Serie: Freudiana (XLIII)

El "Sturm und Drang"

Mario A. Silva García

 

Cuando Freud, en su "Metapsicología", intenta definir la pulsión, alude al estímulo y al reflejo. Pero de inmediato reconoce que el estímulo pulsional no proviene del mundo exterior, sino del interior del propio organismo. ¿Eso supone una base somática?

De inmediato aclara que la pulsión no actúa como una fuerza de choque momentánea sino como una fuerza constante, puesto que me ataca desde fuera, sino desde el interior del cuerpo, lo cual torna imposible la huida. Será mejor que llamemos "necesidad" (Bedürfnis) al estímulo pulsional, y lo que cancela esta necesidad es la satisfacción (Befriedigung).

El factor motor

Un primer rasgo de la pulsión es el Drang. Es el factor motor, la suma de fuerzas a la medida de exigencia de trabajo que ella representa. ("Der Charakter des Drängenden ist eine allgemeine Eigenchaft der Triebe, ja der Wesen derselben"), es la cualidad general de las pulsiones y aun su esencia misma." (p. 85)

Es importante señalar el carácter diferencial de eso que llamamos pulsión (Trieb), respecto al instinto, como en determinado en el griego hormé, que puede darnos la clave de su sentido. Significaba poner en movimiento, pujar, dirigir hacia, excitar, lanzarse. Trieb significa el brote, el retoño, una fuerza germinativa; un impulso, impulsión, propulsión. Es la forma originaria del querer. Los filósofos han insistido en que, desde el punto de vista ético, es muy importante la regulación de la vida pulsional por medio de la razón.

Pasemos ahora al rasgo Drang, que Freud considera como la característica más esencial. El verbo, como ya vimos, significa empujar, estimular, instar, urgir, apremiar.

Y su significación como pulsión interna, espiritual-anímica, dio nombre a un movimiento cultural que precedió al romanticismo.

Lo que fue el "Sturm und Drang"

La expresión la encontramos por primera vez como título de una obra de Klinger (1752-1831), que figura entre otras obras del mismo autor. En ella hallamos dos nobles ingleses separados por un odio profundo; luego de muchas peripecias ellos se reconcilian gracias al amor de sus hijos (un varón y una mujer) que habían huido a América para lograr la libertad de unirse. Ese fue el origen de la denominación. Otras obras de Klinger alcanzaron un alto grado de truculencia, una agitación constante. Algunas de las actitudes, de las descripciones, aparecerán más tarde en el romanticismo.

Podemos encontrar información en las obras de M. Praz. "La Carne, la Morte e il Diavolo" (traducida al inglés con el título "The Romantic Agony", Oxford 1951.) Y también del mismo autor, "El Pacto de la Serpiente" (ed. F.C.E., México 1988.)

El movimiento surgió en Alemania, pero también tuvo sus manifestaciones en Inglaterra. De algún modo se asemejó al Renacimiento y exaltó el folklore. En Alemania se produjo la valorización de Ossian y también allí se cultivó el Volkslied. Fue entonces que von Genstenberg (1737-1823) publicó sus "Cartas sobre las Notabilidades de la Literatura" (1766) incluyendo allí los Edda y las poesías de los escaldos.

También se produjo la valoración de la Edad Media y del siglo XVI alemán.

En ese momento se compara al poeta con un Dios creador. Genio pasa del francés al alemán; el gestor parece haber sido Schlegel. Por genio se entiende una aptitud que el hombre ha recibido de la Naturaleza. Se aproxima al concepto de entusiasmo (en-theos: Inspiración divina.) A su vez Helvetius ("De L’Esprit") explica genio como derivado de gignere, gigno: yo engendro, yo produzco. Ingenium es siempre algo propio, no aprendido.

La Ilustración había despreciado todo esto. Lo consideraba extravagancias de la imaginación (lo que luego y con un sentido peyorativo, se llamó quimeras). Más tarde se manejó la idea de penetración, el aguijón del ingenio (acumen ingenie) y la condición que se suponía de innata, hizo que se lo aproximara a in-stinto, donde el sti indica lo punzante.

La idea de genio llevará a una exaltación de la personalidad frente a la masa informe de la sociedad.

