Serie: Pensamiento (II)

La idea de problema

Mario A. Silva García

Si nos interrogamos acerca del sentido del término "problema", encontramos una variedad que resulta desconcertante. En un comienzo significó: saliente, promontorio, lo que está delante de alguien y que, por tanto, constituye un obstáculo. Pero también se aplicaba al vestido, a la armadura al medio de defensa que protege el cuerpo. El sentido general, como se advierte, corresponde a algo difícil o imposible de atravesar.

De aquí pasa a designar algo pro-puesto; es decir: algo colocado delante y que dificulta el paso. Eso nos llevará a la célebre expresión a-poría, cuyo sentido analizaremos luego.

Problemas y teoremas

Problema deriva de pro-ballo que tiene el sentido de lo "arrojado delante", designando una cuestión oscura, sobre la cual no se tienen sino datos incompletos y donde el examen puede conducir a resultados opuestos o, como dicen los lógicos, es una proposición que puede ser sostenida o combatida por razones igualmente plausibles, al menos mientras no se ha entrado en el fondo de las cosas. Ranzoli lo define como una incógnita dada, determinada. Se pueden dividir los problemas, como las ciencias mismas o las diversas ramas del conocimiento a las cuales se relacionan, en problemas físicos, metafísicos, lógicos, morales, matemáticos, históricos, literarios, etc.

Por tanto, problema se opone a teorema (participio de theorein, ver, significa entonces lo visto, lo conocido.

Theorema es el resultado claro y probado de una demostración. Hablamos, por ejemplo del teorema de Pitágoras, pero añadiría que la raíz de 2 es un problema en que aparece lo que Brunschvicg llamaba el fantasma de lo irracional.

Si tomamos el término problema, en sentido amplio, nos referimos a la necesidad en la cual se encuentra nuestro pensamiento de explicar un hecho cualquiera, real o supuesto. Si el hecho que se debe explicar es real, el problema se llama absoluto, en cuanto existe independientemente del análisis que puede resolverlo o no. Si el hecho es supuesto, el problema se llama hipotético en cuanto su validez depende del análisis que es necesario para resolverlo. Algunos de los problemas absolutos pueden ser también llamados antitéticos cuando existe oposición entre razonamientos o entre efecto y causa. Es lo que también se llama diaporético.

Aristóteles en su tratado sobre los Tópicos, (lib. I, cap. IV) se contenta con reducirlos a tres; los problemas prácticos (los que conciernen a la acción) o más particularmente morales; los de pura especulación o científicos y luego aquellos que no son para nosotros sino un medio de llegar a alguna verdad superior, es decir, los problemas auxiliares. En efecto -nos dice, hay ciertos problemas que es útil resolver, sea para investigar, sea para hacer tales o cuales cosas: por ejemplo, si el placer es o no un bien. Hay otros que no se limitan: si el mundo es eterno o si no lo es. Hay otros que no se relacionan directamente con esas cosas, pero que pueden contribuir a ellas, porque hay muchas cosas que deseamos conocer no por ellas mismas sino por otras...

Todos esos problemas pueden ser examinados de una manera seria con el único interés de buscar la verdad o, de una manera superficial, por amor a la discusión o para ejercitar la inteligencia. Al primer caso pertenecen a las diferentes ciencias que hemos enumerado y que están bajo todas las reglas; las del segundo pertenecen a la dialéctica.

En todo problema dialéctico se considera el tema y el predicado. Sobre el tema no hay dificultad, porque se discute sobre lo que se quiere, cada uno elige a su gusto la materia de la discusión. Pero ¿cómo debe ser calificado el tema? ¿Cuál es la calificación que le conviene o no le conviene? Aquí surgen las dudas y la discusión comienza.

¿Qué significa a-poría?

A-poría significa falta de camino y eso implicaba que el meth-odos, el camino por el cual se buscaba estaba cerrado. Eso obliga a buscar vías nueva o a trazarlas.

Toda teoría lleva al descubrimiento de un nuevo sendero, un nuevo odos. La aporética no conduce sino hasta ese punto, lleva al umbral de la teoría, pero no la franquea.

