es tan clara como planteaba Mannheim. Según este autor son numerosos los conceptos que se esconden bajo esta palabra.
Parafraseando a Horkheimer, este autor dice: "Si la ideología provoca apariencia, por el contrario la utopía es el sueño del verdadero y justo orden de la vida". Este planteamiento es coincidente con el de Mannheim: las ideologías son falsos conocimientos en tanto las utopías orientan hacia "lo verdadero". Y si bien según Neusüss, la utopía nunca tuvo carácter analítico, "los impulsos críticos de una teoría social pueden ser utópicos". Este autor clasifica el pensamiento utópico en tres categorías: fenómenos literarios, pensamiento sociológico pre-científico y por último, intenciones vinculadas a la convivencia social.
Algunas de las características centrales del pensamiento utópico, es difícil independizarlas de algunas de las características principales del pensamiento científico (no del método). ¿Por qué entonces el marxismo estuvo tan seguro que el materialismo histórico había sustituido a la utopía? Neusüss nos dice que el concepto de utopía "se concibe de forma científico-histórica, en la medida que tales proyectos expresan una determinada fase del pensamiento teórico-social".
Engels (4) descartó lo utópico, siguiendo a Marx, porque sus nobles intenciones carecían de eficacia y de realismo. La historia mostraría que el realismo le haría perder la eficacia a la utopía. Literalmente Engels dice: "Para convertir el socialismo en una ciencia, no habría más remedio que situarlo en el terreno de la realidad". En realidad toda la obra de Engels "Socialismo utópico y socialismo científico" es más declarativa que argumentativa y no logra convencer sobre la falsa oposición ciencia-utopía.
Mac Pherson (5) es más explícito: "Se podría sospechar que hay algo erróneo en una distinción entre lo utópico y lo científico que hace a los dos términos mutuamente excluyentes". Para este autor si todo pensamiento utópico es visionario, todo pensamiento científico también es visionario. Construye además un paralelismo entre los teóricos del socialismo y los de la democracia liberal: en ambos casos no fue el humanismo de los primeros teóricos lo que le restó cientificidad a la teoría sino su inadecuación en la teoría de economía política. Por lo tanto según este autor, el humanismo (entendido como la visión utópica) es condición necesaria (aunque no suficiente) para "convertir en científica nuestra teoría" (política). Parece cierto entonces la cita de Lamartine realizada anteriormente en el sentido de que las utopías serían verdades prematuras. Por lo tanto su inadecuación es un problema de enfoque parcial y no de teorías inconmensurables.
Para otros autores (6) el economicismo marxista fue presa del objetivo de su combate: el utilitarismo. Para Scavino, siguiendo a Adorno: "La utopía es entonces lo que tiene lugar a pesar de que, desde la lógica interna del sistema, desde su legalidad inmanente, no puede tener lugar". En esta concepción, el futuro, lo que vendrá, equivale a lo que deberá ser y puede ser en el presente desde una perspectiva diferente a la del status-quo. Por eso este autor, al igual que Macpherson, aunque desde una perspectiva de izquierda, nos habla de "utopías críticas". Y para Giriza (7): "el ejercicio de la función utópica constituye una instancia crítica al discurso realista".
Por lo visto, lo científico y lo utópico no se contraponen, no son conceptos excluyentes. Por el contrario podrían entenderse como complementarios. Por encima de toda consideración, ambos conceptos se caracterizan por tener detrás una concepción transformadora, superadora. Sea una teoría política o matemática, siempre como ha demostrado Kuhn (8) existe una búsqueda permanente del paradigma anormal que sustituye al normal. Al igual que la utopía "las revoluciones científicas son aquellos episodios de desarrollo no acumulativo, en que un antiguo paradigma, es reemplazado completamente o en parte, por otro nuevo e incomparable".
Este desarrollo no acumulativo implica una gran dosis de pensamiento utópico en el pensamiento científico. Kuhn dice que "durante las revoluciones científicas, los científicos ven cosas nuevas y diferentes al mirar con instrumentos conocidos y en lugares en lo que ya habían buscado antes". La utopía, habíamos visto que era un futuro que podía hacerse presente con un cambio en la cosmovisión hegemónica, y en eso existe una analogía con una revolución científica.
