Presentación de la obra - Ejemplo de robaí - Cómo ordenar mi ejemplar - Opiniones de la traductora sobre el Poeta

 

original  persa y versión  española

por  la  traductora  iraní  Parvín Zarazvand
 

 
 
La traducción del Robaiyyat y sus dificultades

        La comprensión del significado del Robaiyyat presenta dificultades muy grandes a quién traduce del persa a otras lenguas. Estas dificultades abarcan aspectos tan dispares como:

1     características intrínsecas del idioma persa, 
2     exigencias de la forma del robai, 
3     la fatal influencia de aspectos históricos, 
4     y no menos el hecho de que la personalidad de Jayyam sea tan inusual como la de un científico que accede al máximo nivel de la expresión poética.

1  El ámbito de significación de los vocablos persas

        Los vocablos en persa tienen un ámbito de significación más amplio de lo que es común en las lenguas occidentales. Con más intensidad de lo que pasa en dichas lenguas, la definición de las ideas trasmitidas, se verifica al delinearse el significado de los vocablos con su integración en la frase. Esto implica que para poder apreciar lo escrito en una época como el siglo XII, por una persona en la región donde habitó Jayyam, se hace imprescindible saber de qué está escribiendo y con qué espíritu lo hace, porque el significado de las oraciones va a estar referido a elementos literarios, históricos, de religión, estéticos, en general de su cultura, que el autor no desarrolla, ni comenta, sino que simplemente los alude. Entonces, para poder interpretar correctamente el pensamiento de Jayyam, es inevitable conocer con detalle, lo más posible de la literatura, la historia, la religión, la política, la ética, y la estética del período en que vivió. 

       La flexibilidad de los significados del persa es un elemento a favor del poeta, pero vuelve muy compleja la tarea de traducción. Con esta dificultad, se han enfrentado todos los traductores extranjeros que intentaron llevar el Robaiyyat del persa a otra lengua. Los trabajos más honorables fueron hechos por personas que cursaron sus estudios de persa por vía académica o similar, memorizando o investigando aspectos de la cultura, historia, y época, que están íntimamente vinculados a la lengua. Aquí debemos decir que lo que permitió que la lengua persa sobreviviera con pocos cambios a lo largo de los novecientos años desde Jayyam hasta hoy, es lo mismo que permitió que la lengua persa sobreviviera con pocos cambios la irrupción en su territorio de las distintas culturas que lo invadieron a lo largo de los tiempos. Más de tres siglos antes de Jayyam, fueron los musulmanes quiénes con el árabe impusieron algunas de sus modalidades. Luego de Jayyam, llegaron los turcos y seguidamente los mongoles, pero la cultura persa siempre tuvo ese fuerte arraigo a sus tradiciones e idiosincrasias, que hicieron que los vocablos, anclados en esas costumbres, no pudieran ser sustituidos. Al ser una cultura muy antigua, evidentemente el lenguaje estaba muy bien adaptado, y no fue posible, que la mezcla con el árabe tuviera como resultado una predominancia del mismo. Por el contrario, resultó una notoria predominancia del persa: los conquistados impusieron su sello cultural a los conquistadores. 

        El persa que resistió más de un milenio de tormentosa historia con relativamente pocos cambios, es una lengua muy enraizada en las costumbres, y los vocablos y sus significados tienen una vinculación muy estrecha con la manera de ser, las creencias, las artes y manualidades, las tradiciones, esto es, la forma de vida persa. Eso hace que sea imprescindible un detallado conocimiento de todos esos aspectos para poder interpretar una obra literaria en forma adecuada. Aunque un erudito le dedique muchos años de su vida desde un estudio en Londres o París, a la investigación de lo que constituye el espíritu persa, va a enfrentar enormes dificultades frente a lo espontáneo que resulta para un iraní la asimilación de su entorno a través de lo trasmitido por su núcleo familiar y social y la consiguiente asimilación de su historia. Y así el cúmulo de aspectos de la vida que están reflejados en el lenguaje, resultan obvios y se revelan, cada uno, en la justa proporción de importancias relativas. Tal habilidad es necesaria para poder hacer una traducción exitosa, porque como veremos, la extrema brevedad de los robaíes, sus exigencias estructurales y el mismo estilo de Jayyam, que es sumamente conciso, enfrenta a los traductores con un desafío que exige un conocimiento muy bueno de la cultura persa del siglo XII para no desfigurar el contenido de su poesía.

