"Ante todo quiero agradecer a las y los organizadores de este acto, el honor que me confirieron al pedirme que haga una reseña de esta MUJER con mayúscula, de esas que hacen que las mujeres sintamos orgullo de serlo.

    Trataré, aunque no es fácil la tarea, de sintetizar tanta vida, tanto amor, tanto compromiso en unas pocas líneas…

    Para empezar a describirla les diré que fue invitada a este acto sin mencionarle que sería una de las homenajeadas. De lo contrario corríamos el riesgo de no contar con su presencia… Siempre lejos del brillo y la figuración.

    Toda una larga vida al servicio de los más humildes, de los más desfavorecidos, siempre del lado de los más débiles, acompañando desde el llano, en el día a día, en la lucha cotidiana y anónima.

    Empezando por el trabajo social en la periferia de su San José natal (que reivindica con orgullo cada vez que tiene una oportunidad), siguiendo por su consagración religiosa para mejor servir a Cristo, su modelo de vida y compromiso. Y luego, junto con sus hermanas de congregación: el Cerro en Montevideo, los mineros y campesinos de Bolivia, la mina siglo XX en Potosí, especialmente las mujeres de los mineros y la defensa de sus derechos, la defensa contra la violencia doméstica y el estigma del alcohol.

    Luego,  la vuelta a ese Uruguay convulsionado de fines de los 60.

   Y desde esa época empezó a marcar surcos y sembrar en el barrio: el convento de la calle Chimborazo , luego la casita de Las Acacias en la calle Emilio Zolá, que seguramente muchas y muchos conocerán, donde las Hermanitas de la Asunción al servicio de la familia obrera, formaron parte del barrio, acompañando a las y los trabajadores, a los hombres y mujeres del barrio en la lucha diaria por una vida mejor  y por la conquista de sus derechos.

    Y allí ella, con los grupos de jóvenes: acompañando, marcando presencia, promoviendo los mejores valores de cada uno, promoviendo el compromiso con su tiempo y con su clase. Con las mujeres: siempre oído atento y apoyo incondicional; en los grupos de reflexión de la Parroquia; en el Movimiento Obrero de Acción Católica.

    Su única arma: su profunda fe en ese Dios al que consagró su vida, pero sobre todo y encarnándolo, su profunda fe en el ser humano y la capacidad de este de transformarse y transformar su entorno para construir un mundo mejor.

    ¡Qué peligro!

    Así lo valoró la dictadura militar y sin haber usado nunca un arma, ni pertenecer a ninguna organización política, fue detenida primero en 1972, en averiguaciones, y luego en 1973, cuando se la llevaron encapuchada y fue encarcelada en la Cárcel de Punta de Rieles.

    ¡Si tendrá fuerza el AMOR!

    Y al salir volvió al barrio y continuó  durante todos estos años su trabajo incansable, indoblegable… Porque no es una monjita dócil, para nada…

    Y cuando se enoja frente a alguna injusticia, acto de corrupción, etc., es Bravísima!!!

    Un amigo que mucho la quiere dice siempre que uno de los personajes más subversivos del barrio es ella,  la monja Marta (como la conocen y le dicen los que la quieren).

    Sí, porque ella, Marta, está siempre, siempre, allí donde hay algo para cambiar, una injusticia, algo nuevo para construir, alguien que sufre.

    Cuando pienso en ella, la veo como una arañita tejedora. En su ir y venir por el barrio, en la feria, en la visita a los vecinos y las vecinas, en la Escuela, en el Centro Abuelo Oscar, en la Policlínica, en la Comuna Mujer, en el Centro Comunal Zonal, en la Comisión vecinal, siempre tejiendo, contribuyendo a construir esas redes de solidaridad y compromiso con las y los otros, tan necesarias, que han sido tan dañadas y que urge reconstruir.

    Incansable, tanto, que a los que somos un poco más jóvenes a veces nos da vergüenza.

    Humilde, apostando siempre al colectivo.

    Siendo una mujer de fe, nunca intenta convencer ni convertir. Predica con su ejemplo y su compromiso.

    Sin ser ingenua, apuesta a lo mejor del ser humano aún en los casos donde se hace difícil descubrirlo.

    Optimista. Profundamente convencida de que si nos unimos y trabajamos codo a codo sin prejuicios ni sectarismos podremos lograr construir un país y un mundo mejor, más justo y solidario.

    Quiero terminar con unas palabras del libro "La sal de la tierra" del monje benedictino Mamerto Menapace: "Tenemos que comprometer nuestras manos en la siembra. Que la madrugada nos encuentre sembrando. Crear pequeños tablones sembrados con cariño, con verdad, con desinterés, jugándonos limpiamente por la luz en la penumbra del amanecer. Trabajo simple que nadie verá y que no será noticia. Porque la única noticia auténtica de la siembra la da sólo la tierra y la historia, y se llama cosecha…"

    Y eso es lo que ha hecho Marta.

    Marta, mujer entera, de esas imprescindibles.

    Gracias por la siembra de tu vida.