Serie: La Responsabilidad (XXVII)

 

Los valores ¿de qué lado de la frontera?

 

Saul Paciuk

 

Frontera habla de linde, de confín, del adentro y del afuera, de lo que distingue lo propio y lo ajeno. Es pues, por un lado, la marca del límite, la delimitación del hasta dónde si y desde dónde no; precisamente esto la convierte en la señal de la carencia y el encierro. Por otro lado, la frontera es la posibilidad del encuentro, del intercambio, del pasaje, de la ruptura, sea por invasión que viene desde el otro lado, sea por la invasión que va desde este lado.

Siempre la frontera política ha sido una zona peculiar en cada nación, altamente diferenciada y muy a menudo sumamente peligrosa. Es que, casi que invariablemente, es zona de conflicto. Las fronteras entre disciplinas o ciencias o saberes, no suelen serlo menos. ¿Y las fronteras entre tú, él y yo?

La posición de la línea fronteriza se mueve en el tiempo y también varía la modalidad de funcionamiento de cada línea, son hijas de la circunstancia. Una disciplina o una nación que nacen, tanto pueden mostrarse permeables al aporte de otras, como pueden amurallarse para proteger su identidad. Hasta puede que ambos movimientos se den a la vez, con aperturas hacia una frontera y cierres frente a una segunda.

Algo de esto ocurrió con el psicoanálisis. Freud dejó abierta la frontera hacia las regiones de la etnología y de la mitología, pero la cerró en el linde con la ética porque se entendió que los valores se oponían a la "naturalidad" del sujeto. Es que los pacientes sostenían que los enfermaba la censura hacia sus deseos o impulsos que, decían ellos, eran incompatibles con los valores vigentes. Si tal era la raíz de muchos de los males que el psicoanálisis venía a curar, éste no podía menos que postular la prescindencia o la neutralidad hacia lo que la ética censuraba. Y para algunos de sus seguidores, se imponía luchar contra esa ética.

Varias ampliaciones o excesos de sentido concurrieron para dar forma a esta postura. Por un lado, se analogaron ética y super-yo, cuando este último es o bien una caricatura de la primera o bien es una de entre varias formas y posibilidades de manifestación de la ética. Por otro, y sin mayores miramientos, se ubicó la ética en el origen de la patología cuando se la asoció con la represión y este término, que tiene un sentido preciso en el plano técnico, vio extendida su aplicación hasta comprender a la represión política y a varios etcéteras.

Pero la frontera entre psicoanálisis y otras disciplinas ha conocido también otras peripecias. Las invasiones y extralimitaciones del psicoanálisis han sido frecuentes; las tuvo a su cargo un psicoanálisis imbuido de la confianza en que se puede psicoanalizar todo y que el universo entero pide que se le aplique el bálsamo psicoanalítico. Olvidando que sus verdades y sus conceptos valen dentro de un determinado contexto en el cual han obtenido confirmaciones y validaciones; olvidando que nada le otorga carta de verdad universal.

En este panorama, se ha ido formalizando una alternativa conceptual en el marco del psicoanálisis, si bien la misma no representa una novedad, propongo retomarla en el entendido de que no carece de interés su discusión.

El objetivo de la clínica psicoanalítica ha sido expuesto de diferentes maneras. Una de las que ha conocido mayor aceptación dice que el psicoanálisis se orienta a hacer conciente lo inconciente. ¿Qué dice esta fórmula?

Las respuestas pueden ser varias. Una de ellas sostiene, fundándose en Freud, que se procura ampliar la memoria del sujeto, llenar ciertas lagunas mnésicas, las lagunas debidas a la ausencia de recuerdos de ocurrencias que, por motivos originados en la ética, eran inaceptables para la conciencia del sujeto, o para su Yo. Muy a menudo, se trata de pensamientos, deseos, ideas que el sujeto rechazaba pero que se le imponían, o bien se trata de acciones de otros que el sujeto debió sufrir; en ambos casos, el psiquismo rechazó esas ocurrencias -cosas que ocurren- y ese rechazo se constityó en el origen de un sufrimiento posterior bajo la forma de síntomas.

De modo que el enfermo invoca un cierto pasado como determinante de su penoso presente el que, dado aquel antecedente, no podía ser otro que el que es. Ese pasado fue causa inequívoca en la medida en que la ocurrencia de aquel momento sólo podía tener una única lectura.