         La existencia de estas notables dificultades es fácil de comprobar en la obra de casi todos los traductores de Jayyam, porque no muestran disposición para dar indicaciones o ilustrar los significados que no son obvios. Las traducciones no tienen, en general, elementos de guía que revelen al lector, el camino para comprender lo dicho por el sabio. Por otra parte, los obstáculos interpretativos, hacen que los traductores a menudo inventen hemistiquios, porque es con la fantasía occidental que ellos interpretan lo que Jayyam dijo, totalmente apartada de una realidad llana y directa, que a veces resulta evidente para un persa.
Estas características de la lengua que mencioné, me llevaron a completar lo que sería una traducción exacta y simple, con una serie de aclaraciones que “llevaran de la mano” al lector que no tuvo un contacto previo con la cultura persa. No menos importante considero el conocimiento de los verdaderos nombres famosos de Persia. En efecto, los fonemas correspondientes al persa original, frecuentemente sufren una adaptación con su traducción a las lenguas de los centros de estudios europeos, situación que se agrava aún más, al ser “traducidos” ulteriormente al español, sin ajustar la ortografía inglesa o francesa originales. Los elementos de fonética, que incluyo a lo largo de toda la obra, permiten aprender los auténticos fonemas de los nombres históricos, y también apreciar algunas de las rimas internas de los robaíes. Mi objetivo fue que las aclaraciones fonéticas permitieran pronunciar los vocablos persas con la mejor aproximación consentida por la articulación en español. ^

2  La estructura del robaí

        El lenguaje de Jayyam se encuentra limitado por la forma poética que él empleó: el robaí. Este consta de una estrofa de cuatro hemistiquios, en que riman el primero, segundo y cuarto, sin exigencia sobre el tercero. Pero también hay condiciones en lo tocante a su contenido conceptual, ya que en los primeros tres hemistiquios deberá plantear un asunto relevante, que tendrá que ser resuelto en el último. Muchos vocablos persas no tienen similares en español y necesariamente se traducirán con circunlocuciones que desbordarán las exigencias métricas. A su vez, los segundos significados de los robaíes, que a menudo se insinúan gracias a un ingenioso empleo de la polivalencia expresiva del vocabulario persa, condicionan la elección de las palabras correspondientes en español, hasta el extremo de impedir conservar la rima. ^

3  La autenticidad de los robaíes

        Cuando nos adentramos en el estudio del entorno histórico y social que rodeó a Jayyam, descubrimos inmediatamente otra gran dificultad asociada a la apreciación de su obra, ya que debido a las sucesivas invasiones y consiguiente devastación acaecidas con posterioridad a su existencia, el original de su obra poética se extravió. Así, las versiones que nosotros podemos conocer son, en realidad, el trabajo de copistas más o menos hábiles y, además, contaminado con elementos provenientes del hecho de que Jayyam era un hombre de gran fama. En efecto, los copistas eran los encargados de propalar las obras de poetas y escritores, y los sultanes eran los que podían pagar las tarifas de los mejores copistas. La fama de Jayyam era tal, que no pocos copistas, deseando perpetuar su obra, no vacilaron en agregar robaíes de factura propia, como si fueran del sabio, para que compartieran la misma gloria, o tal vez sólo trataron de engrosar el costo de sus servicios generalmente cotizados por cantidad. Esto obliga a investigar cuidadosamente las distintas colecciones de robaíes para poder descubrir cuáles son verdaderamente de Jayyam. Es un trabajo de gran especialización, que implica una vez más un conocimiento de la lengua como el que puede tener alguien que nació hablándola. 

