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La popularidad de la telenovela, teleteatro o culebrón es un hecho inevitable que sigue castigando la comprensión de los "más entendidos y "más cultos". La popularidad y el éxito no descansan en la telenovela en sí, sino en una tradición que empieza 2500 años atrás, con la tragedia griega y que llega al siglo XXI con un poco más de maquillaje, experiencia y producción. Con esa vieja receta, las
telenovelas son capaces de paralizar un país, traspasar enormes barreras culturales como
si fueran aire, y hacer contener el aliento ruso y japonés con un culebrón de factura
brasileña o mexicana. La novela por entregas
antecede al radioteatro y éste a la telenovela. Pero todas las formas respetan las mismas
reglas. Si bien la tragedia griega no se daba por entregas, consistía en tres piezas
diferentes que se conocen como "trilogía" acercándola a lo que hoy es la
miniserie, pero con la enorme diferencia de que la telenovela conduce al triunfo del
héroe trágico y no a su destrucción. Hoy no es bueno que María Fernanda muera en el
último capítulo, o ver a sus "amitos" arrancarse los ojos antes de caer el
telón. Alicia Dogliotti para Chasque
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