El propio Kuhn nos habla de que el científico que adopte un nuevo paradigma debe tener fe. ¿No es este acaso un pensamiento utópico esperanzado en que lo que debería ser y podría ser, superando obstáculos presentes será alcanzado? Incluso, en un apéndice escrito posteriormente a la totalidad del libro que le diera fama, Kuhn define el paradigma como "las soluciones concretas de problemas, que empleadas como modelos o ejemplos, pueden reemplazar reglas explícitas como base de la solución de los restantes problemas de la ciencia normal". ¿No ha sido la "República" de Platón un paradigma del pensamiento utópico?
Lejos de ser conceptos excluyentes, utopía y ciencia, sin ser sinónimos, pueden ser entendidos como dos áreas circulares con un área común intersectada. Dicho de otra forma, todo pensamiento científico es algo utópico y por otra parte, el pensamiento utópico, puede ser científico (aunque no necesariamente lo será, dejando excluida la ficción literaria).

Las utopías

Las utopías antiguas fueron numerosas y numerosos los pensadores incluidos en la categoría de utópico. Licurgo, alrededor del siglo IX, sería el primer utopista del occidente, pasando luego por Herodoto, Plinio el Viejo, Platón, Aristóteles, Faleas de Calcedonia, Hipódamo de Mileto, solo por mencionar algunos de los pensadores griegos más relevantes.
Sólo consideraremos muy superficialmente algunas características del pensamiento de Platón y Aristóteles, por ser obviamente, quienes más influencias han tenido en el pensamiento occidental en general y en particular en la conformación del pensamiento utópico (sobre todo político) como iremos viendo al analizar otros autores y experiencias políticas muy posteriores.
Como bien dice Gadamer (9) la utopía de Platón es una respuesta a una crisis profunda de la sociedad ateniense de su época y a la cultura de la polis, que había caracterizado todo ese período histórico. Existe en el planteamiento utópico de Platón una combinación de crítica y propuesta.
La preocupación central de Platón en República, será el análisis o el intento de conceptualizar la justicia. Los diálogos nos van permitiendo conocer lo que podría entenderse por justicia desde un punto de vista del sentido común hasta nociones conceptualmente más elaboradas. Lo que es necesario destacar es que para Platón una nueva sociedad como la que él propone y que tiene muchas características interesantes, tiene como eje sustantivo la justicia social y la justicia individual. "El hombre justo en cuanto lo sea, en nada se diferenciará de la ciudad justa y le será semejante". Permanentemente existe un planteo en Platón de comparar el "cuerpo social" con el "cuerpo humano". La armonía o el equilibrio (la noción de homeostasis) es constante, tanto a nivel individual como colectivo. Para Platón son fundamentales no solo un comportamiento ético individual y colectivo, sino y fundamentalmente, acceder al "conocimiento verdadero" que se diferencia del sentido común u opinión.
Por lo tanto, en esa nueva sociedad propuesta, la educación, como herramienta para alcanzar el verdadero conocimiento, será un tema central. él mismo dice a través de sus diálogos: "No son aptos para el gobierno de la ciudad los hombres que no han recibido educación y no tienen conocimiento alguno de la verdad". En realidad Platón repasa una gran cantidad de temas vinculados tanto a las virtudes de la ciudad ideal como del hombre o individuo ideal. Aquí solo queríamos destacar muy brevemente lo que para él son temas centrales, pero que además aún hoy lo siguen siendo en una reflexión de 2500 años: cómo ser más justo y cómo acceder al conocimiento (o a la verdad) para lograr una sociedad mejor.
Un comentario menor es destacar otra propuesta de Platón: la analogía del cuerpo social y del cuerpo humano, que será tomada luego por numerosas escuelas de la teoría sociológica. No entraremos en los análisis de organización política más completos existentes en varias obras de Platón, sino solamente destacamos un elemento que también será importante en la discusión moderna: la subordinación de todas las áreas de la sociedad al Estado.
Aristóteles no elaboró una propuesta de ciudad ideal o de sociedad utópica pero al discutir en sus numerosas obras las virtudes del hombre en todos los ámbitos de la sociedad, también elaboró, en cierta forma, una "receta utópica" y probablemente con mayor grado de complejidad que Platón. Pero es necesario destacar también que para Aristóteles la justicia y la equidad son ejes centrales en cualquier proyecto individual o colectivo. Si bien este tema está presente en numerosas obras, es fundamentalmente en sus éticas (11) donde se considera con mayor profundidad.
