Serie: Freudiana (XXX)

 

Los fantasmas de la migración forzada

 

Moisés Kijak

 

Freud en Muggia

 

Pero Jehová había dicho a Abraham: vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.

Génesis 12:1

 

Recientemente se ha publicado la correspondencia que Sigmund Freud mantuvo durante su juventud con su amigo Eduard Silberstein. Se conservan solo las cartas que envió el primero de ellos, esta se prolongó durante diez años, desde 1871 hasta 1881, y permite conocer mejor esa etapa de la vida del creador del psicoanálisis.

 

La lectura ellas es sumamente grata, tanto por su estilo como por su contenido. La amistad fue lo suficientemente intensa, como para que Freud compartiera con su amigo desde las trivialidades cotidianas hasta sus inquietudes intelectuales y sus futuros proyectos.

 

Solo una carta

 

Para los biógrafos de Freud, esta correspondencia es tal vez la fuente más importante de la cual se puede obtener información respecto a sus intereses juveniles, su vocación por las ciencias naturales y por la filosofía. En ella aparecen las personalidades académicas y los autores que más gravitaron en su formación. Una mención aparte merecen las confidencias que le hacía a Silberstein respecto a las dos primeras adolescentes que atrajeron su atención. A una de ellas, cuya identidad se desconoce, la apodaba Ichtyosaura. La otra era Gisela Fluss, la hermana de su amigo Eduard Fluss.

El espíritu divertido y burlón está presente en cada una de sus cartas, dejando ver a un joven que vivía sus años de estudiante en forma responsable pero no por eso solemne. Las creaciones literarias que adjuntó a algunas misivas, reflejan dicho espíritu jocoso. Fue con este corresponsal que fundó la Academia Española, con la finalidad de utilizar la lengua de Cervantes como su medio de comunicación. Continuar en profundidad el estudio de dicha correspondencia sería de gran importancia, tanto para conocer mejor esa etapa de la vida de Sigmund Freud como para rastrear los orígenes de sus descubrimientos, ya que se pueden encontrar en germen, algunas ideas que años más tarde desarrolló.

El propósito de este trabajo es referirme solamente a un fragmento de una de ellas que escribió en el año 1876, desde Trieste, y a extenderse sobre una inquietud que lo acompañó durante su vida, y que en dicha misiva aparece expresada de una manera muy especial. En esa carta, le relata los pormenores de un paseo que realizó un domingo, en compañía de dos colegas, a la vecina población de Muggia. Allí encontró lugares, personajes y situaciones que le resultaron llamativos, interesantes y divertidos, y que comunicó a su corresponsal. Un análisis exhaustivo de la misma, permitiría compenetrarse en toda una serie de aspectos de su personalidad, que rebasaría los límites de este trabajo.

El fragmento referido trata de una inscripción que Freud encontró en el frente del ayuntamiento, en la plaza central de dicha ciudad. Se refiere a la expulsión de la población judía de esa región, acaecida durante el siglo XVI. Esta inscripción le llamó suficientemente la atención como para ser lo primero que le comunicó a Eduard Silberstein. La transcribió de memoria y le envió una peculiar traducción, la cual he de comentar.

En el presente trabajo, me he de detener en el tema de las migraciones forzadas, al cual Freud fue especialmente sensible. Creo conveniente referirme antes, sintéticamente, a Eduard Silberstein, a la amistad que existió entre ellos y a las circunstancias que Sigmund Freud estaba viviendo en esa época.

 

La amistad con Eduard Silberstein

 

Eduard Silberstein nació en Jassy, Rumania, en 1856, en el seno de una familia judía ortodoxa. En 1866 su familia se trasladó a Braila, ciudad portuaria junto al Danubio, probablemente a raíz del antisemitismo rumano, y muchos judíos fueron expulsados de allí, a pesar de la intervención de diplomáticos austríacos e ingleses y del mismo Emperador Napoleón III (Encyclopaedia Judaica, 9, 1293). En su nueva residencia, la situación económica de la familia Silberstein fue lo suficientemente buena como para poder enviar a sus hijos a estudiar a Viena.

Eduard Silberstein cursó el Gimnasium de Leopoldstadt junto con Sigmund Freud. Estudió derecho poco tiempo en Leipzig y luego en Viena donde se graduó en 1879. Después de terminar sus estudios retornó a Braila, dedicándose al comercio. Tuvo gran actividad en sociedades judías, especialmente en Hias (Hebrew Immigrant Assistance Society), que se ocupaba de asistir a los judíos de Europa Oriental, que en masa necesitaban emigrar a países más tolerantes. Además actuó en la Bene Brith y la Alliance Israelite Universelle. Luchó por los derechos civiles de los judíos rumanos colaborando para que estos tuvieran derecho a la ciudadanía y al voto.