Hay en las obras de Schiller un rasgo que explicita la primera parte del título. Stürmer significa luchador, o más pacíficamente, competidor.

¿De qué se trataba entonces? Tal vez había una connotación política, la Revolución francesa estaba muy próxima. Eran jóvenes que luchaban por la emancipación, la eliminación de privilegios que estimaban injustos. Hablaríamos de "idealismo", en el sentido popular del término. Luchaban por la libertad de actuar, pero también de existir y sentir.

Existir, decían, es para nosotros sentir. Y entendían que nuestra sensibilidad era indiscutiblemente anterior a nuestra inteligencia y que en el sentimiento precedía a las ideas. Es lo que proclama Schiller en su "Oda a la Alegría", cuya influencia sobre Hegel y Beethoven es bien conocida:

Todos los hombres serán hermanos

Allí donde se detiene tu ala tan dulce.

La lucha tuvo su momento y luego se extinguió…

Exaltación de lo original

Un rasgo fundamental del movimiento fue colocar lo receptivo junto a lo productivo. Hemos mencionado la Gran Revolución, la francesa. Estaba impregnada de lo que se llamó el Iluminismo, la Epoca de las Luces, e influyó mucho sobre lo político, pero también sobre lo artístico. Y lo que podemos llamar la época de Goethe (Goethezeit, según A Korff) comenzó con un oscuro impulso (dunkle Drängen), de acuerdo al cual la vida verdadera, valiosa, estaba fuera de los límites de la realidad burguesa. Exaltar la poesía, equivalía a exaltar la fantasía, y toda poesía, todo arte debía surgir directamente del genio del autor, libre de las tradiciones, de las reglas, de las coerciones morales o sociales. El teatro y la novela de los Stürmer estaban, a menudo, dirigidos contra los prejuicios de clase y contra la moral burguesa. Debe permanecer en la originalidad y no imitar jamás; seguir la naturaleza en sus ingenuidades o en sus rudezas, sin preocuparse de estilizarla por el arte. Genio, originalidad, naturaleza, son las palabras de orden de esta escuela. Podemos agregar: amor a la melancolía, a la pasión, que chocaba con las duras leyes de la vida, resentimiento contra la desigualdad social y, a veces, un destino fracasado que llevaba al suicidio.

Eso correspondía a lo que Hegel denomina en un pasaje de su "Fenomenología del Espíritu", la desdicha de la conciencia, o la conciencia desdichada. Al optimismo puede seguirse un profundo pesimismo. Fausto le dice a Wagner: "Flieh! auf! hinaus ins weite Land! (De pie! Hacia el espacio libre) Y es que siente que se ahoga…

La vida es sentida como empuje (Drang) a actuar libremente y a desarrollar todos los poderes. Junto al Drang, podemos ubicar la Verdrängung (represión). Y así encontramos la fuente alemana en que la filosofía, la mística y la poesía se mezclan. Y eso debemos tenerlo en cuenta para comprender las fuentes profundas del freudismo. P. Grappin ("La Théorie du Génie dans le Preclasisme Allemand", ed. P.U.F. París, 1952) señala como en determinado momento lo irracional hace irrupción en la poesía. Y así parece triunfar el corazón sobre la pasión francesa. Algo similar al triunfo del gótico germano sobre el clasicismo latino.

Herder ("Del Arte y el Estilo alemán") insiste en la fuerza de la vida. Insiste en lo nacional, lo espontáneo, como superior, como auténtico frente a lo artístico (artificioso). El mito y la poesía se pueden hermanar, como lo hicieran los Grimm.

Todo tiende a una referencia al pasado, a lo originario (ursprünglich), lo que (cuando lo analicemos) nos llevará a valorar lo arcaico.

Hubo un primer momento en Goethe en que se situó en esta actitud. Me refiero al "Götz von Berlichingen" y a la primera versión de Fausto ("Urfaust"). Agregaría también "Werther", "Stella" y fragmentos de "Prometeo"). Allí la exaltación de la pasión se tornaba en melancolía mortal.