Nicolai Hartmann ha vuelto a emplear estas expresiones con relación al conocimiento (cf. N. Hartmann, Les Principes d'une Métaphysique de la Connaissance) Pero luego pasa a las aporías ontológicas ya que la teoría del conocimiento y la teoría del ser están íntimamente relacionadas: lo que es posible conocer del ser no se puede afirmar sino gnoseológicamente y además el ser del conocimiento y de su objeto no podrá ser precisado sino por la ontología. (II,9)

Intenta entonces deslindar cuáles son los elementos metafísicos y cuáles no lo son. Los primeros no son susceptibles de solución y permanecerán eternamente como problemas y por tanto Aristóteles puede ser considerado como el maestro de la aporética, id est, de la pura problemática.

El Mito del nacimiento de Eros

Aporía tiene también una raíz etimológica enraizada en la mitología, pero muy profunda. Aparece en la célebre caracterización del Eros en el Simposio. Me referiré solo al nacimiento de Eros. Se festejaba el nacimiento de Afrodita y entre los dioses estaban Poros, hijo de Metis (la Prudencia) Para Poros no había dificultad en nada, podía pasar por cualquier lugar, podía lograr cualquier cosa. Llegó también Penia, la Pobreza, la Carencia absoluta. Y aprovechando la embriaguez de Poros engendró con él un hijo: Eros, que heredó cualidades de sus dos padres. Eros es el epithymia, el deseo. La Extranjera de Mantinea que había instruido a Sócrates, aproxima el deseo a la philia que puede volcarse a la sophia. Así llegamos a su sentido.

Volvamos ahora a las aporías. El libro B de la Metafísica de Aristóteles enumera las aporías. No siempre la tesis y la antítesis están en un plano de igualdad, porque Aristóteles manifiesta sus preferencias por una o por otra.

De acuerdo a Ross, si él concentra su atención sobre ciertos puntos de referencia respecto a otros, su exposición en el conjunto lejos de ser un sistema dogmático representa una serie de tentativas para descubrir la verdad en la región que se siente plena de oscuridad. Pero también es posible que busque establecer dialécticamente las principales posiciones de su sistema.

De acuerdo a Waitz, Aristóteles, antes de pensar que debe expresar algo más exactamente, suele comenzar el problema por las dificultades y de esta manera lo que sea procedente descartar queda descartado. O también suele avanzar por aquello que algunos pensaron acerca del problema y en un primer momento parece estar bien.

El desarrollo de la aporía consiste en el diaporein que tiene el sentido de explorar. Eso puede llegar al eyporein, eyporesai, que se refieren a la resolución de la dificultad, encontrar un pasaje fácil.

Y así Aristóteles nos dice que cuando se quiere resolver la dificultad, es útil explorar cuidadosamente en todos sentidos, porque la comodidad a la cual el pensamiento llegará más tarde reside en desanudar las dificultades que se planteaban anteriormente y no es posible desatar un nudo sin saber de qué se trata. Y bien, la dificultad con que tropieza el pensamiento muestra que hay un "nudo" en el objeto mismo, porque en tanto él está en la confusión, su estado es semejante al de un hombre encadenado que tampoco es capaz de ir adelante. De ahí proviene que es menester haber considerado de antemano todas las dificultades en todos los sentidos, por las razones que acabamos de indicar y también porque buscar sin haber explorado (diaporein) primero las dificultades en todos los sentidos, es marchar sin saber dónde se debe ir, exponerse incluso a no poder reconocer si en un momento se ha encontrado o no lo que se buscaba (Met. B, 1, 995-a)

Aristóteles también usa el plural, Problemata, cuando se ocupa de temas diversos: medicina, transpiración, coloración de la cara, etc. Se trata de 38 Ensayos que no tienen relación con las agorías del Libro B de la Metafísica. Resulta difícil discernir lo que le pertenece y lo que no y E.S. Forster (el editor) confiesa que "aunque no sea una obra genuina de Aristóteles, contiene algo derivado de esta obra, especialmente los Tratados sobre Historia Natural."

Otros usos del término problema

La palabra ha sido muy manejada en la filosofía posterior. A veces (durante la Edad Media) se ha usado Quaestiones disputatae (S. Tomás de Aquino). H. Höffding (La Pensée humaine) señala que se puede, en un sentido general, decir que un problema se plantea cuando faltan las determinaciones más próximas. La demanda y la cuestión plantean también problemas en cuanto imponen la tarea de encontrar determinaciones y tomar decisiones. En un sentido más restringido y más preciso, hay problema cuando dos juicios (sean ambos positivos, o uno positivo y otro negativo, o dos juicios negativos) son inconciliables.