Su primer matrimonio fue desdichado. Su esposa, Paulina Theiler, era una enferma psíquica grave. Eduard Silberstein le pidió a Freud que la tratase. El día en que tenía la primera entrevista, llegó hasta el tercer piso del edificio de Freud y se suicidó tirándose por la ventana, sin haberlo visto a éste. Con su segunda esposa, Anna Sachs, se fue a vivir a Braila. Falleció en esta ciudad en 1925.

Cuando la Logia Bene Brith de Braila le hizo un homenaje, tres años después de su muerte, Sigmund Freud envió al presidente de dicha Logia la siguiente carta:

Viena 28-4-1928

Distinguido señor presidente y querido hermano,

Me conmovió profundamente la noticia del gran honor que su logia dedicó al recuerdo de mi fallecido amigo de juventud. Dr. Eduard Silberstein. Viví años de mi adolescencia y juventud en íntima amistad, incluso en unión fraternal con él. Sin profesor estudiamos juntos el español, leímos a Cervantes, firmamos nuestras cartas con los nombres de dos perros en el hospital de Sevilla: Cipión y Berganza. También compartimos las primeras inquietudes. Más tarde nos separaron tanto la vida como la distancia geográfica, pero las amistades primeras nunca se olvidan. También volví a verlo algunas veces, cuando vino a Viena; además, tuve que tratar una vez a su mujer.

Usted tiene razón al celebrarlo como un hombre excelente. Era profundamente bondadoso, y en él había un sentido del humor suave que seguramente le hizo más fácil soportar la dureza de la vida.

Me encomiendo, hoy un hombre enfermizo de setenta y dos años, a usted y a todos los hermanos de la logia en Benevolencia, Hermandad y Unión.

 

La carta del 23 de abril de 1876

 

Mientras cursaba su segundo año de medicina, Freud obtuvo una beca. Esta le fue otorgada por el Ministerio de Educación, para realizar un trabajo de investigación en la Estación Zoológica experimental en Trieste, cuyo director era el Prof. Carl Claus, un experto en zoología marina (Jones, I, pp. 48-49). El objeto de dicha investigación eran los órganos genitales de las anguilas, ya que hasta ese momento no se había encontrado machos de dicha especie. Después de su segundo viaje, algunos meses después del primero, dio a conocer el resultado de su investigación que fue publicado en 1877. En este trabajo, un modelo de investigación científica, producto del estudio minucioso de cuatrocientas anguilas a las cuales había disecado y observado macro y microscópicamente, sostiene la teoría de la intersexualidad, según la cual el sexo en esta especie no está determinado genéticamente. Dicha teoría fue posteriormente confirmada (Eissler, K.R. p. 14).

En su correspondencia con su amigo Silberstein, le hace saber sus impresiones sobre Trieste y sus habitantes, y las características del trabajo que estaba realizando. En la carta del 23 de abril de 1876 le relata con muchos pormenores, y de una manera sumamente divertida, la visita dominical que hizo a Muggia, una pequeña población pesquera cercana a Trieste. Transcribo solo el fragmento sobre el cual me he de detener:

"…Para enseñarte a respetar la ciudad de Muccia, voi in media res: En la gran plaza de Muccia –tan grande como mi habitación– una casa muestra un animal esculpido en piedra y corroído, que, según mis conjeturas, debía de haber sido un león: debajo, las cifras del año 1444 y al lado, una inscripción enigmática que prefiero presentar en su texto original y no según el resultado de mi examen. qui duce judaeos veneto migrare senatu praetor et omne procul abire nefas iussit, AC (un nombre propio que he olvidado) nobis monumenta reliquit andreas ipse meritis suis clarior vir 15 XX. Mi traducción es: Hasta aquí hizo emigrar el pretor a los judíos bajo el mando de Venetus y les prohibió alejarse de aquí, tal como el señor XY Andreas, un hombre de grandes méritos nos conservó de ello el recuerdo. Junto con Wahle seguramente descifraréis algo más. De todos modos, esta es la antigüedad. Hay algo más. Los fundamentos de la ciudad lo constituyen una antigua muralla, con ruinas dispersas de edificios, restos de portales, etc., elementos conservados a los que se han incorporado de la manera más extraña las viviendas de los actuales muggianos (ésta es la escritura correcta)…" (p. 212).

 

Sobre la inscripción en el Municipio de Muggia

 

La necesidad de trascender, ha llevado a los seres humanos, desde tiempos inmemoriales, a dejar fijados de una manera imperecedera, hechos y personajes que consideraban dignos de que se recordasen. Fruto de ello son las incontables inscripciones que nos han quedado y que se siguen haciendo, en piedra, bronce u otros materiales, y que siguen despertando la curiosidad de los que las observan. La pulsión de saber encuentra en ellas una forma de satisfacerse. Para los estudiosos del pasado, y para el común de la gente, estas inscripciones son una fuente importante de acceso a éste. Pero a veces sucede que las inscripciones no son entendidas en el sentido original, dando lugar a otras interpretaciones que también merecen ser estudiadas.

