Artículos de análisis sobre legislación


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ARTÍCULOS DE LEGISLACIÓN

Investigación sobre"el tratamiento legal del aborto en América Latina y el Caribe"
Entre el deseo y la norma - Graciela Sapirza
La decisión política - Graciela Sapriza
Reflexiones para la adecuación jurídica de la legislación vigente de conformidad con los resultados de la investigación sobre "Aborto en condiciones de riesgo" - Dra. Graciela López Machín
Entrevista al Juez Gervasio Guillot

 

 

 

 

 

 

 

ENTRE EL DESEO Y LA NORMA
La despenalización del aborto en Uruguay (1934-1938)

Graciela Sapriza

La aprobación a tapas cerradas del nuevo Código Penal de Irureta Goyena, en diciembre de 1933 - pocos meses después del golpe de estado de Gabriel Terra - sorprendió a muchos sectores y escandalizó a los católicos. Por sus nuevas disposiciones se despenalizó el aborto y se admitió la eutanasia, llamada homicidio por piedad. Desde los primeros días de enero de 1934, juristas, médicos, políticos y obispos católicos confrontaron ideas y propuestas. Finalmente, la presión de los sectores conservadores de distintas tendencias logró penalizar el aborto en 1938, luego de largas negociaciones en el Parlamento y en la prensa.

Esos años constituyen un momento privilegiado para los/as historiadores/as, porque resume tres décadas de un debate alrededor del cuerpo. Amor, sexualidad, libre disposición y control sobre el cuerpo son los términos de una especial confrontación que remiten en definitiva al conflicto entre lo individual y lo colectivo.

Instaurado en el filo del siglo, este conflicto constituirá  el centro de debates y argumentaciones que articularon distintos discursos sobre la vida privada, las relaciones intimas Algunos de esos discursos se perfilan con mayor nitidez -o la larga duraci¢n los presenta como un todo comprensible y realizado-. Las propuestas de las feministas conforman uno, el discurso médico y eugenista es quizás su interlocutor privilegiado, pero comparte un mismo espacio con el católico más o menos ortodoxo, el de los "librepensadores" y el de los políticos progresistas.

Los "misterios de la vida privada" a los que se referirá  la maestra feminista de principios de siglo, María Abella, expresan las profundas transformaciones que estaban ocurriendo en la sociedad, a nivel de la vida cotidiana, en la intimidad de las familias, en sus formas y contenidos. Muestra a su vez un momento de transición en la definición de los roles sexuales. Habla del inicio de un proceso de conformación de la individualidad, un "despegue" de los/as individuos/as de la coerción de lo colectivo.

Cuanto este debate llegó a la discusión parlamentaria, gracias a la despenalización del aborto, se produjo algo singular: se convirtió en un tema político. Por primera vez quedó en evidencia que algo aparentemente del orden de los afectos, perteneciente a la vida privada; la reproducción humana, interesaba a gobernantes, parlamentarios, juristas y obispos. La reproducción fue investida de su verdadera dimensión política. Nunca antes quedó tan en evidencia que población, política y razones de estado estaban en el mismo paquete. Y que las mujeres en su calidad de reproductoras de la especie, eran consideradas como una simple función de esas variables.

El deseo de las mujeres de ser dueñas de su propio cuerpo, sigue siendo una reivindicación controvertida. Las feministas de principios de siglo lograron el reconocimiento de los derechos educativos, políticos y civiles para las mujeres, (voto, divorcio, patria potestad compartida, fijación mutua de domicilio, reconocimiento de bienes gananciales) pero aún no se ha resuelto el derecho al cuerpo.

La no resolución del "ser dueña de su propio cuerpo" encuentra explicación en la complejidad de asuntos que se tramitan alrededor de la reproducción y su control. estos van desde el trazado de políticas de población, al rol de la familia en la sociedad y el de la mujer dentro de ella. Desde la "cuestión social" y la preocupación por el porvenir de "la raza" hasta los avances del poder médico y la contención de las parteras.

De estos temas trata el trabajo que desarrollamos en: "Entre el deseo y la norma". Identificamos los discursos sobre la mujer y la femineidad, en particular el discurso médico, pero también descubrimos las practicas transgresoras de mujeres y comadronas haciendo caso omiso de las reglas y las normas.

Un contexto a tener en cuenta:
La precoz transición demográfica del Uruguay

 Una temprana transición demográfica y la práctica extendida del aborto como método anticonceptivo constituyen el telón de fondo de la despenalización del aborto ocurrida en los años de la dictadura de Gabriel Terra.

Al "antiguo régimen demográfico" con una alta natalidad y también alta mortalidad -sobre todo infantil- le sucede un descenso de los dos índices, iniciando el proceso conocido como de transición demográfica.

Para el Uruguay es difícil establecer con precisión cuando comienza a procesarse este cambio. Para los historiadores Barrán y Nahum (1979) este proceso se sitúa en el novecientos. Trabajos más recientes (Pellegrino-Camou, 1993; Pollero, 1994) polemizan e introducen matices a esta afirmación.

En estas investigaciones de corte demográfico se subraya la dificultad para obtener datos dado lo esporádico de los registros. Entre los dos primeros Censos Nacionales de población de este siglo (1908-1963) median cincuenta y cinco años. "El primer Censo Nacional del siglo XX corresponde al periodo en que la transición comenzaba a procesarse y el segundo se realiza cuando la transición ya est  terminada o casi terminada". (Pollero, 1994, 10) ()

Señalan además la necesidad de tener en cuenta las tasas diferenciales de fecundidad (desagregando los datos en mujeres urbanas y rurales, por ejemplo, inmigrantes y criollas, de sectores obreros, populares, medios y/o altos, etc.) para poder definir que‚ sectores de la sociedad inician esa transición y llaman la atención sobre la escasa confiabilidad de los datos de nupcialidad, por el alto número de uniones y nacimientos ilegítimos que se observan en el país en ese período.

Aun teniendo en cuenta estas y otras limitaciones, se puede sostener que, "en nuestro país" /el inicio de la transición de la fecundidad/ "sucede en la década de 1920 o más precisamente en el quinquenio anterior, de 1915-1919 al mismo tiempo que en los países de Europa meridional y prácticamente cinco décadas antes que la mayoría de los países latinoamericanos". (Pollero, 1994,8).

Si bien habría que discutir que‚ sectores de mujeres encabezaron este proceso, en la década del 30', el descenso de la natalidad era un hecho que se podía constatar y que ya causaba alarma. En esos años se publicó, "Historia y análisis estadístico de la población del Uruguay" de Narancio y Capurro Calamet donde hacían ver, "la importancia del descenso de la natalidad en nuestro país".

Los autores trazan una gráfica impactante para el periodo 1881-1935, una flecha descendente -con algunas mesetas- indica el descenso de los nacimientos.

"Basta hechar una ojeada a los cuadros gráficos que acompañan estas observaciones, para darse cuenta de inmediato de la importancia que asume el descenso de la natalidad en nuestro país. De acuerdo con los valores reales, es decir, aquellos que determinan el movimiento cíclico, de un índice de 43,21 %. que corresponde a un promedio de 22.192 nacimientos para una población media de 513.537 almas durante el qinquenio 1881-85, se baja a un ¡índice de 21.55%. correspondiente a un promedio de 42.661 nacimientos para una población media de 1.979.329 habitantes durante el qinquenio 1931-35. El índice ha descendido, en 55 años un 21.66%. Más del doble­" (Narancio-Capurro, 1939, 103-104)

Este proceso se inició en las primeras décadas del siglo simultáneamente a la consolidación de una sociedad de clases medias, dos aspectos característicos del acceso a la "modernidad" en el país. Se postuló un "nuevo modelo de familia" y un nuevo rol para la mujer, con menos hijos a los que debía atender en su salud y educación para garantizar su sobrevivencia.