Si bien existieron numerosos autores y numerosas obras dentro del ámbito de "lo utópico" las dejamos de lado por obvias razones de espacio para pasar a considerar muy rápidamente algunas características de las 3 obras clásicas del renacimiento, escritas por Moro (12), Campanella (13) y Bacon (14). Sus respectivas obras fueron producto natural de un espíritu propio del Renacimiento y que coincide con el descubrimiento del Nuevo Mundo: recuperar los valores y virtudes exaltados por los clásicos de la filosofía antigua e imaginar sociedades nuevas (ahora con un Nuevo Mundo), libres de los vicios de un sistema civilizatorio europeo, que había generado mucha iniquidad y mucha injusticia. Junto con Maquiavelo, son autores que influyeron de sobremanera en los acontecimientos que originan la Modernidad. En síntesis, son obras altamente influidas y altamente influyentes.
También en estas obras son la justicia y la sabiduría pilares centrales, "las cosas justas y sabiamente dispuestas". La obra de Moro también introduce algunos otros conceptos interesantes, entre los que se puede destacar su alegato contra la propiedad privada y el dinero. También interesan aquellos planteos que buscan compatibilizar el desarrollo individual con el bien colectivo, como conceptos complementarios y no excluyentes.
Como dice Gadamer "en esta interminable conversación del pensamiento", se siguen escuchando algunas palabras que se repiten: justicia, equidad, desarrollo individual y colectivo armónico, búsqueda de valores éticos y descarte de trivialidades. Es una larga conversación (aún en pleno desarrollo) que busca "el hombre nuevo" y la sociedad más adecuada. Burke (15) señala: "El debate sobre la corte alcanzó su apogeo a comienzos del siglo XVI, quizás debido a la reciente entronización de tres jóvenes monarcas: Carlos V, Francisco I y Enrique VIII", y para este autor tanto "La Educación de un Príncipe Cristiano" de Erasmo como "La Utopía" de Moro fueron referencias centrales.
Este vínculo entre el interés individual y colectivo es lo que Adorno (16) llama la idea de la verdadera universalidad, la utopía. Para este autor, siguiendo a Kant, "La razón, en cuanto yo trascendental supraindividual, contiene en sí la idea de una libre convivencia entre los hombres en la que estos se organizan como sujeto universal y superan el conflicto entre la razón pura y la empírica en la conciente solidaridad del todo".

Lo real: jesuitas y bolcheviques

Consideramos ahora dos experiencias históricas concretas, claramente inspiradas en el arsenal conceptual antes señalado. Una fue llamada "la utopía socialista del Barroco" y es la experiencia colonizadora de los jesuitas en América en los siglos XVI al XVIII, y la otra es el llamado primero "socialismo científico" y luego (menos ambiciosamente) el "socialismo real" y que consistió en la aplicación concreta de la propuesta elaborada por Marx (por lo menos en parte) de transformación social.
Probablemente, ambas experiencias históricas no tienen en común más que el espíritu utópico que guió a sus ideólogos y gobernantes. Ambas han desaparecido casi totalmente. Creo que más allá de ser valiosísimas experiencias históricas (de muy diferente alcance una y otra) con valores inherentes, tienen además valores que las trascienden y que justifican su recuperación. De la primera experiencia se conocen mucho sus defectos, señalaremos algunas de sus virtudes. Del socialismo real se conocen mucho sus virtudes, y ahora se conocen más sus defectos; veremos algunos de estos últimos.
Incluso Lewis Coser (17) ha llegado a comparar a jesuitas y leninistas en su obra "Las instituciones voraces", calificándolas de lo que él llama el prototipo de "las colectividades militantes". Si bien esta comparación se basa en el comportamiento de sus miembros y no en los principios que inspiraron ambos proyectos políticos, puede ser entendida como una consecuencia que podría derivarse "naturalmente" de dichos principios fundacionales. Y el propio Coser señala: "Pese a las evidentes diferencias de ideales y fines doctrinarias, los jesuitas y los leninistas crearon estructuras organizativas bastante similares con ayuda de las cuales, llevados por su excesiva "voracidad" y su obsesión por el orden y la disciplina, trataron de convertir a sus miembros en instrumentos incondicionales de su lucha por el poder". Si bien la afirmación de Coser puede sonar injustamente universal, no deja de estar sustentada en la descripción de comportamientos reales.