Se podría hablar de problemas de acabamiento y de liberación. En los primeros la imperfección de nuestro mundo de pensamiento forma el nudo del problema, en los segundos es una ruptura de ese mundo. (pág. 78, parág. 27)

A veces se ha señalado con respecto al problema, el hecho de que para el animal no existen sino necesidades que una vez satisfechas se extinguen.

El Principio de economía

En el empirio-criticismo (Avenarius, Mach) se parte de la idea de una defensa orgánica contra la fatiga mental o fisiológica y entonces se llega a formular una ley del menor esfuerzo o mejor: del menor gasto de energía.

De aquí se desprende que la modificación que el espíritu imprime a sus representaciones cuando sobrevienen impresiones nuevas, es lo más limitada posible.

Para Avenarius un problema surge cada vez que el estado de equilibrio dinámico de nuestro organismo mental se rompe por alguna impresión adventicia, al comienzo refractaria a toda integración.

Eso lleva a aplicar, sin esfuerzo, lo que nuestro esfuerzo había logrado anteriormente. Es una hipérbole de lo que se puede encontrar en la Lógica de Port-Royal (IV, 3 IV, 9, 6). Se ordenan los problemas tan metódicamente que, en vez de tratarlos a medida que van apareciendo, se construye una bella arquitectura donde el alojamiento de cada piedra está previsto y definido.

De aquí ha surgido el estilo sistemático, ávido de regularidad, de simetría. Esta es lo racional de la estética y la estética de lo racional.

Para E. Mach, la atención está dirigida a lo que es biológicamente importante para una disposición innata o adquirida, (La Connaissance et L'Erreur) Allí en el capítulo XV nos dice: "Es posible que los resultados de las diversas asociaciones psíquicas se encuentren en oposición y que el malestar intelectual se haga tan grande para que, intencional y concientemente, busquemos un hilo conductor. Entonces se plantea un problema. Este surge del desacuerdo entre los pensamientos y los hechos, en el desacuerdo de los pensamientos entre sí."

Muchos problemas se han ido dejando de lado en el grado en que se descubre que no tienen sentido... En todas las ramas de la ciencia encontramos problemas abandonados o que han sufrido, en el curso del tiempo, modificaciones tan esenciales que casi no tienen semejanza alguna con los problemas primitivos.

Mach insiste constantemente en lo que es biológicamente importante. Esgrime así el famoso primum vivere, deinde philosophari. Queda poco espacio para el filósofo...

Para Avenarius la vida psíquica en todos sus grados es una continua reacción contra todo lo que es nuevo, insólito, perturbador y un esfuerzo continuo para eliminarlo insertándolo en lo conocido y familiar.

De allí surge un esquema. Valores nuevos, divergentes, contradictorios o dudosos, que perturban el equilibrio preexistente. De allí nace una inquietud, una búsqueda ansiosa y una aspiración hacia la claridad y la verdad, que traen la evidencia, el reposo. (Avenarius, Kritik der reinen Erfahrung, II parág. 801).

Hemos hablado de simetría, de estilo sistemático. A eso contraponemos un estilo progresivo donde se afirma la libre espontaneidad de los individuos. El empirio-criticismo representa una actitud de fuga y cobardía. Cae en lo que Jaspers llama el sosiego en lo fijo (die Ruhe im Festen: Philosophie, 417). También nos dice que nuestro modo de ser hombres, en el afán de ser hombres, el afán de saber ya es desafío. "Prometeo es culpable porque proporcionó la conciencia, el saber, la técnica, al hombre desamparado que Zeus quiere destruir. Lo que hace hombre al hombre es la ilimitada posibilidad de desarrollarse, es su origen por virtud de la rebelión de Prometeo." (id. 737) La historia del pensamiento muestra que la meta no es la paz, que la vida espiritual está organizada en espesor, densa y profunda, acumula, reticencias y sub-entendidos.

A la avaricia, a la pereza del pensar, oponemos la prodigalidad, es profusión y prodigio.