¿Cómo se llegó a ese modelo con tan escasos recursos anticonceptivos, tan poco conocidos? Una de las formas de reducir el número de nacimientos fue propiciar el matrimonio tardío, como había sucedido en Europa anteriormente, aunque no la única. Se recurrió al coitus interruptus elusivamente llamado "escamoteos de alcoba", también al condón -cuyo uso se extiende en la época para prevenir enfermedades venéreas-. Pero el aborto, se presenta como el principal regulador de los nacimientos.

Tan extendida debe haber sido su práctica que se registra ese hecho excepcional en el contexto latinoamericano, la despenalización del aborto en 1934, () (la prohibición establecida por el viejo Código de 1889, de todas maneras, no había impedido que el aborto fuera práctica común anticonceptiva).

"Veleidades maternas"

La angustia económica es la principal causa de los abortos, sostuvo el médico Augusto Turenne. Fundamentaba esa opinión en sus tantos años de trabajo en el Hospital Maciel, y en sus recorridas por los conventillos. "No olvidemos tampoco ante la situación angustiosa de ciertas grávidas involuntarias, cuan fácil es sentar cátedra de Moral y hacer alarde de intransigencia cuando se presencia el espectáculo desde la platea". (Turenne, 1929, 13)

Salvador García Pintos, no compartía ese criterio piadoso. Médico católico, encaró la lucha contra el aborto como la verdadera causa de su sector político, la Unión Cívica.

Sostuvo que la práctica del aborto suprimía, "la defensa del niño que se gesta, entregándolo inerme al azar de las veleidades maternas" (subrayado nuestro)

Las "veleidades maternas" pasaban por el miedo al embarazo y el parto, que podían experimentar las mujeres y las escasas posibilidades de evitar los embarazos.

Los limitados m‚todos anticonceptivos de la ‚poca quedan resumidos en tres grupos. En primer término todos los m‚todos anti-concepcionales "primitivos": químicos, mecánicos o funcionales (preservativos y pomadas antiespermáticas, pesario, coitus interruptus, etc) que no eran recomendados por los ginecólogos por ser de eficacia deficiente y además, su aplicación, "es a veces incompatible con las intimidades de la vida conyugal o cuyos resultados pueden ser funestos para el equilibrio psico-físico de los conyuges".

Los pesarios cervicales e intra-cervicales, tampoco eran aconsejados porque la constante irritación ejercida sobre el útero podían constituirse en determinantes de aparición del cáncer uterino.

Se ensayaba con esterilización por irradiación (Rayos X, Radium y mesotorio) pero la inseguridad de resultados hacían desaconsejar su empleo. Se realizaba la esterilización temporaria por inclusión ligamentaria del pabellón tubario pero exigía una laparotomia, es decir una operación quirúrgica.

El método Ogino, al que harán referencia los debates parlamentarios, comenzaba a difundirse en la época, con la bendición de la Iglesia católica que acepta, expresamente en la Encíclica Casti Connubis (1930), las relaciones sexuales de los conyuges sin fines procreativos. Este m‚todo se basaba en el descubrimiento de los ciclos hormonales en la mujer y recomendaba la abstención de relaciones sexuales durante los "periodos fértiles".

Finalmente quedaba en el campo de la experimentación, la "esterilización biológica". Fue necesario esperar hasta la década del 60' con el advenimiento de la pastilla, el logro de lo que el médico Turenne adelantaba como: "la provocación de un estado humoral anti-espermático" /cuyo secreto estaría en/ "el despertar de un proceso que la Naturaleza emplea y que explica ciertas infecundidades transitorias o definitivas que el más delicado y preciso exámen es incapaz de aclarar."

Extensión del aborto

No quedan dudas de que el descenso de la natalidad se asoció al incremento del aborto. Augusto Turenne en su Informe al Congreso Médico Nacional de 1916 ya se asombraba del crecimiento "geométrico" del número de abortos en el país. Y en una conferencia pronunciada diez años después en el Sindicato Médico, aportaba cuadros estadísticos sobre "el crecimiento pavoroso de los abortos".

"Los cuadros siguientes son más elocuentes que todos los discursos. De su estudio se deduce que la proporción de abortos a partos que en mi servicio clínico era de 2.05% en 1899, sube a 10.14% en 1908, a 21.69% en 1914, para llegar a 44.80% en 1923. El ligero descenso que se anota en 1924 y 1925 responde al funcionamiento del pabellón de ginecología del Hospital Pereira Rosell en cuyas salas se asisten numerosos abortos que hubieran seguramente engrosado los porcentajes de la Casa de Maternidad. Ese cuadro muestra también que si desde 1899 hasta 1925 la cifra anual de partos apenas se ha quintuplicado (x5.40), los abortos han llegado en 1924 a ser 120 veces m s que en 1899".

Si estas cifras no eran suficientemente claras, Turenne dice que solamente en su servicio se asistieron tres mil cuatrocientos cuarenta y cuatro abortos desde 1917 hasta

 

1925 a los que él sumaba los asistidos en los diferentes Servicios de los Hospitales y los de los grandes Sanatorios (Italiano, Español, Inglés, Fraternidad) llegando fácilmente a 8.500 o 9.000 abortos en nueve años.

"Pero hay más aún. En los Hospitales no vemos m s que los abortos descarrilados por hemorragia e infección. Cuántos, particularmente en la clientela pudiente observamos, para los que "por si acaso" somos llamados y en los que con una discreción profesional, inmerecida por nuestras enfermas, decimos por lo bajo, frente al terceto: mujer, marido, partera, lo que Rigoletto a los cortesanos: Han tutti fato il colpo!" (Turenne, A. 1926. 4-5)

En esta ultima reflexión se resume una valoración frecuente de los médicos y juristas de la ‚poca, las mujeres y las parteras que las asistían, eran consideradas cómplices de (il colpo-la culpa), la transgresión a la norma y cómplices en el ocultamiento.

Tener menos hijos se insinuaba como una meta a lograr, pero no se legitimaba como un deseo propio de las mujeres. Ellas fueron destinatarias de un discurso contradictorio, en él

que el Estado y los médicos tuvieron una incidencia decisiva.

Transición demográfica y cambio moral

La transición demográfica, iniciada en el país a comienzos de siglo, se explica en un contexto de cambios económicos, ideológicos, políticos y también morales. La creciente secularización de la vida cotidiana y el desplazamiento de la iglesia católica y sus representantes, se vivió con enorme intensidad en el país. La conformación del Estado y la ampliación de su esfera de acción, cuyos resultados fueron la constitución de un precoz "Estado de Bienestar", conforma otro de los rasgos distintivos del periodo. El Estado pasó a ser el principal demandado y el referente obligado para legitimar cualquier iniciativa particular, proviniera de "las mujeres en revuelta" de la corporación médica, de los sectores populares, de los industriales o de los ganaderos.