Sobre esos Stürmer se advierte la influencia de Rousseau, especialmente como autor de la "Profesión del Vicario Saboyano" (Emile) y "La Nouvelle Heloïse". La influencia de Rousseau fue muy importante en Herder y en Hamann, y detrás de Ossian. Resulta difícil determinar con precisión el verdadero comienzo del movimiento que estudiamos.

Se llegó a una valoración de la infancia y, como ya vimos, de lo natural. Y dentro de la producción de Klinger (poco valorada), debemos mencionar también "Otto", donde se muestra la temática que llevará al Sturm und Drang. La obra que lleva ese nombre, que dio nombre al movimiento, se llamó también (por el propio autor) "Wirrwarr", que significa desorden, confusión, babel, barahúnda.

Se muestran allí los fundamentos del sentimiento, que escinde amor y odio, pero que pueden recuperar la unidad perdida. (Cf. R.F. Arnaud, "Das Deutsche Drama", p. 401). Allí se muestra la compatibilidad del sentimiento trágico con el reír y el burlarse. Y eso era tan fantasioso que el propio autor decía: "he juntado los locos más originales" (Ich hab ’die tellsten Originalen Zusammengetrieben").

Entre la razón y la vida

El movimiento insiste siempre en el conflicto entre la razón que busca el orden y la tumultuosidad de la vida. Y eso nos lleva a traducir Sturm und Drang, no solo como tormenta o tempestad, sino a entender estas palabras en función de la segunda: ímpetu, fogosidad. La vida en toda su plenitud que aspira a liberarse de cadenas. Eso nos lleva a valorar lo individual, o más exactamente la idiosincrasia.

Recordemos la célebre, anécdota de 1762, según la cual, Kant, alterado por la lectura del "Emilio" abandonó su estricta rutina. Y E. Cassirer, gran conocedor de la Ilustración, señala el hecho de que Rousseau tuvo para aquella una magnitud inconmensurable. (Cf. E. Cassirer, XI, pág. 91 de las "Werke".

Esa generación que fue llamada la "generación de los jóvenes genios", comenzó a dar pruebas del artista que había en Rousseau. Se sintió en sus palabras la vida y la naturaleza. Los representantes de la Ilustración miraban con ojos de ancianos, los jóvenes genios miraban de otro modo.

Hay en Kant una superación de la mencionada oposición que se puede ver abordada en las "Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime" (1764) y en los "Sueños de un Visionario". Kant descubrió en Rousseau la variedad de las formas humanas admitidas, la naturaleza profundamente escondida del hombre y la ley oculta, en virtud de la cual queda justificada la Providencia, a tono con sus observaciones.

En aquel momento se diviniza la naturaleza, detrás de la cual se asoma un cierto panteísmo. (C.E. Cassirer, "Freiheit und Form", pág. 170). La sensibilidad aparece como una forma de la comprensión del mundo.

Surge así la problemática de las síntesis orgánicas vividas por nosotros, de la creación y la configuración (Cf. G. Simmel, "Rembrandt") y entonces se llega a afirmar que solo se podría llamar creadora, en sentido específico, a otra modalidad esencial cuya fuerza productiva origina la materia y la forma de sus configuraciones en estrecha unidad (Cf. op. cit., pág. 213). Este es un conflicto muy importante en el pensamiento de Simmel, como se encuentra en su célebre trabajo: "El Conflicto de la Cultura Moderna".

Mucho después Nietzsche diferenciará lo apolíneo y lo dionisíaco. Y antes Schiller había tratado el tema en "Uber naïve und sentimentalische Dichtung". (Sobre la poesía ingenua y sentimental.)

La idea era que el tránsito a lo racional, al pensamiento lógico, implicaba un empobrecimiento; la libertad implica la vida que domina y toda sociedad supone un sometimiento de la vida. Por momentos nos hace recordar lo que Kierkegaard llamará el estadio estético.

Cassirer ve en Rousseau ("Rousseau-Kant-Goethe") el antepasado y patrón, (p. 13). Señala que lo que atrajo a Kant fue ver en Rousseau el restaurador de los derechos de la humanidad. Así lo podemos ver ateniéndonos a ciertas expresiones de "La Nueva Eloísa", por ejemplo "Yo confiaba en mi naturaleza y rehuía mis impulsos". ("Cartas" 18 y 21). Allí Kant veía no la belleza del sentimiento sino la sublimidad de la voluntad.