Para el adulto pensar es como para el niño moverse. Platón nos habla de un bello riesgo (Kalos gar o kindynos, Phaidon, 114 d). Guyau lo refería al gran riesgo metafísico (Esquisse d'une Morale) "La razón nos hace entrever dos mundos distintos; el mundo real en el cual vivimos, y un cierto mundo ideal en el cual vivimos también y al cual nuestro pensamiento asciende sin caer y del cual no puede prescindir." y agrega más adelante: "La vida no es solamente nutrición, es producción y fecundidad. Vivir es tanto gastar como adquirir."

Pero creo que la refutación más contundente a esa idea de economía del pensamiento, la encontraremos en Nietzsche.

"Un filósofo, es decir: un hombre que constantemente ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias. Que es golpeado por sus propios pensamientos como si ellos vinieran de afuera, como si vinieran de lo alto o de lo bajo, como acontecimientos o rayos; un hombre fatal en torno al cual, constantemente ¡! es un ser que a menudo huye de sí mismo, pero que es demasiado curioso para no volver siempre a sí mismo." (Más allá del Bien y del Mal, Afor. 292)

Y repito: en el hombre suele haber perturbaciones que comienzan muy pronto y que no se acaban nunca del todo. ¿Por qué? ¿Para qué?

La filosofía empieza cuando se pierde la adherencia a la realidad. Descartes no descubre la duda; ella empezó con la filosofía misma con el dubium.

Parecería que hubo una infancia en que el espíritu prestaba su atención a lo real. Luego, cuando adulto, duermo, yo soy todo, pero no sé nada. La conciencia supone reflexión y división. Por el movimiento de la duda pierdo el inicio, los instantes van cayendo en el pasado, se alejan del presente absoluto en el cual creía existir. Voy, paulatinamente, dejando de ser el que fui. La conciencia me enseña la irreversibilidad inevitable del tiempo, de mi tiempo. Cuando me recuerdo, me encuentro extraño.

A la inmediatez primera sigue la pregunta: ¿Qué es todo esto? ¿Todo es real o es un cúmulo de apariencias? Mientras se mantienen la maravilla, el asombro, Thaumas, el espíritu sigue estático y extático. Ignora así sus confines internos, desconoce ese mundo que ya yace en su profundidad. Profundidad que se ha creado. A la plenitud inicial le sigue la fisura; la certeza está herida y su sangre se muestra como duda... Lo que veo y siento, ¿es una apariencia?

Pero cuando empezamos a filosofar hay que sospechar de la autenticidad de los problemas y entonces no se trata de resolverlos, sino de disolverlos.

El bergsonismo contra los falsos problemas

En La Pensée et le Mouvant, Bergson señala que lo que más le ha faltado a la filosofía es la precisión. Los sistemas filosóficos no han sido tallados a la medida de la realidad en que vivimos. Son demasiado amplios para ella. Eso nos lleva a suprimir problemas que no conciernen a las cosas mismas sino a su traducción en conceptos artificiales.

Bergson, en sus célebres análisis sobre la libertad, ha mostrado lo absurdo y carente de sentido de la noción de lo posible, basada en un razonamiento retrospectivo ella crea confusiones tremendas en el tema de la libertad. Por eso propone "buscar siempre la visión directa, suprimiendo problemas no de las cosas mismas, sino de su traducción en conceptos artificiales." (id.)

En La Evolución Creadora, probablemente su obra más famosa, efectúa una crítica a la idea de la Nada y del desorden. "Creemos que el ser ha venido a colmar un vacío y que la nada preexistía lógicamente al ser; la realidad primordial -se llame materia, espíritu o Dios vendría a agregarse allí y eso es lo incomprensible." (P.M. pág. 77)

Y nos va mostrando como esos "grandes problemas tienden a cero cuanto más nos acercamos al pensamiento generador."

"Desorden" y "nada" designan, pues, realmente una presencia, la presencia de una cosa o de un orden que no nos interesa, que no comprendemos o que no nos importa. Simplemente decepciona nuestra expectativa, nuestro esfuerzo o nuestra atención. Y esa decepción es lo que se expresa cuando llamamos ausencia a esta presencia. Aquí tendríamos dos problemas que se desvanecen; el origen del orden y el origen del ser. El Caos se transformó en Kosmos en el momento que se comenzó a comprendérselo. Y ahora tenemos (después de haberlo criticado) que darle su cuota de razón a Avenarius. La edad individual, la edad histórica, van suprimiendo problemas. Así surgió el problema de la nada o más exactamente del No-ente (Néant). La aporía va desapareciendo. Sería muy interesante confrontar el planteo de Bergson con el de Heidegger.