En este escenario ubicamos las dos propuestas medulares alrededor del cuerpo y la sexualidad: el discurso médico y la irrupción de las corrientes emancipatorias feministas -que comparten un mismo espacio con el católico de viejo cuño, el de los "librepensadores" y el político progresista-. El Estado será  en definitiva quien resuelva esta especial confrontación.

Amor, sexualidad y erotismo en palabras de mujer

Sin llegar a provocar una revuelta, las feministas cuestionaban la organización de la sociedad. En ese cuestionamiento, dirigido a la conquista de los derechos individuales, civiles y políticos, incluyeron la modificación de los roles sexuales dentro de la familia. Su reivindicación del derecho al cuerpo y la libre decisión sobre el número de hijos a tener plantearon un desafío que pronto encontré respuestas en los intentos disciplinadores de distintas instituciones.

La documentación habla de reclamos referidos a las relaciones personales, a la constitución de la familia, la sexualidad y el cuerpo. El discurso pronunciado por la maestra María Abella en 1906, constituye un paradigma de estos postulados que en definitiva apuntaban a un proyecto transformador de la vida cotidiana.

El "Programa mínimo de reivindicaciones feministas", presentado por María Abella y aclamado por el Congreso del Libre Pensamiento realizado en Buenos Aires, planteó reformas al matrimonio, el reconocimiento del divorcio y el derecho de las mujeres a la patria potestad compartida.

Contradiciendo el aforismo de "mujer casada, pierna quebrada", exigió el derecho de la mujer a administrar sus bienes - establecido por contrato matrimonial. El divorcio debía ser absoluto, bastando el pedido de una sola de las partes sin necesidad de expresar las causas, porque "la ley no debe entrometerse a escudriñar las relaciones ¡íntimas de los esposos, los misterios de la vida privada" (art.11).

Sexualidad, amor y derecho a un cuerpo propio se vinculan en el discurso de esta feminista. "La mujer soltera y mayor de edad es dueña de sí misma: su cuerpo es lo que m s legítimamente le corresponde, puede hacer de ‚l lo que quiera, como el hombre", (art 16). Agregando, "que no haya mujeres deshonradas por el delito de amar hasta olvidarse del cálculo..."(art.4o.), cursivas en el original), "suprimir la prisión por adulterio, pues este puede considerarse un delito de amor, y se ha dicho que por amor no se castiga", (art.12 ).

Este "decálogo" feminista - fragmento de un amplio mosaico - nos introduce de lleno en el conflicto planteado por la modernidad. Los "misterios de la vida privada", expresan las profundas transformaciones que se estaban operando en la sociedad a nivel de la cotidianeidad, en la intimidad de las familias, en su forma y contenido. Muestra a su vez un momento de transición en la definición de los roles sexuales. Habla del inicio de un proceso de conformación de la individualidad, un "despegue" de los/as individuos/as de la coerción de lo colectivo.

Algunas de las posturas de las feministas -en particular aquellas referidas a los derechos reproductivos- fueron compartidas por una constelación de grupos que mantenían importantes diferencias ideológicas en otros planos.

Las mujeres anarquistas, llevaron adelante planteos aún más radicales. Desde el siglo pasado se debatía sobre el "amor libre", casi un emblema del anarquismo. El tono de esos debates se rescata en algunos artículos de la época:

"El amor ha sido, es y será libre siempre... lo que no es libre es la unión. ¨Por qué preguntamos tanta aversión contra el amor libre? Es el resultado de la sociedad en que vivimos. Desde que empezamos a comprender, en nuestras familias vemos un padre, el jefe, la madre a sus órdenes y eso siempre, toda la vida, que‚ hay de extraño por lo consiguiente si no concebimos la familia de otra manera? Cuando m s tarde nos casamos lo hacemos con la idea de que durar  nuestra unión mientras tengamos vida, nuestra mujer debe pertenecernos en absoluta propiedad" (El derecho a la vida. Montevideo, diciembre de 1900)

María Collazo, una dirigente anarquista de primera línea, directora del periódico La Batalla, planteó que la disyuntiva para las mujeres era la de "prostituirse, suicidarse o rebelarse" porque, "el procedimiento usual al que se someten las relaciones sexuales bajo el régimen capitalista" /es el de la venta/ "el amor no se practica de otro modo m s que por la coacción, por la violencia. El amor es una venta... basada la sociedad entera en la economía... y el amor es de una venalidad tan grande, que puede decirse que acaso es solo puro el que la sociedad más repudia, el adúltero". (La Batalla, diciembre de 1915)

Juana Buela, contemporánea de María, directora de "La Nueva Senda" publicó editoriales y artículos denunciando las contradicciones a las que se sometía a las mujeres:

"De modo que en esta maldita sociedad, la mujer tiene que estar continuamente subyugada, primero bajo la férula maternal que la castiga para que la sociedad no critique sus actos, mientras que por otro lado la corrompe, luego bajo el látigo oprobioso del patrón y por último bajo el despotismo de un degenerado cualquiera con ¡ínfulas de dueño autorizado por la ley y la sociedad hacen de ella una verdadera mártir". (La Nueva Senda, agosto de 1909)

Era frecuente en los ateneos ácratas la convocatoria a debatir "la unión libre" y el control de la natalidad. En esa campaña llegaron a proponer la "huelga de vientres" para no proporcionar soldados en futuras guerras.

Algunas expresiones literarias rescatan el clima de la ‚poca. La obra poética de Delmira Agustini, publicada entre 1907 a 1913, fecha en que fue asesinada por su ex-marido, descubre y exalta la sensualidad y el erotismo femenino.

Años antes, en 1902, Roberto de las Carreras "aristócrata anarquista" publicó, "Amor libre, Interviews voluptuosos" generando un escándalo porque las autoridades lo detuvieron por considerar que atentaba contra la moral y las buenas costumbres.

Eugenistas, neomalthusianos, librepensadores y anarquistas compartieron la preocupación por el control de la natalidad, el destino de la familia, el futuro de la especie -para algunos la "raza"-. Las conferencias, debates y artículos publicados sobre la reproducción tuvieron un efecto secundario; que la sexualidad humana fuera un tema publico. No sólo se habló, se moralizó y se humanizó la sexualidad al incluir al amor como uno de sus componentes centrales.

Producción de un discurso médico sobre la femineidad

El cuerpo médico, en plena conformación, asumió un papel de creador de normas morales destinadas a los sectores "subalternos": niños, locos y sectores populares. También se constituyó en interlocutor privilegiado de esa constelación de mujeres librepensadoras, anarquistas, feministas o socialistas y de la mujer en general en tanto sector subordinado.

En una sociedad crecientemente secularizada, los argumentos religiosos ya no servían para justificar la inferioridad femenina. Los médicos fueron portavoces del cambio de actitud en la justificación y racionalización del sexismo. Al mismo tiempo que se creaba la clase médica como una elite masculina que detentaba el monopolio legal del ejercicio de la medicina.

La ginecología, el discurso médico sobre la mujer, la describió como un enfermo en estado natural: "La gestación, la menstruación "las enfermedades propias". La influencia que su estado general puede tener sobre sus funciones propias, as¡ cómo recíprocamente las modificaciones que sus enfermedades sexuales pueden tener sobre ‚l. ¨quiérese un conjunto más vasto y digno de atención?", decía el Dr. A. Turenne en 1908. (citado por Barrán: 1992,76)

El discurso médico definió a las mujeres como personas enfermas y potencialmente peligrosas para la salud de los hombres. En el impulso de conquistar el cuerpo femenino como campo de experimentación médica, instauraron el culto a la invalidez femenina, cuya culminación fue la histeria. Mas adelante ayudaron a construir el estereotipo de "madre", como única función verdaderamente "natural" para la mujer.