Y en un pasaje de su trabajo sobre "las Enfermedades cerebrales" ("Versuch über die Krankheiten de Kopf", [II, 311]) al referirse a los "visionarios", llega a la conclusión de que lo que es bueno en ellos es el entusiasmo (sic) y nunca se ha hecho nada grande en el mundo sin el entusiasmo.

En "Opus Postumum" VIII, 635, afirma que Rousseau fue el primero en descubrir que debajo de las formas variantes de la naturaleza humana hay una, profundamente escondida, del hombre, de acuerdo con la cual la Providencia está justificada por sus observaciones.

Rousseau en un pasaje de las "Confesiones" termina así: "Y mientras comparaba al hombre convencional (l’homme de l’homme) con el hombre natural, señalé que la verdadera fuente de nuestra miseria estaba en nuestra pretendida perfección." Y lo que Kant valora en Rousseau es haber descubierto el "hombre real" debajo de todas las distorsiones y ocultamientos. Lo que importa es la naturaleza ética y no la física.

También Hume andaba en esa dirección: la naturaleza del hombre y su auténtico lugar en la creación. (Cf. Kant, "'Werke" II, 326.)

Importa señalar que para Rousseau no se trataba de buscar una sociedad primitiva (de la cual Voltaire se burlaba) sino de la eliminación de lo superficial y de lo falso. Lo que enlaza a Rousseau con el Sturm und Drang es la recuperación de una independencia natural, perdida bajo el peso abrumador de los conocimientos. Y eso es también lo que busca el Sturm und Drang". "… un hombre bueno, en sus impulsos (Dränge) oscuros, es bien conciente del camino recto" ("Fausto"). Pero ese "rechten Weg" no está sometido a reglas extrínsecas, sino a la fuerza divina que existe en él.

Volviendo al cauce

La impetuosidad de la juventud fue cediendo con la madurez. Lo clásico reapareció, especialmente con Winckelmann. Lo griego volvió a ser rector. el contacto de Goethe con Italia tuvo para él y su época, una gran importancia. También gravitó la nueva filosofía, especialmente la kantiana, que tendió un puente entre el entendimiento, la sensibilidad y la cultura de la Ilustración.

Fue también importante la gravitación de Lessing, que limitó las pretensiones del "genio". Y también hay que mencionar la aproximación de la naturaleza moral de Schiller con la de Kant.

El idealismo postkantiano descubre una cumbre abstracta del pensamiento filosófico. El clasicismo reaparece. Pero el movimiento que estudiamos fue un precursor y deja el paso, entrega la antorcha, al romanticismo propiamente dicho. Pero esa es otra historia. Me remito a la obra de R. Haym, "Die Romantische Schule", ed. Olms, Eildesheim, 1960).

A. Korff, cuya obra "Goethezeit" me ha sido muy esclarecedora y es de gran profundidad, señala que al comienzo de este tiempo hubo un oscuro impulso (dunkle Drängen), para alcanzar la vida verdadera, libre y plena, que no cabría en la realidad burguesa. Sin duda como Hegel lo supo, se podía caer en la conciencia desdichada "das unglückliche Bewusstsein", de la cual nos habla en su "Fenomenología del Espíritu". Y también al extrañamiento (Entfremdung).

La vida es empuje (Drang). Actuar libremente y desarrollar todas sus fuerzas.

No ignoro que tal vez Goethe pasó por esta fase y que la superó. Creo que en él hubo un momento en que el corazón desbordó la razón.

Y por encima de todo, una nube panteísta, un Spinoza despojado de su racionalismo: para los Stürmer debe ser la vita more poetice demonstrata. Dicha demostración lleva al reino de la revolución eterna. Y así se anticipa la "transmutación de todos los valores" de que nos hablará Nietzsche; se anticipa una prioridad de lo dionisíaco y de la voluntad de poder.

Referencias

Dentro de la bibliografía consultada destaca la obra de H.A. Korff, a la cual debo mucho. Se titula Geist der Goethegeist. (Kohler y Armelang, Leipzig, 1966).

