el laberinto de SalsipuedeS | ENTRADA CUATRO |
Reconocen sitios: Jaque al Silencio sobre las masacres a los Charrúas
© por Rodolfo Porley (*)
Los que niegan la paternidad charrúa y tan siquiera interacción, vínculo o usufructo consciente de nuestro más antiguo patrimonio cultural ¿a que le llaman charrúa? ¿Por qué siguen reduciendo el concepto? Charrúa en 1810 era la cultura de la pradera, solidaria hasta la muerte con todos los perseguidos, sabia ordenadora del ecosistema y explotadora eficiente de los nuevos mamíferos, creadora de tecnología que heredada su hijo gaucho: cultura multirracial y sin duda de múltiples raíces culturales.
En la Entrada Cuatro repasamos el perfil de los charrúas como los mejores combatientes de la Patria Vieja, que por virtud de su herencia cultural con raíces de hasta 11 mil años en estas hermosas praderas y serranías, usaron la honda con la misma eficacia que David lo hizo contra gigantes.
Revemos los grandes rasgos del operativo gubernamental de 1831. Si Rivera pidió el asesinato de Artigas, inmediatamente después de traicionarlo en 1820, el exterminio de su tribu fue correlativo. Mostramos que él, y solo épudo hacerlo y como desde los días previos hasta mucho después del 11 de abril Fructuoso Rivera sintió gran orgullo de “haber cumplido lo que ocho Virreyes no habían podido”. Detallamos que, después de Artigas, era quien más dominaba la cuestión charrúa, quienes habían sido sus aliados de siempre, decisivos en casi todas sus batallas artiguistas y hasta en su fugaz reconquista de las Misiones, apenas tres años antes de usar los resortes más valiosos y decisivos de la cultura charrúa, como el valor sagrado de la palabra, el infinito amor a su tierra y a sus familias, el odio al brasileño que procuraba dar muerte inmediata a cualquier charrúa que se le cruzase y venía apropiándose de los campos del todavía Lejano Norte adjudicados por Artigas a quienes alumbraron la Patria Vieja.
Repasamos cómo montó en forma muy calculada y secreta un operativo que primero supuso aislarlos, física y geográficamente de todo posible aliado y amigo criollo (que los tenían). El primer presidente uruguayo puso todo en juego, desde todas las tropas disponibles a destacamentos secretos de brasileños y argentinos, más su amistad sellada en sangre de jornadas artiguista, su inteligencia y astucia, y toda su máxima participación personal, conduciendo cada detalle, cada paso dados en los quince idas anteriores en que logró sacar a la tribu de su área de mayor protección natural, precisamente la que les había destinado Artigas con su estancia en Arerunguá.
Lo que descubrimos a último momento de esta producción, días 4 y 5 de diciembre de l997, es que cada sitio clave del operativo de exterminio coincidió con lugares, cerros sagrados de espiritualidad charrúa. Y la gran duda que nos queda es: o estos sitios están por todas partes, y los iremos descubriendo en adelante, no cabe duda, o eran conocidos por Rivera y los utilizó multiplicando todavía más la alevosía, si cabe, de las acciones. Sumaron 150 mujeres, niños y ancianos a 180 guerreros ultimados.
Aquellos postreros charrúas, tan despreciados por los noveles sacerdotes, aquellos artguistas hasta el tuétano, como Artigas fue primero charruísta antes que artiguista, demostraron a nivel conmovedor su amor por esta su tierra: “Enigma de la raza charrúa que la suelo oriental venera”. Así nos lo cantó Ansina, nos recuerda Gonzalo Abella ¿Por qué la terquedad charrúa de no abandonar la Banda Oriental ni siquiera en sus momentos más terribles? ¿Porqué la diáspora charrúa encontrada 150 años después en el Chaco argentino puede hablar de la Banda Oriental como si la hubiera visto. ?
Los pueblos “primitivos” establecieron grandes corrientes migratorias cuando los tiempos o las tierras no les fueron propicios. Solo un amor muy fuerte y elaborado en formas culturales genuinas, nada “primitivo”, atrae y obliga a defender el terruño aun en las situaciones más adversas.
Multiculturales aborígenes; protagonistas de ligas de pueblos soberanos; fraternos y abiertos desde siempre al aporte y convivencia de quien se acercara como amigo; cosmopolitas arraigados en los pagos, fuimos los más notorios “volvedores”, como nos comentó Wilson Ferreira Adunate al pasar por Estocolmo antes de retornar al país, luego de diversos contactos con las colonias uruguayas dentro de aquella impresionante diáspora de una Latinoamérica azotada por dictaduras.
Cada vez más somos del parecer de que nuestros charrúas eran mucho más mitológicos de lo que alguien pudo imaginar: impregnaron su garra de dignidad, solidaridad, arraigos y amores hasta profundidades que ni el tiempo ni cataclismos ni la muerte misma han podido borrar.
(*) Rodolfo Porley: 1946, Durazno, Uruguay.- Inició a los 17 años su oficio de comunicador, pasando por varios medios periodisticos del Uruguay y extranjeros. La investigación y difusión sobre los charrúas fue publicada en varios fascículos del Laberinto de Salsipuedes por el diario La República de Montevideo.
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