Paso entonces a analizar la interpretación que Freud hizo, la que a mi entender, merece ser estudiada como un aporte al conocimiento de las ideas que desde su juventud preocupaban al creador del psicoanálisis.

En una nota al pie de página, el editor de la correspondencia Freud-Silberstein agrega el texto completo y la traducción correcta, que a continuación transcribo:

"La inscripción, en dos dísticos, en el ayuntamiento de Muggia: QUI DUCE JUDAEOS VENETO MIGRARE SENATU / PRAETOR ET OMNE PROCULI IUSSIT ABIRE NEFAS/, HAEC BONDUMERUS NOBIS MONUMENTA RELIQUIT / ANDREAS MERITIS CLARIOR IPSE SUIS / ANN DNI MDXXXII (El alcalde que, inducido por el senado veneciano hizo expulsar a los judíos y eliminar todo desafuero, Andreas Bondumerus, aún más famoso por sus méritos, nos dejó este monumento. En el año del Señor 1532)" (p. 217).

Tal como se puede observar, existe una diferencia entre el texto original y el que le envió a Eduard Silberstein. Tal diferencia en el texto latino puede ser atribuible al hecho que Freud lo citó de memoria. Pero mucho más grande es la diferencia entre la traducción correcta de la inscripción, y la que Freud hizo. La placa recordatoria se refiere a la expulsión de los judíos, mientras que la traducción que Freud hizo quiere hacer creer que a estos se les prohibió alejarse de allí. Dos veces repite lo mismo: "Hasta aquí hizo emigrar el pretor a los judíos bajo el mando de Venetus y les prohibió alejarse de aquí…".

La primera pregunta que uno se puede formular es la siguiente: ¿cómo pudo Sigmund Freud hacer semejante traducción? Si sus conocimientos de latín fueran muy escasos, a ello podría atribuirse tal traducción errónea. Pero no parece ser esa la causa. Existen razones para pensar de que su latín parecía bueno. Prueba de ello son las notas que en dicha lengua clásica le envía a su amigo. En la carta del 16-VI-1873 (sobre el bachillerato) le relata a su amigo Emil Fluss los pormenores de su examen de latín, en el que había obtenido el segundo puesto con la calificación de notable. No obstante, no se puede descartar totalmente que se trate de una traducción equivocada.

La otra posible explicación es que, siguiendo con su tono jocoso, haya querido hacer una broma sobre este hecho trágico, y compartirla con su amigo. Incluso podría pensarse que quería también hacer copartícipe a Wahle, un amigo de ambos, en cuya casa Eduard Silberstein se estaba alojando. Usar eufemismos es común en esta correspondencia. Así, por ejemplo, en la carta del 28-IV-1875, refiriéndose a Viena, ciudad que a Freud no le resultaba demasiado simpática, la denomina "…la tierra donde brota leche y miel…", usando la expresión con la que en el Libro del Exodo, 3,8, se califica a la tierra de Canaán.

Personalmente soy más propenso a pensar en esta segunda explicación. Pero lo que no cabe la menor duda es que dicha "inscripción enigmática" fue lo que primero llamó su atención y necesitó contárselo a su amigo. Como cosa digna de consignar, en la misma carta, y refiriéndose a las mujeres de Muggia, dice que son "…rubias en su mayoría, lo que no coincide ni con la raza italiana ni con la judía…"

 

Freud y las migraciones

 

Si intentamos encontrar una explicación a esta enigmática traducción, debemos ubicar este hecho en el momento que Freud estaba viviendo, y éste, a su vez, dentro del contexto más amplio de su historia personal y familiar.

En su "Autobiografía" (Freud, 1924), escribe: "Nací el año 1856 en Freiberg (Moravia), pequeña ciudad de la actual Checoslovaquia. Mis padres eran judíos, confesión a la que continúo perteneciendo. De mis ascendientes por la línea paterna creo saber que vivieron durante muchos años en Colonia; emigraron en el siglo XIV o XV hacia el Este obligados por una persecución contra los judíos, y retornaron luego en el siglo XIX a través de Lituania y Galitzia, estableciéndose en Austria. Cuando yo tenía cuatro años me trajeron mis padres a Viena, ciudad en la que he seguido todos los grados de instrucción" (S.E., XX, pp. 7-8). Esto es, en forma sintética, lo que Freud nos hace saber sobre las migraciones familiares y propias. Omitió mencionar los meses que él y su familia estuvieron el Leipzig, previo al traslado a Viena. Sus medio-hermanos Emanuel y Philip, hijos del primer matrimonio del padre, emigraron en esa misma época y por las mismas razones, a Manchester. Inglaterra ejerció de por vida una gran atracción para Sigmund Freud, tema al cual me referiré más adelante.