Los hechos mostraban a Freud que si bien el recuerdo replanteaba el conflicto y el enfermo se resistía a recordar, cuando lograba hacerlo sus síntomas se aliviaban, por lo cual el recordar se convirtió en objetivo del trabajo terapéutico.

Ahora bien, esta recuperación de recuerdos en nada se parece a al hallazgo de alguna especie de ficha en que constan episodios, pensamientos o deseos que se presentaron al sujeto en cierto momento de su vida; no se trata de completar un archivo al que le faltan datos. Cuando un recuerdo es recuperado, lo que aparece es una situación, y subrayo el término situación. Recuperarla significa alguna forma de revivir una situación pasada en la actualidad, y hay varias formas.

Algo curioso le pasó a Freud con los recuerdos. El esperaba que los pacientes recordaran y relataran sus recuerdos. Pero ocurría y con gran frecuencia, que los pacientes en lugar de recordar, revivían en el presente, en el marco terapéutico. Ciertas situaciones pasadas eran vueltas a vivir con tal realidad que hasta se planteaba un curioso malentendido por el cual los pacientes desfiguraban su visión del terapeuta y lo "confundían" con algún personaje relevante de su pasado. Freud primero consideró esto como un desvío en la consigna de recordar, y también como un error y un obstáculo, pero luego, en una demostración de su genialidad, convirtió el error en herramienta. Ello ocurrió al comprender que se trataba de un fenómeno de transferencia, y que ella representaba una manera específica de recordar, reviviendo el pasado en la actualidad. Transferencia que es tanto del pasado al presente como de una persona del pasado a una del presente.

Esta cadena de errores conlleva una gran virtud, la de permitir repetir en la actualidad la ocurrencia pasada y, por recuperarla como presente, poder observarla y tratarla plenamente.

¿Y a dónde lleva esta recuperación? Pues a que la repetición presente ponga en evidencia que aquél pasado invocado como uníovoco, tuvo en su momento un carácter abierto; que entonces el sujeto tuvo opciones, que el tomó como única posibilidad lo que era solamente uno de los sesgos que tenía la situación que estaba viviendo. Es decir, desde el presente, el pasado se muestra como habiendo presentado opciones que el sujeto desechó.

De modo que es lo vivo de la situación pasada lo que se recupera, y dentro de ella, se recupera al sujeto en situación de optar, lo que implica valoración.

Opción supone valoración,lo aceptado y deseable y lo rechazado, lo apetecible y lo repudiable, lo bueno y lo malo. Pero ello no basta para que se pueda hablar de ética.

Partimos de lo bueno y lo malo. Precisamente la psicoanalista Melanie Klein postula que hay lo bueno y lo malo desde que podemos considerar a un sujeto como humano, es decir, que son correlativos a lo que llamamos humano. Hay lo bueno y lo malo, pero se hace necesario determinar qué es lo que en cada momento se implica al decir bueno o malo cuál es su contenido. Porque lo que Klein dice acerca de lo bueno y lo malo es peculiar y difiere de lo que puede exponer una tabla de mandamientos impuesta desde otros y que no contempla ni el proceso de génesis ni el de validación interna de los valores.

Para Klein, además, así como el par bueno-malo es coextensivo con lo humano, así también lo es la relación interhumana, por lo que lo valorativo sólo se entiende como referido a lo que pasa en esa relación.El que para Klein la vida del sujeto se cumple siempre en un marco de relaciones con otros sujetos, debe ser entendido en su sentido fuerte: diciendo que el otro, así sea negado o reconocido como tal otro, es siempre el horizonte al que apuntan nuestras opciones. Por ello puede decirtse que al generalizar las relaciones, Melanie Klein hace una afirmación ética.

Las relaciones presentan aspectos visibles manifestados en conductas observables, y otros no visibles, inconcientes, a los que Klein llama fantasías. Pero no se trata de una mera cuestión de nombres, las fantasías hablan no de impresiones o representaciones, muy próximas a conceptos o palabras, sino de situaciones que tienen una historia y motivan un relato, son al modo de un cuento. Las fantasías hablan de un ámbito interno en el que se explicitan el sentido que da el sujeto a cada situación que vive y ese sentido a su vez condiciona o determina su conducta explícita.