V. Jankélevitch, en el estudio que consagró a Bergson y que estimo como el mejor, comienza el capítulo V diciendo que la crítica de las ideas de desorden y de la nada (Néant) es la clave del bergsonismo. Y Bergson lo apoya al decir "que era necesario mostrar que si la marcha habitual del pensamiento es prácticamente útil, cómoda para la conversación, la cooperación, la acción conduce a problemas filosóficos que permanecerán insolubles, al estar planteados al revés." (P.M. pág. 87)

Podemos intentar una aproximación al pensamiento de Whitehead (Modes of Thought, 235). "Hay una insistente preocupación que continuamente esteriliza el pensamiento filosófico. Es la creencia, la creencia muy natural, de que el género humano concientemente ha hospedado todas las ideas fundamentales que son aplicables a la experiencia. Y también se sostiene que el lenguaje humano, en palabras aisladas o en frases, explícitamente expresa estas ideas. Yo llamaré a esta presuposición La Falacia del Diccionario perfecto."

Así encontramos una aproximación con lo que Bergson enseña acerca de los errores a que puede llevar el lenguaje. "Quienquiera se haya liberado de las palabras para ir a las cosas, para reencontrar las articulaciones naturales, para profundizar experimentalmente un problema, sabe bien que el espíritu marcha entonces de sorpresa en sorpresa." (Op. cit. 103) Y en otro pasaje (p. 121) nos dice: "Yo estimo que los grandes problemas metafísicos son generalmente mal planteados y que a menudo se resuelven ellos mismos cuando se rectifica el enunciado o bien son problemas formulados en términos de ilusión y que se desvanecen cuando se mira de cerca los términos de la fórmula. Nacen del hecho de que nosotros trasponemos en fabricación lo que es creación."

Señalo también la proximidad entre el pensamiento de Bergson y el de Lagneau. Este en sus Ecrits nos pone en guardia respecto a la falsa claridad. "Las ideas claras, esas ideas que la naturaleza impone, que el sentido común ratifica y que el espíritu reconoce como suyas, porque constituyen su aporte, su primer intento de exploración en la vida pensante, no son su aporte.

"No son la filosofía misma sino su punto de partida. O si se prefiere su materia primera. Sin duda no se puede decir que la filosofía cesa donde la claridad comienza (porque una cierta claridad comienza con la filosofía), pero se puede al menos afirmar que allí donde la claridad dura y no es interrumpida, la filosofía no ha comenzado." (I62)

En la Antigüedad se diferenciaba la sabiduría, que era privilegio de los Dioses, la ignorancia inconciente de sí misma y la ignorancia conciente que quería superarse. Esos eran los filósofos. De ahí proviene esa relación entre problema y filosofía.

S. Weil afirmaba que el método propio de la filosofía consiste en concebir claramente los problemas insolubles en su insolubilidad. Después en contemplarlos sin más, fijamente, incansablemente, durante años sin ninguna esperanza en la espera.

Un peligro que acecha al pensador radica en confundir el problema con la solución. Otro es no advertir las mutaciones en el tiempo. Hay diversos tipos de filosofar. Simmel hablaba de formas típicas, intermedias entre lo individual y lo universal. Así el platonismo sería una forma típica (no limitada a Platón) o el positivismo, tampoco limitado a Comte. Y respecto a éste, J. Stuart Mill que miraba el positivismo con simpatía, reprochaba a Comte el error de no dejar cuestiones abiertas.

Comte entendía que muchos problemas habían sido abandonados, que habían caído en desuso. Pero hay que preguntarse qué monto de impotencia humana había detrás. Y Vaz Ferreira hablaba de cuestiones que en el curso de la historia se habían fosilizado.