Ninguna migración es voluntaria. Todo aquel que deja en forma definitiva su lugar de residencia y se traslada a un nuevo lugar, lo hace movido por serias necesidades que lo obligan a tomar tal determinación. Las causas económicas suelen ser las más frecuentes, pero no son las únicas. Las persecuciones a las que Freud hace alusión en su historia familiar, son otras de las razones.

Jacob Freud y su familia abandonaron Freiberg a raíz de una serie de cambios político-económicos que habían afectado sus negocios. E. Jones describe los efectos que sobre ellos habían tenido dichos cambios, y agrega que "…a la angustia consiguiente se unieron otros presagios, aún más siniestros. Una de las consecuencias de la revolución de 1848-9 había sido la de convertir el nacionalismo checo contra la población austro-alemana, la clase dirigente de Bohemia y Moravia. Bien pronto eso se volvió contra los judíos, que eran alemanes por su idioma y educación, y de hecho, en Praga, la revolución comenzó con motines de los checos contra los fabricantes textiles judíos. El infortunio económico se alió al nacionalismo naciente para volverse una vez más contra el chivo emisario tradicional, los judíos. Incluso en la pequeña Freiberg, los fabricantes de ropa, todos ellos checos sin ninguna excepción comenzaron, en su descontento, a considerar a los comerciantes judíos como responsables de su difícil situación. No parecen haberse registrado verdaderos actos de violencia contra ellos o contra sus bienes, pero de todos modos no es posible sentirse seguro en una comunidad pequeña y mal dispuesta" (Jones, E, [1962] I, p. 23).

A ese viaje de Freiberg a Leipzig, y de esta última ciudad a Viena, Sigmund Freud hace referencia en varias oportunidades. Incluso la fobia a viajar que padeció durante unos años, la atribuye a la forma traumática en que vivió dicho viaje (Freud, S., [1950] I, 262).

Creo conveniente referirme brevemente a ese fragmento de su "Autobiografía". Intenta convencerse, al estilo de la novela familiar, que el paso de la familia Freud por Europa Oriental fue solo temporario. Su familia sería entonces oriunda de Europa Central, y a ella volvió. Por éste y por otros escritos, es clara su necesidad de diferenciarse de los judíos del Este europeo. Es común que inmigrantes que desean mimetizarse con la cultura dominante suelan alejarse, por distintos medios, de aquello que les recuerda su origen. Por otro lado, la corriente anti-ortodoxa dentro del judaísmo en aquella época era en parte responsable del trato despectivo hacia los judíos que mantenían sus usos y costumbres.

La llegada de la familia Freud a Viena, en 1860, coincidió con una época más liberal. Muchas restricciones contra los judíos que databan de siglos atrás habían sido anuladas. Pero al entusiasmo inicial siguió pronto una nueva decepción. El tradicional antisemitismo austríaco se vio reforzado por una serie de hechos. En 1873, coincidiendo con la Exposición Internacional en Viena, se produjo la quiebra de la Bolsa de Comercio. Si bien las investigaciones oficiales probaron que se produjo por la "fiebre especulativa" en la cual participaron muchos integrantes de la población, incluyendo algunos ministros y miembros de la alta aristocracia, se acusó de ello a las actividades especulativas de los judíos (Encyclopaedia Britannica, T II, 469).

En ese año, Sigmund Freud entró en la Universidad y se hizo miembro del Leserverein, una institución pro-germana, con cuyos ideales comulgaba, al igual que muchos jóvenes estudiantes judíos. En 1875, el profesor Theodor Billroth (1829-1894), un destacado cirujano dio a conocer un trabajo titulado "Sobre el estudio de las ciencias médicas en las universidades de la nación alemana". En el mejor estilo antisemita, el autor atacó a los estudiantes judíos de Galitzia y Hungría, alegando que lo que los llevaba a estudiar medicina era la vanidad y la ambición. Por otro lado consideraba que estos estudiantes jamás llegarían a ser alemanes. ([Tiempo después, Billroth reconoció que estaba equivocado, haciéndose inclusive miembro del Verein Zur Abwehr des Antisemitismus (E.J. 4, 997)]. Este trabajo despertó fuertes controversias y desencadenó una serie de desmanes contra estudiantes judíos (Encyclopaedia Judaica, 4, 997).

Conociendo estos hechos, es fácil entender por qué Freud escribe en su "Autobiografía" lo siguiente:

"La Universidad, a cuyas aulas comencé a asistir en 1873, me procuró al principio sensibles decepciones. Ante todo, me preocupaba la idea de que mi pertenencia a la confesión israelita me colocaba en una situación de inferioridad con respecto a mis condiscípulos, entre los cuales resultaba un extranjero. Pero pronto rechacé con energía tal preocupación.

