Serie: Freudiana (XXIV)

Babel, un mito lozano

Juan Carlos Capo

Transferencia y contratransferencia; el enfoque lleva a la segunda, lo que supone atender el "aquí y ahora" en la "situación analítica", tributarias de un pensamiento fenomenológico y existencial que dejó su impronta _y sigue ejerciendo su influencia_ en el psicoanálisis de esta modernidad languidecente en que vivimos.

En un artículo anterior ("Transferencia y maldición babélica", relaciones N§ 148) se intentó recorrer la noción de transferencia, llegando al punto en que fuegos y vientos pasionales se desatan y el padecimiento alcanza, aunque quizá no por igual, al paciente y al analista.

Ha sido dicho que un psicoanálisis es una borrasca en un diván y las consecuencias de tal borrasca pueden no ser evitadas. Si ellas se producen es propio del psicoanálisis que se produzcan. Pero si los sentimientos pueden ser recíprocos en esa comunidad entre dos(1) la efectividad posible de la marcha no se sustenta en una simetría, sino que el eventual avance implica erguirse ante la palabra (y actos) del paciente, de un modo interrogativo que busca hablar de eso, y es preciso que se analice ese entre dos, cuando sea necesario.

Una intersubjetividad se instala de pleno en la situación transferencial, falseándola, pero antinómicamente haciéndola también más veraz, y más operativa (no a pesar de ello, sino precisamente por eso).

Esa dialéctica intersubjetiva no deja de crear problemas como ya vimos a propósito del amor de transferencia.

En 1910, en "Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica", Freud mencionó la contratransferencia (gegenübertragung), que se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconciente, y "no estamos lejos de exigirle que la discierna dentro de sí y la domine".(5) Volvió a usar el término en dos o tres menciones más que hizo de ella en "Puntualizaciones sobre el amor de transferencia".(6)

Su propia experiencia, junto a otras causales que abonaban en la misma dirección, más los atascamientos en que se trabaron Jung y Ferenczi, con sendas pacientes, Sabina y Elma, debieron dar motivo a este trabajo.

Freud vuelve a hablar allí de contratransferencia, y se explaya largamente sobre que el enamoramiento de la paciente ha sido impuesto (al analista) por la situación analítica y no puede él atribuirse que esto sea por las excelencias de su persona. Se pronuncia, además, en contra de propiciar artificialmente estas condiciones, sabe que está escribiendo para médicos que tienen que luchar con dificultades serias.

Luego, en "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico" (1912), acuña la siguiente fórmula, (él, que era renuente a darlas): _(el médico) "debe volver hacia el inconciente emisor del enfermo su propio inconciente como órgano receptor".(7) Era la metáfora del teléfono que, como la del espejo, incluida en el mismo trabajo, tanta pólvora levantó (y continuará haciéndolo). Ficción del espejo, entendida en el sentido que la persona del analista no fuera transparente para el analizando, ofreciendo su persona pero como una superficie de azogue lo más bruñida y fiel posible, para despejar el inconciente del paciente.

Por añadidura, la virtualidad aniquilante del espejo evoca la duplicación y (y la multiplicación), "los espejos y la cópula so abominables, porque multiplican el número de los hombres",(4) conjugándose en el hallazgo borgiano sexualidad y muerte. El espejo evoca también la mirada de la madre, dando lugar a una "estrategia de ilusión", al decir de Umberto Eco, y a una resonancia winnicottiana de objeto y fenómeno transicional.

Si pensamos como fue su trato con "el hombre de las Ratas" o el análisis con Kardiner, veremos que la fábula del espejo con su meta de impasible opacidad era una aspiración imposible de efectivizar. Esto no quería decir que rechazara la idea del analista medio en el proceso de análisis, y menos aún que Freud lo considerara un espectador "incluido afuera".

Me inclino a pensar en cambio que Freud comprendía que el analista estaba radicalmente implicado en el proceso que allí se desenvolvía, que estaba instalado en el ojo de la tormenta de la relación transfero-contratransferencial.