El aburrimiento y el aislamiento en el  ámbito doméstico de las mujeres de sectores medios y medios altos, exacerbaron el culto a la hipocondría. En la sociedad occidental, la "invalidez femenina", cuyos orígenes se remonta a mediados del siglo XIX no desapareció por completo hasta principios de la d‚cada de 1920. La enfermedad dominaba la cultura femenina, los balnearios medicinales y los especialistas en dolencias femeninas, se multiplicaban por doquier y llegaron a constituir el entorno habitual de las damas de sociedad. Era aceptable y refinado incluso, permanecer en casa con "migrania", "crisis nerviosas" y un sinfín de misteriosas dolencias.

Esta moda no se fundamentó en los riesgos reales que amenazaban a las mujeres, sino que se apoyó en las racionalizaciones de la profesión médica. Los textos de estudio de nuestra Facultad de Medicina provenían de los manuales utilizados en Francia, Estados Unidos y otros países. Los primeros egresados de la Facultad de Medicina completaban su formación, especializando en Francia, España, o Estados unidos. Un estudio sistemático de los textos con los que se formaron nuestros médicos, as¡ cómo de las tesis de doctorado presentadas por los aspirantes al título (), revelaría la ideologización a la que estuvieron sometidas las pacientes mujeres en el período.Lo relativo de esas "verdades científicas" queda expuesto claramente en un libro de divulgación médica, escrito en nuestro país por el Doctor Pedro Bengalí, "Maternidad". En el capítulo primero dedicado a "La Gestaste" recomienda a las mujeres que tienen dificultades con la formación del pezón realicen diariamente ejercicios de succión con pezonera. Aunque en su parecer: "el mejor m‚todo sería la succión natural y directa hecha con la frecuencia debida y por una persona inteligente, y que a nuestro juicio, nadie se halla en mejores condiciones que el esposo de la gestante. En defecto de ello puede emplearse un perrito de raza grande, pero de pocos días, para evitar que con sus dientes dañe el pezón que chupa." (Bergalli, 1892, p.15)Cuando la ciencia médica encaró los dos "males del siglo", la tuberculosis y la sífilis, visualizó a la mujer como ángel o prostituta, víctima o victimaria, en esa dualidad característica del pensamiento positivista de la ‚poca. La conexión entre la tuberculosis y la innata debilidad femenina se veía confirmada por el hecho de que la tuberculosis solía ir acompañada de trastornos emocionales diversos. El comportamiento característico de esta enfermedad se adecuaba perfectamente a la supuesta personalidad femenina y el aspecto físico se adaptaba muy bien a los c nones de belleza femenina dominantes que probablemente la propia enfermedad contribuyó a crear. La mujer tuberculosa no perdía su identidad femenina; al contrario la personificaba. "Los ojos brillantes, la piel transparente y los labios encendidos eran sólo una exageración de la belleza femenina tradicional. No sólo se consideraba enfermizas a las mujeres, sino que la enfermedad misma se consideraba femenina" (Ehrenreich, p.50) En cuanto a la sífilis se cargó todo el peso de la culpa a la prostituta, "cloaca inmunda" al decir de los médicos uruguayos de comienzos de siglo. En la prostituta se descargó todo el poder médico, se las aisló en el "sifilicomio", se las sometió a revisaciones periódicas para autorizarlas a ejercer (posición conocida como reglamentarismo). Humillaciones que hicieron solidarizarse a las primeras feministas con sus "hermanas". Paulina Luisi encaró el tema denunciando la doble moral y asumiendo una postura abolicionista. Polemizó -aún con sus colegas médicos- en una serie de artículos recopilados m s tarde en "Otra voz clamando en el desierto". (Montevideo, 1948)El origen sexual de la neurosisLa culminación del culto a la invalidez femenina en m s de un aspecto fue la histeria. La enfermedad se propagó vertiginosamente aunque casi exclusivamente entre una selecta clientela de las ciudades y de edades comprendidas entre los 15 y los 45 años. El mal no tenía ninguna base orgánica demostrable y era totalmente inmune a los tratamientos médicos. En nuestro medio, el Dr. Bernardo Etchepare dejó constancia de algunos tratamientos realizados sobre mujeres "histéricas". En su exhaustivo trabajo sobre "Medicina y Sociedad", Barrán (1992) pone de relieve el encare que dieron los médicos uruguayos a una neurosis considerada exclusivamente femenina. "Fueron las mujeres histéricas las destinatarias "naturales" del poder con valor terapéutico de estos médicos hombres. El sadismo erotizado del poder del macho científico se combinó con la entrega también erotizada al poder absoluto de éste nuevo padre, /... / El resultado fueron sesiones en consultorios donde se reveló toda la cultura y la sociedad del novecientos...el hombre que por hombre ordena a la mujer por mujer". (Barrán, 1992,229)La sociedad había destinado a las mujeres de clase acomodada a una vida de reclusión e intimidad y la medicina había justificado este papel describiéndolas como personas congénitamente enfermas. Algunas historiadoras afirman que "con la epidemia de histeria las mujeres estaban aceptando su inherente condición de enfermas al mismo tiempo que encontraban la manera de rebelarse contra un papel social intolerable". (Ehrenreich, p.60)Santín Carlos Rossi, uno de nuestros primeros siquiatras, rastrea en "El criterio fisiológico" el origen sexual de esa patología femenina: "La opinión que atribuye origen sexual a las psico-neurosis es tan antigua como la medicina pues el nombre de la m s dramática de aquellas, la histeria, fue tomada por Hipócrates de su pretendida etiología uterina" Esta obra escrita en 1919 es una de las primeras en mencionar la obra de S. Freud. Rossi se refiere a "la teoría pansexualista del Profesor Freud, de Viena, más conocida en literatura científica con el nombre de Psico-análisis" La percepción y aún la información de que la histeria podía ser la manifestación de una sexualidad reprimida por la imposición de un doble código moral, uno estricto para la mujer, otro permisivo para el hombre, no llevó sin embargo a que Santín Carlos Rossi reconociera en esa desigualdad de roles sexuales una transgresión a las leyes "naturales y biológicas" que ellos recomendaban respetar. Por el contrario, Rossi buscó justificar esa disparidad de roles al decir que el instinto sexual -o impulso genésico- era mucho m s apremiante en el hombre que en la mujer. Resultaba claro para él que la mujer "sentía menor deseo "que el hombre; la continencia en la mujer era más fácil dado que: "es perfectamente concebible la castidad si, por medios higiénicos y una gran elevación moral, la abstinencia no es "forzosa",.....pero el hecho de que las personas del sexo femenino tienen un mecanismo desintoxicador de elementos reproductores que funciona periódicamente (menstruación), significa que es muy posible que del punto de vista estrictamente fisiológico la eliminación de las secreciones sexuales se haga espontáneamente cuando llegan al máximo equilibrio con el organismo. ( S.C.Rossi p. 167) Estos conceptos fundamentaron el ideal de la mujer candorosa, que manifiesta menor deseo que el hombre, y que acepta los avances masculinos solo en función de cumplir con "el mandato biológico" de reproducir la especie.