Nunca he podido comprender por qué habría de avergonzarme de mi origen, o como entonces comenzaba ya a decirse, de mi raza. Asimismo renuncié sin gran sentimiento a la connacionalidad que se me negaba. Pensé en efecto, que para un celoso trabajador siempre habría un lugar, por pequeño que fuese, en las filas de la Humanidad laboriosa, aunque no se hallase integrado en ninguno de los grupos nacionales. Pero estas primeras impresiones universitarias tuvieron la consecuencia importantísima de acostumbrarme desde un principio a figurar en las filas de la oposición y fuera de la "mayoría compacta", dotándome de una cierta independencia de juicio" (S.E. XX, p. 9).

 

Entre Freiberg y Viena

 

Leyendo la correspondencia de Freud, no aparecen grandes diferencias entre sus sentimientos respecto a la tierra perdida y al nuevo lugar de residencia, de los que se observan en la mayoría de los que han tenido que emigrar. Se encuentra un entretejido de idealizaciones y denigraciones tanto del viejo como del nuevo hogar, la esperanza recóndita de recuperar una tierra de promisión y el temor de no poder hallarla jamás.

Freiberg, a la cual volvió a visitar en varias oportunidades, a partir de 1870, es descrita con caracteres idílicos. Una de las razones era el hecho de haberse enamorado de Gisela Fluss, hija de una familia amiga de la suya que seguía residiendo allí, y hermana de su amigo Emil Fluss. En una carta a este último (la famosa carta sobre el Bachillerato, del 16-VI-73) en vísperas de su alejamiento de Freiberg, le escribe: "…Porque poniéndome en su lugar puedo imaginar su estado de ánimo. Abandonar la hermosa patria, los queridos parientes, el más bello entorno, las ruinas de las inmediaciones; no sigo, porque de otro modo me pondría tan triste como usted; lo que debe abandonar, usted lo sabe mejor que nadie…" (Freud, S. [1992] p. 307).

Por diferentes razones quiero citar un fragmento de la carta del 11-VIII-1873 a Eduard Silberstein escrita en el español, idioma que utilizaban en gran parte de su correspondencia. "…Quizá no eres ocupado? no tienes á que pensar? Que callo de otras cosas á que han de volverse tus pensamientos, no hay un Abraham quien separándose de ti ha dicho: "Querido Elieser sabes, lo que me ha mandado el Poderosísimo Dios: que no debes elegir entre las mozas de ese país, que es país de idólatras y desalmados; más ve en el país de mis padres, donde yo he tomado nacimiento, de donde me ha hecho salir el Diós mío y traeme el retrato de una de las mozas del país de mis padres. Y el piadoso Elieser ha dicho: Te fíes de la fidelidad de Elieser que hará lo que te ha mandado tu Diós". Espero, que tu entiendas esa alegoría".

Freud le estaba pidiendo a su amigo que, a su paso por Freiberg, le consiguiese una fotografía de Gisela Fluss. La paráfrasis que utiliza del texto del Génesis 24, en el que el Patriarca Abraham le encarga a su criado que le busque una esposa para su hijo Isaac, es una prueba de lo familiarizado que Freud estaba con el texto bíblico y de lo propenso que era a jugar con éste, adaptándolo a sus propias circunstancias. Podría ser que haya hecho algo parecido con la inscripción del ayuntamiento de Muggia. Pero creo que en la elección de dicho texto de las Sagradas Escrituras, también estaba expresando su añoranza por su tierra de origen y su disconformidad no solo con las mozas de Viena, sino con Viena misma, a la cual calificaba como "…país de idólatras y desalmados…".

Su rechazo por Viena a lo largo de los muchos años de residencia allí, se puede sintetizar, siguiendo las ideas de E. Jones (1967, T.I, pp. 305/6) en estas tres razones: su nostalgia por su tierra natal, el antisemitismo permanente en dicha ciudad, y a la hostilidad con que recibieron allí sus trabajos.

Mucho habría para escribir sobre el antisemitismo austríaco. Los límites de esta presentación quedarían rebasados. Solo quiero mencionar que paulatinamente el odio contra los judíos se fue intensificando hasta adquirir las proporciones que hicieron posible que la inmensa mayoría se plegara al nazismo, antes, durante y después de la anexión de su territorio por Alemania.

 

Manchester, tierra de promisión

 

Cuando finalizó el bachillerato, le habían prometido a Sigmund Freud un viaje a Manchester, para que pudiera encontrarse con la rama de la familia que allí residía. Sus biógrafos son de la opinión que el deseo de su padre era casarlo con Pauline, hija de Emanuel, y lograr que se radicase allí y se dedicase a los negocios.