        En mi caso, a diferencia de la mayoría de los traductores a lenguas extranjeras, empleé una selección de robaíes, producto de una investigación sumamente cuidadosa realizada por un experto iraní en literatura y filosofía: el Dr. Foruguí, en la cual él determinó el origen y autenticidad de cada uno de los 180 robaíes que integran mi libro. Naturalmente, los niveles de confiabilidad de esta selección no son uniformes, pero hay un elemento de valoración adicional, que permite zanjar esa dificultad cuando se suma a la investigación histórica, y es un conocimiento acabado de la personalidad de Jayyam. Y en este punto es donde cobra importancia que quién traduzca conozca muy bien los campos y el alcance con que se desenvolvió la actividad de Jayyam como científico. La forma de discriminar los robaíes conforme a su origen, se mejora considerablemente cuando se interpreta el contenido de los robaíes como un producto de la misma inteligencia que escribiera la colección de libros sobre variados temas científicos de los que sí se conservan versiones originales. Jayyam fue un científico extraordinario, aunque su fama no le hace justicia ya que varias de sus obras no tuvieron oportuna difusión europea, y fueron conocidas tardíamente en occidente. Por ejemplo, en matemáticas, el desarrollo que permite calcular la potencia natural cualquiera de un binomio, fue planteado por Jayyam varios siglos antes que en Europa. Igual de sorprendente es su producción en astronomía. En el año 1074, el sultán Yalaledín Malek Shah, le encargó que efectuara las necesarias correcciones al calendario zoroastriano que se regulaba con un año de 365 días exactos y correcciones cada 120 años. Luego de cinco años de mediciones y estudios, en el recientemente construido observatorio de Merv, Jayyam ofreció un calendario de una precisión notable, que el sultán llamó Calendario Yalalí, para perpetuar su nombre. Para comprender la magnitud de esta hazaña, recordemos que recién en 1582 se reformó en Italia el calendario Juliano, dando lugar al mucho más exacto calendario Gregoriano, cuya aceptación por países como Inglaterra aún requirió un par de siglos más. Sin embargo, el calendario Yalalí, que es actualmente el calendario oficial de La República Islámica de Irán, es más exacto que el Gregoriano. Hoy podemos comprender que Jayyam debió enfrentar el desafío haciendo mediciones precisas de largos de sombras solares, proyectadas por un punto fijo sobre un plano de referencia en su observatorio, y debió emplear sus avanzados conocimientos de geometría para estimar la fracción de día que daría tan notable precisión a la duración del año, dato principal del nuevo calendario. 

        Así, pues, este hombre con conocimientos de matemáticas y astronomía que adelantaron en quinientos años a los de la cultura europea, es el que escribe los tan hermosos robaíes. Es sobre éste hombre, que tenemos que preguntarnos cómo sería su espíritu, su manera de ser, sus costumbres: una persona que deja una veintena de libros sobre matemáticas, geometría, astronomía, jurisprudencia, filosofía y medicina, y encontraba todavía el tiempo para producir su inigualable poesía. El perfil que emerge del estudio de su compleja temática, es fundamental para orientar el descarte, en los casos de duda, de aquéllos robaíes cuya autenticidad no queda definida de manera tajante por las investigaciones practicadas sobre las colecciones museísticas. ^

4  Jayyam es un científico que consagra en su poesía el privilegio de la vida

        Si analizamos la postura intelectual de una persona, que dirige un equipo de astrónomos que efectúa las mediciones que condujeron a su notable determinación de la duración del año, se puede decir que es la de quién observa cómo es la realidad, sin tratar de “amoldarla a su concepción personal”, una tendencia bastante común por entonces en occidente, y que perduró por varios siglos más. Jayyam sabe que la realidad es lo que es, independientemente de lo que queramos pensar que es, y lo dice en sus robaíes de múltiples maneras. Esta es una visión del universo material que armoniza notablemente con la propuesta que la ciencia hace hoy. El científico actual también estudia la naturaleza analizando los hechos y cuidando escrupulosamente que sus intuiciones no influyan sobre sus observaciones.

        De múltiples maneras, Jayyam nos describe nuestro reducido tamaño físico así como la brevedad de nuestra existencia comparada con la del escenario que es el mundo. No son lamentos, son simples constataciones: él observa el barro que proviene de los restos mortales de un rey y que pasan a ser parte de un ladrillo para una nueva construcción. Él sólo es testigo de la realidad, que no depende de nuestras expectativas, y que enfocada desde diversos ángulos muestra siempre nuestra pequeñez. Jayyam observa y describe lo que todos podemos ver, como para que nadie lo pueda negar, pero sin miedo ni angustia, pues es la realidad. Y complementa su observación señalando que no cabe una actitud de desconsuelo, ni aún frente a la muerte, porque no obstante lo pequeños que podamos ser, cada uno de nosotros somos los dueños de nuestro presente y podemos, si lo deseamos, disfrutarlo como el mas grande de los bienes. ^

©  Parvín Zarazvand               
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