autogestión vecinal

La Leyenda de Soledad Cruz - Gonzalo Abella (*)

Capítulo I V

La derrota de 1820 fue terrible. Cuando más clara era la idea federal, cuando ya todo anunciaba el nuevo tiempo americano, se formó el pacto del odio entre el Reino de Portugal, los liberales independentistas, los conspiradores del Imperio Británico, la jerarquía del alto clero, los comerciantes franceses, los hacendados patriotas más acaudalados, la España conservadora que todavía gravitaba en los vacilantes y por último los traidores que son, esencialmente, en todos los tiempos, sólo eso.

Las derrotas prueban el brillo de la auténtica grandeza pero aumentan las fisuras y las grietas de los vacilantes. Muchos caudillos gauchos fueron comprados, seducidos por la ilusión de independencia local, sobornados con promesas de poder, siempre con palabras que luego se traicionarían; todo era válido para debilitar la Liga Federal. La Liga Federal era la alianza cultural y política de los pueblos originarios, de la sabiduría afroamericana, de los gauchos libérrimos, de "los más infelices" y de los mejores intelectuales y militares de formación europea. Todos construían un arcoiris sin igual. Un arcoiris naciendo en la mano niña de un continente gozoso y esperanzado.

Era el viejo sueño de Zumbí, la revancha de Tupac Katari y Tupac Amaru. Era la nueva libertad de las mujeres, en el sentido irrestricto que habían tenido en los tiempos de la infancia de la humanidad, y era la libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable, para escándalo tanto de inquisidores como de racionalistas liberales. Era por fin, tomar la pradera como madre y no como objeto de compraventa, era un pacto de amistad entre la gente, los ñandúes, los carpinchos, los surubíes y el monte nativo.

La Liga Federal. Perduró su recuerdo más allá de su tiempo y de su espacio geográfico. Fue por mucho tiempo la fuente de inspiración de los más gloriosos caudillos argentinos, como el Chacho Peñaloza, Felipe Varela y el segundo López Jordán. Y de algún modo sigue presente. La Liga Federal renace de sus cenizas cada vez que le pedimos a nuestras raíces fuerza para alcanzar las cumbres.

Pero en su primera vida terminó siendo un sueño derrotado. Al Paraguay marcharon los sobrevivientes, a pedir humilde refugio, con Artigas al frente en la derrota como antes al frente del sueño. La Utopía se resistía a morir, pero momentáneamente debía pedir asilo a Don Gaspar Rodríguez de Francia, que combinaba un gobierno autoritario con la más pura dignidad americana.

Gaspar Rodríguez de Francia era un gran estadista. La tecnología que sustentaba su proyecto de país la habían tomado los guaraníes de los jesuitas de las misiones; por eso la suya era una economía autosuficiente que se desarrollaba sin necesidad de aceros extranjeros ni telas británicas. Paraguay construía su industria y sus cañones, se aprestaba a tener su propio ferrocarril; allí había escuelas para todos y las Estancias de la Patria se fraccionaban para que cada nueva pareja tuviera acceso a la tierra. La gente vivía feliz: toda la gente.

En fin, el Paraguay era todo un peligro para el orden mundial. O sea que Gaspar Rodríguez de Francia era un tirano malvado.

En la caravana que acompañó a Artigas marchaban los heroicos lanceros afroamericanos, hombres y mujeres jóvenes pero veteranos de la guerra de resistencia, y también algunas familias negras que no querían volver a la esclavitud.

La trágica mirada de Soledad anunciaba una decisión terrible que había adoptado definitivamente. La profecía debía cumplirse.

.............................................................

-Calma, señores y señoras. Habrá tierras para cada familia. Ya saben las condiciones. Para el Dr. Francia, nuestro Supremo Gobernante, ustedes son ciudadanos con iguales derechos que los paraguayos; eso fue lo que prometió a Artigas.

-Artigas no pudo verlo en persona.

-Artigas aceptó nuestras condiciones. Calma. Respetaremos su pedido de estar todos próximos entre sí. ¡Es la palabra de un oficial de la patria! En cuanto a vuestro jefe espiritual, el Ciudadano Lencina, pidió seguir con Artigas hasta Curuguaty y hemos respetado también su voluntad. Las condiciones de asilo para Artigas son más estrictas, y comprendan que esto es así porque al darle protección asumimos un compromiso muy riesgoso para la seguridad nacional. Artigas quedará confinado en Curuguaty, porque la situación internacional es muy peligrosa; Artigas debe alejarse de Asunción y así lo hemos hecho saber a nuestros vecinos, sus enemigos, que ya están bastante furiosos con nuestro ofrecimiento de asilo. Tratamos de evitar la guerra.

-Los negros somos desconfiados, oficial. ¿Por qué el Dr. Francia no vino a hablar personalmente con nosotros?