"El psicoterapeuta analista debe librar así una lucha triple: en su interior, contra los poderes que querrían hacerlo bajar del nivel analítico (el subrayado me pertenece) (_) sabe que trabaja con las fuerzas más explosivas y que le hacen falta la misma cautela y escrupulosidad del químico, sostiene Freud en "Puntualizaciones_ Deberá trabajar con arte, con hierro y con hielo, así de compleja es su tarea y así de envuelto está por ella.(6)

(El vocablo "contratransferencia" pasó a tener en el ámbito analítico una relevancia equiparable a la de "Transferencia". Es de preguntarse si la fuerza que arrienda, en cierto modo, del prefijo "contra" y la connotación defensiva que la misma partícula connota, pudiera esclarecer en algo la consagración alcanzada en el lenguaje y en el solar analítico).

La complejidad

La dialéctica intersubjetiva del par analista analizando(1) y la noción de "Contratransferencia" se puede rastrear en el trabajo de Melanie Klein: "Los orígenes de la transferencia"(10) donde la autora plantea que el amor y el odio, las fantasías, angustias y defensas, operan, ab initio, inextricablemente ligadas a las relaciones de objeto (_) y la transferencia se origina en esos mismos procesos. (_) Así pues el análisis de la transferencia negativa, que ha recibido relativamente poca atención en la técnica analítica, es una condición previa del análisis de los niveles más profundos del psiquismo. (_) El análisis de la transferencia negativa como el de la transferencia positiva y la interconexión de ambas es, (_) un principio imprescindible para el tratamiento de todo tipo de pacientes, tanto niños como adultos".

Y más adelante_ "los relatos de los pacientes acerca de su vida de cada día, sus amistades, sus actividades, no solo dan una comprensión del funcionamiento de su yo, sino que revelan _si exploramos su contenido inconciente_ las defensas contra las angustias despertadas en la situación transferencial". (Subrayado mío)

El corolario de este enunciado doctrinario de Melanie Klein lleva inexorablemente a lo que Christopher Bollas en 1983 llamó "la revelación del aquí y ahora",(3) entendida la palabra revelación en su acepción mística, de militancia religiosa.

Esta noción de "revelación", el analista norteamericano, radicado en Londres, la extrae como un fruto del pensamiento kleiniano, que se contraponía a la doctrina del Grupo independiente de la Sociedad analítica británica.

"El recurso kleiniano, resume Bollas, consistía en que todos los objetos narrativos, eran forzosamente metáforas de la relación paciente-terapeuta.

Paula Heimann le había dicho al autor, a este propósito: _"Pero eso no es interpretar la transferencia. Es una forma demente de traducción, y no de interpretación!"

_ Escuche lo que dice el paciente, _insistían a su turno los kleinianos, cuenta Bollas_, habla de usted y de él (_) cambie su discurso en interpretación de la transferencia" (subrayado mío)

De este modo, concluía Bollas, el analista está constantemente ocupado en traducir cada fragmento de material en referencia a sí.

Si los "aquí y ahora" del analista golpean al paciente y contradicen su punto de vista, entonces, el analista tomará eso por una resistencia a la interpretación de la transferencia e, ironía profética, el analista encontrará finalmente que tenía razón porque donde antes reinaba la confianza, no habrá allí ahora más que una transferencia negativa. Meta inconciente del analista, sostiene Bollas, esta necesidad (subrayado de Bollas) de favorecer la transferencia negativa, porque es bien cierto que a partir del momento en que el analizando está furioso contra el analista, la interacción entre ellos se transforma en el corazón del la sesión, lo que también lo lleva a la siguiente pregunta:

_ "Ciertas cosas que el analista descubre ¨son válidas o bien se trata de necesidades contratransferenciales? ¨Busca curar al analizando_ o bien busca curarse del analizando? (subrayado de Bollas).

