Política Ficcional y Estado de Novela

 

Sergio Cecchetto

 

Hay dos historias que hasta hoy se han mantenido artificialmente separadas. Una pertenece a ese resbaladizo terreno que llaman Ficción y la otra, a ese dudoso baúl que se conoce con el nombre de la Historia. Ambas hablan de nuestro presidente, don Macedonio Fernández, aquel que proyectó escribir una novela bajo el título de El hombre que será Presidente y no lo fue. Macedonio no escribió esa obra pero sí otra, el Museo de la Novela de la Eterna, donde efectivamente cumplió con su deseo presidencial, y novelístico. No lo fue en la Historia, dicen algunos, y hasta él mismo creería eso por momentos. Sin embargo Hipólito Irigoyen entre el año 1916 y 1922, convirtiendo la ficción en realidad, leía para nosotros sus discursos.

 

Dos historias que son una

 

Un Presidente siempre es un fabulador. Por su concurso la ficción gana realidad y la realidad se torna una ficción. (Larga es la tradición escritural-política: en Argentina, Bartolomé Mitre, Sarmiento, Juárez Celman…) Para Macedonio no existen diferencias entre un novelador y un presidente: ambos manejan la realidad, ambos generan ficciones. Su teoría del Estado ha pasado por ser utópica pero es mucho más que eso: ¡es literaria! Del mismo modo su teoría de la Novela fue concebida por los críticos como simple literatura, desconociéndose su eminente carácter político.

Hubo otra candidatura. Me refiero a la del año ’27, para la cual un grupo de jóvenes escritores trabajaron promoviendo la campaña e integrando la fórmula. Hipólito Irigoyen, uno de sus secuaces, formaba parte de "la Novela Salida a la Calle, con todos sus personajes, en ejecución de sí misma".(1)

Macedonio no trató de hacer jamás "una política de la ficción". Su conjura e intriga se llevó a cabo de la mano del Presidente para lograr que la ficción develara su carácter político, y la política su sesgo ficcional. Dos historias que son solo una, indiscernible político-fantástica.

Dos años trabaja en el lanzamiento de su candidatura. Su intención es generar un movimiento nacional y popular que neutralice los efectos de la revolución rusa. Contra el electoralismo, contra la política de comité, contra el Estado coercitivo la idea política realizada, efectivizada en la literatura.

Se lo ve sembrando papelitos con versos y un número de teléfono al pie por los bares de la ciudad; inventa un sistema de capitalización de comunicaciones equivocadas: no se debía contestar "Equivocado" sino "¡Macedonio!"

Si la "efectividad de autor es solo invención" cuanto más lo será la efectividad de presidencia.

Conquista del electorado por anonadamiento, por sorpresa, a fuerza de misterio, imaginación e ingenio. ¿Qué de más sólido y real? ¿Qué más inconmovible que la física, reino de lo ya visto? Macedonio intenta modificar las leyes naturales, menudeando imposibles por la ciudad y así, por obra de pasmo y boquiabriencia, alterar el gusto de los votantes: cuerpos sin peso, cucharas de papel de seda, densidades insólitas, resistencias desproporcionadas. Subversiones operadas sobre lo real por lo fantástico en cuanto éste exige ser representado.

Lenguaje y realidad, hijos de la convención y la comodidad, trastrabillan por esa causa. Sus categorías se ofrecen desnudas en su carácter ficcional.

 

Un pensador político

 

Ningún arte puede subordinarse a la realidad, ni ser su copia porque no existe realidad más real que el arte mismo. ¿Y qué acto más artístico, qué de más dramático y subversivo y eminentemente político que una Revolución o una Conquista? Una puesta en escena, teatral o escritural, inviste el deseo revolucionario todo-ficción, todo-simulación. Ya no serán posibles las revueltas que se fijan necesarias ni aquellas que se efectúen en nombre de ningún interés. En Macedonio no es posible diferenciar la novela del happening, ni al happening de las sediciones. "El público miraría / esos / ‘jirones de arte’, escenas de novela ejecutándose en las calles, en veredas, puertas, domicilio, bares, y creería ver ‘vida’; el público soñaría al par que la novela pero al revés: para ésta su vigilia es su fantasía; su ensueño la ejecución externa de sus escenas."(2)

Macedonio es un pensador político. Es cierto que no consideraba importante la letra, que era un hablista más que un escritor. El Presidente habla con sus camaradas más que escribe, sin embargo es imposible separar un ámbito de otros: lo cumplido en la Novela es real, quiero decir ficción, y lo efectivamente realizado en la realidad es cosa de novela. La diferencia entre la ficción y la realidad se borra de la misma manera en que lo hace la diferencia establecida entre lectura y escritura.