Que los jesuitas estuvieron inspirados por las utopías platónicas y del Renacimiento, no es necesario inferirlo en una tarea de exegeta. Son muchos los historiadores que vinculan la obra de los misioneros con Campanella y con Moro. El jesuita José M. Peramas (citado en Cayota) (18) publica una obra que se llama "La República de Platón y los guaraníes". El origen cosmopolita de diversos países europeos y la amplia cultura y erudición que poseían no permite dudar que hayan tenido acceso a la literatura clásica y renacentista. No cabe duda para los historiadores que no solo pretendían hacer conocer la palabra de Dios. También se propusieron establecer un régimen social "distinto" (utópico), basado en los valores solidarios y comunitarios, apuntando a un régimen diferente de organización al existente en estas tierras en vías de colonización, pero incluso también, muy diferente de los modelos sociales europeos.
Los padres fundadores Maceta y Cataldino señalaban explícitamente: "Un proyecto de república, basado en el cristianismo primitivo". Las diferentes descripciones nos muestran una sociedad compleja, muy planificada, con un control jesuita de toda la producción y distribución de bienes, pero también con una regulación del tiempo libre y del ocio (es conocida la notable predisposición de los guaraníes para la interpretación de la música con instrumentos por ellos construidos). Existió una permanente preocupación por la equidad y la igualdad, en tanto se desestimuló de todas aquellas costumbres consideradas triviales. Los jesuitas hablaban de "persuasión" y no de control ni dominio. Muchos relatos de la época señalan efectivamente cómo los guaraníes abandonaban gustosa y voluntariamente su vida tradicional para incorporarse a las misiones jesuíticas. Sin duda también para la mayoría de los historiadores fue esta economía de los jesuitas, llamada "economía de la reciprocidad", una forma de combatir el régimen de explotación despiadada de la encomienda o de la mita, que fuera hegemónica en las colonias españolas y lusitanas de América. Hay autores que han señalado un paralelismo entre el ideario artiguista y la organización o proyecto misionero.
Un jesuita Gothein [citado por Coser (17)] fue colaborador de Weber y destacaba en sus obras cómo la educación debe contribuir a suprimir diferencias individuales, que favorecen el conflicto y la competencia. Para eso es necesario cierta formación de tipo casi militar por su disciplina. Recordemos que Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, fue militar y con esa concepción se organizó la Orden. Numerosos historiadores y sociólogos se han ocupado de reproducir y analizar los axiomas que guiaban a "los soldados de Dios". Como dice Coser: "El jesuita era un soldado disciplinado ligado a sus compañeros de armas, que debía obediencia absoluta a sus superiores".
A pesar (o gracias) a lo recién señalado, los pueblos de las Misiones conformaron fundamentalmente en el siglo XVII un conglomerado demográfico de alrededor de 140.000 indígenas (cuando Montevideo contaba con 300 habitantes). Su cultura y economía llegaron a ser florecientes y motivo de envidia y quizás causa de su propia ruina. La "europeización a la Rousseau" que los jesuitas impusieron (o sedujeron) daba buenos resultados. Entre otras cosas, los indicadores de morbimortalidad de dichos pueblos llegaron a ser mejores que la mayoría de las ciudades europeas (19).
Probablemente los índices de alfabetización eran superiores a muchas áreas de Europa. Cómo habrá sido el Éxito de los jesuitas que Montesquieu, Voltaire y Moratoria, entre otros de los más destacados pensadores de la época, señalaron la obra de los jesuitas en Paraguay "como un triunfo de la humanidad" (20). Incluso señalan estos filósofos que "por fin fue abolida la diferencia entre pobres y ricos". Se podría continuar con el análisis de las misiones jesuíticas, pero no es el objeto de este artículo. Hemos señalado una experiencia concreta de aplicación del pensamiento utópico y señalado algunas de sus características más destacadas. Todorov (21) dice: "Solo cuando hablo con el otro (no dándole órdenes sino emprendiendo un diálogo con él) le reconozco una calidad de sujeto, comparable con el sujeto que soy yo". La pregunta que no tiene fácil respuesta es: ¿los jesuitas, a través de la seducción, hablaban u ordenaban?
El socialismo real no necesita ser definido ni explicado. Nos referiremos al sistema de organización social, económica y política, que reinó en Europa Oriental y algunos países de Asia, Africa y América, inspirado en el materialismo histórico, en su concepción marxista con diferentes componentes leninistas. Generalizar resulta injusto dada la gran cantidad de variantes nacionales que este socialismo adoptó. Su casi desaparición no significa ni el fin del socialismo (menos del marxismo) ni el fin de la historia, como pregonan algunos vocingleros neo-liberales. Pero de sus fracasos y defectos puede surgir un nuevo pensamiento utópico. Solo señalaremos algunos de sus más atroces defectos. No hablaremos de sus logros sociales, por todos bien conocidos y por muchos envidiados (salvo Europa Occidental).