La idea lo entusiasmó mucho y aunque dicho viaje tuvo que ser postergado por dos años por razones económicas, su entusiasmo no decayó. En la carta a Eduard Silberstein del 6 de agosto de 1873 le escribe: "… Si bien yo nunca me he entregado a la filosofía por desesperación como tú, en cambio he caído en otros vicios que me harán perder la salvación de mi alma. Si esto sigue así, aún tendré con retraso la "enfermedad inglesa". Leo la historia inglesa, escribo cartas inglesas, y recito versos ingleses y estoy sediento de miradas inglesas. Lo principal, sin embargo, el viaje inglés se ha desvanecido; estoy atado con lazos indisolubles por contrato a la escuela de natación vienesa. Aunque no lo estuviera, dudo de que un viento propicio me llevara sobre el Canal. No debo seguir escribiendo sobre esto, de otro modo copiaría un capítulo de Job, mutatis mutandis…" De su viaje a Manchester, finalmente realizado entre fines de julio y principios de setiembre de 1875, volvió muy entusiasmado. Solo mencionaré un fragmento de la carta enviada a su regreso, 9 de setiembre de 1875. Después de contarle de su familia y lo bien que se sintió con ella, agrega: "…Frente a Inglaterra no tengo que observar estas cautelas y puedo decir francamente que me gustaría vivir más allí que aquí, a pesar de la niebla, la lluvia, las borracheras y el conservadorismo. Muchas peculiaridades del carácter inglés y del país, que a otros continentales les serían insoportables, coinciden muy bien con mi naturaleza. Tal vez, querido amigo, después de mis estudios un viento favorable me lleve a Inglaterra para asumir la práctica profesional."

Teniendo en cuenta estos antecedentes inmediatos a la carta enviada desde Trieste, se puede contar con más elementos de juicio para entender el particular estado de ánimo de Freud referente a Viena, y sus esperanzas y temores referentes a una posible migración. [Al final de la carta sobre Muggia, y relatando la despedida que tuvo con un niño con quien ocasionalmente compartió el viaje de vuelta a Trieste, escribe: "…me despedí con un beso como una especie de zio, un cargo que me había asignado nuevamente en los últimos días de Manchester…".]

 

Una patria para los hijos

 

En el capítulo VI (S.E. V, 441) de su obra "La interpretación de los sueños" (Freud, S. 1900), incluye un sueño propio conocido como "Mi hijo, el miope". Solo quiero transcribir su comienzo: "A causa de algunos sucesos acaecidos en la ciudad de Roma es necesario poner a salvo a los niños, y eso es lo que acontece…". Según Freud, "Este sueño se construye sobre una madeja de pensamientos despertados por una obra de teatro que vi, "Das newe Ghetto" (El nuevo ghetto). La cuestión judía, la inquietud por el futuro de los hijos a quienes no podemos dar una patria, el cuidado por educarlos de tal modo que puedan ser cosmopolitas (das siefreizugig werden konnen), son fácilmente reconocibles en los pensamientos oníricos correspondientes."

La pieza de teatro que vio la noche anterior al sueño, fue escrita por Theodor Hertzl, el ideólogo máximo del Sionismo. Dicha obra trata sobre la difícil situación de los judíos en esa época, a pesar de que las puertas del ghetto se había abierto. Freud consigna también, que "…Poco antes de sobrevenirme el sueño me había enterado que un hombre de mi mismo credo (Glabensgenosse) había debido abandonar la plaza que con tanto trabajo consiguiera en un hospital psiquiátrico estatal". Sin duda que este hecho, al igual que la obra teatral de Herzl, lo impresionaron mucho.

No es mi intención analizar dicho sueño. Solo quiero mencionar algunas asociaciones y comentarios que hace en relación con el sueño y que se vinculan con el tema que estoy tratando.

Freud relaciona un pasaje de su sueño con el comienzo del Salmo 137: "Junto a las aguas de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos, acordándonos de Sión", recuerda la pérdida de la patria después del primer exilio. Es una declaración de fidelidad hacia ella y una expresión de esperanza de reencontrarla. A este salmo se lo considera, con razón, como el primero sionista.

Sin dejar de lado otros significados, es fácil reconocer a lo largo de todas sus asociaciones, su preocupación por sus hijos, que va desde la seguridad física y el desarrollo intelectual de ellos hasta el temor de que puedan ser mal guiados. Es posible conjeturar que la situación prevaleciente en Viena en esa época y la política antijudía jugaron un papel importante en dichos temores. "…el cuidado por educarlos de tal modo que puedan ser cosmopolitas…" alude a la posibilidad de que se puedan mover adecuadamente a través de las fronteras, en caso de necesidad. Dicha preocupación se corrobora en la nota al pie de página, al final de este sueño, de la cual reproduzco un fragmento. "Por lo demás, la situación onírica en la que yo pongo a salvo a mis hijos sacándolos de la ciudad de Roma está desfigurada por una referencia retrospectiva a un hecho análogo, correspondiente a mi infancia. El sentido es que envidio a unos parientes a quienes hace ya muchos años se les ofreció la oportunidad de trasladar a sus hijos a otro suelo." Aunque es obvio, creo importante recordar que dicha envidia que siente por sus hermanos mayores que habían emigrado a Manchester, está expresada en tiempo presente.