Pienso que del artículo kleiniano, transcripto más arriba, que centraba el trabajo en la situación transferencial, en la pesquisa de la transferencia negativa, de cómo el inconciente del analista se entendía con ella, como repercutía en él, en su inconciente, ante todo, y de ahí franquear hasta el "aquí y ahora", como pivote de la tarea, hay un pequeño tranco, porque hay un continuum de contenido.

Bion, en "Atención e interpretación" (1970), afirma lo siguiente: "En una carta a Lou Andreas-Salome, Freud sugirió su método para lograr un estado mental que le diera ventajas para compensar la oscuridad cuando el objeto investigado era peculiarmente oscuro. Habla de enceguecerse de una manera artificial. Como método para lograr esta ceguera artificial he señalado ya la importancia de evitar la memoria y el deseo. Para continuar y extender el proceso incluyo la comprensión de la memoria, el deseo, la comprensión y las impresiones sensoriales puede parecer imposible sin una negación completa de la realidad pero el psicoanalista está buscando algo diferente de lo que normalmente se conoce como realidad;"(_)(2)

En 1949 Paula Heimann escribe el célebre artículo: "Acerca de la contratransferencia".(9) en él la entiende como "la totalidad de los sentimientos que el analista vivencia hacia su paciente". Esto, continúa, no lleva a la conclusión que la contratransferencia sea un factor de perturbación y que el analista deba abstenerse de sentirla y prescindir de ella, sino que debe utilizar su respuesta emocional como una llave hacia el inconciente del paciente. Paula Heimann se pronuncia en sentido contrario a que esto implique una respuesta o confesión a hacer al paciente como así lo entendieron Sandor Ferenczi, Alice Balint, Money-Kyrie, entre otros.

El artículo de Paula Heimann mereció la desaprobación expresa de Melanie Klein, para quien la contratransferencia era algo en principio que debía merecer un autoanálisis relámpago e inmediato. La contratransferencia interferiría por insuficiente "autoanálisis" la buena marcha del proceso, ella sería causa del malestar del analista, contribuiría a las interpretaciones erróneas, verdadera simiente de acting-out, y debiera ser ubicada como resultado de una estructura prototransferencial (Neyraut, L. de Urtubey) yuxtapuesta o contrapuesta a la estructura de la transferencia. Sostenía la posición de Klein un punto de vista desidealizante del analista, afectado de humanas debilidades que a todo ser humano afligen. Se alineaba en este punto junto a Freud, sobre todo en "Análisis terminable e interminable" cuando aquel afirma: _ "No es seguro que los dragones del tiempo primordial se hayan extinguido", rechazando al igual que él, el mito de un analista modelado definitivamente en salud, con una legendaria suficiencia de sí.

_ "El analista no es una persona sana", _lo repiten tanto que parece que dudaran"_ espetó Melanie Klein a un grupo de colaboradores(8). Lo que sostuvo Heimann pasó a integrar de todos modos el corpus teórico kleiniano, dice Phyllis Grosskurth, pero no es seguro que entre los kleinianos se suscriba en forma unánime la afirmación de Grosskurth.(8)

Winnicott dio su aprobación a Paula Heimann en otro artículo revelador: Hate in Counter-Transference, donde dice que si el paciente busca odio objetivo o justificado, debe ser capaz de encontrarlo; y en sentido contrario no debe sentir que puede encontrar amor objetivo.(8, 13) (Importa consignar que en éste Winnicott se refería a pacientes psicóticos).