Se puede catalogar muy bien como ha hecho François Furet (22) como: "El pasado de una ilusión". "La experiencia soviética" nos dice este autor, parece "haber sido inseparable de una ilusión fundamental, cuya evolución pareció validar su contenido, largo tiempo antes de disolverlo". Para este autor "la utopía de un hombre nuevo" ni fue inventada ni finalizó con la experiencia comunista y (afortunadamente) le sobrevivirá. Este libro es una buena reseña de la "estrategia soviética" que dirigió a todos los países europeos socialistas en mayor o menor medida.
No solo el socialismo (esta versión conocida) mostró que no fue capaz de satisfacer las demandas materiales y espirituales de sus pueblos, sino como Furet nos muestra con descarnado realismo, que en violaciones de derechos humanos, civiles y políticos. Y aunque muchos no lo hayamos podido creer, una extensa documentación presentada en su libro, desenmascara la persecución, prisiones, torturas, asesinatos e incluso las alianzas y coordinaciones con el fascismo y el nazismo. Furet rescata algunos análisis de H. Arendt para explicar la consolidación de lo inexplicable. Dice esta autora: "Ambos régimenes (Hitler y Stalin) gozan hasta el fin del apoyo de esta plebe, a la vez fascinada y aterrorizada por ellos". "La ideología es un sistema cerrado de interpretación de la historia, que niega todo sentido a la acción creadora del hombre" (destacado nuestro). Este último comentario interesa de sobremanera a nuestro análisis. Más allá de traiciones, errores económicos, errores de percepción política, corrupción, servilismo, agresiones externas, el socialismo real se caracterizó, a través de sus numerosos aparatos ideológicos (casi todos del Estado) por des-subjetivar.
Es una cuestión moral. Nos dice Todorov (23): "La moral es una de las dimensiones constitutivas del mundo intersubjetivo: lo impregna de parte a parte y constituye al mismo tiempo su cima". Para este autor se sumaron el crecimiento del mal, la trivialización del bien y la rareza de los justos. También nos dice Todorov que todos conocemos pero no siempre recordamos: "Al ignorar el pasado se corre el riesgo de repetirlo" y que además "Los hechos no son transparentes y para que nos enseñen alguna cosa, tienen necesidad de ser interpretados".
¿Por qué esta presentación (sintética y por lo tanto incompleta) de dos realidades históricas muy diferentes pero muy similares? Ambas experiencias se basaron en el pensamiento utópico (incluido Marx), lograron muy buenos resultados sociales con indicadores en algunos casos envidiables y sobre todo, fueron motivo de la distinción por parte de los más grandes pensadores en sus respectivas épocas. Sin embargo fracasaron (antes de hacerlo materialmente) por su tratamiento del sujeto. Lejos de contribuir al proyecto emancipador de la Modernidad, lograron a través de una gran disciplina (bien analizada por Coser) una des-subjetivación masiva. Con instrumentos distintos a los previstos por Marcuse, lograron un hombre más unidimensional, además de uni-partidista.
El proyecto utópico contiene en sí mismo el veneno. Es muy difícil lograr el equilibrio. También para jesuitas y bolcheviques Hobbes tenía razón: "El hombre es un lobo y necesita de un férreo aparato que lo contenga".
¿Será posible un proyecto utópico-científico, que transformando el orden social y económico hoy hegemónico, logre vencer la explotación y la injusticia social respetando al sujeto en su ipseidad?

Referencias
1. MANNHEIM, K. "Ideología y utopía". Ed. Fondo de Cultura Económica. 2(tm) edición. México, 1987.
2. HEGEL, G. W. S. "Fenomenología del espíritu". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1966.
3. NEUSüSS, A. "Utopía". Ed. Barral. Barcelona, 1971.
4. ENGELS, F. "Socialismo utópico y socialismo científico". Ed. Coyoacán. Buenos Aires, 1961.
5. MAC PHERSON, C.B. "La democracia utópica y científica".
6. SCAVINO, D. "Utopía y crítica". El Rodaballo 8:1-6, 1998.
7. CIRIZA, A. "Utopía y modernidad". El Rodaballo 8:10-15, 1998.
8. KUHN, T. S. "La estructura de las revoluciones científicas". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1971.