Si bien las situaciones que pueden presentarse son infinitas, Melanie Klein propuesto entenderlas según ciertos modelos de tomas de posición a los que llama posiciones, los que, en términos generales, permitirían articular esa variedad. Además es posible ordenar y relacionar entre si las posiciones siguiendo pautas evolutivas o bien y mejor aún, siguiendo las pautas de un proceso dialéctico.

Las posiciones fueron denominadas por Klein como esquizo-paranoide una y como depresiva la otra, pero a pesar de su denominación ellas no se corresponden con cuadros psiquiátricos; muy por el contrario, ellas son propias tanto de sujetos sanos como de enfermos. En la primera, el otro es obstáculo, campea la sospecha, la acusación; esta forma de verlo se funda en la escisión, un recorte peculiar del otro; la segunda se caracteriza por la integración de los aspectos que aquel recorte excluyó expresamente. Algunas de las consecuencias del proceso de pasaje de una a otra posición son el despertar de la conciencia, la temporalización, el reconocimiento de la alteridad, la intersubjetividad y el surgimiento de la realidad como campo de lo objetivo.

El pensamiento corriente diría que la ética se instala en ese segundo momento y que el primero es pre-ético. Sin embargo la teoría kleiniana permite hallar en la posición esquizo-paranoide modalidades éticas propias y mostrar que las diversas modalidades están articuladas como los momentos de un proceso.

Intentaremos presentar una visión muy sumaria de este proceso a partir de la situación del enfermo.

El enfermo es portador de una queja. La vida o los demás o ciertos sujetos singulares, no lo han tratado como el necesitaba o merecía lo cual lo ha perjudicado. Esta queja lleva implícito que esos otros pudieron haberle dado el trato que el sujeto esperaba y denuncia que al menos esa porción del mundo es mala. Pero no solo el enfermo vive en este clima, ante una situación que surge de improviso o que se presenta como conflictiva, generalmente tendemos a estructurarla como desvalorizada, amenazante o perjudicial para nosotros, culpando a otros, los malos, de una sospechada acción u omisión.

El enfermo se presenta como la víctima de frustraciones y traumas, obras de otros sujetos que han marcado su vida y lo llevaron a enfermar. Ahora bien, si consideramos mas de cerca estas situaciones, nos hallamos con una especie de queja básica y general dirigida a otro sujeto, la que puede formularse como que este otro debería y podría ser diferente, y que lo sería si dedicara totalmente su atención y sus medios al sujeto y no se distrajera atendiendo otra cosa (o a si mismo). De alguien tan malo, los demás deberían apartarse y dejarlo solo, tal como lo quiere hacer el sujeto, quien con su queja busca aliados. Pero al mismo tiempo que denuncia, la queja reclama al otro que cambie y acceda a lo que el sujeto espera de el.

Según la experiencia psicoanalítica, en esta visión acerca del otro sujeto opera una escisión (por la cual es tomada en cuenta sólo una parte -la que no satisface al sujeto por ejemplo- de lo que el otro pone en juego en la relación), y la proyección (o sea la atribución al otro de ciertos aspectos -frustrar por ejemplo- que son propios del sujeto que proyecta). Por lo tanto no se puede decir que el otro sujeto sea propiamente percibido (apreciado cómo el es para si mismo y para un tercer sujeto) y más bien hay que decir que es constituido arbitrariamente por el primero. Precisamente. porque no es reconocido como un otro en un pie de igualdad con el sujeto, porque su condición de alteridad -en la que condición el estar orientada hacia el despliegue de una vida propia-es negada, se le llama "objeto". Es un sujeto del cual el enfermo reconoce o admite solo aquello que está en función de sus propios deseos y fines.

Pero el sujeto no encuentra únicamente objetos malos, también trata con buenos,que están radicalmente apartados de los malos. Para estos objetos buenos vale la misma regla de constitución señalada antes, aun cuando y en consonancia con la bondad que encuentra en el objeto, el trato con un objeto bueno sea diferente. Ahora el sujeto desarrolla un marcado apetito que lo lleva a desear poseerlo y apoderarse de sus bondades, o bien agotarlas y esta pretensión es, finalmente, otra forma de la anterior negar su condición de sujeto, otra via que lleva a la constitución de objetos.