Numerosos productos de la época; novelas, folletines, artículos de divulgación, las propias canciones de moda, alimentaron el imaginario colectivo sobre la femineidad victimizando a las mujeres, apenas un objeto pasivo del deseo del hombre. En nuestro folclore ciudadano ha quedado registrada la imagen de "la costurerita que dio el mal paso", la virgen seducida y abandonada, al que harán referencia, incluso, los miembros de la Comisión parlamentaria al informar sobre los Proyectos de Ley presentados en Cámara.La misoginia o ginofobia, subyacente en estos conceptos se hizo explícita en Mateo Legnani, médico y político batllista, "el criterio único de la mujer /para elegir compañero/ menos inteligente y menos ecuánime que el hombre, es el de la posición social y la riqueza,/.../ la educación de la mujer es tal, que ...el criterio seleccionador no sabe apreciarlo, es incapaz de sentenciar en bien propio y del futuro étnico" (Legnani, 1918, p.118)El mismo Legnani, siendo legislador presentó en 1921, un Proyecto de Ley que exigía el Wasserman negativo (la prueba de no tener sífilis) para evitar que las muchachas vírgenes (sobre todo las de clase media y alta) fueran "manchadas" por el hombre portador de la enfermedad. La metáfora era clara y se extendía a otros ordenes. ()División diáfana, por opuestos, así pensaron a las mujeres en las buenas y las malas. Las de la clínica privada y las del hospital público donde se trataba de una "mujer prostituta" al decir del médico Próspero Brunet en su tesis de doctorado de 1902.En su tesis sobre sinfisiotomía, refiere que en el Uruguay la operación se practicó solo cuatro veces. En la misma plantea el problema ‚tico que puede presentarse al tocólogo: si éste debe consultar a la madre para hacer la operación y darle a elegir entre una basiotripsia sin riesgo para ella, o una sinfisiotomía, con posibilidades de salvar al feto, pero que en aquella época, comportaba cierto riesgo y sufrimiento para la madre. "Yo no opino como Fochier, que cree que la conducta a seguirse en estos casos debe ser igual en la clínica hospitalaria que en la clientela particular, la conducta ser  ciertamente igual desde el punto de vista operatorio, pero no bajo otros conceptos....En la clínica hospitalaria se trata de una mujer prostituta que quiere a todo trance una operación que no le haga correr ningún riesgo, aunque para eso haya que sacrificar al feto; en la clientela particular se trata de una respetable señora madre de varios hijos"..."Yo opino, que en el primero de los casos, pondría en juego toda mi astucia para operar por la sinfisiotomía y haría ver que es la única intervención posible; en el segundo caso me extendería en ciertas consideraciones, no con la enferma, sino con el marido, haciéndole ver las ventajas e inconvenientes de las dos operaciones y ‚l, dueño de la esposa viva y de un hijo también vivo, que resuelva, prestándole yo mi apoyo en favor de la sinfisiotomía" (W. Buño, Tesis de Doctorado, pp.85-86)Eugenismo, o el temor al otroSexualidad femenina y reproducción asociados a nivel de sinónimos y tensionados por las diferencias de clase. No es extraño encontrar en los comentarios de la época que se acuse a las mujeres de no querer tener hijos, por "no afear la esbeltez del talle, o...no perder una temporada de Opera". No resulta claro por que‚ solo se referían a las mujeres de clase alta, que eran evidentemente quienes asistían a esos espectáculos ¿solo ellas abortaban? y ¿solo las mujeres pobres seguían teniendo una prole numerosa?. Aquí se cruza una preocupación de la época: el temor de que, por alguna ironía de la historia natural, los pobres acabaran triunfando en la nueva guerra biológica entre las clases.

A lo largo de esta discusión sobre el aborto veremos una clara acusación -y negación del derecho a elegir- dirigida a las mujeres ricas por no querer tener hijos, y una disculpa "generosa" a las mujeres pobres cargadas de hijos que recurrían al aborto. Tan diáfana es esa separación que tenemos derecho a preguntarnos si la despenalización del aborto no respondió también a una política eugenista.

El eugenismo hace su aparición en el país a comienzos de siglo -quizá  más tarde que en otras partes del mundo- y está asociado a la idea de decadencia de la civilización occidental por "la degeneración de la raza o de la especie".

Los orígenes de esta corriente -que admitió diferentes matices entre los reformadores sociales- se encuentran en la Inglaterra de fines de siglo, b sicamente en las recomendaciones de Francis Galton (1883), se puede rastrear incluso en filósofos iluministas como Condorcet (1750). Esta corriente, te¤ida del darwinismo social de la ‚poca, alcanzó gran difusión en América Latina en el período en estudio. Las Sociedades de Eugenesia se multiplicaron en México, Argentina y Brasil. Sin embargo, el epílogo dramático de esta escuela se desarrolló en Europa con la promulgación de las Leyes racistas del III Reich alemán, (Leyes de Nuremberg de 1935).

Esa preocupación estaba presente en el cuerpo médico y en los políticos uruguayos y se formulaba como "eugenesia". La obsesión por la decadencia de la civilización fue el sustento de la reforma moral que propusieron los médicos de la época.

"Siempre he dicho que si no podemos ser más y mejores, seamos por lo menos esto último, por el camino que vamos seremos seguramente m s, pero con mayor certeza, peores." (Turenne, El contralor de la concepción y la natalidad ilegitima. p. 38)

Mateo Legnani es más crudo al decir: "Fuera de duda que, para el futuro de la especie, seria conveniente dejar que el tuberculoso, el sifilítico, el degenerado murieran pronto y sin prole. Habría entonces selección natural, persistencia de los aptos, de los vigorosos y transmisión de sus cualidades, libre y poderosa selección si las ciencias médicas no "remendaran" la enfermedad. La enfermedad cumpliría su propósito purificador en mayor escala, exterminando a los rezagados de la caravana en marcha". (Legnani, 1917, p.106)

Esa caravana en marcha era encabezada por "los sujetos superiores" que piensan en el porvenir de su descendencia y evitan los hijos o limitan su número. "De ahí que quienes más se reproduzcan sean los mal dotados, los imprevisores." (ibid, p.115)

La médica feminista Paulina Luisi participó -como casi todos los médicos de la época- de la corriente eugenista, aunque se opuso a la intervención o reglamentación por parte del estado. Publicó en 1918, "Algunas ideas sobre Eugenia" donde explicita su posición con respecto a la anticoncepción que la llevó a aceptar el aborto eugenesico.

"Hay actualmente ,...una tendencia poderosa a limitar el aumento de los hijos; tendencia creada por condiciones económicas en buena parte y por circunstancias de variada ¡índole en otros casos pero que siempre produce un resultado positivo: el decrecimiento de la natalidad". (Luisi, 1918, p. 7)

"Todos conocen una serie de procedimientos anticoncepcionales m s o menos eficaces, que no dejan de ser empleados cada vez que se trata de relaciones ilegales o cuando /.../ se quiere evitar la fecundación". (Ibid, p.12)

"Hoy nadie se atrevería a decir que el aborto priva a los cielos de un alma; pero son numerosos los que afirman que no hay derecho a suprimir un embrión porque importa suprimir una vida, esto es, perpetrar un homicidio. No discutiremos la exactitud de la idea que asimila el embrión al ser ya constituido, nos alejaría demasiado de nuestro tema/.../ "hemos querido sostener la legitimidad del aborto para muchos casos...lejos de nuestro espíritu la idea de querer justificar esta opción en todos los casos". (Ibid, p.23)

La preocupación por la eugenesia fue una característica de casi todas las feministas de finales de siglo -sostiene Gordon- Por aquel entonces la eugenesia integraba la teoría evolucionista y a ella recurrían muchos reformistas sociales para reforzar sus argumentos en favor de la condición humana. Las feministas echaban mano a la eugenesia para reforzar sus argumentos como si temieran por instinto que sus razones, basadas únicamente en los derechos de la mujer, no tuvieran poder suficiente para vencer los escrúpulos de un medio conservador y religioso con la reproducción. En consecuencia combinaban la eugenesia y el feminismo para suscitar imagines evocadoras y románticas de la maternidad perfecta. (Gordon, 1984, 222)

La maternidad tutelada

Ya en los años veinte la clase médica jugaba un papel decisivo en la configuración de las pautas culturales y la normativa que definieron la identidad cultural de los uruguayos, y en particular el de la mujer y su función como madre.