9. GADAMER, H.G. "El giro hermenéutico". Ed. Cátedra. Madrid, 1998.
10. PLATóN "República". Trad. Antonio Camarrero. Ed. Universitaria. Buenos Aires, 1996.
11. ARISTOTELES "ética nicomiquea. ética eudemia". Trad. Julio Palhi. Ed. Gredos. Madrid, 1995.
12. MORO, T. "Utopía". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1941.
13. CAMPANELLA, T. "La imaginaria ciudad del sol (idea de una república filosófica)". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1941.
14. BACON, F. "Nueva Atlántida". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1941.
15. BURKE, P. "Los avatares de "El cortesano". Lecturas y lectores de un texto clave del espíritu renacentista". Ed. Gedisa. Barcelona, 1998.
16. HORKHEIMER, M. Y ADORNO, TH. "Dialéctica de la Ilustración". Ed. Trotta. Madrid, 1994.
17. COSER, L. A. "Las instituciones voraces". Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1978.
18. CAYOTA, M. (Coord). "Historia de la evangelización de la Banda Oriental". Ed. UCUDAL-CEFRADOMIS. Montevideo, 1994.
19. PADR"N FAVRE, O. "Ocaso de un pueblo indio". Ed. Fin de Siglo. Montevideo, 1996.
20. HAUBERT, M. "La vida cotidiana de los indios y jesuitas en las Misiones del Paraguay". Ed. Temas de Hoy. Madrid, 1991.
21. TODOROV, T. "La conquista de América. El problema del otro". Ed. Siglo XXI. 4(tm) edición. México, 1992.
22. FURET, F. "El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX". Ed. Fondo de Cultura Económica. Madrid, 1995.
23. TODOROV, T. "Frente al límite". Ed. Siglo XXI. México, 1993.

 

Convivencias
Artículos publicados en esta serie:
(I) La democracia como proyecto (Susana Mallo, Nº 126 )
(II) Nuevas fronteras -lo público y lo privado (Gustavo De Armas Nº 127)
(III) Refeudalización de la polis (Gustavo De Armas, Nº 130)
(IV) América Latina: entre estabilidad y democracia (H.C.F. Mansilla,132)
(V) El defensor del Pueblo (Jaime Greif, Nº 133)
(VI) Crimen, violencia, inseguridad (Luis Eduardo Moras, Nº 137)
(VII) ¿"Fin" de la Historia? (Emir Sader ,Nº 139)
(VIII) Democracia y representación (Alfredo D. Vallota? Nº 140/41)
(IX) Discusión, Consenso y Tolerancia Habermas y Rawls (Jaime Rubio Angulo Nº 140/41)
(X) Irrupción ciudadana y Estado tapón (Alain Santandreu - Eduardo Gudynas Nº 142)
(XI) Moral y política (Hebert Gatto, Nº 146)
(XII) Un señor llamado Gramsci (Carlos Coutinho, Nº 148)
(XIII) La reforma constitucional (Heber Gatto, Nº 151)
(XIV) Un poder central (Christian Ferrer, Nº 158)
(XV) Antipolítica y neopopulismo en América Latina (René Antonio Mayorga, Nº 161)
(XVI) La inversión neoliberal. Marx, Weber y la ética cotidiana en tiempos de cólera (Rolando Lazarte, Nº 164/65)
(XVII) Nazismo, bolcheviquismo y ética (Heber Gatto, Nº 166)
(XVIII) Marginalidad. Frente a las ideas de pobreza y exclusión (Denis Merklen, Nº 167)
(XIX) La invención anarquista (Christian Ferrer, Nº 170)
(XX) Violencia en el espacio escolar (Nilia Viscardi, Nº 172)
(XXI) El ciudadano dividido, (Pablo Ney Ferreira, Nº 173)
(XXII) Terapeutas, ciudadanos, criminales y creyentes (Christian Ferrer, Nº 176/77)
(XXIII) Utopía y esperanza (Damián Mozzo, Nº 181)
(XXIV) Un politicidio en el siglo XX (Hebert Gatto, Nº 181)
(XXV) ¿Fahrenheit 451 para la democracia? (Joseph Vechtas, Nº 182)
(XXVI) ¿Razones para el genocidio? (Hebert Gatto, Nº 183)
(XXVII)Intelectuales y política en Uruguay (Adolfo Garcé, Nº 185)
(XXVIII) Intelectuales y política en Uruguay (Adolfo Garcé, Nº 185)

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