 

Freud en los años treinta

 

Casi a los finales de la primera guerra mundial, el 10 de diciembre de 1917, Freud le escribe a Abraham haciéndole sabe su enorme rechazo contra los dos bandos en lucha; pero agrega: "La única noticia alegre es la captura de Jerusalén por los ingleses y la experiencia que se proponen realizar creando un hogar para los judíos." El gobierno inglés había prometido eso a través de un documento recordado como la "Declaración Balfour". Son conocidas sus simpatías hacia el movimiento sionista "Kadima", del cual era uno de los contados miembros de honor, junto con Theodor Hertzl, Max Nordau y Peretz Smolenskin. Sus hijos Martín y Ernst eran miembros activos de movimientos sionistas.

Los temores a una migración forzada se intensificaron a raíz de la situación imperante en esos años. El auge del fascismo en Austria, el acceso al poder del nazismo en Alemania y su política agresiva, y la indiferencia cómplice del resto de las potencias occidentales, presagiaban la catástrofe que se desencadenó en 1939. Las dificultades para emigrar a países seguros, hacía más insegura aún la situación de las víctimas de las persecuciones.

Son por todos conocidas las circunstancias que hicieron posible la huida de Freud de Viena después de la anexión.

Quiero referirme a dos hechos acaecidos después de la ocupación nazi. Ernst Jones relata en su "Vida y obra de Sigmund Freud" lo siguiente: "Los pocos días que pasé en Viena fueron días agitados. Estaba constantemente asediado por los que me pedían ayuda para pasar de Austria a Inglaterra. Naturalmente, yo no podía prometer nada. Aparte del problema de conseguir el permiso del gobierno, yo entendía que debía consultar previamente a mis colegas para conocer su actitud en cuanto a admitir un gran número de analistas vieneses, que no gozaban de todo el afecto de algunos de los nuestros. Muller-Braunschweig, entonces acompañado por un comisario nazi, vino de Berlín con el propósito de liquidar el movimiento psicoanalítico. Se hizo, sin embargo, una reunión de la Comisión de la Sociedad de Viena el 13 de marzo, y en ella se decidió que se fueran todos los que tuvieran la posibilidad de hacerlo y que la sede del psicoanálisis estaría dondequiera se estableciera Freud. Este comentó: "Después que Tito destruyó el Templo en Jerusalén, el rabí Johanan ben Zakkai pidió permiso para abrir una escuela en Jabneh para estudiar la Torah. Nosotros vamos a hacer lo mismo. De todos modos, estamos acostumbrados a la persecución por nuestra historia, por la tradición, y algunos de nosotros por la experiencia personal", y agregó riendo, mientras señalaba a Richard Sterba, "con una sola excepción". Pero Sterba decidió compartir la suerte de sus colegas judíos, y salió para Suiza dos días más tarde" (Jones, E. [1962] T. III, p. 242).

En mayo de 1938, Sigmund Freud le escribe a su hijo Ernst, que ya estaba en Londres: "En estos días negros solo hay dos perspectivas que nos pueden reconfortar: reunirnos con todos ustedes y morir en libertad. A veces me comparo al viejo Jacob, a quien sus hijos llevaron ya anciano, a Egipto. Es de esperar que el resultado no será el mismo, un éxodo de Egipto. Es hora de que Ajashverus pueda descansar en alguna parte." (Jones, E. [1962] T. III, p. 245/6). En esta carta se identifica con Ajashverus, el Judío errante. Este personaje legendario, por su condición de eterno nómada, pasó a ser el símbolo de todo el pueblo judío. No es mi intención adentrarme a descifrar los múltiples significados que esconden estas palabras. Solo quiero arriesgar una hipótesis: ¿estaba seguro que esa iba a ser la última estancia para él y los suyos, o temía que pudiesen ser enviados a otra parte, como sucedió con muchos otros que encontraron solo asilo temporario en suelo inglés?

 

Conclusiones

 

Los fantasmas de la migración forzada acompañaron a Freud durante toda su vida. Suponemos que las experiencias tempranas vinculadas con su traslado de Freiberg a Viena, dejaron huellas que luego se vieron intensificadas por las historias familiares, el antisemitismo reinante, y por otros factores que aumentaban su sensación de inseguridad.

La tranquilidad de la que disfrutaban sus familiares en Inglaterra, fue algo que anheló durante mucho tiempo y probablemente nunca haya abandonado.

Los acontecimientos en Europa en general, y en Austria en particular, en la última década de su vida, intensificaban su incertidumbre. Probablemente ello haya sido uno de los motivos predominantes que lo llevaron a querer entender el porqué los judíos llegaron a ser lo que son, y a intentar comprender la razón por la cual el antisemitismo se originó y persistió. "Moisés y el monoteísmo", su última gran obra, fue el resultado de estas inquietudes.

Dentro de este panorama, el episodio de Muggia alrededor del cual centré mi trabajo, se inserta como un mosaico que toma sentido teniendo en cuenta el conjunto. Eduard Silberstein, su amigo de juventud, fue alguien con quien podía compartir, incluso en forma risueña, sus inquietudes. También él fue víctima de una situación parecida y podía comprenderlo con solo una alusión.