La sociedad medicalizada en la que el médico monopoliza el tratamiento de la enfermedad y la prevención de la salud, se cumplían a diferentes niveles en el Uruguay de esos años.

"El sometimiento de la sociedad se tradujo en la conversión del médico y su saber en educadores del todo social,..., en la aceptación lógica de su rol de inventores de conductas y normas que habían hallado en la "observación" de la naturaleza". (Barrán, 1993)

Este poder de curar exigió obediencia y sometimiento. "Educar al que no sabe, proteger al que no puede, obligar al que no quiere." dictaminaba el siquiatra Santín Carlos Rossi (El criterio fisiológico, 1919, p.239)

En la obra de Rossi se sostenía, con respecto a la mujer , "No encontramos absolutamente ninguna causa fisiológica de excepción a la humanización de la mujer con respecto a la del hombre, como no sea la que la erige en privilegiada fisiológica durante los períodos de la maternidad ... Por eso el capítulo de obligaciones educativas -cultural y profesional- no debe exceptuar a la mujer, que antes que el maestro ser  la educadora de sus hijos (subrayado nuestro), especialmente en el aspecto m s interesante de la educación infantil, la afectividad. Ella dirá  luego si prefiere utilizar sus prerrogativas económicas o si las abandona para someterse a los hombres-padre o compadreo- pero la sociedad está obligada a educarla para asegurarle su libertad, y ella está  obligada a educarse para no ser parásito social."

Conceptos emparentados con los de un hombre bastante alejado de estas concepciones "biologicistas" como fue Vaz Ferreira. Este filósofo -por otra parte, tan cercano al batllismo-, en sus escritos sobre feminismo, sostuvo que la mujer debía educarse y podía trabajar, pero que lo ideal sería un trabajo de medio tiempo, para que pudiera ocuparse de la familia y los hijos.

El interlocutor médico de mayor difusión en éste período fue el eminente endocrinólogo español, Gregorio Maranñón, cuya teoría de la diferenciación y de la complementariedad entre los sexos alcanzó un consenso social notable y constituyó el eje del discurso de género en las décadas siguientes.

"Su teoría de la diferenciación sexual partió de la premisa de que la mujer no es un ser inferior sino diferente al varón. A partir de esta premisa de un estatus social igual desde la diferencia, Mara¤¢n establece el cometido social diferente y complementario de la mujer a partir de la maternidad como eje definitorio de la femineidad. Este discurso de género establece la maternidad y la perpetuación de la especie como la "suprema misión" de la mujer." (Nash, M. 1993, p.245.)

El análisis de algunos de sus artículos, en particular sus "Tres ensayos sobre la vida sexual" (1926) donde encaraba el tema de maternidad y feminismo, permiten constatar hasta qué punto sus conceptos y afirmaciones calaron hondo en nuestra sociedad. La amplísima difusión en nuestro medio de sus publicaciones hace que la referencia a Mara¤¢n sea un punto obligado en los artículos periodísticos publicados en el periodo en que se discute la despenalización del aborto.

En los informes parlamentarios que presentan el tema del aborto se dice que "ser madre /.../lo dice Mara¤¢n y Fray Luis de León, no debe reducirse solamente a parir hijos con o sin defecto físico, sino a entablar un vínculo espiritual eterno con los mismos y a convertir luego al hijo en un hombre sano, consciente y culto". (Diario de Sesiones C. de RR. 16/11/1937)

Los conceptos de Mara¤¢n, de que la mujer no era ni superior ni inferior al hombre, sino distinta servir n también al Poder Ejecutivo para sentar sus tesis conservadoras en el Mensaje y Proyecto de Ley que envía al parlamento en esos años.

Cita textualmente la frase. "el sexo de cada uno de éstos, implicar  una división fundamental de trabajo no menos honda para la hembra que para el varón. Este ser  siempre el que haga la historia, la mujer tiene reservado el destino, aún más trascendental; el de hacer al hombre, padre de la historia", para sostener, "Si los estados no ajustan su estructura social a este concepto biológico, fatalmente asistir n a la derrumbe de la actual organización familiar: el instinto se vengar  de los artificios de nuestra civilización". (Diario de Sesiones CCRR, p.135)

Hay entonces una conjunción de discursos, provenientes de diferentes orientaciones filosóficas que se destinan al moldeado de la mujer-madre, socializadora de sus hijos.

La maternidad sacralizada al punto de convertirla en sinónimo de identidad femenina no implicaba el respeto a la "sabiduría" femenina acumulada culturalmente por siglos. Por el contrario, "medicalizaba el parto, la crianza de los niños, la alimentación entera de la familia y naturalmente, las dolencias, los viejos espacios del poder femenino en la sociedad patriarcal" (Barrán, 1993, p. 169)

El m‚dico Augusto Turenne es quien realiza una campaña sistemática a lo largo del siglo, para lograr la medicalización del parto.

Durante su intervención en el segundo Congreso M‚dico Nacional en 1930 defendía la institucionalización del parto y el embarazo en estos t‚rminos.

"Al concepto ancestral del parto y del embarazo, situaciones fisiológicas de las que no es menester ocuparse con gran atención, concepto corriente en el público y en particular en las clases incultas (concepto que desgraciadamente comparten algunos médicos), debemos sustituir el que corresponde a un estado que por múltiples razones higiénicas, económicas y hereditarias comporta una serie de riesgos que la vida moderna, compleja y complicada agrava cada día y que sería culpable desconocer, con serio desmedro de la raza."/.../ "No es posible desinteresarse del alcance social de los desastres obstétricos, no es solamente el porcentaje de mortalidad por accidentes grávido- puerperales lo que debe alarmar si no tambi‚n el descenso en el rendimiento económico - social de las mujeres que por dichos accidentes ven reducida su capacidad concepcional, su integridad orgánica y sin valor como elementos de trabajo y producción". (2o. Congreso Nacional de Medicina, Tomo 2, p. 40)

Turenne fue el fundador de la Cátedra de obstetricia de  la Facultad de Medicina, Decano de la misma y fundador del Sindicato M‚dico del Uruguay, adem s de director de la Maternidad del Hospital público m s importante del país, el Hospital Pereira Rossell. Tuvo además una destacadísima actuación en todo el debate sobre el aborto que no llegó a legitimar, aunque fue un entusiasta propagandista de los m‚todos anticonceptivos. Integré la Comisión de Eugenesia formada en 1935.

¿Qué hacer con el aborto?