Encontramos aquí varias peculiaridades: en la distribución de lo bueno y lo malo, en la caracterización de los contenidos de lo bueno y lo malo, en las actitudes del sujeto ante lo bueno y lo malo. Bueno es el sujeto, a quien le pasan cosas que no merece, y malo es el objeto que es la causa de que le pase lo que le pasa, y lo malo que hace es no entregar al sujeto todo lo que debería entregarle. Frente a un objeto asi solo cabe culpar, huir o castigar. Si el objeto es bueno,el sujeto lo quiere, pero lo quiere para si: su bondad debe pasar al sujeto y dejar de pertenecer al objeto. De modo que el trato que recibe el objeto bueno es finalmente un trato que lo despoja, que lo anula como poseedor de bondades, algo que mucho se parece a un castigo a un objeto malo.

De modo que la definición de lo bueno y lo malo es egocéntrica y no toma en cuenta nada real, y por otra parte, tanto por lo bueno como por lo malo, el objeto termina siendo posesión del sujeto, despojado de lo que le da su condición de sujeto. Una ética del señorío -o lo que Weber llamó ética de la convicción- sería la propia de este momento.

Esta situación afecta negativamente al propio sujeto, cercenándole sus posibilidades de vida. Se considera rodeado de enemigos y debe vivir ocupado en su defensa; ante los objetos que considera buenos, desarrolla un trato que arruina sus bondades y que aun los lleva a convertirse en enemigos porque, en efecto, muchos de los inculpados son aquellos que han sido maltratados en la instancia en que aparecían como objetos buenos. De modo que los temores ante el peligro y la venganza saturan la atmósfera de la relación esquizo-paranoide.

En la medida en que una relación con un objeto bueno puede ser mantenida porque el sujeto contiene su necesidad de devorarlo y despojarlo de sus bondades, puede llegar a descubrir que lo bueno y lo malo pertenecen a un mismo sujeto y que sus dobles sentimientos están también dirigidos a un mismo sujeto.

Esta situación trae cambios decisivos en la relación y en los actores. El sujeto, integrando la visión de si como víctima buena y como como quien mata con su amor,puede descubrir cómo es él mismo. De modo que pasa de ser quien se queja a ser aquel de quien otro podría quejarse. Puede descubrir que el objeto al que ha atacado era su proveedor de bondades, lo cual conlleva culpas y pena. A su vez éstas son el inicio de un nuevo movimiento inspirado en el deseo de mitigar los posibles daños que pudo causar, reparándo al objeto.

En este proceso se produce cambios fundamentales en la visión del objeto: deja de ser un objeto hecho a la medida de las necesidades del sujeto para ser un otro, una alteridad para el sujeto. Un otro con cuyo querer el sujeto deberá entenderse a partir de reconocerlo y poder internalizar sus apetencias, un otro que pasa a ser condición para su propia existencia como sujeto. Y decir que debe acordar con el querer del otro, es decir que debe acordar con sus valores, lo que supone pasar de una ética del señorío a una ética comunicativa, que en los términos de Weber correspondería a la ética de la responsabildiad..

Aprestémonos para dar forma a un resumen de lo dicho. Dentro del campo psicoanalítico y en el marco de la orientación kleiniana, los valores no serían fórmulas estereotipadas e incondicionadas dadas de una vez para siempre, que se imponen al sujeto. Los valores tendrían su génesis dentro del propio sujeto y serían siempre los inspiradores de su conducta, aun cuando lo hagan de hecho, sin una previa deliberación, porque la instancia de la opción puede volverse visible en una instancia posterior. Esta posibilidad de asunción futura de valores implicados en un estilo de relacionamiento, en una posición, aparece fundando el crecimiento del sujeto y afirma la ética como dimensión fundamental de lo humano.

El proceso de las relaciones de objeto puede llevar (por cuanto no es nada parecido a un desarrollo natural que se cumple inexorablemente) desde una ética privada, solipsista, a una ética comunicativa, en que se incorpora la deliberación entre diversos principios o puntos de vista, encarnados en sujetos diversos, en otros que son capaces de cuestionar porque son sujetos al mismo titulo que el propio sujeto.