Hay mucho que decir respecto a los problemas abandonados, como se ha dicho también que no hay poemas terminados sino abandonados. Y me pregunto hasta dónde los problemas filosóficos siguen existiendo e insistiendo... Y eso nos lleva a preguntarnos si podemos descartar como necesariamente vana toda investigación referente a las causas primeras a causas finales, para limitarnos a estudiar las relaciones invariables que constituyen las leyes efectivas de todos los acontecimientos observables, susceptibles así de ser racionalmente previstos los unos de acuerdo a los otros. (A. Comte, Cours de Philosophie positive, VI, 424)

Comte afirmaba que cuando el espíritu llega al estado positivo, renuncia a las investigaciones absolutas que no convenían sino a la infancia.

La Filosofía: la infancia recobrada

Creo que filosofar sea la infancia recobrada. Aquella infancia que oponía al principio de razón suficiente de los adultos, la insuficiencia de todas las razones.

"En verdad, os digo que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los Cielos." Esta es la palabra del Evangelio y a la cual agrego: "y tampoco en el reino de la filosofía."

Justificando la Dedicatoria de uno de sus más famosos libros, Saint Exupéry decía: "Todas las personas mayores primero han sido niños; pocos de ellos se acuerdan."

Y bien. Habrá que pedir el milagro a la memoria. Pedir que ella nos devuelva aquel mundo en que nos hallamos en un tiempo sin saber cómo habíamos entrado en este mundo. Nuestro mundo de adultos es un mundo de cosas definidas y lo extraño es que hubo un momento en que todo era indefinido. Apelo al recuerdo infantil en que, en un momento, en una circunstancia, nos encontramos perdidos, rodeados de cosas extrañas, irreconocibles. De ese sentimiento recobrado surgirá una filosofía, una búsqueda de sentido, razón de estar ahí. Volviendo a la infancia podemos entender el Dasein heideggeriano y el significado de ser-en-el-mundo.

Y cuando pienso en ese niño "que se encuentra" ahí; veo como busca incorporarse, en la medida en que comienza a dominar su cuerpo, recuerdo a G. Marcel. "Un espíritu es metafísico en tanto que su posición con relación a lo real, se le aparece (ha quedado para él) como esencialmente inaceptable." Hay que tomar esa palabra posición en su acepción casi física... Se trata de erguirse o tal vez de distenderse. La metafísica es ese erguirse o esa distensión. Pero hay que cuidarse de esas metáforas. No podría lograrse el erguirse de un sí-mismo (Soi) móvil en un mundo calificado de inmóvil. Y termina con esta definición: "En ese sentido, el metafísico es comparable a un enfermo que busca posición." (Journal Metaphysique)

Cuando hablo de recuperación de la infancia, pienso en que aún no se sentían los distanciamientos que el lenguaje impone. Filosofía del alba, de aquella Eos que mostraba sus "deos rosados" que contrapone al ave de Minerva que solo emprende su vuelo en el crepúsculo (Hegel) ¿Y no podría pensarse que al fin de cuentas, lo que busca la fenomenología cuando proclama ir a las "cosas mismas", es un rescate de nuestro asombro ante el mundo?

"Para el niño enamorado de los mapas y de las estampas

El Universo es idéntico a su vasto apetito." (Baudelaire)

¿No cabría hablar entonces de una filosofía nacida del apetito? Aquella que le permitía a Baudelaire hablar de la Tierra como una golosina envuelta en dulzura y a G. Marcel decir que la metafísica es un apetito, el apetito del ser...

Hay una hora en la infancia que no olvidamos jamás (Lequier). Aquella en que la atención viene a encontrarse con fuerza sobre una idea, sobre los movimientos del alma, sobre una circunstancia algunas veces vulgar, nos abre, por una salida inesperada, las ricas perspectivas de un mundo interior; la reflexión interrumpe los juegos y sin ayuda ajena se ensaya el pensamiento por primera vez.

Lo especial de la infancia (que luego se pierde) cuando borra su originalidad, o mejor su originariedad, es un contacto vivo con las fuentes. Habría que pensar o intentar pensar en una pre-ontofanía, aquella que concierne al ámbito de donde vinimos y que no puede ser tematizable. Ontología de la penumbra; momento situado por debajo del ser y por encima de la nada; ontología de lo inefable, ontofanía de la penumbra...

Cuando volvemos a ella e intentamos penosamente saber, empieza el filosofar.


Pensamiento

Artículos publicados en esta serie:

(I) Supratemporalidad de las Humanidades (María Noel Lapoujade, N° 148)

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