En el artículo de Winnicott, "La contratransferencia", de 1960, el autor hace otras puntualizaciones, a saber, la de que el analista tiene necesidad de proseguir su análisis, pero advierte sobre la extensión posible que puede tomar la palabra contratransferencia. Se extiende entonces en lo que denomina la actitud profesional del analista que, por supuesto se edifica sobre una base de defensas, inhibiciones, disciplina obsesiva (_) Winnicott entiende que el analista está particularmente bajo tensión porque "toda estructuración de las defensas de su yo disminuye su aptitud para enfrentar la situación nueva en análisis" (subrayado de Winnicott) (_) pero pone de relieve la actitud profesional que compara al simbolismo en el sentido que supone una distancia entre el analista y el paciente. El símbolo está en la distancia entre el objeto subjetivo y el objeto que se percibe objetivamente. (_) Ponía nuevamente de relieve que entre el paciente y el analista se encuentra la actitud profesional del analista, su técnica, el trabajo que efectúa con sus facultades intelectuales. Agregaba que no temía decirlo porque no se consideraba un intelectual, sobre todo porque entendía que trabajaba con su yo corporal, pero además:

_ "Me vienen ideas, aparecen sentimientos, se estudian y se pasan por el tamiz, antes que una interpretación sea hecha. Eso no significa que los sentimientos no se tengan en cuenta. Puede pasar que esté mal del estómago, lo que no afecta generalmente mis interpretaciones, o que esté algo estimulado, en sentido erótico o agresivo por una idea evocada por el paciente, pero eso no afecta por lo general mi trabajo de interpretación, ni lo que digo, no como lo digo, o el momento en que lo digo."(13)

Winnicott se pregunta si no sería mejor dejar que el término contratransferencia vuelva a su significación primera: lo que se espera eliminar por la selección, análisis y formación del analista; pero, en lo que respecta a la respuesta total del analista para las necesidades del paciente, sobre todo para enfermos psicóticos. (_) Ahí sí habría mucho para decir de las reacciones concientes e inconcientes del analista frente al impacto que hace el psicótico, o la parte psicótica del paciente, sobre la personalidad del analista y las repercusiones sobre su actitud profesional. Eso debiera ser el punto de vista sobre futuros intercambios, sostiene. Y por el contrario, piensa, que no puede resultar sino confusión si se busca extender en demasía lo que recubre el término de contratransferencia.

Esta extensión es el punto de vista que adopta Luisa de Urtubey en un dilatado artículo sobre contratransferencia, editado en el boletín de la Sociedad Psicoanalítica de París, en 1994.(11)

Tributaria del pensamiento de Racker, y de Willy Baranger, Luisa de Urtubey desprende la noción de contratransferencia de la situación analítica. En el resumen hecho para la revista de la Asociación Psicoanalítica argentina, lo comienza por una larga enumeración de la contratransferencia que se podrá manifestar (no directamente) "a la conciencia como un signo a descifrar no identificado ni comprendido de inmediato, que surge bajo forma de afectos, sentimientos, asociaciones, representaciones, fantasías, imágenes, lapsus, actos fallidos, interpretaciones o intervenciones surgidas de manera impensada", y continúa: "sueños, proyectos, metáforas o comparaciones inesperadas, todos fenómenos que son o bien retoños derivados del inconciente o bien sus expresiones directas, tales como algunos afectos invasores".

No aparece ella como afectando a uno de los integrantes de la pareja, quizás porque, siguiendo a Racker, entiende la contratransferencia como una situación que afecta a ambos y aquí estaría incluido el entre dos de Willy Baranger. Urtubey caracteriza a Racker como formulador de la teoría moderna o totalista de la contratransferencia, expositor de los puntos de vista más interesantes y válidos sobre ella y bastante distintos de los de Heimann, agrega.