Esquema de una novela en proceso: un señor, el Presidente, va reuniendo en una estancia a orillas del Plata, cuyo nombre es, otra vez, "La Novela", a un grupo de personajes que le resultan simpáticos. Los invita a vivir con él y aunque la convivencia resulta agradable, el Presidente no es feliz. Por ello entonces, los incita a entrar en Acción. Su objetivo será la supresión de la Fealdad ciudadana y la Conquista posterior de la ciudad para la Belleza y el Ministerio. "El plan es sofocar la lid obstinada y larga en que se destroza Buenos Aires entre el Bando Hilarante y el Bando Enterneciente, enceguecida discordia que el Presidente juzga engendrada por haberse consentido en muchos años el reinado de la Fealdad en ella. El Presidente y los suyos dominarán la contienda y extirparán la Fealdad civil".(3)

Acción política o maniobra de personajes, ecuación nuevamente reversible. Se lanzan locamente a realizar tareas y cumplir con destinos cuyos rumbos no se encuentran predeterminados; ni siquiera la partida está aconsejada. La Eterna traerá el trocador del Pensamiento en Amor; el Presidente traerá la pausa o espera durante la cual el tiempo no cambia las cosas; Dulce Persona "lo tan bueno", cosa de vida o de arte; el Padre traerá la injuria que mataría al ofensor injusto; Quizá genio recogerá el secreto que se dice, pero "en secreto"; Deunamor traerá a la Novela la espera imperturbable en la memoria inmarchitable; Simple encontrará el auténtico lector de novelas que todavía quede; mientras que Federico, Nicolasa y Pasamontes llevarán lo que les parezca bueno: la explicación de por qué son tan concurridos los entierros de los matones.(4)

La Novela rectificará el pasado, tal como lo hace la política. El fusilamiento de Dorrego, el destino de Irma Avegno y el martirio de Camila O’Gorman serán "fulminados de inexistencia". Se cambiarán los aniversarios, los apellidos de esquina, los manuales de Historia, la profusión de estatuas. Los hechos nacerán por magia de Novela. La política convertida en ficción no difiere del Estado devenido Novela.

Enternecientes e Hilarantes, Almistas y Automatistas cesan la lucha en que se desangraban, para seguir a Macedonio, por milagro de Novela. Imanes poderosos y subrepticios atrayendo todo lo metálico, llamadas telefónicas electrizadas, sobres-cartas con premio distribuidos en los tranvías desterraron a la poemática ultratierna y a la literatura de grotesco.

Es la ficción del poder quien seduce a la Historia al permitirle cambiar de traje, de nombre, de etiqueta.

La multitud de la Plaza vivando a Macedonio, único Presidente que no renunciará a combatir los "aquenó": el cuerpo, sobre todo, compenetrado en las maneras del estorbo; y artefactos inútiles de funcionamiento asmático: paraguas, quitamanchas, nudos de no olvidar y cajafuertes. Unico Presidente que no promete para el Futuro ni piensa en el Pasado, como no sea para cambiarlo. "Le daría al Hombre un Presente que la Historia le quita. El Presentismo: vivir sólo en el Presente, sin Historia ni Progresismo futuro".(5)

El arte es una política de lo imposible vuelto posible. La política –arte en acción–, lleva el mismo camino, nada se resiste a sus topadoras y piquetas. Stalin escribiendo una historia de la revolución rusa donde Trotsky no aparece, Scalabrini Ortiz de prócer a olvidado por el persistente Ministro Canning… Una política que se contenta con lo posible es una contradicción y una renuncia.

Macedonio nos ofrece un lugar para vivir de ficción en la Novela, que crece y crece hasta engullirse toda la realidad. Complot o conspiración la obra será Museo de sucesos que "no dejará casi nada para el suceder en la calle, domicilios y plazas, y los diarios faltos de acontecimientos tendrán que conformarse con citarla: ‘En la Novela de la Eterna ayer a media tarde se produjo el siguiente coloquio’; ‘El Presidente de la Novela, reporteado en vista de los rumores circulares entre sus numerosos lectores, se sirvió manifestarnos que positivamente lanzará hoy su plan de histerización de Buenos Aires y conquista humorística de nuestra población para su salvación estética".(6)

 

Macedonio Fernández (1874-1952) nació en Buenos Aires. Se licenció en Derecho, pero pronto abandonó su profesión para dedicarse a la escritura. Después de la muerte de su mujer, cedió la crianza de sus hijos y fue viviendo en pensiones y casas de amigos sin dejar de escribir en ningún momento. Sus brindis, discursos y charlas de café adquirieron proporciones mitológicas, llegando a marcar decisivamente la obra de Jorge Luis Borges, Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo y Enrique "Mono" Villegas, entre otros. Fue un excelente humorista y su preocupación por la metafísica y la estética dejó huellas en varias de sus obras, entre las que se cuentan No toda es vigilia la de los ojos abiertos, Papeles de Reciénvenido y Museo de la novela de la Eterna

 

Referencias

 

1. Fernández, Macedonio. Museo de la novela de la Eterna (Primera novela buena). Buenos Aires, Corregidor, 1975. Obras Completas tomo VI, p. 21.

2. Op. cit., p. 18.

3. Op. cit., p. 264.

4. Op. cit., p. 141 y ss.

5. Op. cit., p. 231.

6. Op. cit., pp. 44-45.


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