Nos encontramos entonces en una situación peculiar. Según la tesis expuesta aquí, el psiocoanálisis habría pasado de haber colocado a la ética más allá de sus fronteras, a reencontarla dentro de ellas. El pensamiento de Melanie Klein y la práctica fundada en sus ideas, llevan a descubrir que los valores integran toda vida y que ellos conocen dos tiempos, uno que da razón al relativismo y otro que afirma su carácter absoluto. Relativismo de los valores, por cuanto su contenido dependerá de la organización psíquica en cada momento. Valores absolutos, en cuanto los diversos momentos se muestran parte de un único proceso dialéctico que lleva desde la negación de la alteridad hasta el encuentro con el otro y su reconocimiento.

La relación con la alteridad será entonces como la columna vertebral del proceso de crecimiento, enfermedad y cura psicológica. Y el reconocer al otro como estando en el centro del sujeto, no es sino una evidencia de presencia del territorio de la ética dentro de las fronteras del psicoanálisis.

 

¿DE QUE LADO DE LA FRONTERA?

 

El psicoanálisis puso los valores del otro lado de la frontera que lo separa de las otras ciencias, pero con la teoría y la práctica que propone Melanie Klein, la ética recupera un lugar central en la génesis y desarrollo del sujeto, tanto en la dirección de la enfermedad como en la direcciòn de la cura.

En efecto, Klein afirma la relación como coextensiva de lo que llamamos humano, y reafirma a la alteridad como el eje de la vida humana. Esa alteridad no se da como un bloque ni de una vez para siempre; muestra diferentes formas en su aparecer en función de lo que Klein llama posiciones, que son posiciones frente al otro. En una, la esquizo-paranoide, el otro es negado como tal y se lo toma en cuanto función del sujeto, y por la vía de la escisión y de la proyección el sujeto lo constituye como objeto. En la otra, la posición depresiva, se reconoce al otro y por esta vía, que es la esencia de la reparación, surgen las tres instancis centrales que definen el lugar humano: la realidad, la intersubjetividad y la conciencia..

 


La responsabilidad

Artículos publicados en esta serie:
(I) ¿Etica o etiqueta médica? (Jaime Landmann, Nº90)

(II) Responsabilidad médica (Humberto Casarotti, Nº 91)

(III) Psicoterapia: derechos y obligaciones (Ma. Lucrecia Rovaletti, Nº92/93)

(IV) La Bioética (Ma. Teresa Rotondo, Nº94)

(V) Soborno: una eterna seducción (John T. Nooman, Jr., Nº 95)

(VI) El dilema de una psiquiatra (Lise van Susteren, Nº 96)

(VII) ¿Por qué (no) abstenerse? (Saúl Paciuk, Nº 98)

(VIII) Los laberintos legales (Lise Van Susteren, Nº 99)

(IX) Psicoética (Omar Franca Tarragó, Nº 102)

(X) La venta de órganos humanos (Luiz da Silva, Nº111)

(XI) Democracia y corrupción (Bernardino Bravo Lira, Nº114)

(XII) Etica y Política (Rodrigo Atria, Nº121)

(XIII) Fundamento de la eticidad (Aída Aisenson Kogan, Nº 123)

(XIV) La relación Médico/Paciente (José Portillo, Nº 132)

(XV) Las condiciones de la Salud ( Norberto S. Baranchuk Nº.136)

(XVI) El discurso médico ( José Portillo, Nº 137)

(XVII) Eutanasia en niños (Sergio Cecchetto, Nº 139)

(XVIII) Fecundación asistida (Lidia A. de Cúneo, Nº 140/41)

(XIX) Calidad de vida ¿valor bioético? (Yubarandt Bespali, Nº142)

(XX) Un análisis feminista, Técnicas genéticas y de fertilización asistida (Cindy de Witt Nº 143)

(XXI) El cuerpo de la ley (L. Achili Nº144)

(XXII) "Relaciones peligrosas"… y dañosas (Yubarandt Bespali, Nº 145)

(XXIII) Etica y salud pública (José Portillo, Nº 146)

(XXIV) Fecundación médica asistida, Técnica y valores (Patricia Digilio, Nº149)

(XXV) Política social en el sector salud. De la utopía ilustrada al cuestionamiento público (Sergio Cecchetto, Nº 150)

(XXVI) Responsabilidad política y reponsabilidad penal (Luis María Díez-Picazo, Nº 154)

 

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