Las hipótesis de Racker sostienen la participación del analista en la situación analítica; la necesidad de comprender la transferencia gracias a la contratransferencia; la descripción de dos tipos de identificación del analista a su paciente; la búsqueda de solución al problema de la fuente de energía de la contratransferencia; la referencia al rol de la señal de angustia; la noción de neurosis de contratransferencia. Asimismo Racker sostiene que la interpretación debe ser hecha cuando el analista sabe que el paciente no sabe, tiene necesidad de saber y es capaz de eso. La interpretación principal es la de la transferencia, que surge de la contratransferencia. Afectando a la capacidad del analista, la contratransferencia influye también al paciente y sobre todo a su transferencia, pero es la toma de conciencia por el analista de su contratransferencia lo que permite romper los círculos viciosos. (_) Existe un paralelismo entre la situación psíquica del analista y la del paciente: ambos en inter-relación, ambos asociando, con la diferencia de que el primero tiene más recursos para concientizar sus asociaciones y toma conciencia de la contratransferencia latente, dinámica, por medio del autoanálisis. La noción de contratransferencia queda reservada para el analista, la de transferencia, para el paciente.

El pensamiento de Racker impresiona como una pasamanería de muchos ornamentos. Añade a la neurosis de transferencia de Freud una neurosis de contratransferencia; a la transferencia positiva y negativa, le agrega una contratransferencia positiva y negativa, a las identificaciones del paciente con el analista (yo o superyó), les suma identificaciones del analista con el yo, con el ello, con el superyó de su paciente, y aún otras.

Esta posición rackeriana es bastante concordante con la cita kleiniana, transcrita arriba, y opuesta, por ende, a la de Paula Heimann.

Lacan critica el término contratransferencia y defiende que existirá siempre un saber ignorado del analista. El análisis se yergue y a través del inconciente de alguien que se dirige al inconciente de otro. Se descuenta, por lo tanto, una comunicación, de inconciente a inconciente, (lo que implica un contrasentido, ya que no se trata de la Teoría de la Comunicación, meramente) y sostiene que la contratransferencia queda subsumida en la transferencia, por lo que concluye que ese término le sobra como herramienta teórica útil.

Coda

En la historia de las ideas (e ideales) psicoanalíticos se deberá entender a que desde una perspectiva plural, los diferentes objetos teóricos: freudiano, kleiniano, lacaniano, winnicottiano y bioniano, reseñados en este trayecto personal, reflejan una perspectiva analítica naturalmente limitada.

La búsqueda de la lengua perfecta _de la que daba noticias Umberto Eco y fue lugar del que partimos para este viaje junto al mito babélico de la Torre de Babel, torre de confusión_, es, finalmente, la historia de un fracaso. Fracaso debido al insano empeño de los hombres por alcanzar el cielo y un más allá del cielo de un Saber. De la historia de este fracaso habrían resultado sin embargo consecuencias invalorables.

Parafraseando a Eco, cada objeto teórico en psicoanálisis podrá no tener la misma aceptación, pero habrá dejado la posibilidad de una estela de consecuencias benéficas.

Cada teoría podrá ser entendida y ubicada, continúa el texto de Eco, como un ejemplo de felix culpa: muchos de los rasgos teóricos que en la actualidad ponemos en práctica, o muchas de las prácticas sobre las que teorizamos (desde las taxonomías de las ciencias naturales a la lingüística comparada, de los lenguajes formalizados a los proyectos de inteligencia artificial y las investigaciones de las ciencias cognitivas), han nacido como efectos colaterales de una investigación sobre la "lengua perfecta". (Ed. Crítica)

Es justo, pues, que reconozcamos a algunos pioneros (así los teóricos del Psicoanálisis) el mérito de habernos dado algo, aunque no sea lo que nos habían prometido, (o lo que nosotros esperábamos).

Los analistas se caracterizan porque saben mucho menos de lo que se les atribuye (por algunos), o de lo que quizás puedan ellos mismos creer que saben. Es de esta condición menesterosa, que se debiera entender como declinante, donde, paradojalmente, reside la virtualidad que es dable llamar promisoria del análisis.

Este recorrido que hice por un sendero histórico de ideas (e ideales psicoanalíticos), y en el que pude quizás revelar pensamientos amalgamados a amores y odios, quizás pueda equipararse a la historia de un psicoanálisis.

Y más aún: quizás pueda dejar salvaguardada la esperanza de que, esta historia de amor, no necesariamente tenga que terminar mal.