Los datos acumulados a lo largo de esta investigación nos permiten sostener que esta campaña que culminó con la institucionalización del embarazo y el parto tuvo una prolongación, - o al menos un intento -, de medicalizar también el aborto.

Existen por cierto, otras explicaciones para la despenalización del aborto en ese período, la suma de ellas - y no creemos agotarlas- describe la complejidad de temas que se abordaron con ese simple artículo incluido por Irureta Goyena.

El médico, su saber, su pericia, fueron reconocidos legalmente por el Código Penal, allanándole - habilitándolo para- todo tipo de intervención, aún la del aborto.() Las pol‚micas suscitadas por las disposiciones sobre "aborto consensual" del nuevo Código permiten recoger ese espíritu.

Un claro militante "abolicionista", el Dr. H. Abadie Santos sugería que : "No pudiéndose conjurar estos hechos debe sustraérseles a las manos torpes y venales, entregándolos como licitas intervenciones a los idóneos, con el objeto de salvar, por lo menos, una de las dos vidas en conflicto" (citado por García Pintos, "El Derecho a Nacer", 1936, pp. 35-36)

Si aún restaran dudas, Irureta Goyena, el autor del Código Penal de 1934 se encarga de despejarlas:

"La consecuencia invariable de la represión efectiva del aborto, sería que el aborto tendería a hacerse cada vez más misterioso, más reservado más empírico y, por consiguiente, más peligroso para la mujer. La efectiva impunidad del delito hace que el aborto se practique por manos expertas por parteras y aún por los médicos. Si se castigare, y, sobre todo si se castigase severamente, como lo establece la ley, las personas de cierta cultura, que son aquellas que pueden practicar el aborto sin peligro o con un mínimo de peligro para la mujer, se resistirían a efectuarlo y el aborto caería entonces en manos de gente inexperta, que ejecutará la operación sin observar las precauciones que la ciencia aconseja". (Irureta Goyena, 1932 p.21)()

La aceptación de un hecho consumado: la existencia y propagación del aborto en el país, llevaba a dar un paso m ás, permitir a los médicos su realización.

 

Un médico ilustre, atrapado en la polémica

Las opiniones, los informes y conferencias dictadas por el médico Augusto Turenne fueron de capital importancia para el desarrollo del debate sobre el aborto. Una lectura atenta de sus numerosas publicaciones, muestra la evolución de su posición ante la interrupción del embarazo. De la calificación de "aborto criminal" en 1913 y 1916, pasa a la designación de "aborto voluntario" en 1933 y a¤os después, sostendrá  que el módico "agnóstico" debe actuar sin sufrir presiones, guiado por el criterio de salvar un valor biológico presente antes que uno por devenir.

En una breve reseña de sus publicaciones anotamos que en 1913, publica un articulo sobre aborto criminal: "Provocación de un aborto criminal" (Revista Medica Uruguaya). En 1916, su intervención en el Congreso Médico Nacional es también sobre "aborto criminal". Será  allí donde aporte los primeros datos estadísticos registrados sobre la interrupción de embarazos ("Consideraciones sobre lo hecho en el Uruguay contra el aborto criminal provocado"). En 1926, publica: "El aborto criminal es un grave problema nacional".

En cambio, en 1933, en vísperas de ser aprobado el nuevo Código Penal, publica: "Realidades médico- sociales sobre el aborto voluntario /subrayado nuestro/".

Como dijimos, Turenne siempre mantuvo una definida militancia a favor de los m‚todos anticonceptivos, y la educación sexual, pero no se encuentra ninguna publicación en la que se pronuncie abiertamente a favor del aborto. Si bien deja abierta esa posibilidad al decir:

"Ya hemos visto que para la Iglesia católica ningún aborto est  justificado. ¨¿ Puede el médico agnóstico acatar esta ley inexorable? La larga historia de la Medicina enseña que desde remotos tiempos, los médicos se han negado a acatarla, por considerar que cuando en sus manos est  salvar una vida, por razones de legitima defensa puede agredirse al causante de la agresión, máxime que se trata de elegir entre un valor biológico presente y actuante y un "devenir" posible o probable. La indicación de orden médico es pues imperiosa e ineludible." (Turenne, 1942, p. 31)

En 1935 integró la Comisión de Eugenesia, como Inspector general de los Servicios Obstétrico - ginecológicos del Ministerio de Salud Publica. Esta Comisión fue creada para estudiar las causas de la extensión del aborto voluntario y para determinar los medios de disminuir su difusión. El propio Turenne dirá  más tarde: "Esta Comisión ha sido presentada en ciertos ambientes como un organismo tenebroso en el que, al margen de la Ley, se propiciaba el aborto como solución saludable y única de ciertos problemas m‚dico sociales". (1942, p, 133) Es evidente que el clima social se había enrarecido, obligando a los protagonistas a tomar partido, situación no deseada por ellos mismos.

 

Del orden de lo privado

Sabemos que las circunstancias "políticas" que rodearon esta discusión, terminaron por involucrarlo o embanderarlo en la defensa del "abolicionismo", o sus contemporáneos lo ubicaron - en el acierto o en el error- en esa posición. También sabemos que la discusión fue muy apasionada y que las opiniones se dividieron en dos bandos, a favor y en contra de la ley. ¨¿Cuánto de esa polémica incidió en la práctica profesional de este médico?¨ ¿De qué forma su vida privada se vio afectada por ella? o, a la inversa ¿Cuánto de su experiencia vital lo incitó a asumir posiciones cada vez más liberales?

De acuerdo a la opinión de Cesar Augusto y Hortensia, los hijos menores de Turenne, "Perdió clientela por la discusión del aborto", además, "Hubo cierta condena social".

En la larga conversación mantenida con sus dos hijos, aparecen otros aspectos que iluminan esta pol‚mica. El central, quizás es que la discusión del aborto coincidió con una fractura de orden familiar, el divorcio de sus padres. "El divorcio era muy mal visto", la condena se hacía sentir, sobre todo en el medio social en el que se movía la familia de Turenne. "Aunque si no hubiera estado influido por eso hubiera sido igual, era un temperamento combativo, contestatario", afirmaron los hijos.

Esa actitud del padre es destacada en forma reiterada. Como si la vivencia de la familia hubiera sido la de mantenerse en jaque con el resto de "la sociedad", definida por ellos como: "una oligarquía bastante cerrada y muy apegada a los valores espirituales, la cultura era uno de los requisitos esenciales para darse con el gran mundo" No se buscaba el dinero como se busca ahora. Por ejemplo a Taranco se lo miraba un poco a distancia porque había hecho fortuna muy recientemente." (Hortensia)

"En casa había un ambiente distinto, mi padre era un revolucionario". "En casa había una libertad bárbara. Papá  hablaba en la mesa y todas lo escuchábamos y como tenía esa erudición, esa preparación..." (Hortensia)

"Era tremendamente combativo, cuando se trenzaba en una discusión, en una polémica, ya fuera política, religiosa, o lo que fuera. Era incisivo, irónico, con una facilidad para herir en esa forma colateral (...era muy fino)". (Cesar Augusto)

En esa excepcionalidad pesaron los antecedentes familiares. El padre de Augusto Turenne era masón y participó en la vida política del país, fue diputado por el partido Colorado. Augusto se recibió de médico en 1893. Viajó a Francia en 1894 donde se especializó en ginecología. En 1897, se casó con una descendiente del "patriciado" uruguayo, una Maciel. Tuvieron cinco hijas mujeres y un varón: Elsa (1899), Sara (1900), Sofía (1902), Yolanda (1905), Hortensia (1909) y Cesar Augusto (1913).

