Madre Esmeralda VOZ DE DIOS

MENSAJES DIVINOS:
18. UN FUTURO DE CONVULSIÓN Y DE GLORIA

Luz, paz, inmensa ternura,
caminos por los cuales mis hijos transitarán,
después de la convulsión horrenda, cruel,
la que el Mundo pasando está;
después de la oscuridad tenebrosa como es,
pero es luz la que llega a todo rincón,
y en esa convulsión la paz sellada estará.
Pero no olviden, almas mías, lo que anuncio,
la Tierra se convulsiona,
la oscuridad envolverá a todos, almas mías,
y estaré en cada rincón,
estaré junto a cada hijo,
como Padre, como Amor, no abandono;
y no olviden que en Mí multiplico,
toda la amargura, todo el sufrimiento,
toda la confusión.
Abominación, tribulación, cataclismos....
y luego la paz, la serenidad,
la Tierra comienza a recuperarse,
por la luz que la llegada de ese Hijo trae,
y ustedes como esa luz están.
No olviden lo que les he dicho,
filamentos en cada uno hay,
mas luego la luz se expande,
y a enorme distancia será.
Y no digo en dias,
pero el tiempo está cercano,
y todo cumplido estará.
Mi Palabra y en tantos hechos,
Mi Presencia siempre será,
que no Me iré para dejarlos abandonados,
aunque en esos dias tan aciagos,
Mi Voz ya no la escucharán;
estaré también en silencio,
en silencio acompañando,
en la oscuridad y en el dolor...
Que los vengo preparando,
que les encomiendo siempre el amar,
el no rebelarse con nadie,
el mantener la calma, la cordura, la paz,
que nadie hable fuerte a otro,
con amor siempre,
como el emblema de Cielo,
como el estandarte de la fe,
como tanto que les vengo diciendo, hijos míos,
como tiene que ser el proceder.
Adelante, que pronto la escolta divina,
en lo alto se la verá,
es la que trae al Cristo ya auténtico,
El que de entre las nubes descenderá.
Quienes saben, felices correrán,
a esa Cita, a esa Congregación Divina,
pero con cuántos tropezarán en el camino,
que no los querrán escuchar.
Luego, en esos milagros,
tal como hoy les anuncié,
como en esas partículas de hierbas,
serán tantos, tantos, tantos...
que el Mundo volcará sus ojos acá.
Y a todos los que preparo ya los conduciré.
Siempre digo, almas mías,
que no los elegí al azar,
no son hijos elegidos,
sino destinados para colaborar,
colaborar con el Cristo,
en la obra del gran amor.
No olviden también lo que he dicho,
que el Mundo sin cambiar de forma,
parecerá un corazón,
y un corazón que palpita desde lo profundo,
y sabrán que temblará de emoción,
y el Mundo también lágrimas derramará.
Son las lágrimas de la emoción,
pero serán muy dulces, muy dulces,
como el néctar al paladar,
como la dulzura del Cielo,
que todos compartirán.
AMEN
(22/09/84)

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