Fue importante R. Arnold, Das Deutsche Drama. Ed. Beeksche, München, 1925.

Roger Ayralt, I, II. La Genêse du Romanticisme Allemand, ed. Aubier, París, 1861.

G. Bianquis, Histoire de la Litterature Allemande, ed. A. Colin, París.

R. Huch, Die Romantik, ed. Haessel, Leipzig, 1931.

 

Freudiana

Artículos publicados en esta serie:

(I) La transferencia sublimada (Carlos Sopena, Nº 131).
(II) ¿Cuánto de judío? (Alan A. Miller, Nº 131).
(III) La mirada psicoanalítica. Literatura y autores. (Mónica Buscarons, Nº131).
(IV) Génesis del "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº 132)
(V) Sobre "Las márgenes de la alegría" de Guimaraes Rosa (J. C. Capo,M. Labraga, B. De León, Nº 132)
(VI) Un vacío en el diván (Héctor Balsas, Nº132)
(VII) Génensis del "Moisés" (Nº 132). Arte y ciencia en el "Moisés" (Josef H. Yerushalmi, Nº l33)
(VIII) Freud después de Charcot y Breuer (Saúl Paciuk, Nº 133)
(IX) El inconciente filosófico del psicoanálisis (Kostas Axelos, Nº 133)
(X) Nosotros y la muerte (Bernardo Nitschke, Nº 134)
(XI) Freud: su identidad judía (Alan Miller, Nº 134)
(XII) El campo de los "Estudios sobre la histeria" (Carlos Sopena, Nº135)
(XIII) Los Freud y la Biblia ( Mortimer Ostov, Nº 135)
(XIV) Volver a los "Estudios" (Saul Paciuk, Nº 136)
(XV) Psicoanálisis hoy: problemáticas (Jorge I. Rosa, Nº 136)
(XVI) Freud y la evolución (Eduardo Gudynas, Nº 137)
(XVII) Los aportes de Breuer (T. Bedó, I. Maggi, Nº 138)
(XVIII) Breuer y Anna O.(Tomás Bedó-Irene Maggi Nº 139)
(XIX) "Soy solo un iniciador" (Georde Sylvester Viereck, Nº 140/41)
(XX) El concepto de placer (Ezra Heymann, Nº 143)
(XXI) Edipo: mito, drama, complejo (Andrés Caro Berta, Nº 145)
(XXII) Identificaciones de Freud (Moisés Kijak, Nº 147)
(XXIII) Transferencia y maldición babélica (Juan Carlos Capo, Nº 148)
(XXIV) Babel, un mito lozano (Juan Carlos Capo, Nº 150)
(XXV) La pulsión de muerte (Carlos Sopena, Nº 151)
(XXVI) Un rostro del "acting out" (Daniel Zimmerman, Nº 152/53)
(XXVII) ¿Cuál es la casuística de Freud? (Roberto Harari, Nº 154)
(XXVIII) El interminable trabajo del psicoanálisis (Ada Rosmaryn, Nº 156)
(XXIX) El psicoanálisis y los conjuntos intersubjetivos (Marcos Bernard, Nº 156)
(XXX) Freud en Muggia. Los fantasmas de la migración forzada (Moisés Kijak, Nº 157)
(XXXI) Freud y los sueños (Harold Bloom, Nº 158)
(XXXII) La sexualidad interrogada (Alberto Weigle, Nº 159)
(XXXIII) Una historia de histeria y misterio (Juan Carlos Capo, Nº 160)
(XXXIV) Freud y el cine (Daniel Zimmerman, Nº 162)
(XXXV) Investigación en psicoanálisis (Eduardo Lavede Rubio, Nº 163)
(XXXVI) De la teoría a la ideología: problemas (Saúl Paciuk, Nº 164/65)
(XXXVII) Conciencia y Castración (Carlos Sopena, Nº 166)
(XXXVIII) La contratransferencia y los paradigmas del siglo XX (Ada Rosmaryn, Nº 167)
(XXXIX) Sobre la noción de pulsión (Eduardo Colombo, Nº 168)
(XL) El objeto psíquico y sus destinos (Carlos Sopena, Nº 169)

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