-Señores, esto no es la Liga Fedral: es un Estado Americano soberano y organizado, tiene sus reglas y sus leyes. Aquí no hace cada cual lo que quiere, ni se pierde tiempo en negociaciones entre caudillos, entre grupos armados diferentes: somos un Es-ta-do ¿entienden? Un Estado que defiende la causa americana y no se pone de rodillas ante Inglaterra, como sí hacen en el Río de la Plata. Un Estado al que bastante dificultad le han creado sus vecinos, incluyendo ustedes los federales, que debieron ser siempre nuestros aliados pero... Somos hospitalarios, pero ustedes, como asilados, deberán cumplir las normas que nosotros fijamos. ¿Quién de ustedes es Ledesma?

-Un servidor, oficial. Aquí estoy.

-¿Usted, tan joven...? Muy bien. Le sugerimos alojarse en Guarambaré, a tiro de cañón del Campamento de la Loma. Hay muchos espías de Inglaterra y de Montevideo, y la figura de usted es demasiado conocida. Recuerden, caballeros, que oficialmente el Paraguay sólo reconoció que ha asilado a Artigas y a un sirviente negro; si alguien los ve a ustedes, diremos que son cambás del Brasil, fugados de la esclavitud. Pero si ven a Ledesma o al ciudadano Lencina, llamado Ansina, tendremos dificultades... Sigamos con los nombres de la lista. Soledad y una mita'í llamada María de Zumbí...

-Yo soy Soledad. Mi hija no cruzó el Paraná.

-Bien. Sigamos con la lista de asilados. ¿Quién de ustedes es el cambá que llaman Montevideo...?

.....................................

¿Habré hecho bien? Le envolví en el cuello el collar amuleto de su padre, hecho con dientes de jaguareté; es la señal para que la reconozcan y la protejan, es la niña de la profecía.

La llevé aparte y le hablé. Había pensado cada palabra, aunque las palabras no son tan importantes. Es tan pequeña, pensaba, ¡tan pequeña! Se me estrujó el alma cuando vi la desolación en su carita. Hubiera preferido que se pusiera a llorar, pero me miró, me miró y después me apretó fuerte. Todos vieron mi cara bañada en lágrimas cuando volvimos, y advirtieron admirados y conmovidos su serena tristeza de niña grande.

Francisco de los Santos procuraba bromear: "¡Pero quedate tranquila, chamiga! ¡Madre cargosa habías resultado! Te la llevo de un galopito hasta Maldonado y allá está mi mujer con lo oré mitá, que la mayoría de ellos son cambá kuéra como la tuya, porque no pudimos tener hijos propios. ¡Va segura tu hijita conmigo, chamiga, palabra de guaraní! ¿Quién me la va a robar por el camino con estos charrúas fierazos que me escoltan hacia el Sur? Gracias a que llevo a tu hijita, Artigas ni protestó cuando le dije que primero voy hasta donde mi mujer en Rocha; desde allí sí, después de dejar la niña, solito yo y mi alma... ¡con la tropilla al galope hasta el Janeiro, a entregar los patacones a los presos orientales! Por ahora, mirá que linda moza me llevo en ancas". En ancas no, Francisco, que se va a caer ¿no te das cuenta que es chiquita? "Qué va a ser chiquita, ésta seguro no mamó de tus pechos sino de tetas de yeguariza. Agarrate, Negrita, que este caballo es buenazo".

-Mamita, te quiero. No me dejes. ¿No íbamos a andar juntas siempre?

-Siempre, mi amor. Mirá la huella de la Pata de Ñandú todas las noches y vas a sentir que estoy contigo. Hay cosas que ahora no podés entender... que yo misma no entiendo. Tenés que quedarte en la Banda Oriental, hijita. Tu papá Lucio, aunque no lo veas, te protegerá; y yo... yo voy a estar bien, y en cada sueño, cada vez que cierres los ojitos me vas a ver y te vas a dormir sonriendo acordándote de las cosas que hicimos juntas. Porque hicimos cosas pícaras, ¿eh? ¿Te acordás cuando lo engañamos al tío Ansina? Le escondimos la guitarra y le dijiste que se había roto... ¿Te acordás que se enojó primero y después no pudo disimular y se reía? Así, así me gusta, que ahora te rías tú... Un besote bien grande, hijita.

-Un beso, mamá. Te quiero, te quiero mucho.

-Un beso, mi niña, mi María de Zumbí, mi Inaê, mi vida. No pierdas el collar: es de tu padre, de Lucio. El también te protege. Ahora apretate fuerte a Francisco de los Santos. No te separes de él hasta llegar a Rocha. -¡Listo! Agarrate gurisita que vamos a galopiar.

<------ La Leyenda de Soledad Cruz

    de Gonzalo Abella (*)

CAP. V

(*) Maestro e investigador de las raíces multiculturales de nuestra región, ha sido docente en seis países latinoamericanos. Ha escrito numerosos trabajos sobre temas educativos, sociales, históricos y novelas.
Volver a Indice

© autogestión vecinal (http://www.chasque.apc.org/guifont) Montevideo/URUGUAY

Edición Internet 1998: Guillermo Font


Guillermo Font - ELECTRICISTA

correoCorreo Electrónico: guifont@chasque.apc.org

Montevideo - URUGUAY