En 1911 se mudaron a la casa que construyeron en la calle Paraguay, en pleno centro de la ciudad, como se acostumbraba en la época. "Todo el mundo vivía en el centro" porque, "Montevideo terminaba en la calle Ejido".

De tres plantas, "la sala estaba empapelada con seda y las molduras terminadas en oro". Cuatro sirvientes y un chauffer atendían a la familia. "Había mucama de arriba, mucama de abajo, mucamo de comedor, cocinera y chauffer. Después de la primera guerra mundial había muchos inmigrantes alemanes. En casa había un mucamo que era médico!" relata Hortensia.

En el mismo año en que inauguran la casa, viajan a Europa con las cinco hijas nacidas, la más pequeña era Hortensia, acompañada con una niñera. El viaje a Europa era muy importante para este sector social, "daba lustre". Hortensia dice que eso ayudó a que el prejuicio contra su padre no fuera tan fuerte, gracias al viaje, se le disculparon algunas posiciones radicales.

Las primeras cuatro hijas se educaron en el Colegio Alemán que no era religioso, y eso "las quemó un poco" según Hortensia. "El tenía obsesión contra los curas. Estaba contra la Iglesia."

"En realidad era una ‚poca que el liberalismo se sentía triunfador, habían conseguido el control de los cementerios, la separación de la iglesia del Estado, ley del divorcio consideraban que el catolicismo estaba acorralado y eso los hacia magnánimos, y en principio toleraban cosas". (Cesar Augusto)

Recordamos juntos el desarrollo de la carrera de este médico y el prestigio que rodeó su persona. La designación como Decano de la Facultad de Medicina (1907-1909), la fundación de la Maternidad del Hospital Pereira Rossell, incluso la iniciativa de formar el Sindicato M‚dico del Uruguay. "En una‚ época en la que la palabra sindicato era mala para el establishment, las huelgas eran muy violentas". (Cesar Augusto)

El prestigio se acompañó de una holgura económica que les permitió alternar con los sectores m s altos de la sociedad. En 1919 la familia comenzó a veranear en el barrio residencial de Carrasco. Encargaron al arquitecto Vázquez Barriere la construcción de un chalet de estilo normando, justo frente al gran Hotel Casino que aún no estaba terminado.

Aunque el ambiente era más "liberal", porque ya no se estilaban los carritos y las zonas de baño exclusivas para mujeres, Hortensia recuerda que una de sus hermanas tuvo la osadía de ir a la playa con un traje de baño sin mangas y fue corregida inmediatamente.

Aseguran que los veraneantes en su mayoría eran porteños, y el medio era muy refinado, aunque bromean con una frase de la época, -"iban a Europa baúles y volvían petaca".

El último viaje a Europa con toda la familia, lo hicieron en 1925. Como estuvieron casi un año, Cesar, con 12 años, llevó los libros para preparar el examen de ingreso a la Universidad.

Al regreso, el matrimonio se separa, aunque reci‚n se divorcian en 1933. "Había todavía un catolicismo muy serio y muy fuerte". "Yo creo que ese asunto del aborto coincidió con el divorcio, y el repudio que él recibió... Mi padre repudiado por el mundo católico - social, (porque tenía una amante, con la que después se casó). Todo eso influyó para que mi padre encarara este asunto de la lucha contra los que se oponían a la despenalización del aborto, que eran en general los católicos, y la "masa" poco preparada para una cosa de esas". (César Augusto)

Los hermanos discrepan en qué‚ fue lo que m s influyó en la posiciones asumidas por el padre. Para Cesar hubo tres aspectos que marcaron la década: "Entre el 30' y el 40' lo que dominó el ambiente fue por un lado la cuestión política, por la dictadura de Terra, él estuvo en contra a pesar de que era muy amigo de Terra, en materia exterior el tema de los nazis, y en el orden médico - religioso, el tema del aborto"

Esta síntesis de la década realizada por el hijo menor de Turenne se completa con un juicio que desliza al terminar la entrevista.

"Al final de la década del 30' mi padre inicia la campaña esta y empieza la polémica arduamente, viene el Código Irureta y elimina el castigo sobre el aborto, pero eso no trasciende más que en los círculos universitarios".

La escasa repercusión de la medida legal es algo que se reitera en otros testimonios, en particular en los de las parteras de ese período.

Las obstetras consultadas, casi no recuerdan la discusión política, ni siquiera mencionaron la medida del Código que despenalizaba el aborto. Sin embargo uno de los argumentos recurrentes para despenalizar el aborto fue el de sacarlo de las manos de las parteras "inmorales".

Los testimonios y la documentación revelan la orquestación de una campaña de desprestigio contra las parteras para desplazarlas del sitial central que ocupaban en la atención de los embarazos, partos y abortos.

 

Se considera que la transición de la fecundidad se inicia cuando la tasa bruta de natalidad cae por debajo del 30 o/oo. Una tasa de 20 o/oo, o por debajo de esa ratio expresa la culminación de esa transición.

Un decreto del Poder Ejecutivo (1935), dejó en suspenso esta medida y el aborto fue nuevamente penalizado en 1938 (con la Ley No. 9763). Se cerraba as¡ un paréntesis de excepcional liberalidad frente al tema, único para América Latina.

En la memoria colectiva ha quedado la imagen de un enfrentamiento casi personal entre los dos médicos, asignándole a cada uno estar a favor en contra del aborto. Es cierto que Turenne integraba la Comisión de Eugenesia creada en 1935 que decidió sobre peticiones de aborto, y era un convencido difusor del control de natalidad.

Juicio que aparece en la introducción de "El derecho a nacer y el niño concebido como persona jurídica". Montevideo, 1936

Augusto Turenne. La maternidad consciente. Procreación voluntaria en la mujer. Un problema de obstetricia social. Conferencia pronunciada en el Sindicato Médico del Uruguay. Julio de 1929, pp.27- 28.

Empleamos el término "discurso" en el sentido de un conjunto de creencias, conceptos e ideas que organizan nuestra relación con la realidad.

"Eros, yo quiero guiarte Padre ciego...

pido a tus manos todopoderosas,

su cuerpo excelso derramado en fuego

sobre mi cuerpo desmayado en rosas"

Durante un corto periodo, (1888-1906) los estudiantes de medicina debían presentar una tesis para obtener el título de Doctor en medicina.

El proyecto no llegó a ser Ley, pero era costumbre en las familias burguesas pedir al varón el certificado médico pre-nupcial.

La obra de Marañón tuvo un enorme impacto en nuestro medio, lo veremos citado hasta en artículos de difusión periodística. Su visita a Montevideo en 1937, cuando ya había tomado partido por el bando franquista, fue motivo de intensas polémicas.

Discuto este avance en el marco de lo que Barrán a denominado "medicalizaci¢n de la sociedad" y creciente poder médico. Los resultados de sus investigaciones son insoslayables, por la contundencia de su documentación y porque proporcionan múltiples pistas para entender los porqués de esta precoz despenalización del aborto, "originalidad" uruguaya.

"Delitos de Aborto, Bigamia y abandono de niños y de otras personas incapaces". Conferencias orales (versión taquigráfica) (Montevideo, 1932, 21)

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