La misma veta irónica lo acompañó en momentos dramáticos que le tocaron vivir en la Viena nazi. Como condición para que se le otorgase la visa, tuvo que firmar una declaración cuyo texto dice lo siguiente: "Yo, Profesor Freud, confirmo por la presente que después del Anschluss de Austria al Reich de Alemania, he sido tratado por las autoridades germanas, y particularmente por la gestapo, con todo el respeto y la consideración debidos a mi reputación científica; que he podido vivir y trabajar en completa libertad, así como proseguir mis actividades en todas las formas que deseara; que recibí pleno apoyo de todos los que tuvieron intervención en este respecto, y que no tengo el más mínimo motivo de queja". Cuenta E. Jones que cuando le trajeron este documento, Freud preguntó si le permitían agregar una frase que era la siguiente: "De todo corazón puedo recomendar la Gestapo a cualquiera" (Jones, E. [1962] III, 246).

No sabemos si alguno de los expulsados de Muggia, en el año 1532, tuvo una actitud parecida para con el alcalde Andreas Bondumerus. Sigmund Freud, en el año 1876, a los veinte años de edad, en la carta a su amigo Eduard Silberstein intentó irónicamente hacer con dicho alcalde, algo similar a lo que de anciano hizo con los nazis.

 

Referencias

 

Freud, S. (1871-181). Cartas de juventud. Gedisa. Barcelona, 1992.

Freud, S. (1900). The interpretation of dreams. S.E. IV/V.

Freud, S. (1924). An autobiographical study. S.E. XX.

Freud, S. (1950). Extracts from the Fliess papers. S.E, I.

Eissler, K.R. (1976). Sigmund Freud. Su vida en imágenes y textos. Paidós. Buenos Aires. 1980.

Encyclopaedia Britannica. (1973). Chicago.

Encyclopaedia Judaica. Keter. Jerusalem. 1972.

Jones, E. (1962). Vida y obra de Sigmund Freud. Nova. Buenos Aires.

 


Freudiana

Artículos publicados en esta serie:
(I) La transferencia sublimada (Carlos Sopena, Nº 131).

(II) ¿Cuánto de judío? (Alan A. Miller, Nº 131).

(III) La mirada psicoanalítica. Literatura y autores. (Mónica Buscarons, Nº131).

(IV) Génesis del "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº 132)

(V) Sobre "Las márgenes de la alegría" de Guimaraes Rosa (J. C. Capo,M. Labraga, B. De León, Nº 132)

(VI) Un vacío en el diván (Héctor Balsas, Nº132)

(VII) Génensis del "Moisés" (Nº 132). Arte y ciencia en el "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº l33)

(VIII) Freud después de Charcot y Breuer (Saúl Paciuk, Nº 133)

(IX) El inconciente filosófico del psicoanálisis (Kostas Axelos, Nº 133)

(X) Nosotros y la muerte (Bernardo Nitschke, Nº 134)

(XI) Freud: su identidad judía (Alan Miller, Nº 134)

(XII) El campo de los "Estudios sobre la histeria" (Carlos Sopena, Nº135)

(XIII) Los Freud y la Biblia ( Mortimer Ostov, Nº 135)

(XIV) Volver a los "Estudios" (Saul Paciuk, Nº 136)

(XV) Psicoanálisis hoy: problemáticas (Jorge I. Rosa, Nº 136)

(XVI) Freud y la evolución (Eduardo Gudynas, Nº 137)

(XVII) Los aportes de Breuer (T. Bedó, I. Maggi, Nº 138)

(XVIII) Breuer y Anna O.(Tomás Bedó-Irene Maggi Nº 139)

(XIX) "Soy solo un iniciador" (Georde Sylvester Viereck, Nº 140/41)

(XX) El concepto de placer (Ezra Heymann, Nº 143)

(XXI) Edipo: mito, drama, complejo (Andrés Caro Berta, Nº 145)

(XXII) Identificaciones de Freud (Moisés Kijak, Nº 147)

(XXIII) Transferencia y maldición babélica (Juan Carlos Capo, Nº 148)

(XXIV) Babel, un mito lozano (Juan Carlos Capo, Nº 150)

(XXV) La pulsión de muerte (Carlos Sopena, Nº 151)

(XXVI) Un rostro del "acting out" (Daniel Zimmerman, Nº 152/53)

(XXVII) ¿Cuál es la casuística de Freud? (Roberto Harari, Nº 154)

(XXVIII) El interminable trabajo del psicoanálisis (Ada Rosmaryn, Nº 156)

(XXIX) El psicoanálisis y los conjuntos intersubjetivos (Marcos Bernard, Nº 156)

 

VOLVAMOS A LA NOTA


Portada
©relaciones
Revista al tema del hombre
relacion@chasque.apc.org