Referencias

1. Baranger, W. y M. La situación analítica como campo dinámico. Problemas del campo analítico. Kargieman, Buenos Aires, 1969.

2. Bion, W.R. Atención e interpretación. 1970. Paidós, Buenos Aires, 1974.

3. Bollas, Ch. La révélation de l'ici et maintenant. Nouvelle Revue de Psychanalyse. Numéro 27, Printemps 1983.

4. Borges, J.L. Ficciones. 1941. Alianza Emecé. Barcelona, 1985.

5. Freud, S. Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. 1910. Obras completas. Tomo XI. Amorrortu editores. Bs. As. 1980.

6. Freud, S. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. 1914. Obras completas. Amorrortu editores. Bs. As. 1979.

7. Freud, S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. 1912. Obras completas. Tomo XII. Amorrortu editores. Bs. As. 1980.

8. Grosskurth, Ph. Melanie Klein. Su mundo y su obra. 1986. Paidós. Barcelona, 1990.

9. Heimann, P. Acerca de la contratransferencia. Rev. Uruguaya de Psicoanálisis, IV (1), 1961. 62 p. 129.

10. Klein, M. Los orígenes de la transferencia. Obras completas. VI. Paidós. Hormé. Bs. As. 1980.

11. Urtubey, L. de. Le travail de contre-transfert. 1994. Rev. Fran‡. Psychanal. N§ 31. 1994. pp. 1-187.

12. Urtubey, L. de. Sobre el trabajo de contra-transferencia. Rev. de psicoanal. V. 51, N§ 4. 1994.

13. Winnicott, D.W. De la pédiatrie … la psychanalyse. 1935-1963. Payot. Paris, 1969.


Freudiana

Artículos publicados en esta serie:

(I) referencia
(I) La transferencia sublimada (Carlos Sopena, N§ 131).
(II) ¨Cuánto de judío? (Alan A. Miller, N§ 131).
(III) La mirada psicoanalítica. Literatura y autores. (Mónica Buscarons, N§131).
(IV) Génesis del "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, N§ 132)
(V) Sobre "Las márgenes de la alegría" de Guimaraes Rosa (J. C. Capo,M. Labraga, . De León, N§ 132)
(VI) Un vacío en el diván (Héctor Balsas, N§132)
(VII) Génensis del "Moisés" (N§ 132). Arte y ciencia en el "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, N§ l33)
(VIII) Freud después de Charcot y Breuer (Saúl Paciuk, N§ 133)
(IX) El inconciente filosófico del psicoanálisis (Kostas Axelos, N§ 133)
(X) Nosotros y la muerte (Bernardo Nitschke, N§ 134)
(XI) Freud: su identidad judía (Alan Miller, N§ 13)
(XII) El campo de los "Estudios sobre la histeria" (Carlos Sopena, N§135)
(XIII) Los Freud y la Biblia ( Mortimer Ostov, N§ 135)
(XIV) Volver a los "Estudios" (Saul Paciuk, N§ 136)
(XV) Psicoanálisis hoy: problemáticas (Jorge I. Rosa, N§ 136)
(XVI) Freud y la evolución (Eduardo Gudynas, N§ 137)
(XVII) Los aportes de Breuer (T. Bedó, I. Maggi, N§ 138)
(XVIII) Breuer y Anna O.(Tomás Bedó-Irene Maggi N§ 139)
(XIX) "Soy solo un iniciador" (Georde Sylvester Viereck, N§ 140/41)
(XX) El concepto de placer (Ezra Heymann, N§ 143)
(XXI) Edipo: mito, drama, complejo (Andrés Caro Berta, N§ 145)
(XXII) Identificaciones de Freud (Moisés Kijak, N§ 147)
(XXIII) Transferencia y maldición babélica (Juan Carlos Capo, N§ 148)
Volvamos al texto
Portada
©relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@chasque.apc.org